Sócrates apuró de un largo tragó el tinto que le había servido Natividad, la dueña de La parra y extendió sobre la mesa de la tasca el plano del fuselaje del Heinkel 111 que "retocarían" en el aeródromo Virgen del Camino. Sus compañeros de faena y de ideales, los obreros ferroviarios movilizados y reconvertidos en mecánicos de aviación, José y Rafael estudiaron con atención las piezas que habrían de manipular para que los tripulantes del aparato no se percatasen del sabotaje hasta que fuera demasiado tarde.
El bombardero de la Legión Condor había sembrado de muerte la cornisa del cantábrico y desde hacía unos días se estaba recreando con los pueblos de la montaña oriental leonesa, donde los maquis se habían hecho fuertes frente a las tropas sublevadas. Las unidades de regulares que Franco había enviado para acabar con los guerrilleros acusaban en exceso el frío invierno de la montaña y lo duro del terreno. La derrota de Peña Corada había dolido de verdad en el cuartel general de León y, el caudillo de España por la gracia de Dios, ordenó a la aviación que arrasara la zona para demostrar a los maquis que no toleraría revueltas ni insurrecciones de ningún tipo. Pero menudo son los montañeses. Ocultos en los bosques, compartiendo las noches con osos, lobos, jabalíes, corzos y rebecos, fumaban ocultando la lumbre del pitillo entre las manos y bromeaban entre ellos apostando quien cazaría más "moritos" cuando cesaran los bombardeos y los oficiales de las tropas de África ordenasen el avance de las tropas.
De vuelta en el aeródromo los saboteadores republicanos se aplicaron al trabajo de destornilladores y alicates y perfeccionaron la jugada de tal forma que al colocar la escalerilla para que el capitán Von Runier subiera a la cabina a comprobar los controles, todo estaba ya listo para que el avión alemán no regresara jamas a la base.
Antes de mediodía los seis tripulantes teutones ocuparon sus puestos en las carlingas y el avión conocido como "lobo con piel de oveja" que nació supuestamente como avión de transporte para burlar el Tratado de Versalles, inició el despegue para llevar a cabo otra misión de castigo en la zona de Cistierna.
La hábil manipulación de pistones y correas comenzó a dar su fruto cuando el bombardero sobrevoló Argobejo y aunque el capitán Von Runier, condecorado con la Cruz de Hierro por su pericia en combate , no cejó en su empeño de remontar el vuelo, el Heinkel 111 se estrelló en el desfiladero de Ocejo de la peña, estallando al explosionar su mortífera carga contra la tierra leonesa.
Los maquis de la zona aplaudieron entre vítores y se pasaron las botas de vino con festiva algarabía.
El operador de radio del aparato había tenido tiempo de transmitir un S.O.S a la base y de explicar la inusual avería, lo que llevó a la policía militar de la base a iniciar una rápida investigación y tras identificar a los hombres que se habían ocupado de la puesta a punto del aparato,detener a todos los mecánicos acusándolos de sabotaje.
Semanas después, apoyado contra la tapia del cuartel de infantería de León, con los ojos al descubierto tras haber rechazado que se los vendaran, Sócrates sonrió sabedor de que había salvado muchas vidas entre los montañeses y la fauna de la zona. Lo que no habían conseguido las incursiones musulmanas hace mil años, no lo habrían de conseguir los legionarios y regulares venidos también desde África para derrocar la república.
El teniente al mando del pelotón ordenó a sus hombres ejecutar la sentencia.