lunes, 21 de noviembre de 2011

Cajas



Es curioso observar la de cosas que caben en una caja de cartón.

Sus cuadros, los libros de aquella librería de viejo de una rambla de Barcelona.

El cargador del móvil desde el que me mandó los primeros mensajes, aún tímidos y con cierta malicia mal disimulada.

Una figurita de barro, de un artesano de no se que pueblo de montaña.

Las copas con las que brindamos la noche en la que el cielo y el infierno se dieron un poquito de tregua, para que pecáramos alegremente.

Una flauta rota, que no suena...más bien maulla.

La medalla que me puse el día que conocí a sus padres y conseguí no meter la pata.

Ropa...mucha ropa, aquella con la que estaba preciosa y también la que detestaba.

Recuerdos, por kilos, por toneladas, de los buenos y de los malos, pero más de los buenos porque la mayoría de los malos recuerdos han anidado detrás del mueblecito del cuarto de baño, los escucho reírse por las noches cuando no puedo dormir.

Un antifaz negro.

La correa de mi perrita, que ya no va a volver a hacer ruido con las uñas por el parquét del pasillo.

Me mata esa ausencia.

Caben un montón de proyectos, que terminarán en la escombrera aunque ahora aún de pena deshacerse de ellos.

Un pedacito de mi corazón, que putada que sea justo el que estaba más sano, el resto me lo quedo yo, con las aurículas llenas de moho verde y blanco.

El cuento que no terminé nunca porque no se me ocurría un final perfecto y mira tu por donde, ya lo ha escrito ella.

La canción que decidimos hacer nuestra, con el mayor de los respetos al señor Sinatra y que desde hace unos meses tiene otro significado.

El álbum de fotos de la boda, tan sonrientes los dos, tan emocionados.

La maqueta de una vespa blanca con su sidecar y todo.

Tantas cosas que resulta increíble.

Pero lo mejor de todo esto es lo que me queda.

Me queda un montón de espacio, de huecos por llenar.

Me queda sitio para llenarlo con lo que yo quiera, incluso podría meter un mamut disecado en el vacío del salón.

Un mamut al que arrojarle un palito a ver si va corriendo a buscarlo.

A no...que está disecado.

De todas formas puedo ponerle nombre de pecado y un pañuelo al cuello, como si fuera un bailaor de flamenco.

Y sentarme todas las noches un ratito a su lado, a contarle que tal me ha ido el día.

También puedo llenar la casa de luz, de mi luz que ya es hora de que brille y va a brillar más que nunca porque es como una bombilla de bajo consumo, que ahora la enciendes y no ves ni torta, pero seguro que enseguida le dará a alguien una luz muy cálida bajo la que leer el mejor de los libros ( a ver si soy capáz de escribirlo).

Tengo sitio para alguien que sepa querer, no me vale la que diga que me quiere mucho, sino solo una que sepa querer de verdad y eso implica saber cuando has matado la ilusión y no dejar que se gangrene y luego tengan que amputártela.

Que duele mucho, cojones y tal y como está la seguridad social no me la quiero volver a jugar.

Quizás acoja un galguillo de esos con los ojos tristes, que ya está bien de cazadores hijos de puta que en cuanto el perro baja la zancada le pegan fuego en un pinar castellano, o lo dejan morir de hambre atado a un árbol.

No se como se llevarán el galgo y el mamut, pero me encantan las parejas extrañas.

Puede ser el principio de una hermosa historia de amor animal anacrónico.

Pensándolo mejor podría adoptar ciento un galgos, que para un apartamento de cincuenta metros cuadrados promete ser una fiesta continua y hoy tengo el corazón de fiesta...creo.

Hay que ver, que juego dan unas simples cajas de cartón.







sábado, 19 de noviembre de 2011

Levantarse

Y eso es lo que hay que hacer,  es lo que tengo que hacer.
Imagino, queridos lectores de "laespinilla", que estos últimos meses habréis notado en los textos cierto poso de amargura, una buena dosis de indignación, de rabia, de tristeza, de dolor.
La vida, muchas veces nos sacude de forma salvaje, y de un día para otro todo nuestro mundo se puede venir abajo.
Te levantas una mañana siendo el tipo más feliz del universo y en cuestión de segundos te encuentras preguntándote si todo lo que has vivido ha sido mentira, si los valores sobre los que has cimentado tu vida eran falsos también y si realmente merece la pena seguir luchando.
Particularmente he pasado un infierno que me ha dejado al borde de lo que más miedo me ha dado siempre: rendirme.
Me abandoné al lamento y a la autocompasión, cosa bastante fácil y en ocasiones inevitable, ya que no encuentras fuerzas ni ilusión en nada.
He utilizado este blog como mi particular diván de psiquiatra y he volcado en él todas mis miserias.
Me ha ayudado, no os voy a mentir, ya que dentro de lo complejo de mi ser, siempre he sentido una gran necesidad de comunicarme, incluso con aquellos que no conozco.
Poco a poco, a base de vomitar la frustración cada día, me he ido limpiando.
Tengo la suerte, de contar con una familia maravillosa que ha cerrado filas junto a mi y me ha demostrado que siempre habrá alguien para escucharme en silencio y para secarme las lágrimas, para darme la colleja oportuna y hacerme ver que aunque en muchos momentos todo parezca oscuro, siempre habrá una luz.
Tengo la suerte también, de tener unos amigos incondicionales y fantásticos, que desde la prudencia, el respeto y el cariño, me han ayudado a disipar las nubes más negras.
Un sofá blanco, donde dormir las noches en las que no era capaz siquiera de abrir la puerta de mi casa, porque estaba llena de monstruos deseando hacerse un bolso con mi piel.
Un ángel de mirada profunda y hermosa, que aún a costa de contagiarse de mi amargura me recogió del suelo y me acompañó de nuevo a mi vida.
Un duendecillo cargado de sanación que alternó las malaquitas con los abrazos.
Un guerrero de la palabra, con quien realizar rituales atávicos y orinar sobre las cenizas de los malos recuerdos.
La vieja guardia, los amigos de la infancia que siempre han continuado en la brecha.
Una veintena de chalados en sus locos cacharros vesperdidos.
La voz más cálida y elegante, que sale desde el corazón y se cuela en tu casa a través de la radio.
El tipo más largo que Chile, que se viste de negro en ocasiones y canta la canción más bonita del mundo para que yo pueda bailar con mi ángel.
Mi querida amiga que se fue muy lejos y a quien siento siempre tan cerca, con sus pecas y sus lunares.
Espejo de Tera, Arconada, mis nuevas patrias siempre dispuestas a acogerme.
Todos, todos vosotros, todos ellos.
Hoy vuelvo a ser yo y las últimas lágrimas las lloro ahora mismo, al escribir este post y darme cuenta de lo afortunado que soy por poder dar las gracias a tanta gente.
Por sentirme tan querido por tantos y por poder volver a montar mi caballo.
Supongo que habrá muchas noches en las que los monstruos intenten volver a adueñarse de todo, pero esta vez ya no estaré solo, estaréis conmigo para hacer fuerza, para empujarlos hasta la calle, para arrojarlos de vuelta al armario de donde nunca debieron salir.
Hoy vuelvo a ser yo, hoy comienza de nuevo mi vida, hoy me siento lleno de fuerzas y de ganas de todo, incluso de encontrar a la persona a la que regalar lo que llevo dentro.
Hoy limpiaré mi casa de penas y de nostalgia, de resentimiento y de angustia.
Por eso quería hablaros, porque he vuelto.
Puede que vuelvan a hacerme caer, pero he aprendido que siempre hay que estar dispuesto a levantarse.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Descansa

Bajo un damasquinado palio de dudas.
Con el ceño aún por desfruncir de un día eterno como el de ayer y el de antes de ayer.
Respira pausadamente, cediéndole espacio a la morfina de lo que ya es pasado.
Tan cansada, tan bonita, que yo ahora me deslizo por el teclado de su ordenador sigiloso y furtivo, porqué me siento como aquel pintor que se debía al encanto de lo necesario y de lo indiscutiblemente bello, que es plasmar en un lienzo lo que no puede describirse con palabras.
Descansa.
Sobre un colchón de buenos deseos, repleto de plumas de ave fénix,para levantarse mañana siendo de nuevo la que es siempre.
Y mi mejor regalo es este: al despuntar el día, con las primeras luces ya me habré ido,con mi saco de cosas que no necesita, y mi música y mis versos a otra parte.
Pero la debo todo lo que ahora se me ha devuelto y la semilla de quien quisiera llegar a ser.
Aun sabiendo que nunca podrá amarme, por primera vez en mucho tiempo me he sentido feliz.
Supongo,que de alguna manera desde el faro esmeralda de sus ojos, me ha devuelto a mi hogar.



viernes, 11 de noviembre de 2011

A la mierda

Y eso.
A la mierda todo.
A la mierda las ganas de ser una persona como Dios manda.
A la mierda la educación, la autocontención y el derecho de admisión.
A la mierda el renunciar al puñetazo perfecto en el momento preciso y con la fuerza necesaria.
A la mierda soplar en el cotrol de la policia municipal.
A la mierda decirle no a las drogas, porque es mentira que sean malas, son peores, mucho peores de lo que quisieras saber.
A la mierda susurrarle palabras bonitas a una señorita que con la derecha te acaricia la entrepierna y con la izquierda cuenta el fajo de billetes.
A la mierda todo.
A la mierda plantearte que cojones vas a hacer con el resto de tu vida, te quede mucho o poco, que para el caso nos viene dando lo mismo porque mucho o poco va a ser todo una puta mierda llena de mentiras y de mentirosos.
A la mierda seguir contestando sus mensajes.
A la mierda la humanidad tan vacia de humanidad y tan cruel y tan injusta y tan dañina y tan asquerosamente humana.
A la mierda todo lo que no tenga menos de cuarenta grados de alcohol.
A la mierda los tipos con bufanda de cuadros, con el pelo rizado y con las manos bonitas de serpientes traidoras y de mecha de cañón.
A la mierda las muchachas pequeñitas y embusteras, preciosas, sublimes, insuperables.
A la mierda mi cabreo infantil y mocoso.
A la mierda, joder, a la mierda ya.
Vamos...irse a la mierda todos...si me quereis irse.
Irse ya.
Por favor...que no puedo más.
Que no puedo.
Que me escuece el pecho de todo lo que ya no me aguanta.
Que no son las cinco de la tarde, las cinco en punto de la tarde, pero tiembla la plaza y huele a muerte, a sangre y a toros.
A la mierda yo, con mi debilidad.
Qué puedo hacer si no, mandarlo todo a la mierda.

martes, 8 de noviembre de 2011

Cerca de las nubes.

Se construyó un refugio en lo más alto de las montañas, muy cerquita de las nubes, con la absurda idea de que allí estaría siempre a salvo de todo.
A salvo de un mundo podrido, de los amigos traidores, de las mentiras y de la pena.
Se construyó un refugio donde poder inventarse una vida mejor y cada mañana se levantaba siendo el Dios de su propio y vacío universo, el amo de su destino, el guardián de lo que no habían podido arrebatarle.
Pintó de blanco la cerca, para que se confundiera con la nieve y prefirió reventar a pedradas el neón que señalaba su presencia entre los vivos.
Labró la tierra vecina para plantar una hermosa historia de amor, pero el clima pudo con todo y no llegó a florecer.
Y plantó otra y otra y después otra.
Pero todas se morían de frío.
Entonces un buen día dejó de hacerlo y decidió no cortar sus cabellos, ni volver a sonreír.
Los meses fueron pasando y luego los años. Entonces comenzó a soñar con ella.
Era tan bonita y tan dulce, tan llena de vida que solo podía ser un sueño y la prefirió así, porqué de esa manera nunca podría hacerle daño.
Cada mañana despertaba suplicando que volviera la noche para dormir junto a ella.
Cada noche se entregaba al sueño enfermizo de contemplarse en los ojos de su propia ilusión, pero eran tan hermosos, tan claros, tan felinos, tan repletos de planetas y galaxias, que no había un lugar mejor donde perder la razón.
Y realmente la perdió.
Se volvió completamente loco y su refugio de montaña albergó otro refugio mejor, más profundo y más cálido.
Un lugar donde podía observarla dormir junto a la chimenea, con una manta diminuta que apenas si alcanzaba para cubrirla los pies.
En su locura se sentaba junto a ella y le hablaba de un futuro imposible, en el que ambos serían felices, los amantes más felices.
Se abandonó por completo y poco a poco fue rechazando su insulsa humanidad para ir convirtiéndose en un fragmento de su imaginario paraíso.
No soportaba los momentos de lucidez y cuando estos le sobrevenian, la emprendía a cabezazos contra las paredes hasta que la sangre resbalaba espesa y cálida por su rostro, hasta que perdía el conocimiento.
Entonces y solo entonces, volvía a sumirse en su anhelado letargo donde ellá lo aguardaba para serle siempre fiel y susurrarle al oído lo que toda la vida había querido oír.
Lo encontraron unos excursionistas, apenas unos harapos cubrían su cuerpo congelado.
Nada en él recordaba al hombre que un día fue.Muerto se asemejaba demasiado a una persona feliz.
Allí, en su refugio de montaña.

domingo, 30 de octubre de 2011

Ironías de la vida

Como por ejemplo que todo cobre sentido cuando ya nada lo tiene.
Que me plante en medio del camino para hacer dedo, a ver si alguien me puede acercar hasta el sitio más lejano de todo esto y de mi mismo.
Que me des fuego con esas dos llamas inmensas y  me haya olvidado el tabaco en el bolsillo trasero de una noche que no se va a repetir.
Que seas la "bien pagá" y me haya quedado sin saldo en la cuenta de tu amor, y los bancos no dan crédito.
Yo tampoco doy crédito...la verdad.
Que uno se descubra cepillando el pelo de la mentira más peluda de la historia de las mentiras gordas peludas.
Que me quede sin palabras, sin aliento, sin recursos y sin lágrimas.
Que empiecen a aburrirme los soliloquios y termine mandándome callar y pidiendo la última, Manolo, que mañana te la pago.
Que abra la puerta con sigilo, sin hacer el menor ruido, porque nadie va a despertarse ni va a preguntarme que horas son estas de llegar.
Me resulta tan irónico descubrir que soy el que quería ser, que me taladra el silencio, que me persiguen las sombras y me ponen la zancadilla todas las canciones de amor.
Que en aquella ocasión, realmente me importó una mierda aquel cazador disparando a la madre de Bambi, yo lloré porque lloraban todos los niños del cine.
Que E.T. siempre me pareció un mierdas carente del más mínimo encanto y que  Drew Barrymore apuntaba maneras y de alguna manera yo ya sabia que terminaria siendo una adicta a las emociones fuertes...y a todo lo demás.
Pero me he despistado, porque resulta que apesto a humo y cada vez que intento poner ojitos termino haciendo el más espantoso de los ridículos, y las mujeres me preguntan si me encuentro bien.
¡¡Que coño me voy a encontrar bien!!
 Me encuentro como el ojete.
Pero tampoco te lo voy a decir porque me queda muy mal la ropa de triste y la gente prefiere que te pongas colores cuando sales de casa.
Que joderse, como son las cosas.
Creo que si rebusco puedo encontrar en algún armario mi viejo traje de bufón, y si no lo encuentro, puedo pedir prestado uno a mi corte de bufones.
Que sea pacifista y que lo que más me apetezca en la vida sea patearle el culo hasta que se me caigan las uñas de los pies.
Y que cojones...voy a tener que hacerlo.



















miércoles, 26 de octubre de 2011

Frio






La cama está helada.
Trato de compensarlo subiendo la calefacción pero hay una especie de escudo anticalor en mi dormitorio.
Creo que este condenado frío sale de mi interior, se nutre de mi propio ser.
No puedo dormir.
La almohada es de hielo y encogido bajo el edredón me siento como un gatito abandonado en medio de un pinar.
Me abrazo a mi mismo, pero no sirve porque solo consigo tener más frío.
Respiro y el vaho empaña los cristales de la ventana.
Pruebo a cantar, a rezar a maldecir y a mandar la vida al carajo.
Pruebo a barrer los recuerdos y los deseos, los escondo debajo de la alfombra, los tamizo, los arrojo por el fregadero pero siempre terminan volviendo para congelarlo todo.
Me abrigo con sus ojos, pensando que será más que suficiente y al final resulta que lo único que hago es tropezarme...y hacerla tropezar.
Soy el equilibrista de nieve que camina sin red por la cuerda floja de todo lo que no quiero y de tantas cosas que querría decirle y no puedo.
Abajo hay un jardín de estalactitas.
El sol no termina de salir, y me prometieron que saldría, me convencieron de que si miraba fijamente al horizonte todo sería mucho más fácil, pero el sol no sale.
Golpeo el suelo con las plantas de los pies, salto, enciendo cerillas entre los dientes.
Lloro cristalitos blancos con los que hacer un collar y unos pendientes a juego.
No consigo entrar en calor, aunque me coja de la mano, aunque me bese en los labios, aunque me grite su rechazo una y otra vez, aunque me diga que me quiere con la boquita pequeña.
Solo me sirve esto.






























sábado, 15 de octubre de 2011

Bajo la almohada

Duermo con una pistola bajo la almohada, para dispararte en sueños, para vaciarte un cargador de reproches entre los ojos.
Duermo acariciando sus formas labradas, imaginando lo hermoso que sería volarte la conciencia y desperdigar tus errores por toda la habitación.
Y los míos, los míos también.
Los míos sobre todo, porqué tengo siete carromatos blancos cargados hasta los topes y no se que hacer con ellos.
Una hoguera que se levante hasta el más allá del cielo, hasta donde no podamos ni imaginar, hasta donde no ha querido ir nadie.
Que ardan con todo, que se consuman con los malos recuerdos y con los buenos, y con los que no he podido posicionar.
Duermo con una pistola debajo de la almohada porque quizá nunca más volveré a dormir con nadie, ni tan siquiera contigo, ni tan siquiera con todas las ellas.
La noche avanza entre niebla y sobresaltos.
Los molestos ruiditos que producen los xilófagos que viven entre mis uñas no me dejan dormir, o quizás tampoco es eso.
Un día llegará el viento cargado de vida nueva y entonces enterrare mi pistola, como en la canción de Dylan.
Mamma put my guns on the graund...















miércoles, 12 de octubre de 2011

Tantas cosas

Por ejemplo una puesta de sol desde la ventana de tu habitación.
Un segundo de calma.
Un instante junto a ti, así sin más, sin necesidad de mirarnos a los ojos, sin necesidad de acariciarnos, ni de decirnos otras cosas.
Una lágrima en la ocasión más difícil.
Una carrera absurda por el pasillo de mi vida, donde se agolpan los trastos viejos, los muebles que nadie quiso y la bicicleta que me llevó hasta tu sonrisa.
Un abrazo distante pero sincero.
Pelos negros en el jersey blanco y algún día pelos blancos en el sudario negro.
La mejor de las conversaciones en el peor de los momentos.
Humo, pitillos compartidos, caladas frescas.
Tortilla de patatas y pescado y arroz enrollados en un alga.
Una copa de vino de la botella que te reservabas para el día en el que consiguieras ser absolutamente feliz.
Un mensaje en el móvil cuando todo está perdido y la noche es más negra que nunca y los monstruos que viven en el armario se me juegan a los chinos.
Un disgusto...o dos.
Media docena de buenos consejos, de esos que ni tu misma has escuchado nunca.
Una cuerda donde tender la ropa húmeda y mi alma empapada.
Un café, dos cafés, tres cafés.
La seña de duples y la de tres reyes.
Un paseo por la playa, un concierto, un detalle del paisaje más hermoso.
Un hombro donde apoyarme y llorar hasta quedarme exhausto y después seguir llorando un ratito más.
Un poquito de ayuda, un montón de recuerdos.
Esperanza.
Por favor, no digas que no tienes nada que ofrecerme.

domingo, 9 de octubre de 2011

La canción más bonita



 La canción más bonita la cantaba un tipo muy alto vestido de negro.
Cuando mi corazón reconoció el primer acorde decidió que era el momento de pegarse una ducha, de vomitar el vino o de hacer cualquier cosa en cualquier otro sitio.
La luz de la sala se volvió tan espesa, tan densa, que los contornos de todo dejaron de existir y solo estábamos la música, las penas, tu y yo.
La canción más bonita la he bailado contigo, que tuviste la delicadeza de derrumbarte en el acto, para que no se escuchara el ruido que produjo mi alma al reventar en pedazos.
Apoyaste la cabeza en mi pecho ¿o fue al revés? y muy despacito empujaste mis pies con los tuyos, y entonces sucedió el milagro.
La canción más bonita volvió a ser la canción más bonita, cuando todo estaba perdido, cuando los buitres se jugaban los despojos al mus, cuando desde el punto más lejano acudió un escuadrón de recuerdos, cuando el suelo se volvió etéreo bajo nosotros.
Cuatro minutos de negras y corcheas, doscientos cuarenta segundos latiendo entre los dos.
Y en ese momento comenzaste a llorar y yo, que creía tener la exclusiva del llanto me encontré consolándote, porque he sido tan estúpido de acariciar mi dolor sin pensar en el tuyo, que también es inmenso.
Lo sentí tanto, tanto. Lo sentí tan profundo que entendí tu tristeza como parte del antídoto y la dejé fluir.
Y fluyó arrastrando a su paso cada resto de lodo.
La canción más bonita la he bailado contigo, y bailando descubrí lo difícil que es apartarte el cabello del rostro y evitar que se empape.
Lloramos los dos, mientras el tipo alto vestido de negro entonaba la última estrofa.
Tu llorabas por lo que hemos perdido, yo lloraba al descubrir que has sido capaz de curarme de todo.
Entonces se terminó la canción más bonita del mundo.
Aplaudimos, nos secamos las lágrimas y sonreímos por fin.