jueves, 30 de enero de 2025

¿En que puedo ayudarle?


 Los más sagaces agentes de las fuerzas de seguridad del estado estaban dispuestos a tirar la toalla, pues a pesar de no haber escatimado en tiempo y en recursos, no habían conseguido dar con el paradero de Laertes, el asesino a sueldo que traía en jaque a los investigadores más refutados, y a los aspirantes a la medalla al mérito en acto de servicio. Ninguno de ellos sabía que desde el pasado mes de octubre, Laertes se había construido una perfecta tapadera, trabajando 5 horas diarias como tramitador de llamadas en una impoluta y aséptica empresa de secretaria virtual.

Ninguno de sus compañeros ni de sus superiores podía sospechar siquiera que aquel educado y sonriente y tímido teleoperador, tenía tantas muescas en la culata de su revolver, que había comenzado a contabilizar sus víctimas como en lo viejos tiempos de Alcatraz, marcando con tiza palitos en la pared.

La edad comenzaba a pasar factura. Con lo años seguía siendo el número uno con las armas de fuego y las armas blancas, uno de los mejores con las manos, y un verdadero figura improvisando maneras para terminar con la vida de sus objetivos y hacer que pareciera un accidente, pero él mismo era consciente de que había algo a lo que no podía poner remedio entrenando ni practicando a diario, el peso de su conciencia. Cada vez le costaba más apretar el gatillo, hundir la hoja, tensar la soga y privar de oxígeno. Por eso, este merecido descanso, lo llevaría a recomponer sus argumentos y a justificar de nuevo moralmente la importancia de su trabajo. Y trabajando en SVAE y por pura coincidencia, como sucede casi todo en esta vida, la muerte llamó una vez más  a su puerta.

—Buenos días, le atiende Juan ¿En que puedo ayudarle?—respondió Laertes a la llamada utilizando el alias elegido para esta nueva y discreta identidad.

Para su sorpresa, el vecino que llamaba a la administración de fincas que contrató los servicios de la empresa donde Laertes se ocultaba del  mundo, era un procurador de lo común andaluz, que suplicaba que la comunidad cambiase las cerraduras y las claves que permitían el acceso a la urbanización donde residía desde hacía ya muchos años y donde su expareja, demostrando una innegable psicopatía y un feroz cabreo tras una ruptura que se negaba a aceptar, regresaba una y otra vez para rayarle el coche, escribir insultos en la fachada de su chalé y en las zonas comunes, enfrentarse con los vecinos que le afeaban su actos y tratar a toda costa de arruinarle la vida.

Al ser un jurista en ejercicio y conocer la nueva legislación y la situación actual de indefensión del hombre frente a la mujer a la hora de plantearse judicialmente un conflicto en la pareja, bien de intereses, bien en relación o bien durante la propia separación, el llamante dejó escapar una expresión que hizo que Laertes anotara disimuladamente el número de teléfono que reflejaba la centralita.

Una vez salió del trabajo y se despidió de su director y de Salomé, la coordinadora jefe en quien había detectado ciertas habilidades innatas para la investigación, y con quien debía sobreactuar para que no identificara su verdadera condición, condujo hasta el piso franco en el que se había instalado preparando la conversación con el angustiado procurador. Y al llegar, recuperó el teléfono que había anotado en un post it y lo llamó.

Como el desesperado jurista había insinuado que estaría dispuesto a cualquier cosa para quitarse a su ex pareja de encima, y volver así a  sentirse libre y feliz, Laertes le ofreció la posibilidad de cumplir sus deseos, cual rubicundo genio de ojos azules salido al frotar la lámpara de un mágico teléfono, y presupuestó la muerte de la mujer sin dejar rastro y haciendo que pareciera un accidente, en menos de veinte mil euros (lo que viene siendo una minucia a cambio de una vida sin preocupaciones).

Al recibir a los pocos días el ingreso del 50% de lo acordado, Laertes solicitó en el trabajo disfrutar de las vacaciones generadas hasta el momento y al concederse su solicitud, viajó hasta Málaga. Allí y haciendo gala de sus indiscutibles habilidades, consiguió que todo diera a entender que la sólida y carísima  puerta de seguridad de acceso al garaje del chalé de su cliente, había caído a plomo sobre el cráneo de su objetivo, causando heridas mortales de necesidad y lesiones incompatibles con la vida. El juez de guardia que se personó para firmar el levantamiento del cadáver certificó el fatal accidente y abandonó sin mayores dudas y con mucha prisa dado lo apretado de su agenda, lo que nunca supo fue el lugar del crimen.

Laertes sonrió al ver el ingreso del 50% restante de la cantidad apalabrada entre caballeros y, sonriendo y recordando la llamada que desencadenó su vuelta a los ruedos, tarareó en voz baja haciendo un juego de palabras con las siglas de la asociación de administradores de fincas que paga su nómina , "Yo soy IESA"


A todos mis compañeros en la empresa


viernes, 24 de enero de 2025

Asi se lo hemos contado


 Es curioso como la música, la literatura, el teatro, el cine y la cultura en general, pueden indiscutiblemente salvarte la vida, o al menos ayudarte a hacer de ella un lugar mejor.

La canción cuyo video clip oficial encabeza esta entrada, ha tenido en mi un poderosísimo efecto balsámico, y me ha ayudado a relativizar, a situarme, a centrar mis angustias y a darme cuenta de que a este juego al que llamamos vivir, jugamos todos en tableros diferentes, pero con unas normas y unas reglas que no nos queda más remedio que aceptar y a las que no podemos oponernos por muy dura que nos parezca a veces la partida.

Esta semana pasada me he enfrentado a una situación emocional muy intensa y muy dura, pues al haber podido disfrutar de unos días de vacaciones en el trabajo, he viajado con mi actual pareja hasta aquellos lugares donde una vez fui feliz. Y literalmente me ha podido la pena, me han devorado los recuerdos, y me he tenido que humillar ante todos esos sueños y esos proyectos que una vez parecieron muy cercanos, pero que jamás llegué a alcanzar.

He caminado por las calles de poblaciones de la costa donde siendo un niño paseaba de la mano de mis padres, he regresado al chalé en el que mis padres conseguían reunir a la familia verano tras verano y celebrar la vida en torno a la mesa de la terraza principal en bañador, o de punta en blanco para cenar todos juntos en alguno de esos restaurantes que yo no puedo permitirme. He recordado con una lagrima furtiva (como la del aria de Donizetti) aquellas partidas de billar con mi padre, cuando aún lo veía como el ser inmortal que siempre me ayudaría a trazar la trayectoria acertada para lograr la carambola perfecta en la vida. Y un día se fue y me dejó con el taco y la tiza suplicándole a mi Dios que me permitiera colocar las bolas al menos una vez más, y decirle lo mucho que lo admiraba y cuanto lo iba a querer siempre.

He caminado por Granada andando sobrecogido por el Albaicín al recordar que esa fue la ciudad en la que me establecí al independizarme del hogar familiar y en la que aterricé junto a mi novia de entonces, acompañando con mi flauta barroca tenor sus interpretaciones en el piano del salón, y con mi ilusión y mi energía todos sus proyectos existenciales. Vivimos exprimiendo cada segundo, disfrutando de cada amigo, de cada vino en la calle Elvira, de cada noche en el Sacromonte, de cada excursión a la playa, y de cada chapuzón en las termas de Santa Fe. Nos prometimos que seriamos felices, que seriamos distintos a todos y que seriamos aquello que queríamos ser, y no cumplimos ninguna de nuestras promesas ni logramos alcanzar ninguno de nuestros deseos. Se nos rompió el amor de tanto usarlo, y por una vez en mi vida y para mi vergüenza y mi eterno arrepentimiento, fui yo quien no supo respetar los votos y el que no estuvo a la altura de sus valores, ni de  los míos. Y poco después el karma me devolvió aquello multiplicado por diez, pues como canta Drexler, cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Todo se transforma.

Paseando por las calles de Granada me he sentido un fracasado existencial, un perdedor en este complicado juego que es vivir  y un aprendiz de todo que jamás logró graduarse en nada. 

Pero esta mañana me he despertado de nuevo en mi Valladolid natal, he acariciado a mi gato y he escuchado primero No encajo, de El Chojin, y luego Vida, de Ambkor y me he dado cuenta de que no debo torturarme por haber vivido, por haberlo intentado todo, por haber soñado a lo grande y por seguir haciéndolo. Una vez me sacaron del tablero, pero el destino que es ante todo jugador, me permitió volver a la partida con una ficha similar a la que se rompió cuando caí desde lo alto del tablero. Y juego, vivo, rezo, escribo y amo de nuevo, y ya veremos a donde me lleva todo esto, pues ya he conseguido algo por lo que algunos me recordarán en el futuro, y no sé que más seré capaz de conseguir, pero no pienso rendirme. Tengo 50 primaveras, ya no soy un niño, y ya no quiero serlo. Quiero ser tan solo el mejor Juan que pueda llegar a ser y me prometo que no cejaré en el intento de conseguirlo, ni me castigaré cada vez que se tuerzan las cosas, que se apaguen las luces del escenario y que se me termine la tinta de la impresora, porque la que no se secará jamás en la tinta a la que recurro cada vez que mojo la pluma en el tintero del alma.

Vivo...y eso ya es un interesante reto, una sorprendente aventura y un maravilloso regalo. 


viernes, 17 de enero de 2025

Yo no pedí esto


 Y no creo que nadie en su sano juicio pidiese algo así. 

A veces siento tan intenso, tan fuerte, tan potente, tan dolorosamente, que me quema dentro del pecho, sufro hasta lo insoportable y parece que se me va a resquebrajar el alma, y que el corazón va a implosionar estallando en millones de pedacitos. Menos mal que he aprendido a reconocer y a controlar las crisis de ansiedad y a no dejarme llevar por el pánico, porque en muchas ocasiones sentía que me  iba a morir, que me iba a dar un infarto o algo similar, que sentir como siento podría matarme, pues si llegaba a somatizar como parecía que iba a hacerlo, tras  las taquicardias, los sudores fríos y los mareos, vendría la muerte. Y después la nada.

Por eso me empeño en reír cuando puedo y en llorar cuando lo necesito. Y no estoy loco ni soy diferente, tan solo tengo un exceso de sensibilidad y las cosas me afectan como pueden afectar a otros muchos, pero multiplicadas por cien. He aprendido a llorar, y ya no me importa el desprecio del idiota de turno si no puedo contener la emoción y lo termino haciendo en público. Ya no me importa, de verdad. El que se atreva a juzgarme por sentir como siento que lo haga públicamente, pues yo mismo ostentare mi defensa y os aseguro que tengo argumentos y precedentes a los que agarrarme para salir airoso y evitar la condena social.

Y en cuanto al placer, me sucede tres cuartos de lo mismo. He aprendido a decir que quiero a la gente que quiero y cuando digo que quiero a alguien, no lo hago buscando nada a cambio, es un amor verdadero, el más inmenso de los cariño y la más tierna de las emociones. Y no digamos ya cuando amo en la más romántica de las acepciones. Creo que, las pocas mujeres a las que he sentido amar con semejante intensidad, realmente no llegaron a entenderlo ni a creerlo, no llegaron a comprender que eso de "mataría o moriría por ti" era mucho más que una frase hecha. Creo que aprendí a escribir con la única intención de poder explicarle a Ella cómo la he amado, como la amo y como la amaré en todas y cada una de mis vidas.

Y ahora el que quiera, que me llame ñoño, marica, nenaza o cualquiera de esos alardes de ingenio. Por mi parte les deseo que sean muy felices, pero muy lejos de mi.

Ahora solo quiero que alguien me haga sentir bien, que algo me haga sonreír, que me lleve al orgasmo y que me cubra de caricias el alma. Y lo demás no importa.

Yo no pedí ser como soy, pero estás son las cartas que se han repartido y seguiré jugando con ellas una reencarnación tras otra. Así hasta que un día salte al banca del destino y consiga ser feliz.

A por esta mano.

domingo, 12 de enero de 2025

Porciones de cada uno


 El pasado 2024 y junto a mi buena amiga y compañera en Pequeño asteroide, la actriz, directora teatral y fotógrafa artística, Luisa Valares, presenté al Ayuntamiento de Simancas una propuesta cultural algo atrevida, en la que ofrecíamos la posibilidad de mediante sesiones de trabajo  semanales en un espacio municipal, ofrecer a los vecinos del pueblo que así lo desearan la posibilidad de escribir con mi ayuda, y de interpretar con la ayuda de Luisa, su propia obra de teatro.

En Simancas hay una verdadero interés por la cultura y sus vecinos son gente muy participativa y muy inquieta, por lo que rápidamente y con el beneplácito y el apoyo de la corporación municipal, se formó un grupo de lo más heterogéneo y absolutamente adorable.

Durante las primeras sesiones semanales les animé a trabajar la escritura creativa, descubriendo para mi sorpresa un verdadero caudal de creatividad y de energía, y disfrutando de todas y cada una de esas sesiones de escritura en las que en más de una ocasión, al compartir con el grupo sus creaciones leyéndolas en voz alta, la emoción se adueñó del aula y compartimos también lágrimas, suspiros, carcajadas y guiños. Luisa los hizo trabajar distintas dinámicas para potenciar los recursos actorales y ayudarlos a aprender la forma de saltar a las tablas de un escenario sin miedo y compartiendo su talento y su afán de disfrutar de la vida exprimiendo cuanta ocasión se les presenta para ello. Poco a poco nos fuimos introduciendo en la escritura de dramaturgia, y entre todos y aportando multitud de ideas originales y realmente acertadas, conseguimos construir una obra de teatro para un numeroso elenco de actrices y actores de un amplio abanico de edades y de personalidades muy diversas. La cosa fue tomando forma de la mejor de las maneras y nació Porciones de cada uno, comedia de enredo y de intriga, que al llegar a manos de Luisa se terminó de perfilar y se convirtió en el mayor de los éxitos el pasado 8 de enero, día de sus estreno.

El teatro de La Vaguada se llenó de vecinos, familiares y amigos del elenco, así como de miembros de la corporación municipal con su alcalde a la cabeza, que asistieron asombrados y entusiasmados a la representación del grupo que bajo el nombre de Simanquince nos dio a  todos una lección de pundonor y de saber estar, demostrando que cuando se tiene ilusión por algo, y uno pone alma, corazón y esfuerzo en ello, no hay nada imposible.  Alberto, alcalde de la villa, y Nina, concejala de Cultura aceptaron nuestra invitación a subir al escenario para posar y compartir los aplausos y los parabienes, pues realmente los merecen, ya que desde el primero momento apostaron por ofrecer a sus vecinos al posibilidad de participar en un proyecto de este calado y de transcender el en el tiempo, pues no me cabe duda de que dentro de unos años, en algún lugar del planeta se pondrá en escena Porciones de cada uno, o se visualizará en el canal de YouTube de Félix, (virtuoso de la cámara y amante esposo de una de las actrices del elenco), que recogió la obra completa desde su presentación a los aplausos y que os dejo en el siguiente enlace, por si os ha picado la curiosidad.

https://youtu.be/ODEwS5TdcNY?si=VSt8FuQxlwUPkJza

Tened en cuenta que los integrantes del elenco son absolutamente amateurs, que han tenido que vencer el desafío de salir a escena por primera vez en un teatro de envergadura y abarrotado de gente, y que además y por desgracia, varios de ellos han sufrido las pérdidas de seres tan queridos como madres, hermanas, abuelas o suegras durante los ensayos, y aún así y todo han querido brindarle al cielo sus interpretaciones y los aplausos recibidos. 

Tanto luisa como yo nos sumamos al público puesto en pie y  agradecemos su trabajo y su cariño con nuestros aplausos y una gran ovación.

Y es que todo termina llegando, incluso lo bueno.



viernes, 3 de enero de 2025

Aprender a ganar


 Es tan importante como saber perder. O incluso más.

Puede que celebrar una victoria sea un acto moralmente tolerable siempre y cuando no te vanaglories de  tu triunfo ante el enemigo vencido. Lo que sí que podemos calificar como el mayor de los errores es celebrar el éxito antes de conseguirlo, fundamentando la celebración tan solo en las expectativas creadas, en las promesas de quien puede cambiar de parecer, o en indicadores sujetos al azar o la fortuna.

Al aceptar una derrota aceptas también las consecuencias de los actos erróneos que te llevaron a ella, y al celebrar un triunfo celebras el haber sabido tomar las decisiones acertadas que te llevaron a él.

Mi propósito de año nuevo es vivir con los pies en el suelo. Esto no quiere decir que vaya renunciar a ilusiones y sueños (si lo hiciera, no sería yo), pero si que evitaré dar un triunfo por conseguido antes de haberlo alcanzado, celebrar una victoria antes de comprobar la derrota o la rendición del adversario y proclamarme vencedor basándome en lo que debería suceder y no en lo que sucede.

Puede que esto sea un nuevo síntoma de madurez que sumar a los que para mi sorpresa voy incorporando a mi condición, o simplemente una nueva pieza de la armadura que he decidido vestir para proteger mi corazón y mi alma, que ya no soportarían más heridas y que no tienen espacio para añadir más cicatrices.

He aprendido que el tiempo hizo de mi el continuo derrotado en las lides amorosas y que en más de una ocasión estúpidamente llegué a creer que había salido victorioso del encuentro con unas perfectas caderas, con unos ojos del color del sol o con la más hermosa de las sonrisas, pero el destino se ocupó de abrirme los ojos , de mostrarme la más cruda realidad y de confirmarme que si hay un terreno en el que por mucho que lo intente nunca conseguiré celebrar una victoria, ese es el amor. Y es que tras muchas noches en vela, tras muchas horas de lectura, tras muchos versos y muchos párrafos escritos y tras docenas de angustiosas tardes de lluvia entregado a la introspección, al fin aprendí que en el amor no hay vencedores ni vencidos, que nadie gana, que todos pierden y que  todos consiguen alzarse con un trofeo. 

Y tampoco hay tablas. Siempre que te entregas a ese  emocional combate que es el amor, llegará el momento en el que sentirás  que tus lágrimas saben como Ella, que tus silencios más tristes se conjugan con su nombre y que con uno solo de sus besos cuando menos lo esperas, es capaz de levantarte del suelo y llevarte a lo más alto del podio. Y pedirás clemencia, bendecirás su piel y descorcharás una botella para saborearla a su lado. Y suplicarás a los hados que el tiempo se detenga y que nunca, nunca, se termine ese momento.

O no. O yo que sé.



martes, 31 de diciembre de 2024

Ira y fuego


 Segundas partes nunca fueron buenas (excepto en El Padrino, que podría decirse que fue incluso mejor que la primera), pero lo que viví ayer en el cine viendo Gladiator II fue mucho más que una absoluta decepción, una triste desilusión y un imperdonable insulto a mi inteligencia. Fue la ratificación de que incluso los grandes directores como Ridley Scott, son capaces de ponerle precio a su alma y a su talento.

Si el general Máximo Décimo Meridio (más conocido como El Hispano) levantara la cabeza rodarían muchas en los despachos de Hollywood.

Más allá de que la población númida la conformaran ciudadanos mauritanos y libios en su mayoría, y algunos mestizos de las mezclas con cartagineses y fenicios, el que apenas puedan verse durante la batalla con las huestes romanas uno o dos guerreros de raza africana, ya indica un poquito el rigor documental de la película. Mejor no hablar de los datos históricos, de la organización política y militar de Roma y de otras cosas que los creadores de esta cinta se han pasado por el forro de las gónadas porque sino nos vamos a poner pedantes y no procede.

Mejor no entremos en los artilugios bélicos que despliega la armada romana durante el asalto a la ciudad númida porque sino nos va a dar la risa. La risa me dio en la sala de proyección cuándo un plano general de la aldea númida donde ocultan al sobrino de Cómodo, muestra a un grupo de niños jugando al futbol (deporte africano por excelencia que ya se practicaba en el siglo I D.C.).

La estupidez de la cinta roza la ciencia ficción cuando los prisioneros de guerra son obligados a enfrentarse en la arena del circo con monos mutantes venidos de alguna galaxia muy muy lejana, o cuando salta a ala arena un temible campeón a lomos de un rinoceronte.

Y no hablemos de las Naumaquias (batallas navales) que el gran Julio Cesar llevó al coliseo a fuerza de crear un lago artificial junto al monumental edificio dedicado a los juegos, que alimentándose de las aguas del Tíber, inundaba la arena por medio de un inteligente sistema de ingeniería . En esta ocasión, el señor Scott nos regala además de la batalla naval el ataque de diversos escualos que debieron crecer y desarrollarse en las aguas del Tíber para la ocasión, y que se dieron un banquete con los gladiadores que cayeron por la borda.

En cuanto al guion, carente de la menor dignidad, nos presenta una ridícula trama cogida con alfileres para conseguir una mínima relación con la película que dio origen a esta nefasta secuela.

Creo que sin duda esta ha sido la peor película que he visto en los últimos 20 años ( y mira que he visto joyas como Karate a muerte en Torremolinos y algún que otro título para frikis) y que con la de gente pasando necesidades y gatitos que necesitan de cuidados, invertir casi 15€ en ver esta peli con tu pareja es un atetado contra la amoral.

Por mi, quemaría todas las copias. A mi señal, ira y fuego.


domingo, 29 de diciembre de 2024

Ni tan siquiera un baile


 Y es que de alguna manera podría decirse que concedí tantos bailes a parejas equivocadas que tengo los pies destrozados, y un corazón que  al estar tan pisoteado como los pies, ya no quiere bailar.

Mi problema es que soy un amante del baile y sé que aunque intente no escuchar la música y desviar la atención a otra parte, sentiré el ritmo en el interior de mi pecho y no podré evitar dejarme llevar, comenzaré a seguir el compas involuntariamente y volveré a saltar a la pista agarrado a unas caderas que seguramente sean mi perdición.

Pero por favor, por favor (porfa, porfa, porfa), ya no sé cómo pedirlo (y es que no soy de pedir), llévame con dulzura, haz que al girar no tropiece, que al cruzarnos no choquemos y que cada paso sea el acertado, el adecuado y el más delicioso. O lo que viene a ser lo mismo...quiéreme bien.

Adoro los tangos y desde pequeño me hubiera encantado saber bailarlos como un porteño elegante, chulesco, aunque  respetable, pero, la única pareja que me propuso que nos apuntásemos a clases de tango, no tardo demasiado en encontrar otra pareja de baile y todo quedó en una de esas ilusiones que acostumbro a perder. Lo que está claro es que me muero por bailar con Ella, pero ni merezco volver a sufrir durante la pieza, ni terminar asociando la música con dolor.

Sé que no hay manual ni libro de instrucciones, que no hay tutoriales ni trucos de ningún tipo, que amar es lanzarse al vació sin red, sin casco ni arnés, y confiar en que la persona amada impida que te destroces el alma contra el suelo.

Tengo vértigo emocional y no me importa reconocer que tengo  miedo, mucho miedo, cuando me asomo a contemplar las increíbles vistas de una sonrisa espectacular desde la cornisa del terrible  precipicio que es el amor no correspondido, y me niego a perrear el vulgar y rítmico aunque anodino reguetón que es el amor de saldo.

Si hay que bailar, se baila, pero en verdad hay quien no merece intentar ese último tango.

Lo que tenga que ser será.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

¿Fácil de querer?

A veces me sorprendo a mi mismo pues me descubro disfrutando de lo hermoso de la vida, desterrando miedos y angustias, rozando la felicidad e intuyendo que no necesito escaparme.

 No hace mucho una de las artistas de esta curiosa formación musical de indiscutible sonido cuki-punk, que nació de las inquietudes musicales de algunos miembros de la sanidad pública de mi ciudad , me dijo algo francamente bonito en medio de una improvisada cena, "tu no eres una persona difícil de querer".

Partamos de la base de que aunque ya me siento orgulloso y afortunado de poder llamarlo amiga, no hace más que unos meses que nos conocimos por medio de un gran amigo en común, y al ser yo de la teoría de que la gente se une por afinidad, y además mi amigo Pablo ya me había contado maravillas de ella, no me sorprendió lo más mínimo que tanto con ella como con la vocalista del grupo, haya nacido una amistad que seguramente durará el resto de mis vidas.

El que una mujer a la vista inteligente y con amplia experiencia vital (además de ser artista cuki punk, es enfermera de la UCI de un hospital vallisoletano) de apariencia algo tajante, o incluso dura (pero como se ha demostrado de adorable interior, esponjoso y dulce) me sorprendiera con algo así de repente, me ha hecho pensar mucho.

Si bien es cierto que me harto de decir que quiero mucho a la gente que quiero, que soy jodidamente emocional y que a la hora  de escribir, siempre lo hago mojando la pluma en el tintero del alma, me ha sorprendido que quien apenas me conozca pueda pensar algo tan bonito de mi.

Nunca escondo que se me diagnosticó como persona de alta sensibilidad, aunque seguramente debería hacerlo, pues para mi lo de la etiqueta de PAS es casi hasta contraproducente, ya que me he encontrado con mujeres y hombres que confunden sensibilidad con debilidad, y que han tratado  de destrozarme la vida o de vampirizar mi energía, mis recursos, mis sueños y mis sentimientos. Pero yo soy como soy y eso es algo que por muchos golpes que me de en la cabeza, por mucho que mi cerebro y mi corazón se duerman para despertar asustados contra todo pronóstico, y por mucho que pueda llorar al ser consciente de algunas realidades de mi vida, no va a hacer que deje de ser el tipo peleón y dispuesto a seguir luchando hasta el final que siempre he sido. Y es que eso lo llevo en los genes. No me rendiré jamás. Podré caer derrotado, pero rendirme nunca será una opción, y si esta decisión existencial contribuye en algo a que las personas (y los gatos) de mi entorno crean que soy digno de su simpatía, de su cariño e incluso de su amor, pues adelante, lo celebro y me ratifica que mal del todo no lo debo hacer. 

En estas fechas en las que todo el mundo se desea felicidad casi por obligación o por compromiso, yo acostumbro a decir a quienes aprecio que les deseo toda a felicidad del mundo siempre, Navidades y año nuevo incluido.

Y es cierto....moriría sin dudarlo por ver felices a quienes amo, y eso no me hace una mejor persona, pues entiendo que debe de ser algo universal, solamente me posiciona como persona enamorada del amor, de las buenas personas que me rodean, de Ella, y de aquello que hace que quiera ser el mejor Juan que pueda llegar a ser.

Lo dicho. Feliz vida, Navidad y año nuevo incluido.

 

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Por los amores imPOSIBLES.


 Sí...soy un romántico empedernido, un soñador sin remedio, un esperanzado y ferviente adorador de Cupido, de Afrodita y de Eros, y un incorregible iluso.

Si hay algo que me guste más que los libros o los gatos, no es otra cosa que el impresionante sentimiento que te embarga y domina tus actos cuando encuentras a esa persona que el destino eligió para confundir tus sentidos, y tu razón. He tenido la inmensa fortuna o la fatal desgracia de vivir  historias de amor tan impresionantes que los mismos amantes de Teruel envidiarían, romances que harían sonrojarse a la propia Melibea y, relaciones que convertirían a Romeo y a Julieta en unos aprendices en las artes amatorias.

Y sigo amando a quien amé, recordando a quien jamás olvidaré y maldiciendo en todas mis lágrimas a quien pisoteó mis ilusiones convirtiéndolas en destrozados fragmentos del corazón que un día se rindió a sus falsas promesas, a sus  impostadas palabras de amor  y a sus embusteras caricias.

Pero de todo lo sufrido, lo experimentado, lo perdido y lo sangrado, aquello que realmente me llevó a creer en el amor por encima de todas las cosas, fueron esos sueños compartidos a los que se bautizó como amores imposibles.

Para identificar un amor imposible, creí que tan solo debía fijarme en aquello que lo alimenta en mi literatura, que no es otra cosa que los versos más hermosos, las metáforas más acertadas y los párrafos más deliciosos, y aquello que lo define en la realidad cotidiana, las promesas por cumplir y lo proyectos en común que jamás se llevan a cabo. Pero por desgracia, todo esto que alimenta los amores imposibles sirve también como el combustible que aviva las llamas de los amores que creemos poder alcanzar. Y quizás lo imposible no es el amor, quizás lo imposible es hacer que tus oraciones sean escuchadas, sobre todo cuando sabes que Ella te ama y cuando tu sabes perfectamente cuanto la amas a Ella. Lo único imposible entonces, es conseguir que los astros terminen de alinearse y que los hados sean propicios a las historias que nacieron condenadas a la más increíble de las pasiones, al más abrasador de los fuegos y a la mas amarga de las hieles. 

En cualquier caso el amor lleva implícitos en su ADN la molécula de la esperanza y el gen de la perseverancia. Hay personas a las que se nos condenó a amar cada segundo de nuestras vidas, y a quienes en un momento de debilidad y de clemencia, los dioses permitieron que no llegásemos a enloquecer por completo. Quizás eso más que clemencia es tan solo crueldad, pues ha habido momentos en los que al no poder despertar a su lado, o al despertar junto a quien no debía hacerlo nunca, he preferido estar muerto o decididamente loco.

Por eso y solo por eso, porque vivo y aún se me puede considerar un hambre cuerdo, creo que todos los amores son imPOSIBLES.

Y de nuevo y pese a todo,  brindo por ellos, por todos ellos.



viernes, 13 de diciembre de 2024

Todo arde


 Y es un fuego capaz de incinerar cada día sin Ella, y de congelar todos los besos que un día se fueron y no han de volver.

El tiempo pasa, pero nunca amanecerá para mi si Ella no duerme a mi lado, si su sonrisa no ilumina mi mañana y si con los ojos no cuestiona cada una de mis palabras de amor, clavando fijamente sus pupilas en mis poemas y negando la evidencia. Y es que llevo siglos tratando de explicar que cada vida que me regalan los hados es para amarla a Ella, para morir por Ella y para escribirle las palabras más hermosas.

Es un hada, es una sombra en la roca desnuda, una voz en el viento, un horizonte feliz, una pradera de suspiros y un ramillete de caricias.

Ella es todos y cada uno de mis sueños, todos y cada uno de mis deseos, todas y cada una de mis derrotas y también la mayor de mis victorias.

Ella me enseñó lo que significa hacer el amor, y no aspiro a aprender una lección más sublime , deliciosa e intensa a lo largo de mis vidas. 

Arde la tierra, arde la luna en el cielo y arde este amor que bebe de su humedad, respira su esencia y baila el ritmo de sus caderas.

Y con cada llamarada me siento más humano. Y más desprovisto de todo.