domingo, 22 de agosto de 2021

Génesis (Tercera parte)


 Las calles de Valladolid presentan un ambiente de lo más cosmopolita y animado, pese a las circunstancias epidemiológicas. La recién inaugurada edición del Festival de teatro y artes de calle que se celebra cada año y que estuvo a punto de ser suspendido por segundo año consecutivo, se ha diseñado respetando los protocolos de seguridad frente a la Covid 19. El uso de mascarillas y la obligatoriedad de mantener la distancia social, así como la delimitación de los espacios escénicos con vallas creando perímetros donde el personal del Ayuntamiento colocó sillas que serían ocupadas por quienes se hubiesen hecho con la entrada on line tras dejar sus datos de contacto para facilitar la trazabilidad en caso de contagio, le restan espontaneidad y alegría al festival, pero de nuevo el arte vuelve a las calles.

Adán disfruta al ver como poco a poco y gracias al avance de  la campaña de vacunación, el número de víctimas mortales por la pandemia va disminuyendo a lo largo del mundo, y los gobiernos y administraciones locales tratan de recuperar aquello que la ciudadanía reclama y necesita. 

Según el plan del inspector Pinacho y de su compañera, la atractiva y mortífera agente de la CIA debe dirigirse a un famoso y céntrico parque público, pulmón de Valladolid, donde los asistentes a las secretas jornadas de negocios entre empresarios vallisoletanos y estadounidenses han sido invitados para disfrutar de un espectáculo de clown y video mapping a cargo del artista multidisciplinar Rodrigo Tamariz y de Virginia Urdiales y sus compañeros de la afamada y original compañía teatral Kull D'Sac.

Es curioso, piensa Adán, que cul de sac traducido del francés signifique callejón sin salida. Eso es lo que el amable y condecorado policía vallisoletano pretende prepararle a Laertes esta noche.

El aforo del espectáculo se ha completado únicamente con las invitaciones para los empresarios y sus acompañantes y con miembros de paisano de la Policía Nacional  y la Guardia Civil. Del mismo modo, miembros de las fuerzas de seguridad camuflados como personal técnico del T.A.C, Protección civil y vigilantes de la empresa privada contratada para mantener el orden, estarán preparados para cerrar la trampa y atrapar a la presa. Pero Laertes es una pieza muy difícil de cobrar.

Adán sonríe al escuchar el canto de los pavos reales que campan a sus anchas por el parque, y asociar el sonido a las señales que Navajos y Apaches utilizaban en el pasado para comunicarse sin ser descubiertos por los rostros pálidos invasores. El sol se ha puesto y Rodrigo Tamariz proyectará las imágenes diseñadas para el espectáculo aprovechando contornos de árboles, rocas y columnas. La oscuridad será también protagonista del show. De ambos shows.

Adán muestra su entrada al camuflado policía de la unidad de intervención que ejerce como controlador de aforo, y acompañada por otro agente camuflado como acomodador, ocupa su localidad. En el bolso de mano que coloca sobre sus rodillas al sentarse lleva su arma cargada y munición de repuesto. La música anuncia el principio del espectáculo y a través del pequeño auricular  que Pinacho le entregó cuando concretaron el plan de actuación, escucha al rubio policía anunciando que su espectáculo también va a comenzar.

Al parecer uno de los agentes que vigilan el perímetro ha creído reconocer a Laertes ataviado como mimo para pasar desapercibido. Es curioso, piensa Adán, ella está falta de mimos, pero de otro tipo.

Las luces, las sombras, las imágenes proyectadas sorprendiendo y emocionando al público y, la simpatía y la gracia de Virginia Urdiales y Begoña Martín Prieto cosechan sus primeros aplausos y ovaciones. 

Nogueira es esta vez la que a través del intercomunicador avisa a Adán de que Laertes ha sido arrinconado junto al vecino estanque y van a estrechar el lazo sobre él. Adán se levanta con disimulo y acude al lugar donde supuestamente cobrarán la pieza a cazar y mientras una pareja de cisnes se ama junto al estanque, escucha lo que indudablemente son detonaciones de un arma de fuego, pero que pasan completamente desapercibidas entre la algarabía de los diferentes espectáculos que se realizan en las inmediaciones.  El cuerpo caído de un policía nacional abatido por el asesino de bigote bicolor evidencia que Laertes no quiere ejecutar a nadie más allá de  los objetivos por los que se le paga. El agente ha recibido dos disparos en zonas no vitales y tras unos cuantos meses de baja volverá a patrullar las calles.

Revolver en mano, Adán se presta a correr hacia el embarcadero donde está atracada la barca con la que los niños pequeños que acuden al parque, realizan previo pago de su billete, un breve pero intenso  recorrido por el estanque descubriendo los misterios de la flora y la abundante fauna del lugar, y durante la travesía escuchan embobados los cuentos del barquero.

Un minuto después, el frio del acero del cañón de un arma apoyada en su sien le devuelve a la realidad del momento.

—No quiero matarte –susurra Laertes–pero si no me das otra opción no me temblará el pulso.

—No tienes escapatoria, Laertes –responde la valerosa Adán–el parque es un hervidero de policías dispuestos a todo para satisfacer los deseos de mi gobierno.

—Tu gobierno no tiene ni idea de lo que están tramando aquellos a quien protege, ni de lo nauseabundo de sus planes para controlar el suministro de fuel de España y generar beneficios a cierta nación extranjera con la que creo que no tenéis un excesivo buen rollo –dice con enojo el irónico y revelador Laertes –ni se te ocurra morir por esto, no merece la pena –añade con el sincero deseo de que la atractiva agente de la C.I.A no cometa una estupidez–además personalmente creo que sería un crimen sacrificar a una mujer como tu.

Adán interpreta el halago de las palabras del asesino a sueldo y por un momento hasta siente simpatía por él. En ese momento escucha la voz de Pinacho a través del auricular.

—Adán no contestes, disimula –ordena Pinacho–, tenemos tiradores de precisión ocupando posiciones y listos para abatir al objetivo. Trata de desplazarte muy despacio y con discreción un poco hacia tu izquierda, allí los tiradores tendrán la suficiente luz para abrir fuego.

—Ni se te ocurra obedecer a Pinacho, preciosa –le sorprende Laertes–Lo que no sabes es que yo también llevo un intercomunicador sincronizado con la frecuencia que estáis utilizando, Por eso me he anticipado a vuestros movimientos y me he prestado a esto del cazador cazado. Es un juego muy divertido. Ahora –pide a Adán con tanta rotundidad como energía–tu y yo nos vamos a ir de aquí muy despacito por la zona de oscuridad que cubrirá nuestra salida.

Adán obedece sabedora de que un gesto desafortunado le puede costar la vida y decide apostar por la supervivencia. Sin saberlo, acaba de abrir a Laertes otra puerta,  una puerta muy diferente a la de escape de la complicada situación.

Diez minutos después, cierto mimo con el rostro maquillado y una pistola de 9mm oculta por el jersey de rayas, abre la puerta del coche con tan real como sobreactuada galantería a la preciosidad que lo acompaña con las manos a la espalda, disimulando las bridas que sujetan sus muñecas.

Al llegar al discreto apartamento que tiene alquilado con nombre falso en un cercano municipio limítrofe con Valladolid, Laertes aparca el coche en su plaza de garaje y sube con Adán hasta el ático con terraza de dos dormitorios. Al entrar en la vivienda, conecta el equipo de música donde suena Pintaré de mi hogar, un tema de los canarios Jean Blazer, regula las luces para que queden en modo tenue y desata a Adán.


Continuará

 

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