Hace ya unos cuantos años que llevé a escena en un par de ocasiones el espectáculo que diseñé y protagonicé junto al pianista internacional Oscar Lobete, en el que él revisaba las partituras y yo las letras de aquellas canciones que nos torturaban a lo largo de muchas noches sin dormir.
Yo, que he creído morir de amor millones de veces, tenía tendencia a querer cortarme las venas cada vez que se terminaba una historia de amor. Y ahora he aprendido a dejármelas largas, porque con el tiempo he descubierto que la vida, o el destino, o Supergato o quien sea el que dirija este show, te cruza a veces con la persona adecuada que te apoya, te ayuda, te inspira y te regala su tiempo, su cariño y su ternura, y como Mary Poppings, un día coge su paraguas y su bolsa de viaje y tiene que irse a ayudar a otras personas. Pero si has sabido estar a la altura de todo lo que te ha aportado, y has correspondido con la misma actitud y con los mismos sentimientos, siempre seguiréis juntos aunque ya no compartáis cama ni divertidos y placenteros roces. He aprendido que de una verdadera historia de amor se puede alcanzar una gran amistad y que de una gran amistad se puede llegar a disfrutar de una verdadera historia de amor. A veces compartes rellano con la persona adecuada y un día decidís subir juntos un escalón, para con el tiempo volver a bajarlo de la mano y compartir de nuevo conversación, cariño, apoyo y abrazos en el rellano.
Hace ya unos meses que una gran mujer y yo bajamos el escalón, y a fecha de hoy más allá de querer cortarme las venas o llorar por las esquinas, me siento feliz y con muchas ganas de vivir, porque la vida sigue y sé que aún nos unen muchas cosas, precisamente aquellas que no se desvirtúan con la falsa idea de posesión (pues nadie pertenece a nadie), con las peligrosas rutinas o con las incompatibilidades de proyectos de futuro.
Aquí os dejo el texto que escribí para acompañar a la revisada partitura de Oscar durante ese espectáculo. Cómo podréis ver, aun tenía mucho que aprender.
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