No despertaste de aquel sueño y no hubo beso capaz de rescatarte y devolverte a este valle de lágrimas, que desborda lágrimas desde que una voz amiga me llamó para decir que al final te habías ido.
"Ya nunca más volverás a sentarte a mirar el color de los días, ni la vida". Desde luego Robe imprime una belleza a sus letras que hasta tiene una preciosa canción para recordarte.
"He llorado tanto. He llorado tan adentro. He llorado tanto tanto que he apagado hasta el infierno". No me digas que no es precioso.
Sé que allí donde estés me seguirás leyendo. Eras una ferviente lectora de este blog, de mis libros y de todo lo que escribía. Por eso cuando los wasaps que te mandaba y que siempre leías y contestabas de inmediato comenzaron a quedarse perdidos por la red, me asaltó la duda y me invadió el miedo más profundo. Y en efecto, cuando me puse en contacto con tu familia me dijeron que habías mordido la manzana y que dormías en una cama de hospital.
Los animales del bosque, los enanitos y los aspirantes a príncipe azul no podíamos entender que hubieras sucumbido a los ardides de la malvada bruja. No supiste decir que no a la manzana envenenada y diste el bocado que te quitó la vida y que llenó de tristeza las de todos los que te queríamos.
Sabes que te quise mucho, sé que me quisiste mucho. Lo nuestro no fue una maravillosa historia de amor. En alguna ocasión probamos a darle forma física a lo que sentíamos el uno por el otro, pero no tardamos en comprender que era algo tan bonito y tan puro, que si nos confundíamos podríamos arruinarlo y decidimos ser simplemente buenos amigos y compartir alegrías y dolores sin ponerle nombre ni regalarnos anillos.
Te echo mucho de menos. Echo mucho de menos tu voz y tu sonrisa, tu belleza de hada diminuta y grácil que revoloteaba junto a mi cuando me obcequé en creer que era un niño perdido y no era más que un hombre que se negaba a crecer. Y tu me ayudaste a hacerlo y con tu último acto me regalaste algo que ya forma parte de mi código: rendirse nunca será una opción.
No supe apreciar cuan desgraciada eras. No supe aportarte la fuerza necesaria tal y como tu habías hecho por mi en mi momento más duro y no supe estar a la altura de tu cariño y tu limpia amistad.
Siento muchísimo haberte fallado y agradezco tu enseñanza. Desde tu partida me prometí que nunca permitiría a un amigo comprar billetes para el tren que cogiste el día que decidiste viajar muy lejos.
Te debo muchas cosas. El oxígeno que me daban tus besos cuando necesitaba respirar en relaciones clasutrofóbicas que me ahogaban. Tu imparable energía esos días en que el cerebro decidía que podías con todo y los ratos de peli/pizza que compartimos cuando el mejor de los planes era quemar el tiempo juntos.
Te debo que me explicaras el porqué de la reacción de la gente ante mi desgracia con una canción de Drexler que desde que me la pusiste pasó de inmediato a formar parte de la BSO de mis vidas. Y es verdad, todo se transforma. Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Pero no supe darte lo que necesitabas. No supe darte ese beso que te rescatará del oscuro sueño y después de varios meses de letargo te fuiste al paraíso.
Imagino que hoy estarás celebrando allí tu día. No puedo verte, no puedo oirte, pero sé que a veces te acercas a darte una vuelta por aquí y a seguir cuidándome. Hoy brindaré por ti y levantaré mi copa al cielo diciendo "Lehaim", a la vida, por la vida.
Vivirás en mi y en todos los que te queremos y te echamos de menos.
Un beso muy grande, Blancanieves.