miércoles, 15 de noviembre de 2023

Cuando estábamos unidos.


 Valgo para esto.

Al menos los españoles hemos aprendido bien las enseñanzas de nuestros antepasados en cuanto a la guerra de guerrillas.

Viriato, que era un caudillo con bastantes malas pulgas pero con una más que demostrada inteligencia de campaña, nos enseño como combatir un enemigo superior en número y en formación militar.

No voy a comparar al ejército napoleónico con las legiones romanas que ocuparon estas tierras hace cientos y cientos de años pero lo que sí puedo comparar es el valor de los españoles que actualmente forman las partidas guerrilleras con el de los hombres del famoso caudillo hispano.

En mi partida hay de todo, predominamos los andaluces pero también tenemos compañeros madrileños, castellano, extremeños e incluso hay un gallego muy simpático que se pasa el día cantando en su lengua natal y llevando el ritmo sobre la cantimplora de cuero que apoya en su pecho como si estuviera tocando uno de esos “pandeiros” que tocan ellos en sus fiestas populares y romerías.

Él dice que se llama Xoan pero aquí todos le llamamos “Juanito el gallego”.

Lo cierto es que le debo la vida y si no fuera por su habilidad con la faca, un endemoniado “dragón” francés me habría atravesado la tripa de lado a lado con su bayoneta.

Aquella noche emboscamos a los gabachos a la salida de Linares, cuando se dirigían a reforzar a las tropas destacadas en Jaén y caímos sobre ellos en cuanto entraron en el olivar donde les esperábamos ocultos entre los benditos olivos.

A una señal de nuestro jefe, abrimos fuego gritando como demonios, blasfemando y jurando en arameo, en el más castizo madrileño e incluso un compañero granadino se iba cagando en los muertos de Napoleón mientras le cortaba el cuello con su albaceteña de siete muelles a los gabachos que habían caído heridos y que le pedían en su maldito idioma que tuviera piedad o algo por el estilo.

Piedad…si claro, la misma que tuvieron ellos al entrar a degüello y pasar a cuchillo a todos los que encontraron en la iglesia, mujeres y niños incluidos.

Aquello fue lo que me llevó a echarme al monte y juntarme con esta partida de guerrilleros.

Mi mujer y mis padres se encontraban en la iglesia del pueblo el día que llegaron los gabachos con sus hermosos uniformes azules sus altos morriones y sus largas bayonetas caladas.

Dicen que venían descompuestos de rabia y de ira pues uno de los pocos regimientos regulares españoles que aún conservaba su artillería les había dado para el pelo días antes y necesitaban vengarse de aquella afrenta a su honor.

Honor, esa palabra les viene grande a los franceses.

Honor el de mi paisano “Miguelillo” que con su escaso metro y medio se enfrento a culatazos con dos coraceros y al derribarles de sus monturas aún les permitió que se pusieran en pie para intentar defenderse antes de reventarles el cráneo con la culata de su trabuco.

Cuando terminó aquello “Miguelillo” tuvo que quitarse trozos de sexos franceses de la chaquetilla y hasta de la coleta.

En cuanto a bravura he de decir que los polacos que han venido acompañando a los franceses son quizás los soldados más valientes del mundo, después de los españoles claro.

Aquí están matándose soldados franceses, polacos, ingleses, portugueses y españoles.

De todos ellos los polacos destacan por una valentía que raya incluso en la locura pues he visto cargar a media docena de lanceros polacos contra todo un batallón inglés que se dirigía al asedio de Badajoz.

Por supuesto no fue una acción premeditada, los polacos son valientes pero no idiotas. Sencillamente se dieron de morros con ellos y lejos de arredrarse picaron espuelas y se lanzaron contra los ingleses pensando que podrían abrirse camino entre ellos ya que no tenían posibilidad de retirada pues un regimiento portugués les cerraba la salida por la retaguardia.

La guerra saca lo mejor de cada hombre pero también lo peor.

Uno de mis compañeros de partida es un educado señorito castellano, al que todo esto le sorprendió de vacaciones en el cortijo de unos amigos de la familia y al tratar de regresar a su tierra no le quedó más remedio que unirse a nosotros cuando un destacamento francés iba a lincharle por considerarlo un espía, ya que solo a él se le ocurrió hablarles en su idioma y de manera afectada.

Le rescatamos con la soga al cuello, literalmente.

Acabamos con los gabachos que no se esperaban que una partida de guerrilleros les aguara la fiesta y no habían puesto vigilancia ninguna, cosa que nos vino fenomenal para pillarles por la espalda y terminar con ellos sin sufrir una sola baja.

Don Nicolás, el señorito que iba a ser colgado, no ha olvidado nunca lo cerca que estuvo de la muerte y en cuanto tiene oportunidad gusta de cortar las orejas y la nariz de los prisioneros heridos.

Creo que disfruta haciéndolo y la verdad es que me da un poco de miedo. Mientras les rebana la nariz suele reírse a voz en grito y sus carcajadas se escuchan a cientos de metros.

A mí que el muchacho ha enloquecido al pensar que no volvería a su finca donde seguramente se acueste con las criadas de sus padres y se entretenga amargándoles la vida a los campesinos que recogen el trigo de la familia allá en Tierra de campos.

Es curioso que el guerrillero que le salvó de aquella muerte segura fuese precisamente Miguelito “El limonero”, un malagueño de Alhaurin el grande al que llamábamos “el limonero” porque se dedicaba a su cultivo allá en sus tierras junto al Guadalhorce en la sierra de Mijas.

El limonero con el paso del tiempo y ya conociendo la clase de persona a la que habíamos salvado de una muerte segura, siempre le afeó esa costumbre de mutilar a cuanto gabacho podía y no se llevaban nada bien pero aquella tarde cuando el malagueño vio que iban a colgar a un compatriota algo se le debió revolver en las entrañas y se lanzó como un salvaje a su rescate.

Nicolás no podía creer que aquel hombre al que conocía de nada fuera capaz de jugarse el tipo por salvarle y creo que aquello fue lo que le animo a quedarse con nosotros y unirse a la partida guerrillera.

Los españoles somos así, si encontramos un motivo para unirnos contra alguien no nos lo pensamos ni por un segundo, igual que si vemos a un compatriota en apuros echamos el resto para ayudarle.

Parece que las cosas empiezan a cambiar.

Nos ha contado un oficial de caballería de Salamanca, con el que solemos encontrarnos de vez en cuando para recibir información y órdenes del ejército español, que en Cádiz se ha proclamado una constitución, “La Pepa”, menuda guasa tienen los gaditanos, no podían haberla puesto otro nombrecito.

Nos ha contado un poco por encima de qué va esto de la constitución y al margen de resultarnos algo utópica, a todos nos ha dado un alegrón ver que los políticos empiezan a apostar por buscar puntos de unión entre todas las culturas que comparten territorio y que ya se han hermanado para echar a los franceses del país.

Vamos a ver si conseguimos organizarnos también para darle el golpe de gracia al ejército de Napoleón.

Yo ya llevo más de un año desjarretando gabachos y polacos y aunque ya no me espera nadie en casa, me gustaría regresar al pueblo con los que han sobrevivido a esta locura y volver a mi taller de carpintería. Creo que con todo lo que han robado y quemado estos

malnacidos voy a tener muchos encargos, por no hablar de la cantidad de ataúdes que tendré que hacer.

De todas formas creo que aún me queda mucha faena aquí. Aún hay demasiados extranjeros por estas tierras y me parece que no se van a ir por las buenas así que habrá que gastar a aún mucha pólvora y muchas balas para indicarles el camino de regreso a su hogares.

Mañana tenemos que atacar a una columna francesa que está moviéndose hacia Cádiz. Parece que les ha escocido lo de La Pepa y pretenden dar un escarmiento con los gaditanos para que toda España se entre que aquí no hay constitución que valga, solo los designios de su enano general en jefe.

Se están reuniendo diversas partidas de guerrilleros que nos desplegaremos a lo largo de su trayecto hasta Cádiz para darles un poco de su propia medicina y si quieren escarmientos que no se preocupen, que van a tener uno bien gordo.

La Virgen de la Macarena me ha protegido hasta ahora y seguro que mañana me acompañará durante la emboscada.

Los gabachos también son cristianos por lo que ningún bando puede apropiarse de la ayuda divina pero creo que en cuanto a justicia y derecho moral, nosotros somos los ofendidos y los ocupados a traición y Cristo dijo hermanos, no primos.

Por si acaso llevo mi medallita de la Virgen junto al corazón y cada noche cuando me tumbo a dormir las horas que me corresponden después de mi turno de guardia, echo un trago de la bota y aprovecho para rezarle a la Virgen.

Me han contado que en otra partida que se mueve por este territorio hay un par de seminaristas que consiguieron escapar con vida del seminario y ahora se han convertido en dos fieras que mucho latinajo y mucho persignarse doscientas veces antes de entrar en combate pero luego son auténticos bárbaros sanguinarios que no hacen prisioneros.

Con la iglesia hemos topado.

Toca volver al campamento y descansar unas horas. Mañana será un día duro y seguramente caerán algunos compañeros e incluso puede que yo mismo.

Ahora sé que valgo para esto y nunca pensé que se me diera bien algo que no fuera la carpintería pero ya he demostrado que soy disciplinado, leal, arrojado y certero.

Espero que no tenga que seguir mucho más tiempo matando franceses, que la maldita guerra termine lo antes posible y que nos dejen tranquilos con nuestras creencias, nuestra nueva constitución y nuestros fandangos. Si no que se atengan a las consecuencias.

De regreso a nuestro escondite pude charlar un rato con “el limonero” quien me dijo que creía haber reconocido a uno de los oficiales que mandaban las tropas invasoras el día que llegaron a su pueblo.

Hoy mientras le clavaba la faca en el costado, Miguelito aprovechó para preguntarle si le había gustado la limonada de su pueblo.

En Andalucía hay una guasa muy particular y por las buenas la gente es encantadora pero por las malas no conozco mayores cabronazos

Napoleón, igual es mi faca la que te llevas de recuerdo a tu país, clavada en la espalda.

Un trago de la bota y a descansar, que mañana será otro día.

¡¡¡Viva España, copón!!!

lunes, 13 de noviembre de 2023

Gira


 Y es verdad. Las cosas pasan, por norma suceden sin haberlas planeado, y la incertidumbre te machaca. 

Tenemos la absurda creencia de que las cosas malas solo les pasan a los demás, pero te pueden pasar a ti.

Laertes escucha El mundo sigue girando de El Chojin mientras municiona el cargador de su Pietro Beretta preparando todo para culminar sus planes antes de que sea demasiado tarde, porque en efecto, no se detiene la rueda y todo gira.

Esa misma mañana , durante el seguimiento del sujeto por el  que le pagarán una interesante suma cuando lo haya quitado de en medio,  se encontró con la sorpresa de ver que Adán también estaba controlando la situación y los movimientos del que creyó que era únicamente su objetivo. La vio entre la multitud que abarrotaba las calles del centro de la ciudad en una jornada de verdadero tumulto, pues casi a la misma hora, coincidían las manifestaciones convocadas por diferentes partidos políticos para demostrar el descontento popular contra la ley de amnistía que el presidente en funciones había elaborado a medida de un prófugo de la justicia. Este político huido y con orden de búsqueda y captura, haciendo valer los necesarios votos de los representantes de su partido en el congreso, había humillado al actual presidente de la nación en funciones, y a costa de la poca dignidad que a este le quedaba, había conseguido la amnistía para todos los delitos cometidos por el mismo y su camarilla de secuaces. 

Adán era un nuevo factor en la ecuación y despejar la incógnita podría convertirse en algo más que peligroso. Pese a su aspecto frágil, inofensivo y delicado, Adán era la más peligrosa y letal asesina con un cuchillo en la mano, pero ella mataba únicamente para la agencia que pagaba su nómina,y Laertes no entendía aún que coñó pintaba la CIA en todo esto.. Si bien es cierto que Adán también era la más sensual y deliciosa de las amantes, como pudo comprobar en alguna ocasión, su eficacia y su crueldad le habían granjeado una reputación envidiable y en el sector todos la conocían bien, la temían y la respetaban.

En el mismo instante en el que iba a encender un cigarrillo con su viejo y fiable mechero de gasolina, la pantalla del smartphone reflejó la identidad de la llamada entrante que al ritmo de Creep, el tono asignado en el teléfono para ese contacto, le anunció que la agente Ulises, directora ejecutiva de la organización internacional para la defensa de España,  El Faro del norte, necesitaba de nuevo de sus servicios.

Descolgó y tras dos minutos de conversación, colgó asombrado por la identidad del objetivo que Ulises le había encargado eliminar.

No sería un trabajo fácil, ya que la secreta organización insistió en que debía parecer un accidente, para evitar peligrosos conflictos en la sociedad española, pero al menos Laertes cambiaría de ambiente y el cliente le pagaría el viaje con falsas credenciales hasta Waterloo y el alojamiento en un hotel discreto y confortable los días en los que defina el plan de acción y consiga elaborar las pautas necesarias para llevar a cabo la misión que a tenor del importe prometido si todo salía como quería Ulises, podría retirarle del ejercicio de la profesión durante al menos un par de años.

Laertes necesita esas vacaciones, el corrupto ex president de la generalitat tiene las horas contadas.

Dos horas más tarde, tras haber llegado a un acuerdo con Adán y haberla permitido apuntarse la muerte del objetivo común por el que se habían reencontrado, celebraron el acuerdo entre copas de espumoso y orgasmos igual de frescos y refrescantes.





lunes, 6 de noviembre de 2023

Y que nadie se confunda


 Porque todo tiene un límite. Y mi paciencia también.

El problema radica una vez más en mi y en mi forma de ser. Llevo demasiado tiempo ejerciendo de adorable gatito, pero hasta aquí hemos llegado y toca sacar las uñas, erizarse, bufar y repartir zarpazos llegado el caso. Se acabó lo de regalar ronroneos constantes y tumbarme panza arriba confiado y despreocupado, cambiando la dignidad por las tan necesarias caricias que pese a todo me hacían feliz. Este era un trueque demasiado peligroso y la recompensa solía ser efímera. Se acabó lo de tratar de evitar los conflictos, las polémicas y los desacuerdos. Se acabó darme sin medida, vaciarme sin remedio y entregarme sin garantías. Se terminó ya el peligroso funambulismo emocional sobre un cable sin red. No creo que vuelva a caer de pie, no creo que se me permita malgastar más vidas.

Pero insisto, la culpa ha sido mía. Hay un dicho popular que en forma de uno de tantos consejos que siempre he ignorado, debería haber calado en mi hace ya mucho tiempo, "cuidado con lo que toleras porque estás enseñando cómo tratarte". Y es que son demasiadas las personas que confunden sensibilidad con debilidad. Pero lo siento mucho. Soy altamente sensible, sí, pero también soy mucho más fuerte de lo que parece. Y eso ya lo he demostrado. No voy a desearle a nadie mal alguno, pero me gustaría que aquellos que se burlaron de mis circunstancias y se aprovechan de esta personalidad tan dócil, pasarán tan solo por una décima parte de lo que yo he pasado. Ya veríamos donde quedaban sus mofas. Y quien es el débil.

Acostumbro a  escribir que rendirse no es una opción y suelo  describir la vida como un combate de boxeo en el que al saltar al ring has de pelear contra el destino, el más poderoso contrincante, el amo del cuadrilátero y dueño del cinturón que anhelo. Hasta el momento he conseguido mantenerme en pie con un hábil y muy metafórico juego de piernas que me permitía escapar de su impresionante zurda, o soportar puñetazo tras puñetazo, encajando con estoico sufrimiento los potentes directos de derecha al corazón, pero ya está. Hasta aquí hemos llegado. Cambio de estrategia. Ya no bailo, no escapo, no encajo. Ahora toca pegar, buscar el gancho perfecto que le rompa la mandíbula, la serie demoledora que le abra ambas cejas y le haga tragarse el protector bucal, el definitivo cuerpo a cuerpo que destroce sus costillas.

Al abandonar mi esquina cuando suene la campana ya nos seré ese lindo gatito, sino el peligroso felino que escondo tras los rugidos que disfracé de maullidos.

Y sí, siento, sufro, padezco, lloro, suspiro y maldigo en soledad las tretas de los hados, pero lo haré en soledad, en la intimidad de mi prosa y de mis versos. He decidido que se terminó ese yo lastimero que creía poder con todo, y que invertía su esperanza y su energía en negocios tiernos, románticos y realmente seductores y bonitos,  aunque imposibles y vacíos de toda posibilidad de éxito. Ahora me necesito y he decidido ayudarme. Estoy entrenando con ganas y decisión hasta el agotamiento diario. Me cuidaré y me protegeré más que nunca, y si he de golpear lo haré con tanta fuerza como Dios me de, porque ya no le pido paciencia. Ni la quiero. Ya no. No todo termina llegando. Hay cosas que tienes que ganártelas o no llegarán jamás, por mucho que reces para que se  cumplan tus  sueños.

No perderé más ilusiones, recuperaré las perdidas. Y si fuera necesario, moriré en combate, y esta vez lo haré peleando únicamente por mi. 

A por ello. A por todo.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Como quiera que sea


 Me llamo, me invito a venir, me insisto y trato de convencerme, me espero en silencio fumando un pitillo tras otro y tratando de disimular las lágrimas y la impaciencia. Pero no dejo de darme plantones, de ponerme excusas y de rechazar ofertas.

No sé como llegaré hasta mi si es que un día llego, aunque me harto de escribir y de decir que todo termina llegando, incluso lo bueno. ¿Y si no soy lo bueno? ¿Si no soy lo que  necesito?¿ Si no soy el que espero?

Puede que llegue disfrazado de un pasado que no debería volver jamás, bailando claqué y tarareando un tema de Sinatra mientras juega con la chistera. Puede que intente pasar hasta adentro ataviado del futuro que anhelo, sonriendo como ELLA y repitiendo una y otra vez antes de negarse definitivamente a entrar, la explicación más verosímil de porqué lo nuestro es imposible, pero no me atreveré a escucharlo para no romperme el alma, para no aceptar que no quiero una vida sin su presencia y que por mucho que rece y suplique, el destino no cejará en su empeño de volverme loco. Por lo que sintiéndolo tanto que apenas soporto el dolor, me despido con un beso y cierro la puerta.

Alguien me va a quemar el telefonillo y cuando acierto a contestar a la llamada del video portero, asustado pero audaz, esquivo pero confiado, terriblemente triste pero deseando cambiar el gesto, veo que soy lo más parecido a mi con un moderno traje a medida confeccionado con el más exclusivo paño de presente. Pantalones pitillo negros, botas del mismo color, camisa también negra y chaqueta ajustada, a juego con mi espíritu y que a duras penas impide adivinar el arma que oculto bajo la axila. 

Sé que vengo a por mi, que voy a matarme, que quien insiste en verme no es más que una de mis ilusiones perdidas jugando con las pocas esperanzas que me quedan, y suplantando mi sueño más hermoso, aquel en el que me veo feliz sabiendo que por una vez en mis vidas he hecho las cosas bien, he elegido con acierto, he atinado con los besos y me he despertado junto a la persona adecuada. Pero claro, aunque recurrente no deja de ser un sueño. El hijo de puta rencoroso de Morfeo se ha aliado con el destino para gastarme la más endiablada y cruel de las bromas. Y al abrir la puerta descubro que quien insistía tanto no era otro que el yo que ya no quiero ser, el que he dejado de lado, el que intento apartar de mi. El que debería haberse largado muy lejos ya. Pero como siempre he sido yo, me conoce demasiado bien y se frota contra mis piernas como un gatito, maullando lastimero, y pidiéndome por favor que lo deje entrar en casa porque fuera llueve casi tanto como en el interior de mi pecho. Y no sé decir que no.

Sirvo dos cuencos de leche, adultero el mío con whisky escocés de malta, le ofrezco un pitillo que enciendo con un viejo mechero de gasolina, aspiro dos profundas caladas, lo acompaño hasta el ordenador y abro el archivo de la novela plagada de correcciones en rojo, en la que por fin soy feliz al lado de la única mujer que sé que realmente amaré jamás. Y sentados en la misma silla comenzamos a escribir a cuatro manos, temiendo llegar a un final que no nos convenza, aunque a ELLA le pueda valer.

Puede que en efecto, todo termine llegando. Puede que nunca sea lo bueno.

domingo, 22 de octubre de 2023

Todo por la patria


Muchas cosas se han escrito sobre mi querida Rosa Aguado, o como pasó a la historia, Rosita de Valladolid.
Rosa y yo fuimos amigas desde pequeñas, ambas nacimos y nos criamos en la acera de San Francisco, muy cerquita de la plaza mayor de la ciudad. Cuando llegaron los gabachos Rosa tenía su vida más o menos formada, cuidando como podía de sus dos hijas. El padre de las niñas nunca llegó a casarse con Rosa, pero eso no fue impedimento para que Rosa, mujer hermosa y de una cuidada educación, pudiese codearse con lo mejor de la ciudad, frecuentando los bailes del casino, las cenas y las fiestas en las casas nobles. Rosa comenzó a jugar a un peligroso juego, pues era de conocimiento popular tanto su relación con Tomás Príncipe, el guerrillero vallisoletano al mando de los Húsares francos de Valladolid, como su amancebamiento con el general Kellermann, el francés verdugo, cruel y avaricioso, que nos tocó en suerte a los vallisoletanos.
Los franceses trajeron sus costumbres y sus placeres cotidianos al ocupar la ciudad y no tardó en abrirse en nuestra propia calle, una especie de tasca a la que llamaron “Café de los franceses”, pues en ese establecimiento tan solo se servía esa infusión del fruto de la planta del café, que se había puesto de moda en Francia como alternativa al típico té de los ingleses, y, en torno a una taza de ese excitante y nigérrimo brebaje, se organizaban tertulias y se soltaban las lenguas. Al parecer fue en el Café de los franceses, donde fue presentada al nuevo gobernador militar de Valladolid, Palencia, Zamora y Burgos, el general Kellermann.
Mi amiga Rosa no tardó mucho en seducir al gabacho, quien, lejos de las mujeres de su país, no dudó en confraternizar con una vallisoletana bien parecida, morena y de carnes prietas. Rosita de Valladolid supo utilizar sus armas de mujer para vencer en singular combate a Kellermann y sonsacarle tras cada noche de pasión, todo lo que podría ser de utilidad a los patriotas que servían a las órdenes de Príncipe.
Los seiscientos cuarenta jinetes que formaban la partida de Tomás Príncipe supieron hacer buen uso de las confidencias de Rosa. Cayeron muchos dragones franceses en las inmediaciones de Valladolid, hasta tal punto que las tropas invasoras se cuidaban bien de moverse por los pueblos que rodeaban a la ciudad, dado que las partidas de Simancas, la de Borbón y otras muchas, habían aprendido que la lujuria suelta la lengua de los franceses, con más eficacia que el tormento que se empleaba con los correos apresados por la guerrilla y en ocasiones todo dependía de la labor de información de Rosa.
Kellerman era un hombre despreciable, e incluso físicamente no era ni con mucho tan atractivo como otros de sus compatriotas que seducían a las españolas con sus elegantes uniformes, sus ojos azules a juego con las casacas y sus cabellos rubios. Era normal que nuestros hombres se echasen al monte con las armas. Aquella traidora invasión napoleónica venció primero a nuestro ejército y después la virtud de muchas mujeres españolas, pero con lo que no se contaba, era con el carácter del patriota español que viendo arriadas sus banderas y deshonradas sus mujeres, robadas sus cosechas y saqueadas sus iglesias, tiró de trabuco y albaceteña y enseño a los gabachos que igual que sacamos a patadas a los romanos, bárbaros y árabes; unos delicados francesitos no iban a ser gran problema. Ellos preparaban sus planes en un café y nuestros hombres se reunían a la sombra de los pinos piñoneros y compartían las botas de buenos vinos de los majuelos de la tierra, vinos que no tenían absolutamente nada que envidiar a los franceses.
Kellerman se ganó el apodo de, “el verdugo de Valladolid”, ordenando la ejecución de cuanto patriota caía en sus manos y como la serpiente que era, constituyó una junta criminal al frente de la cual puso a Vinuesa, un afrancesado que tan solo ponía su marca en las órdenes de ejecución para que Napoleón creyera que los ciudadanos de Valadolid estaban con el invasor y, acataban con satisfacción las nuevas directrices, castigando a los que se levantaban en armas contra la libertad, igualdad y fraternidad que habían venido a traernos al son de la marsellesa. Son este que marcaban los soldados a ritmo de bayoneta y disparos de fusil y tarareaban los pelotones de ejecución, palmeados por las manos de los que aplicaban el garrote vil en las gargantas de nuestros héroes.
Mi Rosa se la jugó constantemente y sé de buena tinta que, en más de una ocasión, fue sorprendida al encontrarse con los hombres de Kellerman, cuando iba a reunirse con un enlace del Empecinado. Ella misma había aprendido a utilizar la albaceteña de seis muelles que llevaba oculta en la liga y según me contó, no le quedó más remedio que desjarretar a un afrancesado que quiso delatarla a un sargento de dragones tras sorprenderla entregando a un patriota el santo y seña que se iba a repartir entre las tropas francesas que debían vigilar la ciudad esa misma noche.
El maldito y enclenque Kellermann fue destituido y enviado de vuelta a Francia, por ser demasiado evidente su rapiña a base de extorsiones y robos manifiestos y según se cuenta en los mentideros públicos, salvó la cabeza por los favores prestados a Napoleón en la batalla de Marengo, donde supo darle la vuelta a la tortilla y despojar a los austriacos de un triunfo que parecía ya seguro.
De las muchas mujeres que cayeron en brazos del invasor, bien por pura supervivencia o bien movidas por menos nobles intereses, mi amiga Rosa y la amante del Barón Dufresse, la también vallisoletana Nicolasa supieron rentabilizar sus ratos de cama con el enemigo para ayudar en la medida de lo posible a los bravos compatriotas que gritaron Merde al paso de la bandera tricolor.
Puede que por ser yo una mujer poco agraciada, no me quedase otra opción como patriota, que pasar armas de contrabando bajo mis enaguas y dar cobijo a los francotiradores que, desde las azoteas de los edificios principales, demostraban a los franceses lo útil que les había sido cazar perdices y codornices en los campos vallisoletanos. También fueron muchos los soldados del emperador que comprobaron en sus propias carnes la habilidad de los matarifes que desangraban los gorrinos para hacer morcillas en las fiestas de los pueblos. Valladolid sufrió mucho durante esos años de ocupación francesa, pero gracias a Dios, contamos con mujeres y hombres que supieron sacrificarse por su tierra y a los que ni nosotros ni la historia, olvidará nunca.
Rosa fue una pieza fundamental en la lucha contra el invasor y recuerdo que cuando al fin se libró de las babas de Kellerman, decidió unirse a la partida de Príncipe y sacar provecho de su experiencia como eficaz navajera para desjarretar algo más que afrancesados.

Poco a poco su nombre y su valor cobraron fama en la provincia y los gabachos terminaron poniendo precio a la cabeza de la que decidieron llamar la novia de la resistencia. El noviazgo de rosa con la lucha armada duró lo suficiente como para alumbrar a su primer hijo con Príncipe mientras las tropas francesas se retiraron de España.

lunes, 16 de octubre de 2023

Reflexión


 Entiendo que si sé gestionar las circunstancias que rodean mi existencia soy el único dueño de mi vida, o al menos tengo el usufructo de esta vida que se me  concedió vivir hace ya más de nueve años. Veremos si sé rentabilizar la propiedad y hago de ella algo digno, o si termino vendiéndola a demasiado bajo precio.  O regalándola a aquella que me haya conquistado el alma, pues solo sé querer sin reservas y sin medida, hasta la última gota de mi sangre y hasta la última lágrima que llore mi alma. Sería mucho peor empeñarla de nuevo en una relación con la persona errónea, o perderla por descuidado, acelerado, excesivamente intenso, inconsciente y arrogante, como hice ya una vez.
En cuanto a las emociones ya no tengo tan claro si soy su dueño, o si por el contrario les pertenezco a ellas. Para mi desgracia soy jodidamente emocional, tanto que a veces tengo que esconderme y esperar a que se me recoloque el alma, pues son muy pocas las personas que comprenden mi forma de entender la vida y de vivirla sujeto a lo que se cocina en continua ebullición en el interior de mi pecho.
Y ojo...que esto no me hace una mejor persona, ni es una ventaja de ningún tipo, ni un superpoder ni nada que me destaque de manera favorable entre todos los demás, sino una especie de maldición, pues  aunque he de reconocer que cuando descubrí el verdadero significado de eso que erróneamente acostumbramos a llamar, "hacer el amor" y nada tiene que ver con ese placentero ejercicio que es el sexo, casi me desmayo, y que aún saco el reclinatorio y me arrodillo dándole gracias a Dios por haberme  permitido reconocer unas pocas  almas afines, también es cierto que al ver como esas almas se alejan sin volver la vista atrás, siento que me va a estallar el corazón y me voy a morir de pena. Que al fracasar en aquello en lo que realmente me he esforzado hasta el agotamiento me quisiera morir  (literalmente hablando) y que llorar a escondidas ya se está convirtiendo en una rutina, más que en una costumbre.

No hace demasiado me pusieron una de esas etiquetas que están tan de moda para explicarme  porqué todo me golpeaba tan fuerte y era capaz de ser el que más disfrutaba de lo bueno y el que más sufría lo malo. Resulta que según la terminología médica soy una Persona Altamente Sensible. Pero discrepo del etiquetado, porque no tengo el monopolio del dolor, de la angustia y  del sufrimiento ni el  del paroxismo del gozo y del deleite. Además estoy convencido de que todos somos PAS en según qué momento. Y el que no se haya sentido en ocasiones la persona más feliz del mundo o la más desdichada del universo conocido, en realidad debería hacérselo mirar, pues vivir es disfrutar de unos momentos y padecer otros. Y tener las emociones planas o vivir sin altibajos debe de ser lo más parecido al automatismo.
Lo que si que he aprendido es que en mi mano está aprovechar al máximo las oportunidades, no tirar la toalla y no permitir que me roben más ilusiones ni más sueños. Lo que consiga lo habré conseguido por mis medios y lo que pierda, no me llevará a desesperarme, simplemente  trataré de recuperarlo.
Y así, con esta reflexión que hoy os comparto, arranco la semana.
Que la vida nos sea propicia. 

jueves, 12 de octubre de 2023

Una novela


 Es para mi mucho más que un ejercicio literario. Al sentarme a escribir una novela y abrir el documento que lleva su nombre, estoy acomodando mi creatividad sobre una mullida nube blanca y girando la llave que me abre la puerta a un mundo desconocido, a un universo por explorar. 

Juego con la ventaja de que en ese universo yo seré el único Dios todopoderoso, y de que en él podré dar vida y arrebatarla, diseñar los paisajes y jugar con las emociones humanas, y con las circunstancias que rodean la vida y la muerte de toda creación.

En mi novela decido y mando, asumo y arriesgo, pero nunca pierdo, pues pase lo que pase será algo mío, algo nacido de mi, de mi realidad, de mis inquietudes, de mis intereses, de mis aficiones, de mis angustias, de mis miedos, de mis pesares y de mis alegrías, de mis sueños y de mis pesadillas, de todo aquello que en definitiva me hace sentir vivo.

Esta mañana le he pasado a mi editora la versión definitiva de una nueva novela, construida sobre una novela que creía haber terminado hace ya unos cuantos meses, pero que aún no quise enviar a la editorial con la que he publicado mis dos últimas novelas. Sabía que de alguna manera, podía mejorarla, corregirla aún más, desarrollar la trama y dotarla de nuevas escenas, de nuevas pasiones, de nuevas sorpresas, de nuevos personajes y de nuevos giros.

Y es ahí donde se aprecia la verdadera labor del editor (editora en mi caso) pues desde que le presenté el original  de aquella historia que le fui haciendo llegar poco a poco, me dijo que aún no estaba lo suficientemente maduro.

Dijo Vargas Llosa que la gran ventaja de publicar era dejar de corregir. Y sé que aún me quedarán unas cuantas correcciones de esta nueva obra antes de sacarla al mercado.

Más allá de todo lo aprendido al trabajar sus páginas (porque he debido de realizar una variada y compleja labor de documentación al haber situado la acción en otra época y en otro continente), he crecido como escritor pues yo mismo he tratado de despojarme del ego para ser mi mayor crítico y juzgarme severamente con cada lectura de lo escrito, buscando avanzar en el camino que recorro hasta llegar a la meta que me he marcado.

En esta novela, cuya trama nada tiene que ver con mi realidad cotidiana, he convertido mis ilusiones en realidades y he regalado a mi protagonista el placer de alcanzar el sueño que a mi se me resiste. Y antes de escribir el correspondiente FIN, le he permitido brindar por la vida junto a la persona amada, con una copa de tinto reserva de la Ribera del Duero (me he permitido el lujo de concederme esa licencia).

Es por eso por lo que animo a todos a enfrentarse al reto de escribir una novela, porque más allá de ser un trabajo duro y exigente, que robará mucho tiempo y mucha energía, es terapéuticamente algo sublime, pues la catarsis literaria ayuda a respirar hondo, a disfrutar de aquello que en la vida resulta realmente difícil conseguir y a eliminar en un párrafo o quizás en tan solo un par de frases el problema vital o moral que crees que nunca lograrás erradicar.

Escribir novela de ficción es también una droga a la que es muy sencillo engancharse y cuando cierras el archivo definitiva y lo envías por fin a imprenta, el síndrome de abstinencia hace que no puedas resistir la necesidad de comenzar otra. Para algunos escribir es algo terriblemente adictivo y corremos el serio peligro de convertirnos en yonkis de la palabra escrita. Y para esto no hay metadona que valga.

Y en ello estoy.

jueves, 5 de octubre de 2023

O quizás no tanto


Tumbado boca arriba en la cama con las luces apagadas y rezando para que amanezca lo antes posible y el mañana se convierta en hoy, aspiro una calada de ese primer pitillo del día que se ha adelantado al café e incluso a ese vaso de agua fría que deberían haber precedido al humo y a todas esas sustancias nocivas que me van matando poco a poco, cigarro a cigarro.
Se avecina otro de esos días raros, lo sé, lo espero, lo temo. 
Con el alba llegarán más dudas, más miedos, más angustias, más retos, más pruebas de resistencia, nuevos asaltos en este eterno combate en el que me he prometido no tirar jamás la toalla, por mucho que duelan los golpes. Y con suerte, en el momento más inesperado el teléfono me sorprenderá con la llamada que tiene a mi alma y a mi futuro en vilo y puede que los astros se alineen y el día me regale un par de necesarios abrazos y esa sonrisa que me devuelve la ilusión y me mantiene en pie sobre la lona aguantando con estoicismo un puñetazo tras otro.  Y si aún sigo siendo digno puede que el destino se decida a obsequiarme con una de esas píldoras de felicidad que evitan que mi razón emprenda un vuelo sin retorno a B612.
Si hay algo mucho más triste y peligroso que el miedo a la muerte es el invalidante y desolador miedo a la vida. Y es que no se puede vivir con miedo a vivir, y por eso han aumentado preocupantemente los suicidios. Por eso hay personas que buscan respuestas y soluciones donde antes no se habían aventurado a buscar y por eso a veces nos preguntamos qué coño está pasando en este mundo.
Y por eso escribo cada día. Por eso me evado a otras épocas, otros países, otras realidades y otras existencias. Me escribo circunstancias más amables que me ayudan a mantener la sonrisa y en un alarde de valor me escribo también problemas de complicada solución, desafíos difíciles de superar y pérdidas irreparables y cuando haciéndole trampas a los hados soy capaz de redactar las soluciones, de superar los obstáculos en negro sobre blanco y de recuperar lo perdido, al levantar la vista de la pantalla del ordenador, del folió en blanco o de la libreta, me siento por unos segundos el tipo más feliz del universo conocido y de los universos que aún quedan por conocer y por escribir, y me abandono a la imagen ideal en la que comparto mis triunfos con ELLA, y ELLA es feliz porque sabe que yo lo soy.
Otro de esos días raros. Comienzan a ser demasiados y demasiado raros. O quizás no tanto. Puede que deba preguntarme si el raro soy yo y por eso, por mi rareza, convierto los días en raros para no tropezar en las sombras ni perder el rumbo.
Ha salido el sol. A lo lejos una paloma aporta arrullos y zureos al nuevo día y un gato aventurero maúlla desafiante. Salto de la cama y me regalo una ducha de agua fría que me devuelve el sentido y tonifica mis músculos. El primer café de la mañana es tan solo equiparable al néctar de los dioses, a esa ambrosia celestial y al sabor de sus labios. 
A por el día. A por la vida. A por todo.


 

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Aprendiz de todo

Siempre me defino como el eterno aprendiz de escritor, y como un lector empedernido. Y lo soy.
Soy también consciente de los innegables beneficios de la literatura a muchos y muy distintos niveles y soy el ejemplo vivo de que la literatura puede ayudar a superar el daño cerebral adquirido (a mi me ayudó a superar la lesión cerebral axonal difusa en grado 3, la más dura de las que existen, lesión que me llevó a pasar por unos minutos de muerte clínica y una temporadita en estado de coma) y a prevenir el deterioro cognitivo. Prestigiosos neurólogos y psiquiatras ratifican esta afirmación y se hacen eco de la importancia de ese entrenamiento cerebral a través de la lectura y de la escritura.
He publicado ya cinco libros hasta la fecha, he presentado una novela inédita a un certamen literario, y estoy trabajando en otras dos al tiempo, y textos y relatos míos aparecen en distintas publicaciones tales como revistas literarias o recopilaciones de relatos de distintos autores, pero soy consciente de que aún tengo muchísimo que aprender y que mejorar, y de que la imprescindible labor editorial es una de las mejores armas de todo escritor, pues el editor no es quien publica el libro, sino quien acompaña a escritor durante el proceso creativo orientándolo y ayudándolo a conseguir el mejor resultado. Y no dejo de leer cada día de la forma más ecléctica posible, saltando de un libro a otro, de un genero a otro, de un estilo a otro.
Es por ello por lo que he diseñado y desarrollado este taller trimestral en el que trabajaremos los distintos ámbitos de la literatura en nuestras vidas, ya que dedicaremos las sesiones a la literatura en la música, en el teatro, en el cine, la prensa, a la poesía, la novela, los relatos y escribiremos y leeremos juntos.
No pretendo enseñar a nadie a ser escritor, simplemente orientar en la relación con la literatura y a sacarse de dentro las emociones y los sentimientos, pues muchos utilizamos la literatura como la necesaria catarsis en blanco sobre negro con la que resistimos los envites de la vida.
Este próximo jueves día 28 de septiembre a las 19,30 horas, habrá una sesión informativa en la sala La bien pagá espacio escénico, en la Calle San Isidro de Valladolid, lugar en el que desinteresadamente me han hecho un hueco para desarrollar el taller, pues es un centro de la cultura de mi ciudad, en el que los asistentes pueden realizar cursos de teatro, de danza, de cinematografía... 
 En esta sesión compartiré con inscritos e interesados en que consistirán las sesiones, como optimizaremos el tiempo y que colaboradores nos acompañarán a lo largo del trimestre.
Será una reunión entre amigos, o al menos entre personas con similares inquietudes literarias, por lo que os animo a acercaros sin ningún compromiso y a preguntar cualquier cosa al respecto de este taller.
De momento ya se han inscrito unas cuantas personas a las que conozco y sé que la literatura es parte fundamental en sus vidas. No hay límite de edad para este taller, pues lo he planteado para personas entre 15 y 150 años. Tampoco se requiere formación de ningún tipo, tan solo saber leer y escribir y tener ganas de hacer ambas cosas.
Será un placer recibiros y saludaros.


jueves, 21 de septiembre de 2023

Como el escritor que soy


 Amo como solo sabe amar un escritor.

Y te hago el amor en negro sobre blanco, en las páginas de una libreta y en el teclado de mi ordenador. Te deseo tanto que me quedaré sin tinta en la pluma y sin batería en el portátil, pero tu mirada y tu sonrisa, tú cuerpo y tus caricias, recargan ambas cosas.  Nací para escribir con pasión cada segundo que me regalas y para convertir en textos y en versos la esperanza de una vida juntos, en la que no necesite escribirte, solo leer cada capítulo impreso en tu piel.

Me da igual quien haya escrito el prólogo de tu vida y los hombres de los anteriores capítulos. Aceptaré las críticas y toleraré el desdén de quien no sepa entender que eres el verbo más hermoso que puedo conjugar y que se hizo carne para regalarme el parnaso entre sus brazos. No me  importa compartir páginas con otro del que sabrás despedirte. 

Escribiremos juntos el final y firmaremos a dos manos cada ejemplar. Y se lo dedicaremos al destino agradecidos por habernos hecho coincidir otra vez.

Y  es que es verdad, mi amor, si un escritor se enamora de ti, nunca morirás. Y además sabrá escribirte los momentos más felices, los amaneceres más radiantes y las noches más placenteras. Y repasará todo una y mil veces hasta que edite la obra perfecta junto a ti. Sin notas a pie de página, sin fe de erratas, y sin citas de otros amantes que pecaron de mediocres por no haberse fundido contigo.

Pero esconderé esta realidad hasta que la llevemos a imprenta y pasemos la censura de quien no comprenderá que nos hemos amado, nos amaremos y volveremos a amarnos en esta vida y en todas.