"Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar."
Una vez más el bardo inmortal me lleva a la reflexión y me ayuda a entender muchas cosas que hasta que no me adentro en el significado de lo leído no soy capaz de comprender.
Recuerdo que hace tan solo unos pocos años, atravesé el momento más duro que he sufrido en mis vidas, al despertar una mañana en mi cama, y darme cuenta de que mi padre y mi querida Blancanieves habían fallecido, que mi vida había cambiado por completo, que había perdido mi trabajo y a la mujer a la que había amado. Que aún estaba en pleno proceso de recuperación de las secuelas de una lesión cerebral que podía haber evitado de haber escuchado a los amigos que trataron de impedir que subiera a la moto, y de no haber creído que las cosas solo les pasan a los demás y que yo era más listo o más hábil que el resto de los mortales.
Aún medio dormido y con el agujero más grande que jamás he sentido en el alma, me di cuenta que que pese a todo estaba despierto. Y no pude evitar llorar al descubrirme deseando no haber despertado de aquel coma que abandoné milagrosamente.
Pero ahora, y después de haber cerrado otra etapa, me doy cuenta de que ese "ser o no ser", es lo que a fecha de hoy conduce y motiva mi existencia. Porque quiero ser el mejor Juan que pueda llegar a ser.
¿Quién soy? Hasta hace poco me definía como un tipo que ha tenido mucha suerte, y al que se le ha concedido una segunda oportunidad, un indulto (palabra de moda que acapara todos los titulares).
Hoy sé que soy un ser incompleto e imperfecto, que después de soñar y dormir decidió vivir y puestos a ello, quiere hacerlo de la mejor de las maneras posibles, que no es otra que comprometiéndose con los valores en los que fue educado y con el sincero deseo de aportar cuanto pueda a aquellos a los que quiere, a la sociedad y a su propia realidad.
Es por ello que tras dejar sobre la mesa la calavera de aquel Yorik que fui, me pregunto en voz alta (al igual que hizo el príncipe de Dinamarca) "qué fue de mis burlas, mis brincos y mis cantares y chistes que animaban la mesa con alegre estrépito". Y por fin he encontrado la respuesta : Yorik aún vive en mi, al igual que Polonio, Ofelia y Laertes. Todo mi ser es una obra en construcción de sorprendente dramaturgia y muy original puesta en escena.
Y ahora que he aceptado que algo huele a podrido en Dinamarca, quiero llegar a ser el personaje perfecto para terminar esta función. Y no para levantar al público de sus butacas entre aplausos y grandes ovaciones, no, eso no son más que efímeras rosas. Me debo la mejor de las representaciones y el mayor de los aciertos al llevar a escena todo aquello que se ha escrito para mi, aunque a veces el apuntador celestial tenga que pasarme texto y recordarme que aunque trate de escribir algunos pasajes de mi historia, debo ceñirme al libreto original.
Y en ello estoy, nervioso y asustado entre bambalinas, pero deseando que se abra el telón para ofrecerle al mundo la velada más increíble de la que hablará la crítica y el público con la misma admiración.
¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte?
Y allí volveré a abrazar a quienes tanto echo de menos, y podré decirles que pese a todo, fui un hombre bueno.