Decide comenzar a caminar, pone un pie delante del otro y camina. Y sonríe.
Si tiene que caminar quinientas millas o incluso quinientas más para alejarse definitivamente de la tristeza, lo hará gustoso, Entonces se da cuenta de que cuando llegue al lugar donde quiere estar el resto de su vida, lo hará solo, y eso si que no. La esperará en la puerta y no lo cruzará sin ella. Quiere que ella recorra el mismo camino, renuncie a la desgracia y al sufrimiento y se instale junto a él allí donde podrán ser completamente felices, allí donde los ángeles sobrevuelan constantemente rostros sonrientes y se detienen a compartir abrazos sinceros y besos sin pretensiones. A beber ambrosía en cálices de oro y a soplar juguetones los enormes dientes de león.
Es una lástima que no puedan hacer este viaje juntos, pero él se ha asegurado de que ella no se pierda y encuentre el camino más recto, más cómodo y menos peligroso. La quiere junto a él, porque ya se ha terminado de convencer de que el pasado es pasado y nunca volverá a convertirse en presente. Durante un tiempo estuvo muy confundido y creyó que en base a ese pasado podría construir un futuro prometedor, pero las circunstancias le abrieron los ojos y le llevaron a asumir la realidad. Ahora camina solo y no necesita bastones. Solo quiere llegar y esperar a aquella que ha de venir también, escapando de un pasado amargo y de un presente demoledor.
Le hubiera gustado mucho recorrer de su mano este trayecto, pero los hados no se lo permiten y para llegar al destino que ambos han elegido, deben viajar solos y ligeros de equipaje, dejando atrás miserias, penas y problemas que de nada les servirán allí donde quieren llegar, allí donde merecen llegar, allí donde la vida no duele y cada amanecer es una promesa de felicidad.
Mientras camina va dejando un rastro de miguitas rojas que destacan sobre el verde intenso de la hierba del sendero. Cada poco se detiene a dejar un puñado y a comprobar que ningún animal se las va comiendo y que la suave brisa que lo refresca en la marcha, no las dispersa ni las aleja del camino.
El viaje es largo y se asusta al darse cuenta de que apenas podrá obtener más migas de ese corazón destrozado que ha desmenuzado para indicarle el camino dejando un rastro de fragmentos de ese necesario músculo que tuvo que extirparse pues se estaba pudriendo y comenzaba a infectarle el alma.
Levanta la vista y descubre que en la cima de una colina cercana, se encuentra el arcoíris que como un brillante atrapa sueños parece proteger el descanso de aquellos que han decidido instalarse en el que saben es un lugar mejor.
Ya no quedan miguitas. Su destrozado corazón dio de sí lo que podía dar de sí , pero fue suficiente. A lo lejos, se acerca ella, altiva y despojada de todo lo que la retenía, sonriente y hermosa.
Está creciendo un nuevo corazón dentro de su pecho, y verla acercarse hacia él ayuda a que se desarrolle el músculo que remplazará a aquel que machacó durante tantos años de confusiones y fracasos y, cuyas minúsculas porciones diseminadas a lo largo del camino, han servido para conducirla hasta él.
Laertes se toma su tiempo antes de levantarse de la cama y dejar allí a la muchacha que entre copa y copa, desoyó todas sus advertencias y terminó por apagar la luz y prender las velas. Y entregarse en cuerpo y alma.
Bajo el abundante chorro de agua fría que le regala la ducha del hotel, el asesino de bigote bicolor hace un rápido recuento de las sensaciones, los sentimientos, los errores y los orgasmos despilfarrados en las últimas horas. Por primera vez en muchos años, no ha sido profesional y se ha jugado la detención e incluso la muerte, porque si algo tiene más que claro es que no lo cogerán con vida. Pero...apoyado contra la pared y ofreciendo la nuca al gélido caudal, se pregunta una y otra vez si realmente está vivo. No termina de encontrar la respuesta a esa pregunta que lo angustia y lo tortura.
Laertes se sintió morir el día en el que ella decidió abandonarlo y seguir su vida lejos de él. Es curioso como un tipo que hace de la muerte una profesión en la que sin duda es uno de los trabajadores mejor cualificados de España, no es capaz de desprenderse del apego, de la ilusión y de la esperanza que encontró en aquella rubia que le regaló las miradas más hermosas, los abrazos más sinceros y los sentimientos más nobles. Pero no supo cuidarla y un día remató el amor, herido de muerte al ser alcanzado por distintas balas perdidas. Ironías del destino, al principió lo consideró deformación profesional y gajes del oficio. Ahora sabe que no estuvo a la altura y que todo terminó al no haber creído en su capacidad de amar, de emerger del pozo donde ella lo encontró y de convertirse en una persona normal, con proyectos de futuro junto a su pareja y sueños por cumplir a su lado. Laertes es un tipo valiente, podría decirse que incluso peligroso y duro, pero el amor lo desarmó por completo y si algo odia Laertes, es acudir desarmado a las citas peligrosas.
Tras secarse vigorosamente con una de las toallas con el sello del hotel impreso, el rubio asesino vuelve al dormitorio y rescata de los bolsillos de la chupa de cuero que anoche arrojó sobre un sillón, el paquete de cigarrillos y su mechero de gasolina. ¿Qué va a ser de él? Se pregunta mientras aspira con fuerza la primera y reponedora calada. La atractiva joven que le regaló una increíble noche de placer y la certeza de que desde que ella se fue, él es un hombre vacío, se da la vuelta emitiendo una especie de ronroneo que evidencia que aún permanece en brazos de Morfeo. Al girarse, la sábana se ha deslizado y ha dejado al aire uno de sus pechos, turgente, no demasiado grande, de un tamaño perfecto, hermoso, delicioso. Anoche su boca dio buena cuenta de ellos y de todo lo que en ella pudiera ser lamido y disfrutado. La parte más animal de Laertes lo lleva a disfrutar oralmente de cada mujer con la que termina en la cama y bebe de ellas cuantos sabores puedan entregarle. Como un gato montés juega con su ropa interior antes de desnudarlas por completo y comienza por saborearlas a través del tejido, los encajes y las transparencias de las prendas íntimas. Después del aperitivo, se entrega goloso a disfrutar del plato más suculento.
Lo cierto es que es una chica muy bonita, pero no puede dejar pruebas ni testigos y aunque le pese, tendrá que matarla. No puede ni debe arriesgarse a ser identificado en una rueda de reconocimiento si las cosas se torcieran y las fuerzas del orden consiguieran atraparlo con vida.
Antes de haber entrado en aquel bar de copas donde la conoció y surgió el flechazo por ambos lados, Laertes había eliminado a dos objetivos en un chalet de la lujosa urbanización que se encuentra a medio centenar de kilómetros de donde se haya el local. Tenía que haber abandonado la provincia de Madrid y haber regresado a su casa, pero el recuerdo imborrable que su ex pareja le dejó grabado a fuego en el interior de su pecho le hizo cometer el error de buscar el remedio al dolor del alma en un local de moda, de esos que aparecen en las revistas de cotilleos y donde los camareros ataviados como visitantes de otros mundos, con zapatillas plateadas y aros en la nariz, preparan cocteles de nombres impronunciables y precios desorbitados. Y allí la encontró, llorando tras haber roto con su novio, según le explicó cuando Laertes le ofreció un trago, consuelo y un rayo de luz entre las tinieblas de la noche del desamor.
Una cosa llevó a la otra, el alcohol hizo su efecto y después de todo tipo de besos y caricias sanadoras, decidieron, pese a que él le insinuó que no era una buena idea, ocupar una habitación en un cercano hotel de cinco estrellas.
El sexo y la pasión se adueñaron de las siguientes horas y Laertes disfrutó como hacía mucho que no disfrutaba, consiguió olvidarse por un tiempo de aquella que se llevó su corazón, y de los sesos de los dos narcotraficantes colombianos que la competencia le había encargado eliminar desparramados por las paredes del salón del chalet tras haber recibido ambos certeros disparos en el cráneo.
Y eso mismo le iba a suministrar a aquella dulce muchacha. Lo sentía, de verdad, pero no sufriría lo más mínimo. la muerte la alcanzaría dormida y satisfecha.
Con un único disparo efectuado con su Walter Pk de 9 mm a la que aplicó un potente y efectivo silenciador, el asesino del corazón roto firmó su última muerte.
Limpió todas sus huellas y restos de ADN con ese efectivo desinfectante que es el fuego, tras haber desconectado los sistemas de alarma anti incendio y haber incendiado la habitación dejando el cadáver en un lecho que, a modo de pira funeraria, lo convirtió en cenizas.
Escapó por la ventana con facilidad y una vez al volante del vehículo robado que lo había permitido abandonar Madrid con cierta discreción, puso rumbo a su hogar. Apenas llevaba cien kilómetros recorridos cuando la sonrisa de su ex se adueñó de su mente, y aunque suene estúpido y poco creíble, Laertes no pudo evitar llorar.
Este poema nació en una red social, se alimentó de realidades y de sueños y tomó forma al encontrar la planta asterácea que lo da nombre en las primeras imágenes del videoclip de uno de mis poetas urbanos preferidos. Ese Diente de León soy yo, es la rima que al soplar se desvanece y se enreda en los cabellos de mi ángel. Con el mayor de los respetos a los amigos poetas, aquí os dejo este canto a la sorpresa. Y al amor imposible.
Cómo no creer en Dios cuando me ha enviado un ángel,
cómo no aceptar su infinita sabiduría,
al
transformarlo en mujer y permitirme abrazarlo,
cómo ignorar las señales si soplé un diente de león y
me concedió el deseo,
de encontrar la sonrisa oculta en un pasado confuso.
Por eso desde ahora ya no temo,
creo en Él, creo en la vida y creo en ella,
soy creyente de la fuerza de un abrazo voluntario,
de los besos contenidos por el recato y la duda.
Tengo un ángel espontáneo pero tímido y callado,
que me encontró en los caminos entre perros y
sembrados,
y me regaló sonrisas para conjurar los males,
de una vida disoluta atestada de fracasos.
Este angel se desplaza en bicicleta
y confunde mis creencias cuando me mira a los ojos,
cuando me abraza de pronto, cuando agradece mis
gestos,
ha hecho del beso un futuro que se atasca en el
presente,
y se nutre del pasado,
de cada roce una vida compartida entre citas imposibles,
despedidas y pretextos,
del suspiro un nuevo idioma que me enseña el ser alado.
Y yo trato de expresarlo con un verso y un relato,
Una vez más he de agradecer a Dios, al destino, a Supergato o a quien sea que maneja los hilos, que se hayan escuchado mis plegarias.
Mis oraciones fueron atendidas cuando me encontraba en el ojo de la tormenta, desesperado, triste, roto y desangrándome al haberme atravesado el alma las espinas de la rosa más hermosa que encontré a lo largo de mi camino. No supe cuidarla, no alcancé a regarla con ese agua de vida que necesitaban y esperaban sus raíces y terminó por marchitarse y volver a la tierra.
Decidido a no llorar y aferrado a mi creencia de que rendirse nunca es una opción, supliqué al cielo que me enviara un ángel. Y mis súplicas fueron escuchadas y de repente, cuando menos lo esperaba, descubrí a un maravilloso ser que trataba de ocultar sus alas para que no descubriese al abrazarlo que estaba abrazando a una criatura celestial.
Bienvenido a mi vida, ángel. Pasa y ponte cómodo (o cómoda, no sé como dirigirme a ti y no sé si los ángeles tenéis un sexo definido). En cualquier caso quédate , por favor, no me abandones.
Perdóname ángel, he vuelto a equivocarme, he vuelto a pecar de egoísmo. No puedo pedirte que te quedes siempre a mi lado, solo puedo soñarlo. Dentro de mi corazón entiendo que tu misión es la de repartir amor allá donde se necesite y que aquel que te envió en mi rescate, volverá a reclamarte para que aportes vida, felicidad y esperanza a otras personas necesitadas de tu luz.
Tan solo permíteme cogerte fuerte la mano y disfrutar del sentimiento de que la vida es algo realmente maravilloso y de que a tu lado, todo vuelve a cobrar sentido. Después, cuando regreses al cielo o cuando te envíen a una nueva misión, al menos tendré en mi menoría y en mi corazón grabado el recuerdo de tu mirada, de tu sonrisa y de tus abrazos.
Prometo no desvelar tu identidad al resto de los mortales, prometo no intentar retenerte junto a mi cuando tengas que marcharte, prometo quererte cada segundo que decidas regalarme.
Hoy es el día del libro, puede que uno de los días del año más importantes para mi. Creo que sabré escribir una historia a la altura de la magia y la belleza que repartes al clavar tus ojos en los míos y mirarme como nunca me ha mirado nadie. Y si no, moriré en el intento de darle la forma adecuada en negro sobre blanco a lo experimentado entre tus brazos.
Y eso es todo, ángel. Gracias por venir a mi y devolverme la alegría.
Laertes corre el cerrojo de la pistola colocando una bala en la recámara de su Beretta de 9 mm. Este gesto lo ha realizado muchas veces a lo largo de su vida, quizás demasiadas. Desde hace algunos años ya es un movimiento mecánico y carente de la menor emoción. Simplemente monta el arma antes de realizar un trabajo, retira el seguro , apoya el cañón en la sien, en la nuca, en la frente o en el pecho de su objetivo y, sin regalar siquiera un segundo para que la víctima se ponga en paz con su dios o sus dioses, aprieta el gatillo.
Laertes es un asesino profesional. Eligió este trabajo tras años de entrega y sacrificio en las fuerzas especiales del Ejército español, del que se retiró como capitán condecorado al valor pero cansado, aburrido y harto de que políticos y otros imbéciles con voz y mando en cosas que desconocen, tuvieran la última palabra en las misiones en las que sus compañeros y él se jugaban la vida a lo largo de medio mundo.
Tras licenciarse y firmar su renuncia, comenzó a eliminar objetivos a cambio de dinero y encontró cierta paz en poder escoger sus trabajos y la forma en que los llevaría a cabo, sin tener que responder ante nadie más que el cliente que efectuaba el pago, siempre el cincuenta por ciento por adelantado y el resto al concluir el encargo. Se marcó ciertas reglas morales y, aunque eliminó a algunas de las mujeres que le encargaron matar, jamás aceptó hacerlo para limpiar el honor de nadie ni para dejar el camino libre a nuevos objetos del deseo de lujuriosos adinerados con contactos en los bajos fondos. Solo aceptó matar a las mujeres que lo merecieran tras haber demostrado que ellas habían dado muerte a otras personas, o habían formado parte de los planes para hacerlo. Nunca mató a un niño. Laertes no llegó a desarrollar su instinto paternal, pero no quiso bajo ningún concepto ejecutar a un menor. El trabajo en las fuerzas especiales primero, que lo llevaba de un lugar a otro del planeta siempre por temporadas indefinidas, y siempre con altas posibilidades de no regresar con vida y, después su nuevo oficio que podía terminar con sus huesos en una celda en el mejor de los casos, o bajo dos metros de tierra en un pinar de las afueras de una ciudad española en cualquier momento, no le permitieron sentar la cabeza y echar raíces. No pudo formar una familia. Pero a pesar de ello jamás aceptó eliminar objetivos de menos de dieciocho años y nunca empleo explosivos en sus trabajos. Un explosivo no discrimina entre las víctimas y él no es un carnicero. Pese a todo sigue teniendo valores y principios y comportándose según ellos.
Enciende un pitillo con su mechero de gasolina y aspira la primera calada con profundidad y deleite. Por primera vez en muchos años le tiembla el pulso y siente resbalar una gota de sudor frio por su frente Hoy ha cargado su arma para acabar con la vida del objetivo más difícil que jamás decidió eliminar, él mismo.
El experimentado asesino deja el arma sobre la mesilla de noche, se quita las botas, se tumba sobre la cama y se concede el tiempo de vida necesario para apurar el cigarro hasta el filtro. El corazón le late demasiado deprisa. Está muy nervioso.
Puede que en esta ocasión las emociones consigan desplazar a la frialdad habitual y se abran paso e interfieran en su trabajo, arruinándolo. Un largo trago de la botella de whisky de malta que reposa en el suelo junto a la cama lo calma durante unos segundos. Hace calor, o mejor dicho. Tiene calor.
Se despoja de la camiseta y vuelve a tumbarse sobre la cama con el pitillo en los labios. Si la policía encuentra su cuerpo así, a medio vestir y sin asear será algo violento, pero bueno...sonríe al pensar que entonces ya le dará igual lo que piense el juez que ordene el levantamiento del cadáver, ya no tendrá que pasar por el apuro de excusar su desaliño.
Rendirse nunca es una opción. Esa es la máxima que ha regido su vida y a la que se ha agarrado con fuerza para superar las condiciones más adversas. Laertes supo enfrentarse a los mayores peligros con entereza, con fuerza y honor, sabedor de que como dijo Quintó Máximo Meridio, más conocido como El Hispano, "lo que hacemos en vida tiene su eco en la eternidad". Pero en esta ocasión y aunque le duela reconocerlo se ha rendido y no ante un enemigo armado, ni ante el peso de la ley. Se ha rendido ante cierto angelote ciego que lo atravesó con una flecha certera y luego se dio a la fuga abandonándolo a su suerte.
Lo cierto es que desde que se recuperó de un traicionero disparo que a punto estuvo de terminar con sus días en una aldea afgana durante una misión de castigo, había comenzado a valorar las cosas importantes de la vida en su justa medida, pero teniendo en cuenta su elección laboral y su forma de vida, el amor era un sentimiento que no sabía manejar con la soltura con la que manejaba armamento de todo tipo. Y fracasó en la guerra más hermosa. La más placentera, pero la más cruenta. Ella, después de haberse convencido de que él no la amaba lo suficiente, encontró un hombre acorde a sus necesidades y, con exquisitas maneras y con cariño y mucho tacto, le dijo que lo suyo se había terminado, que al no haberla sabido querer como se espera que un hombre quiera a la mujer con la que comparte relación y futuro, haciendo un doloroso esfuerzo tuvo que tomar la dolorosa decisión de romper para siempre.
Laertes se sentía un idiota, un bicho raro. Para su sorpresa descubrió que no sabia que coño estaba haciendo aquí, que no pertenecía aquí. Y se quiso morir. Una cosa llevó a otra y al ser la muerte el pan nuestro de cada día en su trabajo, rápidamente dedujo que sería mucho menos doloroso ponerle fin a sus dudas y a su sufrimiento con un disparo en la sien, antes que desangrarse en lágrimas y dolorosos auto reproches que lo conducirían a la locura y a la más miserable de las muertes que es morir sabiéndose un fracasado.
Aspiró con tristeza y resignación la última calada y apagó el pitillo en el cenicero de la mesilla de noche. Durante unos segundos pensó que no se había despedido de nadie, pero bueno, los que lo quisieron lo llorarían al ver la esquela en el periódico y no pocos de entre los que lo envidiaban y lo odiaban se alegrarían y se frotarían las patitas al enterarse de su muerte. Se incorporó, dio otro largo trago de la botella de escocés y tomó el arma para zanjar el asunto de una vez por todas. No había llegado a apoyarla en su sien derecha cuando el teléfono móvil emitió Creep, la canción que tenía instalada como tono de llamada desde hacía ya unos años, al ser una de sus canciones preferidas y con cuya letra siempre se había sentido identificado. Sopesó si atender o no la llamada y, en un alarde de supervivencia, miró en la pantalla quien se atrevía a prolongar sus últimos minutos entre los vivos. Y lo que vio lo dejó de piedra.
Lo estaba llamando un ángel. En la pantalla con letras mayúsculas aparecía el nombre de una mujer preciosa con la que apenas había cruzado unas cuantas frases desde que regresó a su ciudad natal tras abandonar las fuerzas especiales. Aquello no podía ser una casualidad. No cree en las casualidades. Las casualidades no existen. Él cree en la causalidad. Causa igual a efecto. Y en que cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Las cosas nunca pasan porque sí, pasan porque tienen que pasar. La canción de Radiohead se había convertido milagrosamente en el toque de corneta del séptimo de caballería que acudía oportuno al rescate.
La última vez que la había visto apenas la reconoció. Se habían encontrado en un autobús. Ella viajaba con dos de sus hijos hasta un enorme y abarrotado centro comercial de las afueras, y él había optado por abandonar el vehículo con el que se había desplazado para efectuar un trabajo peligroso y difícil, pero resuelto con éxito. Bendijo el momento en el que se decidió por tomar el transporte urbano. Seguía siendo una mujer preciosa, sin cicatrices vitales, sin nada que evidenciase el paso de los años.
Laertes supo que esta llamada cambiaria las cosas porque de repente y sin entender la razón, volvió a sentirse como un imbécil, como un bicho raro y quiso cambiar, mejorar para ella, tener el cuerpo perfecto, el alma perfecta, Estar a su altura.
Con un pequeño movimiento del pulgar derecho colocó de nuevo el seguro del arma y con sumo cuidado, la abandonó sobre la mesilla de noche. Trago saliva y descolgó el teléfono. Sin darle tiempo siquiera a decir hola, ella le soltó a bocajarro:
—He encontrado un diente de león para ti, sopla y pide un deseo.
Y Laertes sopló el teléfono y pidió vivir. Y tomarse un café con ella.
—Eres como un sueño –le dijo a modo de respuesta –pensé que nunca me llamarías.
—Cuando menos lo esperes –contestó ella entre risas –yo soy así. Me gustan las sorpresas, los corazoncitos, las luces de colores y las estrellas.
Media hora después de colgar, de haber guardado el arma en la caja fuerte oculta en el interior del armario empotrado de su dormitorio, y de haberse duchado, Laertes se abrochó la cazadora de cuero e introdujo en el bolsillo trasero de los desgastados vaqueros negros la cartera con el dinero suficiente para pagar una cena para dos personas en su restaurante favorito.
Desde luego he de reconocer que soy una persona verdaderamente afortunada en muchos sentidos. Más allá de haber superado las circunstancias adversas a lo largo de mi vida, y de poder sentarme ante un teclado o ante un folio en blanco y darle rienda suelta a mis emociones para convertirlas en palabras y devolver lo recibido participando del bucle existencial, no dejo de sorprenderme ante lo que los hados cruzan en mi camino.
El director y guionista divino que se sentó a escribir el guion de la película de la que decidió hacerme protagonista tras haber realizado el oportuno casting y descartar a otros actores aspirantes al papel, no reparó en gastos ni en efectos especiales, llenando el metraje de ángeles, de sueños y de personas bonitas. Esta superproducción tenía un metraje tan extenso que decidió hacer un corte y convertirla en una miniserie de dos temporadas estrechamente ligadas, pero separadas por un determinante punto de inflexión que sobrecogió a los espectadores generando curiosidad y expectativas ante las aventuras de mi personaje. No pertenece a un género definido. En ocasiones este biopic es una divertida comedia, en otras una inquietante obra del cine de suspense y siempre, siempre, una muy romántica cinta de ciencia ficción y fantasía. Rodada a todo color, la banda sonora es fundamental y se cuidan mucho los temas principales que permanecerán en la memoria del público asistente después de que funda en negro, aparezcan los títulos de crédito y comiencen a abandonar la sala.
Un buen número de estupendas actrices forman parte de este proyecto encarnando a las más terribles villanas y, a los ángeles más adorables. Ambas temporadas tienen momentos muy eróticos y aunque se consiguió escapar de la censura que podía haber convertido este proyecto en algo vulgar o en mera pornografía, el director y el encargado de montaje supieron cortar y empalmar las cintas de tal forma que cada escena subida de tono tuviese su atmósfera adecuada y su porqué.
Los asistentes a la proyección reirán, llorarán, sufrirán y se alegrarán con las diferentes escenas y estoy seguro de que los más sagaces identificarán sin problemas las diferentes subtramas y los giros de guion. Muchos disfrutarán al reconocer en la pantalla a los actores más importantes para la evolución de mi personaje y unos cuantos abandonarán sus localidades hartos del bucle en el que el prota entra una y otra vez y parece no tener fin. Mi personaje conoce chica, se enamora, consigue compartir unos capítulos con ella para luego ver como por unos motivos o por otros se rompe el amor, sufre hasta lo indecible, y cree morir. Pero cuando todo parece perdido y la película amenaza con volverse aburrida, el director introduce un primer plano de una chica bonita en un autobús, en la barra de un bar o en las escaleras de la catedral, y de nuevo el protagonista siente renacer la sensación más maravillosa del mundo y se entrega con ilusión y esperanza a una nueva historia de amor.
Sueños y fantasía. En efecto este puede catalogarse por la crítica especializada como un inequívoco film fantástico o de ciencia ficción, eso sí, con una enorme influencia del cine de los Monty Python aliñado con diálogos más propios de las mejores obras de Woody Allen, pero sustentado siempre por los sueños, sus interpretación y la búsqueda de lo que lleva a alcanzarlos.
Y mi personaje no es tonto, aunque a veces pueda dar esa impresión. Y quiere alcanzar sus sueños y descubrir a que sabe la felicidad.
Quiero agradecer a los productores la confianza depositada en mi. Agradecer también a todo el equipo su entrega y dedicación para que esta película llegue al lugar que le corresponde (sobre todo a maquilladores y estilistas) y si un día subo a recoger la estatuilla, le agradeceré a mis padres el haberme dado siempre la oportunidad de construirme un futuro y de haber contribuido a mi desarrollo como persona, enseñándome que todo, todo, está en los libros.
Esten atentos a sus pantallas. Próximo estreno sin cortes publicitarios.
Ese es el nombre elegido para la charla coloquio que ofreceré el próximo jueves día 22 de abril en el salón de plenos del Ayuntamiento de Renedo de Esgueva dentro de las actividades que el municipio ofrecerá para conmemorar el día del libro.
Esta charla girará entorno a la explicación que me dio el equipo de neurología del hospital Rio Hortega de Valladolid, para aclararme cómo había sido posible que superarse la lesión cerebral Axonal difusa, una de las lesiones más graves y con mayor índice de muerte directa y un gran porcentaje de supervivientes con graves secuelas neurológicas.
Según los médicos que me trataron, al igual que un deportista entrena sus músculos y está mejor preparado físicamente para superar lesiones físicas, quien lee y escribe a diario ejercita su cerebro dotándolo de mayor facilidad para superar lesiones cerebrales.
Me harto de decir que más allá de publicar libros o de ganar premios, algo dentro de mi me dijo que sería escritor desde que comencé a leer y a devorar un libro tras otro.
En esta foto tomada en la Feria del Libro de Valladolid del año 2012 poso junto a Cristhian Gálvez, una mente inquieta con el que compartí stand de firmas y una muy interesante conversación sobre la literatura y la necesidad vital de escribir, en esa edición de la Feria.
Cristhian escribió un interesante e ingenioso libro sobre Leonardo Da vinci, uno de esos seres humanos que entrenó su cerebro diariamente hasta el día de su muerte.
La literatura salva vidas, no os quepa la menor duda. Y sobre ello hablaré el próximo día 22 a las 12 horas en Renedo de Esgueva, por si os apetece pasaros y comprobar la veracidad de mi afirmación
La entrada será libre y gratuita hasta completar aforo, limitado por las restricciones propias de los protocolos de seguridad frente a la Covid 19.
Por desgracia hay muchos, demasiados, que aún siguen confundiendo la expresión y aunque creen "querer a morir" a su pareja, realmente la quieren a matar.
Ese "la quiero a morir" de la canción, habla de la fuerza del sentimiento que genera en tu interior la persona a la que amas, un sentimiento y una emoción tales, que te llevan a pensar que vas a morir de amor, que es tanto y tan fuerte lo que sientes por ella que realmente crees que tu corazón no va a poder resistirlo y se va a quebrar de repente, deteniéndose y dejando de latir. Y eso cuando el que sientes es un amor correspondido. Cuando no lo es, el dolor es muchísimo mayor y realmente te sientes morir y lo que es peor, la vida sin ella deja de interesarte y no tiene el menor aliciente, pues todo carece de sentido si no lo puedes compartir con la persona amada.
Esto es parte del amor verdadero, del hermoso sentimiento que te sobrecoge y te atenaza, permitiéndote a un tiempo ser la persona más feliz del universo conocido y también la más vulnerable y débil, al tener la certeza de que si ese amor desaparece ya nada merecerá la pena.
La mayoría, la inmensa mayoría de los días, da mucho miedo abrir un periódico o poner el telediario, pues es tristemente cotidiano encontrarse con la noticia de que una persona ha terminado con la vida de otra escudándose en lo mucho que la quería. Incluso a veces y alcanzando el sumun de la sinrazón y de la crueldad, terminan también con las vidas de los hijos nacidos de ese amor. Eso, queridos amigos ( y queridas amigas, porque de todo hay, aunque no en igual proporción, ni mucho menos) no es amor, es enajenación, trastorno o simplemente la más grande de las miserias de las muchísimas que es capaz de desarrollar el ser humano. El "si no eres mía/o no lo serás de nadie" es el móvil más antiguo del crimen. El desengaño amoroso, los celos, eso tan mediterráneo de "limpiar" con sangre el honor, o simplemente la venganza al no aceptar el abandono, se han llevado por delante miles y miles de vida a lo largo y ancho del planeta, así que por favor, que nadie confunda semejante barbaridad con amar. La rosa de El principito nos enseñó la diferencia entre querer y amar, y amar, es querer sin posesión, sin interés y sin egoísmo, Te amo es te quiero libre y, creo que el 99,9% de los artífices de estos crímenes "pasionales", no han leído las aventuras del joven príncipe sideral o si lo han leído, no han entendido una mierda.
He tenido la suerte y la desgracia de conocer el amor en todas sus vertientes. He disfrutado hasta perder la cabeza al sentirme enamorado y en mas de una ocasión he empapado mi almohada, al saber que aquella a la que amaba había decidido que lo nuestro terminó (o al menos lo suyo, o lo que sentía por mi). Se le rompió el amor y a mi se me rompió el alma, pero en virtud del hermoso sentimiento que me había hecho disfrutar, jamás podía siquiera imaginarla sufriendo y mucho menos muriendo a mis manos. Es más, el fantasear con mi propia muerte era algo mucho más terapéutico, dentro del dolor del momento. Incluso aquella que traicionó sus votos, pisoteó su promesa de amor eterno, y se decidió por la traición y la lujuria, puede caminar por las calles más oscuras con absoluta y total tranquilidad, pues yo realmente sé lo que es amar. Ese "hasta que la muerte nos separe" nunca se refirió a que si uno de los dos decide separarse, encontrará la muerte a manos del otro. Por favor, a ver si ponemos un poquito de atención y entendemos bien las cosas.
No sé de qué forma podemos acabar de una vez por todas y para siempre con esa despreciable afición a tirar de navaja, de escopeta, de barra de hierro o simplemente de puños para arreglar lo que la razón, la paciencia y los labios no supieron arreglar.
Para empezar deberíamos educar a nuestros jóvenes en la pérdida, la frustración y el abandono, para que sepan enfrentar estas situaciones sin perder el juicio y entregarse a sus instintos más primitivos.
Por otro lado deberíamos aprender a ejercer de censores morales evitando a una infancia y una juventud ya demasiado confundidas, crecer escuchando canciones en las que se hace continua elegía a la violencia extrema como medio acertado para solucionar los problemas de pareja. Y por favor, inculquemos en nuestros menores la afición por la literatura, el hábito por la lectura y el afán de conocimiento. No les privemos de las grandes verdades universales que jamás encontraran en un videojuego, en un post de redes sociales, en la letra de la canción de moda, o en una película de serie B.
Es nuestra responsabilidad y no debemos ignorarla. La técnica de la avestruz solo es propia de los cobardes y de algunos políticos.
Predicar con el ejemplo es la mejor de las técnicas y tenemos que aprender a transmitir a los más pequeños que el amor es algo hermoso y doloroso también, pero que nadie tiene que matar ni que morir en nombre de un sentimiento.
El próximo sábado 24 de abril a las 19 horas, estaré en la feria del libro de la localidad vallisoletana de Arroyo de la Encomienda, para charlar con el público asistente sobre literatura y muy especialmente sobre mi literatura, y lo que me lleva a no poder parar de escribir y de leer,. Conducirá la charla la bibliotecaria de la biblioteca municipal de Arroyo, Mayca, mujer muy leída y con mucho criterio, quien establecerá los parámetros de la conversación.
El aforo estará limitado por las medidas de seguridad frente a la Covid 19 y se respetarán todos los protocolos establecidos para evitar contagios.
No obstante, será un agradable momento de "cercanía" con lectores y amigos y estaré encantado de firmar y dedicar ejemplares de #Temporadadesetas, primera entrega de la trilogía #Crimenesdetemporada, cuyo segundo volumen, #Temporadadesustos ya está en proceso editorial, de nuevo con Suseya ediciones, quien lo publicará en breve y se presentará en Simancas, en el lugar donde comienza el caso que lleva al inspector Pinacho y a su compañera, la subinspectora Nogueira por diferentes provincias de España. #Temporadadecaza, el tercer volumen que cierra el ciclo, ya está bastante avanzado, pero trataré de contenerme y darle tiempo a los lectores para que disfruten con calma de los dos primeros.
En cualquier stand de la Feria del Libro de Arroyo podrán adquirirse ejemplares de la novela que abre esta trilogía y que nos presenta a Iván Pinacho, mi alter ego con placa y pistola, bigote bicolor y carácter confiado y enamoradizo.
Prometo contestar todas las preguntas que el público quiera plantearme y orientar en la medida de lo posible sobre esta trilogía a los lectores.
Recomiendo estar allí con algo de tiempo para ocupar los asientos hasta completar aforo.
Hay cartas que no necesitan de un destinatario concreto, porque se escriben con la sana intención de que lleguen a todos los lectores posibles. Y esta es una de ellas.
Valladolid 4/04/2021 Juan Pizarro Nogués
A ti que la estás leyendo,
puede que no nos conozcamos, puede que sí. Puede que te haya sorprendido recibir esta carta o puede que te de absolutamente igual leerla, pero puestos a matar la tarde del domingo mediante aquello que encuentras a través de las redes sociales trasteando con el teléfono tumbado en el sofá del salón, o sentado en el vagón de un tren o en tu asiento del autobús de línea sin nada mejor que hacer, espero que por lo menos te resulte entretenida.
No voy a contarte ningún secreto, ni el truco para ser feliz (sinceramente si lo conociese buscaría un medio con mucho más alcance para difundirlo, aunque el noventa por ciento de la gente pensase que estoy como una cabra o que no es realmente cierto), tampoco voy a darte consejos, pienso que todos sabemos equivocarnos solos. Voy a hacerte una pregunta que a mi personalmente me tiene bastante preocupado: ¿lo estamos haciendo bien?
Supongo que lo primero que pensarás es ¿qué? y lo segundo es que algo no debo estar haciendo bien el fulano que escribe esta carta si necesita que le resuelvan sus dudas planteándolas a través de una entrada de su blog.
Con respecto a ese primer pensamiento, la respuesta es existir. Me tortura no saber si vinimos al universo con una función concreta y si como especie estamos cumpliendo el objetivo para el que fuimos creados. Otra cosa es que como individuos lo hagamos mejor o peor pues sé que cada persona es un mundo y que a grandes rasgos todos estamos llenos de defectos y debilidades, por lo que créeme, no voy a juzgarte, bastante tengo con juzgarme a mi mismo y te aseguro que acostumbro a hacerlo con severidad.
Por lo que he ido observando y aprendiendo a través de libros, revistas científicas, documentales y películas, cada especie animal y vegetal tienen una razón de ser y la naturaleza extrae de ellas aquello por lo que aún permanece. Incluso aquellas cuyo único fin es servir de alimento a otras especies cumplen con el cometido generación tras generación. ¿Y el ser humano? ¿Cuál es nuestro fin? ¿Cuál es nuestra utilidad? Somos la cúspide de la creación y de la evolución. Nosotros nos alimentamos y nos servimos del resto de las especies y no hay un depredador que parezca creado para controlarnos o exterminarnos llegado el caso. Hemos desarrollado nuestra inteligencia hasta creernos dioses y jugar a crear vida, dominar los elementos y atribuirnos la potestad de matar sin encontrar oposición ni barrera, de eliminar cuanto nos estorbe aunque al hacerlo estemos debilitando el equilibrio en el cosmos, y de arrasar incluso nuestro medio a pesar de que lo necesitamos para subsistir. Me sobrecoge pensar que el hecho de que ya seamos capaces de colonizar otros planetas nos lleve a perder el miedo a terminar con este en el que habitamos.
Personalmente creo que no lo estamos haciendo bien, que si hubiésemos dedicado nuestro afán de conocimiento y nuestra capacidad de desarrollo a cuidar de la naturaleza y del resto de las especies con las que compartimos globo terráqueo otro gallo nos estaría cantando ahora mismo.
No voy a entrar a decir que esta pandemia universal que ahora nos tiene contra las cuerdas recibiendo un golpe tras otro, sea un justo castigo por nuestra soberbia, ni el medio por el que la naturaleza se defiende del ser humano, quien ha resultado ser el peor virus de cuantos se conocen. Pero sí que voy a dejar abierta una reflexión al respecto, que creo que todos deberíamos hacernos, algo no debemos de estar haciendo bien como colectivo.
Nuestros científicos no dejan de prevenirnos y de avisarnos de que los excesos y los abusos nos están pasando factura y pueden llevarnos a la extinción, pero preferimos mirar para otro lado y seguir agotando la arena de la clepsidra. Hemos perdido mucho a lo largo de los milenios que llevamos aquí, entre ello el miedo a las consecuencias de nuestros actos.
Sé que como individuo tampoco soy perfecto y que algunos de mis actos también están perjudicando a mi hábitat, a mis congéneres y a otras especies animales y vegetales. Pero te prometo que estoy intentando ser la mejor persona que pueda llegar a ser y encontrar el objetivo por el que se me ha permitido ocupar tiempo y espacio dentro de el cosmos.
Quizás algún día consiga aportar algo a mi especie o a otras especies y eso justificará el oxígeno consumido y el anhídrido carbónico emitido. Piensa, querido desconocido, conocido, amigo, enemigo, familiar o lo que seas, qué es lo que puedes hacer para justificar el que tú respiras y trata de hacerlo. Probablemente si todos nos empeñamos en ser útiles y productivos para la vida, consigamos que esto funcione un poquito mejor.
Hala, te dejo que ya te he robado demasiado tiempo y ya sabes, "triste es de pedir, pero más triste es de robar",
Sí he conseguido removerte un poco por dentro y agitar tus ideas me doy por más que satisfecho. Solo te pido que antes de hacer algo que sabes que no será bueno `para el universo, te lo pienses un poquito y de paso, busques la opción que pueda aportar algo a los demás, por poco que sea o por ridículo que parezca.
Quedo a la espera de tu respuesta.
Recibe un cordial saludo.
Juan
PD: Y sí, seguramente tienes razón, algo no debo de estar haciendo bien para plantear estas dudas a través de una entrada de mi blog y esperar que alguien me ilumine.