y es mala suerte, porque solía posarse en un nube barrigona y oscura, mucho más cerca del suelo.
Pero cuando las cosas están por salir mal, terminan saliendo mal...o peor que mal.
El caso es que Peter voló hasta la nube más alta y se sentó a pasar el rato, a meditar, a maldecir y a cortarse las uñas de los pies con la daga recién afilada, que será Peter Pan, pero no puede descuidar ciertos detalles.
Culpa suya, porque si estuviera a lo que tiene que estar, tendría que haberse dado cuenta de que se le terminó el polvo de hadas, lo consumió todo ascendiendo, pero como tiene la cabeza en un millón de cosas, ironías de la vida, por una vez en su vida no pensó en los polvos.
La del dedo gordo del pie izquierdo se le resistió y en la pugna, perdió el equilibrio y cayó.
Probó a pensar en algo encantador como dice la puta canción de Disney, y por mucho que le diera a aquella navidad, en que vio al despertar, juguetes de cristal, rápidamente se dio cuenta de que se iba a pegar la gran ostia.
Joder...que mierda de muerte para un tipo que era el paradigma de la inconsciencia.
De haberlo sabido se hubiera dejado traspasar por el acero de Garfio, o se hubiera casado con la petarda puritana de Wendy que será rubia y tendrá los ojos azules, pero se empeña en apagar la luz del dormitorio mientras él la desnuda de inocencia.
O se hubiera dejado morir de algo mucho peor.
Pero nada...iba camino de espachurrarse la pluma del sombreo y los sesos contra los adoquines de Londres.
Hizo un rápido balance de su vida y descubrió que a pesar de todo, había estado bastante bien y no la cambiaría por ninguna otra vida.
Siglos desflorando sirenas y princesas indias y gritándole a Campanilla lo imposible de todo.
Siglos quitándole la pasta del bocata a los niños perdidos y contando chistes de marineros borrachos.
Ahora que había decidido enamorarse hasta las trancas, colgar las calzas, madurar y quedarse dormidito después de hacer el amor, va y se cae de la puta nube.
Todo va cobrando forma rápidamente ahí abajo.
Antes de hacer un hermoso collage contra el asfalto con los restos de sus dudas, Peter cierra los ojos y la imagina pidiendo otra caña.
Entonces sucede: un golpe seco y en medio de la calle un muchacho que se levanta sorprendido, sacude los restos de asfalto del sombreo y comienza a caminar en su búsqueda.
Peter se hace mayor.