Y es un fuego capaz de incinerar cada día sin Ella, y de congelar todos los besos que un día se fueron y no han de volver.
El tiempo pasa, pero nunca amanecerá para mi si Ella no duerme a mi lado, si su sonrisa no ilumina mi mañana y si con los ojos no cuestiona cada una de mis palabras de amor, clavando fijamente sus pupilas en mis poemas y negando la evidencia. Y es que llevo siglos tratando de explicar que cada vida que me regalan los hados es para amarla a Ella, para morir por Ella y para escribirle las palabras más hermosas.
Es un hada, es una sombra en la roca desnuda, una voz en el viento, un horizonte feliz, una pradera de suspiros y un ramillete de caricias.
Ella es todos y cada uno de mis sueños, todos y cada uno de mis deseos, todas y cada una de mis derrotas y también la mayor de mis victorias.
Ella me enseñó lo que significa hacer el amor, y no aspiro a aprender una lección más sublime , deliciosa e intensa a lo largo de mis vidas.
Arde la tierra, arde la luna en el cielo y arde este amor que bebe de su humedad, respira su esencia y baila el ritmo de sus caderas.
Y con cada llamarada me siento más humano. Y más desprovisto de todo.
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