viernes, 29 de marzo de 2019

Leer es una opción vital

Hoy he escrito un microrrelato para una lectura pública que reunirá a diversos relatistas de Valladolid durante los diferentes eventos para celebrar el Día del libro(por desgracia tendrán que volver a leer por mí, dado que aún me cuesta enfrentarme a un salón lleno de público).
El motor de creatividad o tema, era precisamente "el libro" y, a mi este motor de creatividad tan cercano y tan amplio me ha sugerido cientos de textos.
La extensión del relato no debía superar las doscientas palabras, título incluido. Genial. En las distancias cortas me siento mucho más seguro, como la colonia de hombre del famoso anuncio.
Lo primero que me vino a la cabeza fue un relato sobre una princesa que se escapa de un cuento y en el mundo real es asesinada por uno de esos desgraciados que abundan en la sociedad actual y que tras convencerla de que era el príncipe que siempre soñó, abusa de ella y termina con su vida. Pero lo he descartado porque tan solo hay que poner el telediario cualquier día del año, para ver que la realidad siempre supera a la ficción y a diario mueren demasiadas princesas.
He barajado diversas historias, algunas de humor muy irónicas y cínicas, otras eróticas, también muy irónicas y cínicas y al final me he decantado por este que a continuación os ofrezco.
No está basado en hechos reales, que nadie se asuste. No quiero preocupar a familiares y amigos, no siempre escribo sobre mis circunstancias personales. Si bien es cierto que me gustaría llegar a saber escribirme la vida perfecta, pero también quiero vivirla, sino no tendría ninguna gracia no me vale con dibujarla en negro sobre blanco. 
Espero que os guste. Sé que parece muy triste, pero leedlo un par de veces y tratad de poneros en el lugar del protagonista. No he tenido la oportunidad de describirlo por lo reducido de la extensión del texto, pero si lo hubiese podido hacer, habría descrito a un tipo de más de metro noventa, famélico y con el negro cabello cortado a cepillo. Vamos...que no soy yo.



La hura
Sintió que se acercaban. No los escuchó acercarse, simplemente sintió su cercanía. En breves segundos volverían los rostros de impostada amabilidad y ternura, las falsas y excesivas muestras de cariño, las interminables preguntas, las inyecciones con calmantes, los antidepresivos y los ansiolíticos para adormecer con química todo lo que se había despertado dentro de su pecho. Y de su cerebro.

 Él no hacía daño a nadie, tan solo quería que lo dejasen en paz, que no lo torturasen con el mundo más allá de su habitación. Ya salía a alimentarse y al cuarto de baño a hacer sus necesidades y a ducharse. Sabían que estaba vivo y era cordial con sus padres y con sus hermanos. Pero no había manera de que lo dejasen en paz.

Era feliz con sus libros. En los libros había encontrado los mejores amigos. Y el amor. Viajaba entre las páginas de sus volúmenes de un lugar a otro del planeta y vivía miles de aventuras emocionantes.  No necesitaba nada ni a nadie más. Odiaba la realidad de una vida en la que la lluvia mojaba, el fuego ardía y las emociones dolían. Al leer mucho ,aprendería a escribirse una vida perfecta.




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