Es desolador. Cada día encuentro un nuevo motivo para soñar con abandonar el planeta y poder retirarme a B612 o otro asteroide de igual tamaño, similar geografía e idéntica población, en el que amar a una rosa y confiar en el zorro que me demostrará la importancia de una amistad acertada.
Los valores de los que alardean quienes dirigen el destino de mi país son de cartón piedra y asusta la facilidad con la que todos, hasta el presidente del gobierno, acostumbran a decir Diego donde se hartaron de decir digo.
Vivo en el país de la mentira, donde el embuste es el combustible que alimenta a esa maquinaria política e institucional que sirve al único dios venerado por toda la humanidad, el dinero.
Resido en un estado en el que hasta aquellos que abrieron el flamante concesionario para vender al electorado las motos que necesitaba, y se dejaron el alma en renegar de la casta, del patriarcado y de lo que asociaban con el mal que aflige al mundo, han resultado ser unos avariciosos, unos farsantes y unos maltratadores ávidos de poder, de riqueza y de todo aquello contra lo que clamaban al levantar las primeras tiendas de campaña entre los esperanzados y confiados jóvenes que necesitaban creer en ellos. No tardaron en sustituir aquellos efímeros refugio de lona por chalets de lujo y las premisas feministas e igualitarias por abuso, acoso y maltrato, y todo ello amparado por otros que con similares medios, ya habían conquistado los puestos de responsabilidad que tanto codiciaban y que consiguieron encarnando los personajes construidos para representar la tragicomedia de la identidad nacional.
Cada uno es muy libre de creer en quien quiera o necesite hacerlo, cada quien es muy dueño de prestar su apoyo a quien considere, y todos tenemos perfecto derecho para creer o a negar las palabras con las que se nos manipula constantemente, y para aceptar o rechazar la mierda con la que pretenden alimentarnos los chefs que diseñan los menús en los programas de cada partido político.
Que se pare el mundo, que me bajo. Que me arreglen el avión, que abandonaré el desierto y volaré muy alto hasta llegar al pequeño asteroide que habita aquel en el que verdaderamente creo.
Así no. Esta vez y con toda la fuerza de nuestras gargantas deberíamos unirnos para escupir en la cara de quienes no dejan de mentirnos un enorme basta ya.
Supongo que ahora tendré que leer en respuesta a esta sincera declaración de intenciones fundamentada en una innegable realidad, los consabidos "y tu más" que se han convertido en el único argumentario de muchos. Y sinceramente paso, la verdad. Así que por favor, todos aquellos que os estéis afilando las uñas y los colmillos al leer esta entrada, ahorraros comentarios insultantes e intentos de predicar vuestra salvación, pues conmigo predicaréis en el desierto. Y recordad en que consiste eso de la libertad de expresión, pues mucho me temo que es uno de los derechos que lleváis por bandera y que utilizáis para abofetear el rostro de quien osa llevaros la contraria o afearos ciertos comentarios.
Se acerca al
micrófono y tras comprobar su correcto funcionamiento, comienza a leer el
discurso que había tomado la precaución de traer por escrito:
«Entre todos
salvamos el planeta. O quizás debería decir que conseguimos salvar el planeta
entre todos y todas, y ya puestos, añadir también lo de todes, para no dejarme
fuera a nadie y ser completa y absolutamente inclusivo, aunque a mi se me
enseñara desde pequeño que, en castellano, el plural se construye en masculino.
He sido
elegido por la Organización de las Naciones Unidas para ponerle voz al conjunto
de la humanidad, que supo reaccionar ante lo esgrimido por quienes encontraron la respuesta a la gran pregunta que se
formulaban incansablemente los habitantes de los cinco continentes: ¿Hasta
cuándo? Y es que el planeta Tierra no dejaba de dar señales de que su paciencia
había llegado al límite y no tardaría demasiado en sacudirse del lomo a la
especie humana, que como un feroz y peligroso parásito no dejó de esquilmar los
recursos naturales y de enfermar y destruir los ecosistemas, agotando de paso
las reservas de la biosfera al no tener un depredador que pudiera controlar su
población y sus perniciosos hábitos.
El aumento
de los terremotos, los tsunamis, las erupciones volcánicas el calentamiento
global, el peligroso deshielo de los polos, el peligrosísimo cambio climático,
la desaparición de algunas especies animales y vegetales, y la aparición de
nuevos virus y bacterias, fueron tan solo algunos indicadores de que habíamos
traspasado todos los límites y habíamos cruzado cuantas líneas rojas se
trazaron al principio de los tiempos.
Durante muchos
años la humanidad decidió hacer oídos sordos, mirar hacia otro lado y enterrar
la cabeza en un mullido y confortable agujero en el suelo para no ver que el
tan perseguido progreso había conseguido ser al mismo tiempo principio y fin de
una nueva era.
Somos
animales inteligentes, y hace ya mucho que nos atribuimos el arrogante título
de “especie superior”, pero cómo pude leer en el libro Vosotros, ¿especie
superior?, somos la única especie animal que destruye su propio ecosistema.
Y que además es capaz de matarse mucho y
desde muy lejos por avaricia, envidia, odio y rencor, e incluso en el nombre de
un ser superior al que se le atribuye la voluntad de predominar sobre cualquier
otra fuerza, o simplemente para la diversión de algunos enfermos especímenes
que consiguen infectar las voluntades de sus congéneres y embarcarlos en
abominables exterminios.
La Tierra no
lo soportó más y después de concedernos una oportunidad tras otra y de sufrir
una continua y desoladora decepción, hizo de tripas corazón y muy a pesar suyo,
recurrió a la única forma posible para librarse de nosotros, los seres humanos,
su vital y más encarnizado enemigo, y para ello permitió que enviásemos al
espacio la muestra de nuestra insensatez. Como especie ya habíamos demostrado
nuestra impresionante resiliencia, nuestra capacidad de supervivencia y nuestra
habilidad para afrontar cualquier desafío y para resistir todo tipo de pruebas
y de castigos. Es más, durante años perseguimos y estigmatizamos a aquellos
visionarios que comprendieron que la Tierra era tan solo una vivienda en multipropiedad,
que no nos pertenecía, y que debíamos compartir con el resto de las especies
animales y vegetales que disfrutaban del usufructo. Lejos de ser amables y
considerados inquilinos, dimos un golpe de estado y nos erigimos en
todopoderosos presidentes de la comunidad, instaurando milenios de un gobierno
de terror para todos los vecinos del inmueble, y haciendo callar a las voces
contrarias a los continuos desmanes, esas voces que trataron de avisarnos de
que un día llegaría una derrama de tamaña proporción que no había bolsillo
capaz de soportarla. Y sería la quiebra.
Algunos de
los inquilinos con más recursos y mayor poder en la escalera, comenzaron a
interesarse en futuras mudanzas y a investigar la oferta de edificaciones en
nuestro sistema solar. Pero el universo es sabio y de momento ha conseguido
mantener a salvo las urbanizaciones y los resorts en los que habitan seres con
más conciencia.
De no haber
sido por este muy necesario y universalmente beneficioso cambio de actitud en
el raciocinio humano, el 25 de octubre del año 2024, el terrible asteroide
Leviatán, de más de quinientos metros de diámetro y millones de toneladas de
peso habría impactado contra el planeta Tierra, al haber confundido los
científicos las mediciones y las casuales elipses de su órbita en el error
fatal que en un principio estipuló en mas de dos unidades astronómicas de
distancia de la Tierra.
Pero el
universo, el hado supremo, Dios o Supergato, lo que ustedes consideren que
decidió el fin de nuestra vida, reajustó las variables atendiendo a las
interferencia de distintos e inesperados campos gravitacionales y la suerte
estaba echada.
Tras meses
de angustia, de desesperación, y como no, de nuevas guerras fratricidas y, como
siempre absurdas y evitables, surgidas como respuesta a la certeza del
inevitable fin de los tiempos, algunos seres humanos decidimos asumir la culpa
y demostrar a quien sea que mueve los hilos nuestro verdadero propósito de
enmienda. Nos encomendamos al origen de la razón, a la microscópica e
infinitesimal molécula de bondad que forma parte de toda cadena de ADN de los
seres vivos, y trabajando mutaciones en el gen de la esperanza, encontramos la
manera. No fue fácil, en absoluto, y de hecho las primeras estimaciones sobre
la capacidad social y grupal para afrontar la necesaria acción común capaz de
detener el exterminio, indicaban variables casi imperceptibles entre lo
imposible y lo excesivamente poco probable. Pero lo conseguimos.
Si bien los
mejores y más capacitados científicos y biólogos españoles tuvimos que
desarrollar una vacuna contra la estupidez y el egoísmo, y se ordenó la
obligatoria vacunación universal de una única dosis a todos los seres humanos
del planeta, sin importar su origen, raza, credo o condición social, el momento
de la salvación llegó el 23 de noviembre, cuando según lo estipulado y
acordado, absolutamente todos , todas y todes los seres humanos, saltaron al
mismo tiempo y en el mismo ángulo , generando un minúsculo pero suficiente cambio
orbitacional en el planeta y librándonos de la extinción. Del mismo modo y
sujeto a las más exigentes garantías, todos los países del planeta firmaron su
adhesión a un contrato de respeto y cuidado por el medio ambiente con inmediata
aplicación de todas y cada uno de sus cientos de cláusulas que harán de este un
mundo mejor para todos, todas y todes los seres vivos».
Apenas tiene
tiempo para escuchar unos segundos de aplausos y ovaciones en el abarrotado
salón de plenos de la sede de las Naciones Unidas, cuando Juan abre los ojos y
comprende que todo ha sido un sueño.
Mientras
prepara el café con el que afrontar la jornada, asocia lo producido en la
fábrica del inconsciente con los visto en un documental antes de acostarse la
noche anterior.
El ser
humano en efecto está terminando con el planeta, pero también en efecto, es un animal
gregario, y cuando se lo propone es capaz de lo más hermoso atendiendo a esa
conciencia social, rozando la eusocialidad.
Juan apura
el café de un trago y camino de la ducha decide que, desde aquella misma
mañana, va a aportar cuanto esté en su mano para salvar al planeta, y para
concienciar a todos en su entorno de hacer lo mismo.
El pasado mes de marzo comencé a desarrollar junto a mi amiga, la actriz y directora teatral, Luisa Valares, un proyecto cultural en la villa de Simancas.
De la mano de un Ayuntamiento que realmente apuesta por la cultura, creamos Simanquince, un grupo teatral de lo más heterogéneo formado por vecinas y vecinos de distintas edades, desde los 20 a los 75 años, pero de idéntica curiosidad y de parecidas ganas de llenar sus días de vida y no sus vidas de días.
Yo me ocupé de la parte literaria y junto a los vecinos he compartido muchas sesiones de escritura creativa en las que hemos permitido aflorar multitud de emociones jugando con las palabras.
Trabajando duro todos juntos, bolígrafo en mano, escribimos una curiosa tragicomedia de intriga que lleva por acertado título Porciones de cada uno. Esta obra, construida con ideas y textos de todos los participantes del proyecto, se estrenará en el Teatro de la Vaguada (buque insignia de la cultura de Simancas)el próximo miércoles 27 de noviembre, dentro de la programación teatral que durante todo el mes de noviembre llenará el pueblo de talento y de magia entre bambalinas.
Luisa Valares se ha hecho cargo del entrenamiento actoral de los integrantes del proyecto, completamente neófitos en las artes escénicas, y ha conseguido inyectarles una fuerte dosis de ese veneno que lleva a los actores a pisar las tablas y a hacer de un escenario el lugar donde todo cobra sentido.
Poco a poco han ido soltándose, aprendiendo a manejar los gestos, la expresión, el movimiento, la voz... y gracias a la experiencia y a la indiscutible valía de mi compañera de proyecto, se han convertido en el elenco perfecto para representar su propia obra.
De un tiempo a esta parte cada ensayo se celebra más que el anterior, y la progresión del grupo es verdaderamente plausible.
Me siento muy orgulloso de todos los miembros de Simanquince, desde la más jovencita al más veterano, desde la más pizpireta y risueña, a la más tímida y prudente, desde el más atrevido y divertido showman rural, al más comedido y carismático caballero de campos de Castilla.
El día del estreno será algo muy especial, más allá de si conseguimos levantar al público entre grandes ovaciones o no. Cerraremos un círculo, pariremos una criatura engendrada con el cariño de todos y disfrutaremos de la experiencia de habernos marcado un destino y haber llegado hasta él.
Desde la corporación municipal, satisfechos con nuestro trabajo y sabedores de que un pueblo que accede a la cultura con facilidad es un pueblo que crece sano y feliz, nos han ayudado en la creación de una escuela de teatro y de recursos culturales, en la que se alojará un grupo de teatro estable y en el que niños, jóvenes y adultos, podrán apuntarse a distintos cursos con Luisa y conmigo, y trabajaremos desde la dramaturgia y la interpretación, a la escritura terapéutica, los monólogos y los títeres.
Aún tenemos abierta la convocatoria para que todos aquellos vecinos del pueblo, de las urbanizaciones que conforman su perímetro y que nutren el censo municipal, y de las poblaciones cercanas, puedan llamar y solicitar información para inscribirse y formar parte de esta escuela.
No os voy a engañar, me encanta mi trabajo, me chifla ver como los primeros sorprendidos con sus avances son los vecinos que apostaron por nosotros, y me da la vida el saber que más que con alumnos, cuento con un grupo de buenos amigos en uno de los pueblos más bonitos de Castilla y León.
Y porqué voy a tener que callarlo, me hace una particular ilusión que la vida me presentara a Luisa Valares, la convirtiera en mi amiga, en mi compañera de proyectos culturales y de trabajo, y en una estupenda actriz de la compañía teatral Pequeño asteroide, compañía que formamos junto la también maravillosa actriz, Katia Gallego.
A veces me duele un poco menos vivir, es más...a veces hasta lo celebro y todo.
Si os apetece uniros a este proyecto, subiros a este tren y disfrutar de la literatura y del teatro, no tenéis más que llamar al teléfono que aparece en el cartel que encabeza la entrada y que describe mi oferta de cursos. Luisa Valares ha diseñado y compartido uno propio en el que ofrece distintos cursos especializados en sus habilidades y conocimientos, y que os recomiendo encarecidamente si algún día queréis salir a escena y despertar los aplausos del público.
Podéis encontrar toda la información al respecto en nuestras distintas RRSS y en las del Ayuntamiento de Simancas.
Siempre he dicho que los poemas más hermosos son los que nacen del desamor, los que se escriben tratando de contener las lágrimas, tratando de no agonizar entre asfixiantes sollozos y de mantener el tipo ante a una sociedad que no termina de entender que hay personas capaces de somatizar las emociones hasta el extremo de detener su corazón inconscientemente, y de morir poco a poco envenenadas de nostalgia, atragantadas por dolorosos recuerdos y conmocionadas por imborrables momentos que jamás han de volver. Y curiosamente el dolor , la pena, la angustia y la rabia por tener que despedirse antes de tiempo es lo que ayuda a según qué escritores y a según qué escritoras, a alcanzar su momento álgido en la literatura, pues sin poder contenerlo, visten las palabras con el espantoso luto de la más horrible de las muertes, que es la que les llega sin avisar a esas historias de amor que parecían capaces de desafiar al tiempo y de convertirse en inmortales. Amar es algo tan bello como peligroso pues podría decir sin avergonzarme por ello, que al leer ciertos versos y al entregarme a algunos textos, he sido capaz de empatizar hasta el paroxismo con quienes los escribieron, y de comprender el grado de sufrimiento con el que se desahogaron y se liberaron en negro sobre blanco, quienes rubricaron esas obras que de inmediato pasaron a formar parte de las páginas que me acompañarán siempre entre los tomos que abarrotan las estanterías de la biblioteca de mi alma. He sufrido con cada adiós definitivo que no quiso pronunciarse, he saboreado la hiel y el amargor de los últimos besos, esos que son los que más duelen, esos que se dan por compasión o como limosna, y he querido morirme con cada palabra escrita por la pluma que rubrica la despedida con un tiro de gracia emocional, disparando un proyectil con la forma del te quiero conjugado en pasado perfecto (he querido), pues nunca habrá perfección en la ausencia de amor y esa ausencia es por definición estéril de futuro. Y ese adiós será la bala de plata que terminará con cualquier esperanza.
Conozco y he leído demasiadas páginas sobre el dolor. Para mi desgracia he abarrotado un buen número de cuadernos con las palabras que nacieron de mi propio sufrimiento, aunque no me atrevo a pensar que mi sufrimiento es distinto al de otras muchas personas que lloran y sufren como yo he llorado, y he sufrido en el pasado. El dolor es algo universal, a todos se nos entregan al nacer unas cuantas acciones en el banco del dolor, Y se nos permite especular con ellas, pero no venderlas. Curiosamente es la única propiedad que no avaricia ni envidia nadie, y curiosamente es la única propiedad de la que todos nos desprenderíamos sin dudarlo un segundo.
Una vez me maldijeron entre lágrimas y entonces comprendí cuanto puede doler una decisión equivocada. Y me juré que jamás volvería a cometer errores que llevasen a quien sufriera las consecuencias a maldecirme con todas sus lágrimas mientras le sangra el corazón.
Porque de todo se aprende, pero no todo te enseña. Y no me enseñaron a identificar el peligro que se oculta tras unos ojos bonitos que esquivan mis pupilas, la mentira que se esconde tras el reclamo de un amor en usufructo, y la lenta pero implacable agonía que acecha tras el título de propiedad de un incierto futuro levantado con frágiles andamios.
Aún tengo demasiado que aprender, demasiado que sufrir y demasiado que olvidar. Pero todavía no me siento capaz de hacerlo. No estoy preparado. Sigo siendo excesivamente humano, demasiado intenso y peligrosamente inmediato a la hora de querer. Y lo peor es que aún no he aprendido a dejar de hacerlo.
Un día seré capaz de escribir desde un lugar mucho más amable que el tenebroso bosque que se encuentra entre el valle del arrepentimiento y la cordillera de los fracasos. Y ese día, Ella volverá a creer en mi. El sol saldrá de nuevo para sacar a bailar a la luna antes de que abandone la pista, y todo se llenará de luz.
Hay canciones que son mucho más que música, ritmo y letra. Hay canciones que son la explicación que necesito, la respuesta a muchas de mis preguntas, la solución a algunos de mis problemas.
Quizás por eso dedico mucho de mi tiempo libre a escuchar música, a pedir explicaciones, a buscar respuestas y a solucionar problemas. Y todo ello lo hago con un bolígrafo en la mano, sentado ante un teclado o garabateando en esa libreta mental que los hados alojaron en el interior de mi cabeza. A veces me evado de la realidad y a veces gusto cuando callo porque estoy como ausente, pero en esos momentos estoy más presente que nunca porque estoy desgranado la vida, convirtiendo el todo en letras y jugando con ellas, mezclándolas en la coctelera de mi alma, agitándolas al ritmo frenético e intenso con el que bailan mis emociones para ofrecer después el coctel destilado de alegrías, y penas, de aventuras imposibles, de gemidos y silencios, de incesante llanto y de estridentes carcajadas. Del amor más verdadero y dulce y de la hiel más traicionera y amarga.
Una muy querida y gran mujer, sabia consejera y estupenda persona, no deja de repetirme que con mi talento y mis capacidades, debería ponerme un horario y encerrarme a escribir en silencio durante ocho o nueve horas diarias. Y yo siempre trato de explicarle que eso sería mi muerte literaria, porque necesito sufrir y gozar cuanto escribo. Necesito amanecer sin Ella para poder escribir letras de olvido. Necesito beber de su humedad, acariciar sus sonrisas con la punta de mi lengua, zurcirme el corazón cuando lo atraviesan de parte a parte con una afilada y dolorosa mentira y tratar de recuperar el aliento cuando amo cuesta arriba durante kilómetros de ascenso hasta la incertidumbre del sentimiento desde el que me precipito al vacío y vuelo con las alas de cera acolchadas de palabras y emplumadas por letras.
Soy de esos escritores que además de soñar sus historias necesitan vivirlas.
Mancho las hojas con letras sin sentido, con letras de lastima y pena y letras de olvido, pero también con las que al juntarse describen la felicidad absoluta, los momentos gloriosos, los ansiados reencuentros y los besos sinceros.
Puede que lo más bonito de trabajar junto a mis compañeras en Pequeño asteroide, no sea el aplauso del público, las sonrisas de los niños y las felicitaciones de sus padres o de los adultos que los acompañan a las representaciones, ni la satisfacción de quienes contratan nuestros espectáculos, sino la certeza de saber que de alguna manera, hemos aportado al público asistente algo más allá de ocio y entretenimiento.
Lo que distingue a nuestra compañía, es la habilidad para llevar a escena espectáculos propios, escritos y diseñados a medida para quien los solicita, y atendiendo de forma prioritaria a los valores que tanto se necesitan hoy en día, valores como respeto, generosidad, igualdad...
Es por ello que escribo obras para que mis compañeras y los títeres que salen a escena interactúen entre sí y con las personas que asisten a la función, y todos juntos construyamos esos momentos mágicos en los que la fantasía y la realidad se solapan y al romper la cuarta pared que separa al elenco que actúa durante la representación con quienes disfrutan de ella, todos nos sintamos parte del show y de alguna manera lo hagamos algo común.
Por ello si acertamos a trasladar los mensajes acertados, estaremos aportando nuestro granito de arena para conseguir que los niños y niñas que se divierten a nuestro lado durante poco más de 45 minutos, reconozcan la importancia y la necesidad de hacerle la vida un poco más llevadera a quienes en su círculo más cercano, ya sea familiar, escolar, deportivo o simplemente entre su pandilla de amigos, sufren violencia de género, acoso escolar, rechazo a una discapacidad o cualquiera de esas lacras que están dinamitando la buena convivencia y la armonía que debería reinar en una sociedad moderna, donde supuestamente identificamos, afrontamos y superamos cuantos males asediaron el feliz desarrollo de generaciones anteriores.
La nuestra es una buena herramienta para colaborar en la búsqueda de esa luz que poco a poco se ha ido cubriendo de sombras.
Hoy en día se ha sustituido la empatía por la competitividad, el respeto a los demás por el desprecio de quienes se erigen en superiores y, la igualdad entre los géneros por peligrosos y absurdos discursos machistas anacrónicos u otros malentendidos y revanchistas dogmas supuestamente feministas, en los que ambos extremos en lugar de reivindicar la igualdad entre géneros, intentan evidenciar la supremacía de uno sobre otro, culpando al distinto al propio de todos los males y problemas que pueda sufrir el suyo. No es una cuestión de hombres y mujeres enfrentadas, sino de personas que deberían apostar por lo que las une y no por lo que las separa.
Mis dos compañeras en este proyecto le aportan su arte y su indiscutible talento en escena y yo trato de aportarle mis habilidades con las palabras para escribir historias que al ser representadas dejen un poso de educación y de necesaria información sobre la indiscutible verdad de que un mundo mejor es posible.
Ayer conseguí rizar el rizo al escribir un espectáculo para Pequeño asteroide en los que de manera lúdica y amena abordaremos la igualdad de género, el acoso escolar y el fomento de la lectura.
Lleva por título Todo está en los libros, y sinceramente, estoy deseando manipular el títere de mi querido duende Leo Mazo y unirme al gran trabajo de mis compañeras para ver la reacción de los más jóvenes que asistan a su estreno.
Debía haber sido el punto y final a su historia, pero por motivos que aún desconoce se convirtió solamente en un punto y seguido.
Una noche de abril, una de esas noches que simulan ser perfectas, los hados, amparándose en su insensatez, en su arrogancia y en su falta de acierto decidieron terminar con todo de una forma más que brusca.
Los facultativos del equipo de emergencias que acudieron en su ayuda, se esforzaron en devolverle a la vida, y consiguieron que tras unos minutos de muerte clínica, abandonase su viaje hacia la luz y se sumergiera en ese limbo de incertidumbre al que llamamos coma.
Vagó por el túnel durante unos cuantos días y unas cuantas noches, sin ser consciente del viaje, sin saber siquiera que él ya no era él, y que había vuelto a ser ellos, cada uno de los nombres que ha tenido a lo largo de los siglos, cada uno de los distintos proyectos de ser humano en los que los dioses le permitieron existir, vivir, pelear, triunfar unas veces y fracasar otras. Avanzaba con cautela por el angosto subterráneo que debía conducirle al retiro definitivo, al sueño eterno, al lugar donde se almacenan las almas en desuso, pero el destino, caprichos, juguetón y antojadizo, convenció al resto de deidades de que se le concediera una nueva oportunidad, para al menos conocerla a Ella, amarla y sentirse amado. Que sufriera al descubrir como funciona todo, y gozara al saber que en ocasiones se permite romper las reglas, y jugar sin normas. Que se le devolviera a la realidad subjetiva que los mortales conciben como vida, para ver si en esta ocasión conseguiría que como acostumbraba a escribir, todo terminará llegando, incluso lo que para él es bueno.
Y dicho y hecho, para sorpresa de todos y contra todo pronóstico, volvió a abrir los ojos, a respirar, a sentir, a soñar y a escribir, a besar los labios de una mujer, a hipotecar su corazón, a tomar las más desacertadas decisiones y a maldecir a los dioses.
Los hados se cuidaron de que nunca recordase el camino que conduce a su presencia, que no pudiera intuir siquiera el lugar donde estuvo retenido y que no compartiera con nadie que detrás de este habilidoso y muy elaborado trampantojo, hay un sendero que conduce directo a la verdad.
En ocasiones el inconsciente, rebelde y desobediente, le regala durante la fase REM imágenes incomprensibles, sensaciones que se escapan al alcance de su cerebro y escenas distorsionadas y en blanco y negro de los gritos que no escaparon de su boca y se refugiaron en su espíritu. Del dolor absoluto y de la felicidad plena. De la muerte, de la vida y de cada una de las partidas que ha jugado desde el principio de los tiempos, al colocarse su ficha en el tablero.
En ocasiones despierta asustado y no comprende porqué lo que más le aterra y le entristece es saber que ha despertado. Que debe seguir intentando ser feliz a toda costa, porque una vez lo fue y duró demasiado poco.
Vivir no es fácil, ni con los ojos cerrados. Vivir tiene un reverso desconcertante al que llamamos muerte, aunque la muerte no es el final. Quizás es al final es a lo que llamamos vida.
El año pasado arranqué en una sala que me cedió Libera Teatro en su espacio escénico, La bien pagá, de Valladolid, un taller de orientación y creación literaria, que en principio concebí como trimestral, pero que dada la implicación, el interés y el esfuerzo del grupo que se inscribió, este año aún continuamos trabajando , escribiendo y compartiendo amor por la literatura juntos, y de hecho el próximo mes de noviembre publicaremos un libro de relatos con sus textos y los de algunos de los colaboradores que han venido al taller a compartir sus conocimientos en los distintos campos de la literatura, desde el periodismo o la poesía, a la letra de las canciones que tarareamos en la ducha.
A fuerza de ejercicios, actividades y ratos de ocio en común, nos hemos convertido en un grupo de amigos, más que en un grupo de trabajo.
La catarsis que conlleva el vaciar tu alma en los textos ha aportado al grupo un vínculo muy especial y además de por sus innegables avances en cuanto a la escritura, estoy muy orgulloso y muy satisfecho del resultado de la propuesta.
Es por ello que abro plazo de inscripción hasta el próximo día 30 de septiembre (incluido) para formar un nuevo grupo de amantes de las letras que quieran compartir esa pasión literaria, que quieran perfeccionar sus textos o sus versos, sus canciones o sus artículos en prensa o blogs, y que quieran curarse el alma a fuerza de juntar palabras.
Decía mi padre, que en paz descanse, que hablar de dinero empobrece las conversaciones, pero obviamente esto tiene un coste, aunque os puedo garantizar que es mucho más que asequible para cualquier bolsillo. Pero tanto sobre eso, como sobre las posibles fechas y horarios de las sesiones del nuevo grupo, estaré encantado de informaros en el correo jupizano@hotmail.com o en el tlf que aparece en el cartel.
He pensado que esta actividad es igual de válida para personas de 18, de 50 o de 96 años, por lo que a partir de los 18 (incluidos, por supuesto) cualquiera podrá disfrutar del talle. Y con menos también, pero igual aún necesitan seguir leyendo y haciéndose preguntas durante un poco más de tiempo. Yo no voy a darles muchas de las respuestas que buscan, pero todo está en los libros y si no aciertan a leerlas, con el tiempo acertaran a escribirlas.
Si os interesa, venid, pasad y poneros cómodos. Os espero.
Vas cumpliendo años, te vas haciendo mayor, y eso es una suerte, porque ya has conocido lo sencillo que es dejar de existir durante un instante, y has tenido la buena fortuna de conseguir el indulto y poder seguir llenando tus días de vida, y tu vida de días, pero no por ello aceptas de buen grado el paso del tiempo y sus consecuencias.
Llega el momento de acatar las normas que otros impusieron y de renunciar a la ilusión de poder cambiar las reglas del juego. Llega el momento de renunciar a aquello que hasta hace bien poco era el elemento diferenciador, aquello que te hacia sentir especial, eso que creías que un día marcaría la diferencia y te garantizaría el éxito, el triunfo, la conquista.
Toca deponer las armas y firmar el armisticio.
Toca llegar a un acuerdo digno y respetable, en el que al menos se te permita conservar alguna ilusión, pero en el que tendrás que entregar la mayoría de tus ilusiones desarmadas y maniatadas en pos de una paz duradera.
Y a todo esto la sociedad lo llama madurar, que no es otra cosa que renunciar a la esperanza. a la fantasía, a la ilusión, a la magia.
Se me ha obligado a matar a ese niño interior que se resistía con uñas y dientes a abandonar mi conciencia, mi razón, mi corazón y mi alma. Me he visto obligado a conducirlo hasta un paredón de certezas, vendarle los ojos con un pañuelo de inocencia marchita y ordenar al pelotón de ejecución acuartelado en la fortaleza de la cordura, que disparase contra él con su munición de realidad. Y luego me acerqué a darle el tiro de gracia de la aceptada derrota.
No quise retirarle la venda para no ver que, aún valiente frente a su inevitable destino, ha dejado escapar una lágrima al escucharme dar la orden de abrir fuego, no por miedo, sino por esa profunda tristeza que le atenazó el espíritu al oír la sentencia y saberse condenado.
Igual tengo que dejar de ser quien soy, tengo que comenzar a ser el que debo ser y tengo que relegar la felicidad a la noche, a los sueños. a la irreal realidad absurda en la que habita el inconsciente.
Igual todo comenzó en el momento en el que no me quedó más remedio que autoconvencerme de que las hadas no existen y que Ella solo fue la idealización de la mujer que siempre soñé, y que se me permitió reconocer entre la multitud de súcubos errantes. Que Ella solo fue el trago de ambrosía que robé de la copa de un dios despistado, la personificación de los anhelos que ese torturado músculo fabricado exclusivamente para bombear sangre se empeñó en dibujar en el emborronado lienzo de mi mente. Que nunca conseguí que me amase como yo insistí en amarla, pasara lo que pasara y le pesara a quien le pesara, incluso a mi mismo.
Igual toca ser un tipo del montón que come, reza y fracasa entre otros millones de seres que circulan por el universo, pastando, rezando y fracasando, anestesiados con el cloroformo que mantiene unido y en calma al rebaño. Igual yo mismo soy el lobo que me acecha tras los árboles esperando a que abandone al resto de las ovejas para deleitarse con mi propia carne.
Puede que lo que tenía que llegar ya haya llegado, y que no llegó lo bueno, porque lo bueno solo existía en ese pequeño asteroide del que me exilié al ver que ya no había rosas en el jardín, que los baobabs comenzaban a marchitarse y que los volcanes iba a entrar en erupción arrasando con todo.
Puede que mañana amanezca yo otra vez, y que vuelva a convertir en arcoíris de esperanza los textos más oscuros. Y le demos otra vuelta a esta tuerca que no termina de ajustar.
A su funeral acudieron ilustres personajes de la cultura del país, políticos de distintas ideologías, y cientos de personas que aguardaron en un respetuoso silencio en el exterior de la iglesia elegida para el sepelio, hasta que el féretro que contenía el cuerpo del trágicamente fallecido escritor, fue sacado a hombros por algunos destacados compañeros de trinchera literaria, quienes lo trasladaron con paso firme hasta el vehículo funerario que lo llevaría en su último viaje hasta el vecino cementerio de la ciudad.
Según el comunicado oficial, Iván Nogueira había fallecido víctima del accidente que sufrió al realizar espeleología en las cuevas de los acantilados de una conocida y muy turística población costera asturiana. El informe policial elaborado con la colaboración de los efectivos de la unidad de montaña de la Guardia Civil y del SAMUR que realizaron el rescate del cuerpo del malogrado novelista, certifica la muerte del mismo por los politraumatismos sufridos al despeñarse desde el resbaladizo saliente de la cueva situada en una zona extremadamente peligrosa, pues las corrientes subterráneas que surcan y horadan el interior de la montaña han creado una laguna en el interior de aquella cavidad, susceptible al crecimiento de las mareas y al aumento del caudal por las lluvias. El fatídico accidente se produjo cuando el finado escaló por una de las cornisas sin contar con las medidas de sujeción adecuadas. Dos experimentados geólogos que se encontraban en la zona realizando un estudio para el Principado de Asturias, declararon haber escuchado un repentino desprendimiento de rocas sobre el lugar en el que se encontraban tomando muestras minerales y al levantar la cabeza vieron caer a un hombre que impactó de lleno contra las piedras que la pleamar había dejado al descubierto. Al intentar auxiliar a la víctima y ver que les era imposible llegar hasta el lugar en el que se encontraba el cuerpo sin arriesgar sus propias vidas, se pusieron en contacto de inmediato con el 112 y desde la central de emergencias se coordinó el rápido rescate por medio de distintos efectivos de las fuerzas de seguridad y de cuerpos medicalizados.
Cuando los efectivos del SAMUR lograron acceder al escarpado y peligroso macizo rocoso sobre el que agonizaba Nogueira, le aplicaron cuantas técnicas de reanimación pudieron realizar en una situación tan precaria como delicada e incluso intentaron desfibrilarlo al cerciorarse de que estaba entrando en parada cardiaca, pero no hubo forma de revertir la situación y allí mismo certificaron su muerte.
El brigada y el subteniente de la unidad de montaña de la Guardia Civil desplazados hasta allí con tres de sus más experimentados subalternos, tan solo pudieron rescatar el cadáver y trasladarlo hasta tierra firme.
Al proceder al ascenso al lugar desde sonde se produjo el accidente para investigar el desgraciado suceso y descartar cualquier otra causa de la mortal caída, el agente Martínez. quien además es un fiel seguidor de la obra del difunto, encontró junto a la laguna natural una agenda moleskine de tapas rojas en cuya portada se podía leer con la particular caligrafía de Iván Nogueira, el título del manuscrito en el que estaba trabajando en el momento de su muerte: Los acantilados. Allí donde residen las hadas.
La prestigiosa editorial internacional con la que Noguira publicó en exclusiva sus últimas obras, entre las que destaca el aplaudido premio Planeta,La leyenda del yo que fui, ha hecho pública la última página escrita, legible pese a haber estado sumergida en las aguas subterráneas, gracias al arduo trabajo de reconstrucción y transcripción efectuado por los técnicos de restauración de originales e incunables de la Biblioteca Nacional. En las últimas frases escritas del puño y letra del siempre sorprendente y emocional escritor, puede leerse:
Te encontré, Diana. Sabía que no eras un sueño, que existías, que una vez te hiciste mujer para amarme y permitir que te amara, y que volviste a tu mundo para convencer a los dioses de que no exterminasen aún a la raza humana. Desde que vi tu sonrisa, supe que eras Ella, el ser que he amado una reencarnación tras otra. No me dejes por favor. He venido a buscarte. Llévame contigo allí donde habitan las hadas, aunque para ello deba renunciar a esta vida humana, a este cuerpo mortal, a esta razón que me pierde.
El médico forense que examinó el cuerpo de Iván Nogueira, comentó con sus compañeros y amigos que cuando le llevaron el cadáver, lo primero que le llamó la atención fue la inmensa sonrisa que se mostraba en sus labios, y la evidente sensación de paz que transmitía su rostro, algo inusual en las víctimas de ese tipo de sucesos. Lo que el galeno desconocía, era que el enamoradizo escritor se encontraba ya donde quería estar. Y con quien quería estar.