La madre es el único tesoro que tenemos los pobres y la propiedad más valiosa que tienen los ricos.
Ahora los idiotas de turno que vuelvan a llamarme ñoño, maricón o lo que se les ponga en la punta del calabacín, porque parafraseando al gran Red Butler, "francamente querida, me importa un bledo". Quiero a mi madre, valoro su desinteresada entrega a sus hijos, su increíble paciencia con nosotros, su impresionante capacidad de sacrificio, su valor, su coraje y su capacidad para convertir lo más doloroso en algo compartido y por ende, más llevadero.
Pero no voy a ser tan imbécil de pensar que todo eso es solo algo exclusivo de mi madre. Todas las madres que conozco, (o bueno, la inmensa mayoría de ellas), estarían más que dispuestas a dar su vida por esas bolas peludas que les sacaron por el túnel de lavado, que se alimentaron y respiraron a través de sus cordones umbilicales y que llegaron al mundo después de haberse instalado nueve meses(de media) en el interior de sus vientres; creciendo, dando patadas, sintiendo lo que ellas sentían y reaccionando a lo que ellas sufrían o disfrutaban.
Somos lo que somos gracias a ese indescriptible vínculo, que reforzado por la educación y el inmenso cariño donado a fondo perdido por el otro cincuenta por ciento en esto de fecundar, nos ha permitido crecer, desarrollarnos, acertar, equivocarnos y convertirnos en lo más parecido a animales racionales (aunque personalmente, creo que animales racionales es una categoría mucho más amplia que la que considera la Ciencia). Las madres de todas las especies animales, comparten patrones conductuales en los que sus crías son lo más importante, lo más querido y el sentido de sus vidas.
Así que aún exponiéndome a aquellos que gustan de atacarme gratuitamente por demostrar y compartir públicamente mis sentimientos, hoy me reafirmo por escrito de que no hay mayor felicidad que la que se encuentra en el calor desprendido del abrazo de una madre.
Quiero felicitar a todas las madres que lean estas lineas y agradecerles cuanto han hecho, hacen y harán por sus hijos.
A mis 44 primaveras y pesé a haber cometido en el pasado el más grande de los errores resumido en un "sí, quiero"(que me sirvió tanto como repuesta en el enlace matrimonial, como a la pregunta de mi abogada para confirmar si quería firmar el divorcio) aún no he tenido hijos. Os aseguro que sé como se hacen, lo he visto en películas y en muchos documentales de La2. Puede que el destino, que es tan sabio como puñetero, se resista a que perpetúe mis genes, pero de momento no hay niños rubitos, pequeñitos y con el bigote bicolor que me pidan la paga los fines de semana. Gatete gana más dinero que yo al ejercer de cirujano ocular.
A todas las madres del mundo, GRACIAS.