miércoles, 7 de agosto de 2024

Con la misma piedra


Acostumbro a tropezar siempre con la misma piedra, y la verdad es que ya debería haber aprendido a ver venir el golpe, porque llevo tropezando con ella desde los quince años.

Quizás esta alta intensidad que define mi existencia es la culpable de que caiga y me levante una vez tras otra para volver a caer, y volver a levantarme, porque otra cosa no, pero peleón soy un rato, casi tanto como patoso, y quienes siguen este blog están hartos de leer en la mayoría de mis textos (formen parte de mi cuaderno de bitácora o de mi selección de relatos de todo tipo) , que rendirse nunca es una opción.

Encontré un refugio y una luz al final del túnel en la literatura. Todo comenzó leyendo, como siempre, porque he leído y leo mucho, y son muchos los libros en los que me he sentido comprendido y orientado, pues en ellos, sus protagonistas también estaban perdidos, confusos y doloridos, y los distintos autores que los dieron vida supieron escribir además la salida para sus problemas, la luz que los guiara en sus sombras y el color que maquillara los grises del paisaje de sus vidas.

No sé como hacerlo mejor, no encuentro la manera de dejar de ser un error con patas, y eso me llevó a comenzar a escribir, a idear un universo en el que mis alter egos encontraran la vía de escape, la certeza en sus decisiones y la verdad en unos labios de mujer. Pero vivir una vida real más allá del negro sobre blanco es otra cosa.

Y es que esa enorme piedra contra la que acostumbro a estrellarme a pecho descubierto, sin casco y sin protección de ningún tipo, es el amor.

Para mi desgracia soy tan pasional como sentimental, romántico y enamoradizo. 

Suelo decir que soy el tipo más enamoradizo del universo conocido y del que queda por conocer, pero con la edad he aprendido que muchas de las cicatrices de mi corazón, no nacieron de lo que yo creía amor, sino del no saber ni querer estar solo, y de besar hasta por necesidad los primeros labios que me dijeron "ojitos azules tienes" o que impostaron un "te quiero" (que es la expresión más maravillosa cuando realmente nace del corazón, o más demoniaca cuando nace del interés).

No sé si llegaré a optimizar las experiencias, a construir un futuro con bases sólidas, a escapar del laberinto de túneles angostos y oscuros donde acostumbro a adentrarme. No sé si llegaré a sanar mis emociones, pero cuesta mucho avanzar y dejar de asentir con la cabeza conteniendo las lágrimas cuando una mujer me vuelve a  decir que se ha dado cuenta de que nuestra historia fue un error, o  sencillamente busca un sustituto adecuado con el que conseguir lo que necesita y yo no supe o no pude darle.

Siempre he creído firmemente que en todas las relaciones humanas, sean del tipo que sean, hay tres cosas que no pueden fallar, a saber: el respeto, la confianza y la buena comunicación.

Poco a poco y a base de muchos golpes he aprendido a dar y a exigir estas tres cosas, y es curioso, porque hay quien las comparte sin problema alguno y quien se resiste a aportar alguna de ellas, pero yo me empeño en pensar que podré hacer que la historia funcione sustituyéndolas por otras que me llenan, aunque tienen fecha de caducidad y terminan haciendo daño, generalmente atracción, deseo, pasión, comodidad o falsa seguridad. 

Me esfuerzo en aprender, quiero aprender. Me esfuerzo en querer bien, y necesito que me quieran bien, no que me quieran mucho.

Puede que todo termine llegando, incluso lo bueno.

Puede.

 

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