-Hace tiempo que quería habértela entregado-dijo una voz conocida a mi espalda. Al girarme me encontré con Vanessa,ataviada con delantal y gorro de cocina
-¿Trabajas aquí?-pregunté en un alarde de estupidez al ser algo más que obvio. Valiente agente de la ley estaba hecho.
-Desde el día en que te vi a través del ventanal y entré a hablar con el dueño.-contestó ella esbozando una de sus preciosas sonrisas- La fama de mi apellido y las dos estrellas Michelín que lo avalan,fueron razones más que suficientes para conseguir el puesto y una incorporación inmediata a media jornada. Solo hago el turno de noche entre semana,para poder verte desde la cocina cuando vienes a cenar a eso de las diez,después de quitarte el uniforme y dejarlo en tu taquilla de la comisaría.
-Jamas hubiese imaginado que esa repentina mejora de los platos estuviese relacionada con tu arrebatadora sonrisa y tus ojos azules-dije mientras me decidí a besarla.
Dos meses después nos desposamos en el salón de recepciones del Ayuntamiento y una unidad de compañeros ataviados con el uniforme de gala,dispararon al aire tres salvas de fogueo.
Cada noche soy yo el que cocina para ella. Y se lo llevo a la cama,deseoso de que lleguen los postres.
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