Estaba yo comiendo una
ensalada, enfrente de la comisaría al salir de servicio,cuando al apartar con el tenedor una tajada de atún al natural
en aceite de oliva, me sorprendí al descubrir una alianza de oro. Tras
sacarla del plato y limpiarla con la servilleta mojada en un poco de
agua, estuve a punto de caerme de la silla al leer que alguien había
grabado en su interior mi nombre junto al que sin duda fue el primer amor de mi vida y
la fecha en la que ambos coincidimos en el instituto público donde estudiamos BUP. -Hace
tiempo que quería habértela entregado-dijo una voz conocida a mi
espalda. Al girarme me encontré con Vanessa,ataviada con delantal y
gorro de cocina -¿Trabajas aquí?-pregunté en un alarde
de estupidez al ser algo más que obvio. Valiente agente de la ley estaba hecho. -Desde el día en que te vi a
través del ventanal y entré a hablar con el dueño.-contestó ella esbozando una de sus preciosas sonrisas- La fama de mi
apellido y las dos estrellas Michelín que lo avalan,fueron razones más
que suficientes para conseguir el puesto y una incorporación inmediata a
media jornada. Solo hago el turno de noche entre semana,para poder verte desde la cocina cuando vienes a
cenar a eso de las diez,después de quitarte el uniforme y dejarlo en tu
taquilla de la comisaría. -Jamas hubiese imaginado que
esa repentina mejora de los platos estuviese relacionada con tu
arrebatadora sonrisa y tus ojos azules-dije mientras me decidí a
besarla. Dos meses después nos desposamos en el salón de
recepciones del Ayuntamiento y una unidad de compañeros ataviados con
el uniforme de gala,dispararon al aire tres salvas de fogueo. Cada noche soy yo el que cocina para ella. Y se lo llevo a la cama,deseoso de que lleguen los postres.
Hoy he escrito un microrrelato para una lectura pública que reunirá a diversos relatistas de Valladolid durante los diferentes eventos para celebrar el Día del libro(por desgracia tendrán que volver a leer por mí, dado que aún me cuesta enfrentarme a un salón lleno de público). El motor de creatividad o tema, era precisamente "el libro" y, a mi este motor de creatividad tan cercano y tan amplio me ha sugerido cientos de textos. La extensión del relato no debía superar las doscientas palabras, título incluido. Genial. En las distancias cortas me siento mucho más seguro, como la colonia de hombre del famoso anuncio. Lo primero que me vino a la cabeza fue un relato sobre una princesa que se escapa de un cuento y en el mundo real es asesinada por uno de esos desgraciados que abundan en la sociedad actual y que tras convencerla de que era el príncipe que siempre soñó, abusa de ella y termina con su vida. Pero lo he descartado porque tan solo hay que poner el telediario cualquier día del año, para ver que la realidad siempre supera a la ficción y a diario mueren demasiadas princesas. He barajado diversas historias, algunas de humor muy irónicas y cínicas, otras eróticas, también muy irónicas y cínicas y al final me he decantado por este que a continuación os ofrezco. No está basado en hechos reales, que nadie se asuste. No quiero preocupar a familiares y amigos, no siempre escribo sobre mis circunstancias personales. Si bien es cierto que me gustaría llegar a saber escribirme la vida perfecta, pero también quiero vivirla, sino no tendría ninguna gracia no me vale con dibujarla en negro sobre blanco. Espero que os guste. Sé que parece muy triste, pero leedlo un par de veces y tratad de poneros en el lugar del protagonista. No he tenido la oportunidad de describirlo por lo reducido de la extensión del texto, pero si lo hubiese podido hacer, habría descrito a un tipo de más de metro noventa, famélico y con el negro cabello cortado a cepillo. Vamos...que no soy yo.
La hura
Sintió que
se acercaban. No los escuchó acercarse, simplemente sintió su cercanía. En
breves segundos volverían los rostros de impostada amabilidad y ternura, las
falsas y excesivas muestras de cariño, las interminables preguntas, las inyecciones
con calmantes, los antidepresivos y los ansiolíticos para adormecer con química
todo lo que se había despertado dentro de su pecho. Y de su cerebro.
Él no hacía daño a nadie, tan solo quería que
lo dejasen en paz, que no lo torturasen con el mundo más allá de su habitación.
Ya salía a alimentarse y al cuarto de baño a hacer sus necesidades y a
ducharse. Sabían que estaba vivo y era cordial con sus padres y con sus
hermanos. Pero no había manera de que lo dejasen en paz.
Era feliz
con sus libros. En los libros había encontrado los mejores amigos. Y el amor.
Viajaba entre las páginas de sus volúmenes de un lugar a otro del planeta y
vivía miles de aventuras emocionantes.
No necesitaba nada ni a nadie más. Odiaba la realidad de una vida en la
que la lluvia mojaba, el fuego ardía y las emociones dolían. Al leer mucho ,aprendería
a escribirse una vida perfecta.
Y deslumbra. En esta ocasión, he decidido utilizar el videoclip de esta banda canaria que ha entrado en mi vida por casualidad y sé que lo ha hecho para quedarse, para aportar muchas cosas buenas y para formar parte de la BSO de la historia de mis días. Además no creo en la casualidad.Soy un ferviente seguidor de la teoría de la causalidad: todo tiene una causa y un efecto y las cosas nunca pasan porque sí, pasan porque tienen que pasar. El caso es que después de cinco años, comienza a brillar el sol en un cielo que por fin ha prometido no desplomarse sobre mi,porque cual guerrero galo, he temido todos estos días al abrir los ojos y enfrentarme a cada jornada. La vida es dura. Por desgracia no sabemos lo dura que puede llegar a ser hasta darnos de bruces con su rostro más desagradable. No es el cuento de hadas que soñaba de niño, ni predomina el color rosa que adorna los cuentos y las películas infantiles. Es más bien una batalla de 365 días al año y 24 horas diarias y las sombras se ciernen sobre uno cuando menos lo espera y crean una oscuridad terrible y lúgubre que asusta sobremanera al adversario que no encuentra la luz con la que iluminar el futuro que ha de llegar. Lo maravilloso es encontrar esa luz en los ojos de las personas que te quieren y que están dispuestos a alumbrarte con una mirada amable y una sonrisa. Al darte cuenta de que disminuye el peligro, que podrás aferrarte a una mano amiga, apoyarte en un hombro que servirá de roca firme, recrearte en unos labios que sanarán tus heridas con besos de amor y cariño, sientes que todo es posible y estás dispuesto a enfrentarte a cuanta adversidad se presente oscureciendo el entorno. No necesito bufones. No quiero que nadie me entretenga con acrobacias, ilusionismo ni sonrisas impostadas. Solo quiero gente a mi lado que esté dispuesta a comprender mis miedos y mis inseguridades, a perdonar mis errores y a darme la oportunidad de compensar mis muchos defectos. A cambio ofrezco mi corazón, mi alma, mis manos y lo que queda de mi maltrecho y cicatrizado cerebro. Solo no puedes, con amigos, sí. Al igual que sé que tenía que pasar por los mil y un desengaños vividos para estar listo para ella y ella ya ha entrado en mi vida, al tomar conciencia de que la vida es aprendizaje y cada minuto una lección existencial, estoy listo para dejar de defraudar a aquellos que cierren filas junto a mi en este combate. El cielo se ha abierto, luce el sol y su brillo ilumina mi gesto que ya no es una mueca triste, sino la sonrisa que había perdido y no conseguía encontrar por mucho que me esforzase y buscase debajo de cada trauma, de cada herida, de cada desilusión y de cada uno de esos errores que siempre pasan factura. Mi acero aún resiste y estoy listo para la próxima carga de las huestes del destino.
¿En qué me he convertido? Sinceramente, aún no lo sé. Está claro que ya no soy aquel que fui y que no volveré a serlo. Y sinceramente, creo que tampoco quiero recuperar por completo mi pasada personalidad. Lo único que pretendo es vivir con todo lo aprendido y no volver a decepcionarme, ni a decepcionar. Es cierto que el dolor es real. Y es una putada muy grande ver que ya ha empezado la época en la que pierdes un ser querido tras otro. Sin darme cuenta he pasado de ese momento en el que acudes a los esponsales de muchos amigos (e incluso tu mismo terminas por dar un contraproducente y dañino "si quiero" con fecha de caducidad), al tiempo en el que acudes a un tanatorio tras otro, e incluso yo mismo estuve muy cerca de ser el protagonista de un entierro o de una cremación (cualquier opción para abandonar la carcasa me resulta válida). "Es ley de vida", acostumbran a decirte mientras estrechan tu mano o te abrazan en las tristes y sombrías salas donde despides los cuerpos de aquellos que amaste y, no se dan cuenta de que hay leyes que por naturaleza quisiéramos incumplir, desafiando a los legisladores y a la justicia divina. La vida es un continuo aprendizaje, estamos de acuerdo. Pero hay lecciones que no quisiera aprender y asignaturas en las que me gustaría no haberme matriculado, como "Llorar a quien no debería haberse ido tan pronto" o "Pasar noches en vela preguntándome porqué duele tanto amar". Hay heridas de las que sé que no podré recuperarme nunca, pero también hay personas que ejercen en mi alma un sorprendente poder analgésico. Y a ellas me agarro, con ellas camino y de ellas aprendo. Algunos me preguntan porqué de un tiempo a esta parte he abandonado a Peter Pan y utilizo a Laertes como seudónimo e incluso como alter ego en muchos de mis textos. Aquí va la respuesta: Ya no es tiempo de niños perdidos ni de hadas diminutas. Es tiempo de madurar, de vivir con los pies en el suelo, de aprender de los buenos consejos y de agradecer las enseñanzas. Tuve la inmensa fortuna de contar con un Polonio que me amó lo indecible y que perdonó mis múltiples fallos. Y hasta el final de sus días trató de corregir mi sendero y de ayudarme a encontrar el camino correcto. Lloré y lloro aún el no haberle llegado a decir lo mucho que lo quise, pero me debo a los consejos que tomó prestados de Shackespeare por lo acertados y que me repitió en muchas ocasiones:
Llévate mi bendición y graba en tu memoria estos principios: no le prestes lengua al pensamiento, ni lo pongas por obra si es impropio. Sé sociable, pero no con todos. Al amigo que te pruebe su amistad sujétalo al alma con aros de acero, pero no embotes tu mano agasajando al primer conocido que te llegue. Guárdate de riñas, pero, si peleas, haz que tu adversario se guarde de ti. A todos presta oídos; tu voz, a pocos. Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo. Viste cuan fino permita tu bolsa, mas no estrafalario; elegante, no chillón, pues el traje suele revelar al hombre, y los franceses de rango y calidad son de suma distinción a este respecto. Ni tomes ni des prestado, pues dando se suele perder préstamo y amigo, y tomando se vicia la buena economía. Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo, pues de ello se sigue, como el día a la noche, que no podrás ser falso con nadie. Adiós. Mi bendición madure esto en ti.
Trato de conducirme por su código de honor y venero su recuerdo. Algún día llegará a estar orgulloso de mi, porque aunque ya no esté a mi lado, su recuerdo me sigue educando. Por eso el dolor es algo real, porque cuanto más aprendo de él, más reconozco mis fallos. No sé en quien me he convertido, pero si sé quien quiero llegar a ser.
Siempre me ha gustado encabezar cada texto de este blog con una canción, quizás porque hace ya mucho que descubrí que una canción puede hablar de lo que uno siente, aunque el autor del tema no tenga nada que ver contigo ni conozca tus vivencias. Hace no tanto descubrí que hay muchos recuerdos perdidos que se recuperan con una melodía, con un olor, con un sabor o con una caricia. Es cierto que tiendo al romanticismo y que escribo mucho sobre el amor y sobre todos los sentimientos que me ha despertado la mujer desde que comencé a jugar las cartas que me otorgó Cupido porque las flechas que me signó este angelote (como escribió Machado en su Autorretrato) comenzaron a hacer blanco siendo yo muy pequeño y he creído estar enamorado en demasiadas ocasiones, al confundir emociones, sentimientos y necesidades físicas. Pero un día, de repente y sin apenas darte cuenta, descubres que has encontrado a una persona que se apropia de las letras de todas las canciones de amor y de la que realmente hablan todas esas canciones. Esta naturaleza mía tan romántica y tan sentimental, me ha generado muchas críticas e incluso algunos me han denominado "ñoño" o "exhibicionista emocional" dado que la combinación del romanticismo y la necesidad de ponerlo todo por escrito, convirtiendo el sentimiento en textos, siempre termina pasando factura. Lo único que sé y que no temo reconocer, es que "la prefiero compartida antes que vaciar mi vida" es una frase muy bonita y muy poética, pero un embuste como la copa de un pino. Me considero un tipo generoso, pero la vida me ha enseñado que hay cosas que no se comparten, porque al hacerlo las estás perdiendo y ya he perdido demasiado. El destino ha puesto en mi camino a una mujer maravillosa a la que no quiero perder bajo ningún concepto y por la que tendré que empezar a espabilar para no ceder a mi natural impulso de que todo es de todos. Desde luego no pretenderé bajo ningún concepto restringir ni dosfificar el amor que ella quiera repartir entre los suyos. Pese a mi experiencia, sigo sin ser celoso y entiendo perfectamente lo que es el amor de amiga, de madre y el generoso amor que distribuyen esas personas que se vuelcan en su trabajo cuando ese trabajo implica hacerse cargo de la tutela, del cuidado y de la educación de seres desvalidos y con necesidades especiales. Me hago mayor y la vida es un continuo aprendizaje. He aprendido a discernir y a valorar lo que realmente merece la pena y también he aprendido que hay cosas que no se pueden tratar de retener a toda costa, porque si lo intentas, se te escurrirá entre las manos como una pastilla de jabón. Y ella merece la pena. Puede que todo lo que he tenido que pasar hasta aquí, haya sido para estar listo para ella. Espero ser lo que ella necsita. Tengo mucho amor que dar. (y ahora el que quiera que me llame ñoño exibicionista emocional y lo que se les ocurra, que me la pela de gordo).
Esta es la natural y necesaria evolución del texto "Allá en el sur" que publiqué presa de la emoción al descubrir el estilo de novela "gótica sureña". No he podido evitar comletarlo y darle la forma que me pedia el cuerpo. Espero que os guste ver que los relatos también tienen vida propia.
Mathew se dispuso a recorrer a pie los más de dos kilómetros que separan la
plantación de su padre de la del coronel Steuvesant, porque la yegua apaloossa
torda que le había traído desde Alabama su tío Jeremías como regalo de bodas
había muerto desangrada aquella mañana en el parto, al dar a luz a un
potro de dos cabezas. El grotesco recién nacido apenas vivió unos segundos, el
tiempo justo para clavar sus cuatro ojos en el animal que lo había llevado en
su vientre y que había sufrido un mortal desgarro al sacarlo al exterior. Las
dos criaturas murieron atadas por el cordón umbilical. El joven heredero de la plantación más productiva de Tennessee iba a comprar
el mejor semental de la yeguada del viejo coronel: un alazán negro como la
noche y poderoso como las tormentas que azotaban los campos de algodón con la
llegada del verano. Aunque volvería montado sobre su compra, el camino de ida
lo haría andando en solitario. Los habitantes del estado sabían que desde que
terminara la guerra, cabía la posibilidad de encontrarse con alguno de esos
negros rencorosos y sedientos de sangre que malvivían en los caminos desde que
el norte los hizo libres y, que deambulaban de un lado a otro en busca de algún
viajero desprevenido al que asaltar y asesinar tras despojarlo de sus
pertenencias, para devolverle al hombre blanco los años de humillación y
servidumbre. Los negros que habían permanecido junto a su familia por fidelidad o por
otros motivos que se escapaban a la comprensión de los nuevos libertos por
decreto, trabajaban ya en los campos de algodón. Muchos saludaron con la mano
al joven señor al verlo pasar. Mathew reparó en el gesto de desprecio que le
dedicó Moira, una atractiva esclava senegalesa que hasta su embarazo había
trabajado como empleada doméstica en la mansión y que su padre devolvió al
algodón cuando no quiso explicar que había hecho con el fruto de su deshonra,
pues nadie llegó a verlo nunca. Al perder de vista los límites de la propiedad de su padre, Mathew se
santiguó encomendándose a su ángel de la guarda, pero de poco le serviría
aquella medida de celestial precaución. Sabedor de la poca utilidad de las
plegarias, se enfundó el revólver que su padre, el difunto Martín Willians, caído
en Richmond al frente de la unidad de caballeros voluntarios que mandó cargar
contra las tropas de Grant, le regalara cuando los patriotas de La
Confederación decidieron defender sus costumbres, sus singularidades culturales
y su economía latifundista, frente al usurpador Yanqui que pretendía imponer
unas libertades y un progreso, que nadie ─en los trece estados que juraron
resistir bajo el gobierno del presidente Davis─ quería. Cuando los hijos del coronel descubrieron el cadáver de Mathew unas horas
después, los ladrones le habían arrebatado cuanto de valor y de utilidad
llevaba encima. El cuerpo presentaba varias heridas de bala y de machete.
Además, y para espanto de los dos jóvenes hermanos que encontraron su cuerpo,
los asaltantes le habían arrancado el corazón lo que no dejaba lugar a dudas de
que el crimen fue obra de una conocida partida de criminales compuesta por salvajes
entregados a rituales de vudú. El joven caballero debió haber vendido muy cara
su piel, pues junto a él yacían los cuerpos de tres negros alcanzados por sus
disparos. El diablo se había cobrado sus almas a cambio de una libertad que tan solo
les sirvió para vagar como los animales que eran sin pertenecer a ningún
sitio, sin poder construir su futuro en una tierra de blancos y sin haber
conseguido hacer realidad esa patraña de que todos los hombres son iguales. En el sur siempre sabremos quienes son los verdaderos hijos de Dios y
quienes bajaron de los árboles para servir al hombre blanco, aunque pretendan
confundirnos con su aspecto de simios parlantes. Cuando la noticia del asesinato del joven señor llegó a la plantación de su
familia, todos se impresionaron por lo injusto y lo triste de los
acontecimientos. La viuda de Mathew no podía siquiera aceptarlo y nadie era
capaz de consolarla en su inmensa pena. Los gemelos de cinco años, a los que
ella y Mathew educaban para que un día se pusieran al frente de los negocios
familiares se abrazaron llorando al cadáver de su padre y solo consiguieron
separarlos de él cuando el reverendo O`Malley les convenció de que los
sirvientes tendrían que adecentarlo para el entierro, puesto que debía subir
con sus mejores galas para presentarse ante Dios en el paraíso.
Lo que nadie sabía es que
otra mujer también lloraba su muerte. Moira era una esclava de nacimiento que
se había criado en los barracones de la plantación y que desde muy niña había
servido a la familia Williams. La joven belleza negra se enamoró del amo y se
ofreció a él cuando este alcanzó la edad de poder satisfacer a una mujer. La
pasión de aquel momento derivó en una descomunal barriga que fue la comidilla
de todos los esclavos de la plantación pues ninguno de los negros asumió aquel
embarazo.
El niño que engendró en
ella Mathew había nacido muerto y nadie supo nunca que el pequeño cuerpo enterrado
bajo el espantapájaros del este habría mirado al mundo con los azules ojos de
su padre, pese a tener la piel negra como su madre.
Moira se inició en los
arcanos y en los rituales oscuros de su gente para devolverle la vida a su
pequeño y tras ofrecerle su alma deshonrada a Belcebú y sacrificar una res en
su honor, consiguió que el maligno aceptase el trato.
Cuando la partida de
libertos sorprendió al joven señor caminando solo y decidió asaltarlo, el líder
del grupo ordenó que no hubiese piedad con aquel hombre y que una vez hubiese
caído lo dejasen a solas con su cuerpo
Mientras extraía el
corazón de aquel señorito blanco que un día disfrutó del amor y la pasión de
una de las esclavas de la plantación donde Satanás decidió devolverle a la
vida, los ojos azules del jefe de la partida se clavaron en los de su padre,
que aún vivía cuando comenzó a abrirle el pecho con su cuchillo consagrado al
ángel caído.