viernes, 30 de agosto de 2024

Satisfecho


 Puede que una de las mejores sensaciones que experimenta el ser humano, es la de la satisfacción personal.

Quizás ese sentir que aquello que has intentado aportar a tu entorno ha llegado, ha servido y ha sido valorado, te reconforta hasta tal punto que llegas a pensar que en efecto, eres suficiente.

Y eso es lo que me hacen sentir lo alumnos de los dos cursos que imparto, el de dramaturgia en Simancas y el de escritura creativa en Valladolid.

Leer los comentarios y los mensajes que algunos de los asistentes escriben en grupos de wasap y en RRSS me aportan tal energía, tal satisfacción y tal deseo de seguir avanzando, que me reafirmo en mi empeño de mejorar en cada sesión y de tratar de compartir con ellos aquello que es el verdadero motor de mis vidas, la necesidad de escribir, y la inmejorable sensación de enfrentarme a la lectura adecuada para cada momento.

Trabajo con ellos la escritura desde el alma, desde la emoción y desde los sentimientos. Lo explico que escribir desde la más absoluta sinceridad y desde la cruda verdad permite que los textos, los versos y los libretos teatrales se empapen de realidad, de vida y de ilusiones.

Da igual la temática, el género y el estilo. Da igual el campo literario en el que decidan dar salida a los que les inunda el pecho. Dan igual las incorrecciones , los errores orto tipográficos y las extensiones de los trabajos. El caso es que ya van unas cuantas veces en las que algunos alumnos han roto a llorar al leer sus ejercicios y he visto como sus compañeros aplaudían el momento y se levantaban a transmitir apoyo y camaradería con abrazos. Y eso me hace muy feliz.

Y me hace feliz porque ya no son meros alumnos o integrantes de una actividad, son amigos, son miembros de mi tribu, son compañeros de trinchera literaria.

Rezo para que consiga mantenerme en el camino y recorrerlo con acierto, creando vínculos entre las personas que se sientan a escribir conmigo, colaborando en el necesario trabajo neuronal que evita o retrasa el deterioro del cerebro, y ayudándolas a hacer de sus vidas algo más llevadero. Porque como no me cansaré nunca de afirmar, la literatura salva vidas.

Y ya está. Solo quería contaros que me siento bien, para compensar todas esas entradas en las que os cuento lo mucho que me duele el alma.

domingo, 25 de agosto de 2024

¿En el nombre de qué Dios?


 En esta foto de Luisa Valares, tomada durante la conmemoración del requerimiento en el año 939 de las siete doncellas simanquinas que el rey Ramiro I entregó como parte del pago por la paz al califa musulmán Abderramán II, poso junto a las siete jóvenes que este año han adoptado el papel de aquellas valientes mujeres de la villa de nombre Bureba, hoy Simancas, que decidieron auto mutilarse para no formar parte del harén del califa, cosa que funcionó pues Abderramán contestó al Rey cristiano al devolver a las mozas, "Si mancas me las dais, mancas no las quiero".

Aquellas siete jóvenes tienen mucho que enseñarnos de valor, de compromiso, de decisión y de lo que ahora se conoce como empoderamiento, y su gesta además de librarles de ser utilizadas como juguetes sexuales, sigue despertando conciencias a fecha de hoy.

Cuando cursé mis estudios de maestro de música, opté por añadir otra especialidad a mi currículo, y como siempre he sido más de mus que de correr detrás de un balón, y ya hablo un par de idiomas a mayores del mio nativo, me especialicé en religión.

Estudié lo que se conoce como "religiones del libro", es decir, Islam, Judaísmo y cristianismo, pues las tres tienen en común el Antiguo testamento, además de religiones animistas, religiones oriéntales y filosóficas y cuantos cismas y corrientes sucedieron al cristianismo  desde que vino al mundo quien para mi fue el hijo de Dios. 

En ningún momento recuerdo que ninguno de los amanuenses que recogieron las enseñanzas de los distintos profetas y enviados de Alá, Yahvé o Jesucristo, indicaran o proclamaran que la mujer era un objeto, una moneda de cambio o un articulo para el consumo.

Aquellas siete doncellas consiguieron más al perder sus manos que decenas de miles de guerreros cristianos y musulmanes al perder sus vidas y, sinceramente, a mi entender aquellas que hoy en día se erigen en adalides del feminismo y que reivindican la dignidad de la mujer, deberían hacer oír sus voces y pelear con más fuerza que nunca, al conocer la nueva ley promulgada en Afganistán, en la que queda terminantemente prohibido que se escuche públicamente, ya sea en vivo y en directo o a través de medios de comunicación y distintos canales, la voz de las mujeres. Pero claro...esto ya son palabras mayores.

¿En nombre de qué Dios se legisla de tan absurda manera?

Tampoco me explico en el nombre de qué Dios los cristianos exterminaron a multitud de indígenas de distintas culturas para imponerles la salvación de sus almas, combatieron en las cruzadas o ajusticiaron en los autos de fe a quienes profesaban otras religiones. 

No me cuadra que en oriente próximo judíos y musulmanes se masacren a diario y nunca comprendí porqué  extraer el corazón de los cautivos aplacaría la ira de los dioses mayas y aztecas.

La diosa hindú  Kali al parecer agradece cuanta sangre se derrame en su nombre, y a lo largo y ancho del planeta descubrimos que la ambición y la intransigencia humana se disfrazan de religión y se visten de fe para cometer las mayores  atrocidades.

 Y en la inmensa mayoría de las civilizaciones que han existido y existen en el planeta, la mujer siempre ha debido agachar la cabeza, obedecer y procurar no llevar la contraria a los hombres, hombres que nacieron de un vientre materno, que amaron y engendraron mujeres y que en la mayoría de las ocasiones  recibieron amor y cuidados de quienes consideraban meros elementos decorativos.

Digamos que aunque utilice el masculino para escribir en plural, me considero feminista, porque a diferencia de muchos,  no veo en la mujer a ese ser humano imperfecto que Dios creó cuando se puso a cincelar barro y a insuflar almas. Porque adoro a mi madre y amo a cuantas mujeres me rodean, ya sean familiares o amigas (que son la familia que uno elige). Porque desde los 15 años he soñado con la mujer junto a la que ser feliz y crear el más acertado proyecto vital, y aunque no haya dejado de fracasar en ello, no creo que más allá de las que marcan las secuencias de ADN  haya diferencia alguna entre los géneros humanos.

Y ya está. 

Esta bonita foto, de mi AMIGA Luisa, no solo recoge un momento en el evento tradicional de un pueblo donde me siento como en casa cada vez que voy, sino que de alguna manera, es mi forma de reconocer que en cuanto a valor, tampoco hay diferencia alguna entre hombres y mujeres.

jueves, 22 de agosto de 2024

Otoño. Esa película que nunca dirigiré ni protagonizaré.


 La proyección arranca con la tenue reproducción de un aria de Bach que se mantiene como banda sonora durante todo el metraje.

La cámara realiza un primer plano de un hombre de mediana edad. Sobre sus largos cabellos rubios luce ladeado y con donaire un sombrero negro de fieltro, que al ocultar parte de su oído izquierdo, solo permite apreciar en él un aro de plata pendiente del lóbulo, que evidencia la nostalgia de un tiempo que se fue y no ha de volver jamás.

Al abrirse el plano descubrimos que el protagonista de la cinta se encuentra sentado en el banco de un parque o de unos amplios jardines.

Por la luz, lo gris del día y la cantidad de hojas caídas sobre el suelo y parte del banco, parece ser otoño.

El hombre lee, no, sujeta una libreta abierta en su mano izquierda. De pronto comienza  a escribir en ella con una estilográfica negra que blande en la mano derecha.

Hay un cambio de plano, y la nueva óptica nos muestra el parque en su esplendor. Robles, hayas, sauces y distintos árboles indican la cercanía de un estanque, un lago o de una considerable corriente de agua.

Un grupo de niños persiguiendo un balón entra en escena con su algarabía infantil, descuidada y molesta. Son niños y ejercen como tales sin pudor ni censura alguna. El hombre deja de escribir visiblemente molesto, y saca una pitillera del bolsillo interior de su americana. Con un plateado, viejo y fiable mechero de gasolina enciende un cigarrillo rubio con filtro, y al aspirar la primera e intensa calada, una sonrisa asoma en su rostro.

Los niños se alejan desapareciendo de plano y vuelve la tranquilidad a la escena.

El solitario fumador retoma la escritura y el objetivo hace zoom hasta la página en la que garabatea, donde se lee, "50 años son algo más que media vida. Es la medida de tiempo perfecta para matar la ilusión de encontrarla, de ser feliz junto a Ella y de morir entre sus brazos."

Un gato negro salta sobre el respaldo del banco y se contonea juguetón ronroneando y moviendo la cola muy despacio.

El hombre se detiene en la escritura, observa con cariño al animal, apura el cigarrillo y tras posar la libreta sobre sus rodillas, extrae un pequeño revolver de un bolsillo lateral del pantalón, lo apoya en su sien y se descerraja un disparo.

Funde en negro.

La música de Bach hasta entonces casi imperceptible como banda sonora del cortometraje, sube de volumen, acariciando el alma de los sobrecogidos espectadores.

La palabra Fin en grandes letras blancas indica que todo ha terminado.

viernes, 16 de agosto de 2024

Quizás tarde en llegar, pero la esperaré siempre


 Mi gran amiga y mejor editora, Eva Melgar, me dijo no hace mucho que la felicidad se compone de pequeños momentos, y creo que esta afirmación ya la he escrito aquí en más de una ocasión, porque realmente es una gran verdad y cuando comprendes que ser feliz es algo pasajero, al igual que ser desgraciado, aprendes a disfrutar con intensidad de los momentos hermosos de la vida y a llorar con esperanza los difíciles, pues sabes que todo termina pasando. Y todo terminará llegando.

Esta canción de Blow es realmente curiosa, porque habla de esa felicidad fugitiva a la que nos empeñamos en dar alcance sin entender que cuanto más queramos atraparla, más se escapará y que si la dejamos a sus aire, será ella quien venga a buscarnos, aunque el mudo se acabe, aunque se extinga la raza humana. 

Pero el ser humano es caprichoso, y mira tú por donde, todos nos encaprichamos con eso de ser felices.

Hace poco, hablando con una amiga a quien Pablo Acebal, cantante de Blow, dedicó esta canción en la intimidad de una comida entre amigos, la escuché decir algo muy bonito, y es que a ella, mujer pizpireta y alegre donde las haya,  lo que le hace realmente feliz es ver felices a los suyos. Y eso es algo que también comparto, pues no solo sufro por ver sufrir a la gente que quiero, sino que realmente me siento feliz cuando veo a alguno de los miembros de mi tribu de familiares y amigos sonreír de oreja a oreja y suspirar evidenciando que está disfrutando de ese regalo que es vivir. Hay que ver. Cuanto me gustan las sonrisas y cómo me ha costado recuperar la mia.

Agarrémonos a esos momentos mágicos en los que una conversación, un abrazo, un beso, una caricia, una copa de buen vino con la persona adecuada o ese manjar que alguien se ha molestado en preparar para verte disfrutar al saborearlo, nos hacen sentir felices. Se acabarán los besos, los abrazos, la botella de vino o el plato de esa delicatesen, pero no por ello se marchará la felicidad. Tan solo nos pedirá un respiro para volver de nuevo con más fuerza.

Quiero mucho a la gente que quiero, y aunque solo sea por egoísmo, pues seré feliz al verlos felices, rezo para que desborden felicidad, alegría e ilusión.

Y  no deseo ningún mal a nadie, pues también sé que incluso aquellos que me han causado el mayor dolor conscientemente, tendrán que sufrir el castigo con el que la vida decida sentenciarlos, y yo no soy quien para ejercer de verdugo. Además el rencor envenena, y perdono por salud mental, no por bondad, porque el no perdonar y el guardar rencor al único que perjudica y envenena, será a mi.

Hacedme un favor, queridos lectores: sed muy felices.



miércoles, 7 de agosto de 2024

Con la misma piedra


Acostumbro a tropezar siempre con la misma piedra, y la verdad es que ya debería haber aprendido a ver venir el golpe, porque llevo tropezando con ella desde los quince años.

Quizás esta alta intensidad que define mi existencia es la culpable de que caiga y me levante una vez tras otra para volver a caer, y volver a levantarme, porque otra cosa no, pero peleón soy un rato, casi tanto como patoso, y quienes siguen este blog están hartos de leer en la mayoría de mis textos (formen parte de mi cuaderno de bitácora o de mi selección de relatos de todo tipo) , que rendirse nunca es una opción.

Encontré un refugio y una luz al final del túnel en la literatura. Todo comenzó leyendo, como siempre, porque he leído y leo mucho, y son muchos los libros en los que me he sentido comprendido y orientado, pues en ellos, sus protagonistas también estaban perdidos, confusos y doloridos, y los distintos autores que los dieron vida supieron escribir además la salida para sus problemas, la luz que los guiara en sus sombras y el color que maquillara los grises del paisaje de sus vidas.

No sé como hacerlo mejor, no encuentro la manera de dejar de ser un error con patas, y eso me llevó a comenzar a escribir, a idear un universo en el que mis alter egos encontraran la vía de escape, la certeza en sus decisiones y la verdad en unos labios de mujer. Pero vivir una vida real más allá del negro sobre blanco es otra cosa.

Y es que esa enorme piedra contra la que acostumbro a estrellarme a pecho descubierto, sin casco y sin protección de ningún tipo, es el amor.

Para mi desgracia soy tan pasional como sentimental, romántico y enamoradizo. 

Suelo decir que soy el tipo más enamoradizo del universo conocido y del que queda por conocer, pero con la edad he aprendido que muchas de las cicatrices de mi corazón, no nacieron de lo que yo creía amor, sino del no saber ni querer estar solo, y de besar hasta por necesidad los primeros labios que me dijeron "ojitos azules tienes" o que impostaron un "te quiero" (que es la expresión más maravillosa cuando realmente nace del corazón, o más demoniaca cuando nace del interés).

No sé si llegaré a optimizar las experiencias, a construir un futuro con bases sólidas, a escapar del laberinto de túneles angostos y oscuros donde acostumbro a adentrarme. No sé si llegaré a sanar mis emociones, pero cuesta mucho avanzar y dejar de asentir con la cabeza conteniendo las lágrimas cuando una mujer me vuelve a  decir que se ha dado cuenta de que nuestra historia fue un error, o  sencillamente busca un sustituto adecuado con el que conseguir lo que necesita y yo no supe o no pude darle.

Siempre he creído firmemente que en todas las relaciones humanas, sean del tipo que sean, hay tres cosas que no pueden fallar, a saber: el respeto, la confianza y la buena comunicación.

Poco a poco y a base de muchos golpes he aprendido a dar y a exigir estas tres cosas, y es curioso, porque hay quien las comparte sin problema alguno y quien se resiste a aportar alguna de ellas, pero yo me empeño en pensar que podré hacer que la historia funcione sustituyéndolas por otras que me llenan, aunque tienen fecha de caducidad y terminan haciendo daño, generalmente atracción, deseo, pasión, comodidad o falsa seguridad. 

Me esfuerzo en aprender, quiero aprender. Me esfuerzo en querer bien, y necesito que me quieran bien, no que me quieran mucho.

Puede que todo termine llegando, incluso lo bueno.

Puede.

 

viernes, 26 de julio de 2024

Piacere tra noi

 


Relato no apto para menores de 18 años. El que avisa no es traidor.


El primer día de clase, Iván no pudo evitar fijarse en aquella menudita asturiana de ideales proporciones, preciosos ojos verdes, sonrisa pizpireta y excelente actitud para afrontar el curso intensivo de italiano que el ayuntamiento de aquel turístico municipio asturiano ofrecía a los vecinos que quisieran hacerse entender con los miles de naturales del país transalpino que cada año visitaban su tierra, y se dejaban mucho dinero durante la estancia en ella.

Había algo especial en aquella aplicada y solícita alumna y el voluntarioso profesor que había renunciado a la seguridad y estabilidad de una plaza de profesor asociado en la universidad de Oviedo, para poder instalarse en aquella impresionantemente bella población costera durante los meses que la corporación municipal tuviera a bien invertir en formación para sus vecinos, era incapaz de desviar su mirada de la de la terriblemente magnética Diana.

Una tarde, al término de la sesión en el aula  del local municipal que el Ayuntamiento había puesto a su disposición, el ujier que acudía a abrir y cerrar las puertas los encontró enfrascados en la traducción de un ejercicio sobre la fantasía y la magia. El resto de alumnos ya se había ido marchando y Diana le pidió que por favor, se lo corrigiera, pues regentaba una librería en el pueblo y había pensado dedicar una sección de literatura fantástica para las lecturas veraniegas y había hecho un pedido de libros en italiano que tenía que rentabilizar.

Debían abandonar el local, eran ordenes municipales y el profesor del curso de italiano no quiso desafiar la normativa por lo que aceptó la invitación de terminar la corrección en el hogar de Diana, quien habitaba una pequeña casa en los acantilados vecinos con las mejores vistas de la zona.

Apenas habían traducido y corregido media docena de líneas, cuando Iván no pudo contenerse al increíble magnetismo de Diana y se atrevió a besarla con timidez pero con arrojo.

Diana devolvió sus besos con más arrojo si cabe, tomándolo del cabello y atrayendo la boca del hipnotizado profesor hacia el amplio escote del veraniego vestido que cubría su cuerpo. Cuando comprobó que Iván comenzaba a saborear su piel, liberó la tela del cordón que la sujetaba y permitió que cayera al suelo dejando al descubierto sus pechos desnudos y una minúscula prenda de lencería de la que tardó apenas unos segundos en despojarse también.

Iván creía morir de excitación y al deslizarse por el cuerpo desnudo de su alumna buscando la fuente en la que beber el agua que había de apagar su sed, apenas logró controlar los latidos de su corazón que parecía que iba a estallar, como su miembro, listo para presentar batalla y para satisfacer a la más exigente amante. 

La risueña asturiana le pidió que entrara en ella despacio, que quería prolongar aquel estasis cuanto tiempo permitiera su deseo, y él, solícito y obediente abandonó aquel sabroso néctar para abrirse hueco con delicadeza en su interior.

Entonces, al abrazarse a su cuerpo desnudo gimiendo de placer,  descubrió que aquella risueña asturiana de piel blanca como la arena de las costas bañadas por  el Cantábrico y ojos verdes como los prados de su tierra, no era una mujer normal.

De pronto, la habitación desapareció literalmente y en su lugar los amantes se encontraron retozando,  gimiendo y regalándose cuanto placer podían darse en el interior de una cueva del acantilado que presidía las alturas de la zona. Era una cueva muy especial con un pequeño lago formado entre estalactitas y estalagmitas por las corrientes subterráneas e iluminado por las verdes líquenes fluorescentes que adheridos a la roca, dotaban al lugar de una fantástica belleza.

—¿Qué ha sucedido?—preguntó el profesor de italiano al cerciorarse de que no estaba soñando—Diana, ¿Qué está pasando? ¿Quién eres?

Diana se apartó de Iván desplegó sus pequeñas alas y comenzó a revolotear sobre él, sonriendo desnuda y terriblemente hermosa.

—Soy un hada de los acantilados, Iván, y te he elegido a ti, para recargarme de humanidad y poder así seguir habitando entre vosotros sin llamar la atención. Tú intuiste mi verdadera naturaleza. Me di cuenta de ello el primer día de clase —dijo Diana descendiendo y arrodillándose frente a él— Tu sabes bien que lo esencial es invisible a los ojos, y por eso pudiste verme con el corazón. Y ahora —dijo comenzando a besar y a deleitarse con la  tremenda erección del asombrado y excitado profesor—te voy a enseñar de donde viene eso de los polvos de hadas. Luego —concluyó  con seriedad—volveremos a tu realidad en la playa junto a los locales municipales, terminaremos la botella de sidra que comenzamos al fin de la clase y no recordarás nada.

Iván cerró los ojos al borde del desmayo más por el inmenso placer que los labios y la lengua de Diana le estaban regalando que por lo asombroso de la situación, y se dejó hacer.

Año tras año Iván regresa a Asturias donde sus alumnos y en especial la librera del municipio, lo esperan con ganas de aprender, de disfrutar y de saber. 

sábado, 20 de julio de 2024

Maldita llama eterna


 Yo no la buscaba y no creo que ella me buscase, simplemente llegó hasta mi, nació, cobró sentido y se instaló en mi novela como si llevará allí desde el principio.

Y esto no es una novedad, no es la primera vez que me sucede, pero no por habitual deja de sorprenderme.

Parece como si algunos personajes de mis historias cobrasen vida de repente, y se acercaran susurrándome al oído que ya están aquí, que ya han llegado, que debo escribir sobre ellos y que no me preocupe, porque me inspirarán las palabras adecuadas, las circunstancias oportunas, los sucesos necesarios y yo solo deberé seguir su dictado obediente y sumiso.

Hace apenas dos días, durante la última de las sesiones del taller de dramaturgia que imparto en Simancas, uno de estos personajes se presentó de repente y sin previo aviso. Si bien es cierto que al avanzar en la trama de Inocentes me estaba dando cuenta de que necesitaba algo o a alguien que dotara de frescura y de emoción a la historia del decurión Lucio Galvano, aún no tenía claro qué o quien debía comenzar a ocupar su lugar en las páginas en blanco. Y entonces de pronto llegó ella, Diana, la viuda de otro de aquellos soldados que conquistaron Judea para mayor gloria de Roma, ampliando el imperio y llevando a una nueva tierra lo que ellos consideraban la civilización, la razón y el orden. 

Diana es una pizpireta y atractiva troyana que siguió hasta Judea a su marido y al caer este, decidió permanecer en la nueva provincia del imperio y labrarse allí el futuro que cree merecer.

Ha entrado con fuerza, con mucha energía y con pasión, cualidades estas que la definen y que están ayudando a mi protagonista a confundirse y a replantearse si aquello que teme y de lo que había decidido alejarse no le iba a permitir poner distancia bajo ningún concepto.

Lucio jamás había dedicado atención, tiempo, esfuerzo ni ganas a las mujeres, pues en su condición de guerrero, nacido e instruido para una vida de milicia, creyó no necesitar lastre alguno, ni cargar con más peso que el de su coraza, su escudo y su gladio. Pero su barco naufragó y al conseguir llegar a tierra, los dioses además de una nueva vida, le regalaron su primer amor al descubrir luz y futuro en la sonrisa de la hebrea Jiyuj. Su corazón le enseñó que hay vida en el terreno fértil que habitan los sueños, y supo que si había logrado salvarse de una muerte segura en el mar, fue para morir o matar por la mujer más hermosa y valiente que había conocido nunca. Pero los dioses son caprichosos y cuando estaba dispuesto a renunciar a su vida, sus aspiraciones, sus proyectos y sus sueños, por el sentimiento que le inundaba el pecho, el destino le cruzó con Diana, y algo se rompió en el dique que contenía la pasión almacenada durante años liberando torrentes de deseo que confundieron sus emociones y lo llevaron a replantearse todo, a maldecir su suerte y a ocupar la primera fila en cada carga contra el enemigo buscando en la espada de un zelota el más sencillo remedio  sus males.

 Los dioses no se lo van a poner fácil y Diana ha venido a contarme qué es lo que ha visto en este aguerrido y profundo romano que sirvió con su difunto esposo, porqué lo ha elegido a él de entre tantos hombres que beben los vientos por ella y cómo conseguirá hacerle entender que un mismo corazón puede alojar a distintas personas,.

Esa llama eterna que cuando prende no se apaga jamás, ha comenzado a arder dentro del pecho de Lucio, y Jiyuj y Diana avivan el fuego con su sola presencia, calcinándolo todo.

Hace mucho calor en mi novela. 

Intentaré escribir a la sombra y refrescarme en los labios de Diana hidratándome con su humedad, sumergirme en los recuerdos de lo vivido y compartido con la irremplazable Jiyuj, y no desesperarme al permitir que Lucio Galvano trate de comprender lo incomprensible.

lunes, 8 de julio de 2024

Mecedora emocional


 Lo acuesto con delicadeza en la inestable mecedora emocional que es mi alma, lo arrullo, le pongo esta nana al volumen adecuado, lo mezo y velo su sueño, porque está agotado y aún no ha terminado de recuperarse de sus heridas.

El pobre no termina de comprender que no es necesario que participe de todo lo que acontece en mi vida, pero no puede evitarlo, y se lanza de cabeza a cuanto sucede, a cuanto acometo, a cuanto intento y a cuanto entrego y me entregan. Y así le va.


La culpa ha sido mía y únicamente mía. No he sabido cuidarlo, no he sabido protegerlo, no he sabido escuchar  sus avisos, sus ruegos, sus quejas y sus aullidos de dolor. No he estado a la altura, porque me he dejado llevar siempre por lo hermoso de sentir como crecía y latía frenético al encontrar a la que creía la persona adecuada, sin detenerme a sopesar los peligros y a estudiar las opciones en cada paso que daba, pensando que iba a conseguir que lo cuidaran como merece, ignorando que la persona adecuada para cuidar de él soy solamente yo. Nadie más.

Mi problema es que siempre he preferido escuchar a otros que escucharme a mi, que siempre he intentado solucionar los problemas ajenos en lugar de solucionar los míos o evitarlos, que siempre he querido a otros mucho más de lo que me quería a mi e incluso que me sigue costando escucharme, perdonarme, aceptarme y quererme, y claro, mi pobre corazón no termina de encontrar oxígeno, reposo y paz. Y sufre.

No puedo cargarlo con los sufrimientos y las cuitas de todos aquellos a los que quiero, no puedo cargarlo con más nostalgia, más desamor ni más traiciones. No debo retorcerlo hasta la extenuación, porque ya es insoportable y creo que se le han hinchado las aurículas y me va a terminar mandando a Parla.

La faena es que no sé hacerlo mejor, no sé dejar de querer cuando he querido y no sé ni quiero dejar de querer así a la gente que quiero.

Quiera con moderación. Es su responsabilidad.

Tsssssss...parece que ha debido quedarse dormidito. Lo sé porque ahora mismo no me duele. 

Espero que descanse y duerma un buen rato. Tiene un espantoso despertar y hasta el segundo café está intratable.


miércoles, 3 de julio de 2024

Despedirme

Con Temporada de caza me despido del inspector del Grupo de homicidios de la Policía Nacional, Iván Pinacho.

Pinacho me ha acompañado a lo largo de los tres volúmenes que conforman la trilogía Crímenes de temporada. Sus aventuras comenzaron con Temporada de setas en un pequeño pueblo de Soria muy especial, al que acudió para recoger boletus junto a sus amigos sorianos, y terminó encontrando muerte y violencia, pero también el amor en unos preciosos ojos verdes  (el inspector Pinacho es un personaje de naturaleza enamoradiza, aunque le pese en el alma y le pase factura continuamente).

Tras las setas llegaron los sustos y lo que comenzó como un crimen en el Archivo de Simancas, terminó dando forma a Temporada de sustos, novela en la que se ve envuelto en un conflicto internacional en el que independentistas catalanes, extremistas españoles y soldados de las fuerzas especiales rusas llevaron la investigación por diferentes lugares de las provincias de León y Valladolid. 

Con la ayuda de su inseparable compañera, la subinspectora Clara Nogueira, y de una secreta organización que vela por los intereses de España desde la sombra y rozando la ilegalidad, consiguió salir airoso y resolver el caso, aun a consta de esta cerca de traicionar sus propios principios. Y una vez más el amor marcó su sendero, su vida y sus actos.



Tras un pequeño periodo de normalidad en el que su trabajo se centró en su Valladolid natal, sin grandes emociones más allá de las que llevan asociadas su placa y su pistola  y su intensa personalidad PAS, Pinacho sufrió un nuevo desamor, pero gracias a lo rocambolesco del caso de narcotráfico internacional que lo lleva a la Costa del sol, vuelve a enamorarse, a aprender sobre la vida, las mujeres y la amistad, y a demostrar y demostrarse que rendirse nunca es una opción.
Esta vez serán los clanes internacionales de la droga los que pretenderán hacer de España su cortijo particular y, de nuevo tendrá que realizar un complejo funambulismo por esa delgada linea roja que separa la moral en la entrega absoluta en el servicio público de la  ilegalidad, al  unirse otra vez  a El faro del norte, organización de largos tentáculos que no está dispuesta a entregar al patria a intereses ajenos.
Este jueves a las ocho de la tarde, presentaré a mi estilo la novela que cierra el círculo y en la que concedo a Pinacho el necesario descanso tras mi incursión en el género negro.
Quienes me conocen bien, saben que he construido a mi protagonista sobre mi personalidad, mis valores, mi diagnosticada alta sensibilidad, mi peligrosa tendencia a enamorarme de quien me seduce con las poderosas armas que esgrimen las mujeres de ojos vivos, hermosa sonrisa o deliciosas caderas, y sobre mi necesidad de que todo termine llegando, incluso lo bueno.
Estaré arropado por mucho cariño, tanto en la mesa de presentación como en el escenario (algunos de los artistas que conforman la BSO de esta trilogía subirán a cantar la música que escucha Pinacho) y entre el público, ya que espero un buen número de miembros de mi tribu de familiares, amigos y mujeres que inspiraron e inspiran mis textos.
Cambio de tercio. Me he dejado llevar por la certeza de que esta vida que comencé hace poco más de diez años, no es más que la continuación de otras muchas que se me regalaron en el pasado, y en las que siempre estuve enamorado de Ella y a su lado reí, lloré sufrí, disfruté, viví y amé. Y por ello he terminado Incluso lo bueno, ambientada en la guerra secesión americana, y estoy avanzando mucho en Inocentes, novela en la que la trama se desarrolla durante la ocupación romana de Judea.
En cualquier caso sé que jamás dejaré de escribir, lo haga mejor o peor, y que jamás dejaré de amar, lo haga mejor o peor. 
El evento de presentación editorial de Temporada de caza, que comenzará con puntualidad prusiana a las 20 horas de este día 4 de julio en los jardines románticos de la Casa /Museo de José Zorrilla, es abierto al público y de entrada libra hasta completar aforo.
Prometo un acto ameno, diferente, original y muy a mis estilo, pase lo que pase y le pese a quien le pese.



Las ilustraciones de esta novela son obras del genial y polifacético Pedro Luis Centeno, ilustrador, compositor, teclista, cantante, productor musical, diseñador gráfico, fotógrafo y sobre todo buen amigo.

Mañana abriremos las puertas de acceso al evento a las 19,45, las de mi corazón, mi ilusión y mi alma las tenéis abiertas siempre.
 

jueves, 27 de junio de 2024

Afortunado


 Este bellezón que posa para la foto junto a mi bigote bicolor, y con uno de sus pequeños colgado de la mochilita que la ayuda a transportarlo, se llama Teté. Bueno, en realidad se llama Teresa, pero todos cuantos la queremos la llamamos Teté de forma cariñosa.

A fecha de hoy Teté ha consolidado la familia que decidió construir junto a Jose Luis, su marido, y ya tiene tres hijos, uno de ellos llamado Juan (lo bueno abunda).

Conozco a Teté desde hace muchos años, pues forma parte de la pandilla de amigas de mi hermana Sandra y mi prima Rocío, y junto a ellas he podido disfrutar muchas veces de su compañía, de su presencia, de su sonrisa y de su inmenso cariño. Pero os preguntaréis porqué coño me ha dado hoy por escribir una entrada homenaje a una amiga, así por las buenas, y sin nada más al parecer que lo de la famosa exaltación de la amistad (pero sin haber bebido, que todos sabemos que lo de la exaltación de la amistad es la fase previa a lo de los cánticos regionales cuando te has tomado siete vinos de más) o el lucimiento de una foto en la que aunque ella sale preciosa como siempre, yo tampoco salgo especialmente desagradable.

Pero no se trata de un tema de nostalgia, de cariño, de ego o de otras banalidades, esto es un texto reivindicativo.

Podría contaros muchas cosas sobre Teté, pues ella, Teresa, es la fisio terapeuta de amplia experiencia y, consolidada buena reputación, a la que debo en gran parte haber vuelto a caminar, a coordinar mis movimientos, a escribir, y a seguir dándoos la chapa desde el blog a unos, y en vivo y en directo a otros.

Tras aquella catastrófica desdicha sufrida hace poco más de diez años y que ahora mismo no viene al caso, Teté se hizo cargo de mi recuperación y trabajó duro conmigo a diario, hasta que me recuperé de la hemiplejia y abandoné primero a silla de ruedas y posteriormente el bastón.

Pero tampoco es de eso de lo que quiero hablaros, aunque ella sabe que se lo agradeceré eternamente.

Seguramente quienes me leéis con asiduidad, estaréis hartos de leerme lo de "todo termina llegando, incluso lo bueno", y Teté es el ejemplo vivo de esa afirmación que he convertido en leitmotiv de mi vida. Y es que es una gran verdad, si haces por merecerlo y alimentas el karma.

Esta adorable mujercita de envidiable sonrisa, insuperables cualidades humanas y excepcionales habilidades como fisioterapeuta, tuvo que vivir días oscuros, noches interminables y muchas horas de lágrimas, miedo y angustia.  Y solo porque permitió que la persona equivocada ocupara un lugar en su corazón y en su vida, matando al poco el amor, la ilusión y los sueños, y convirtiéndola en lo que conocemos como "víctima de la violencia de género". 

Pero en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno, y cuando con la ayuda de familiares y amigos logró escapar de ese infierno, volvió a sonreír y su radiante sonrisa enamoró esta vez a la persona adecuada, y el hombre de gran corazón que tuvo el arrojo y el acierto de pedir su mano, le devolvió la fe en el ser humano y le regaló un proyecto de futuro en común, al que de momento ya han incorporado los tres primeros frutos de su amor.

Teté es una mujer  tan especial y buena como bonita, o más incluso, y para mi es mucho más que una amiga, es el ejemplo vivo de que tan solo hay que confiar en que un día la vida premiará tus actos y te recompensará con esa felicidad que en muchos momentos parece imposible de alcanzar.

Gracias, Tete, por tanto, por todo, pero hoy quiero agradecerte especialmente que me demuestres que en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno, y  que me hayas hecho muy afortunado al regalarme tu amistad.