sábado, 5 de octubre de 2024

Allí donde nacen las letras más intensas


Siempre he dicho que los poemas más hermosos son los que nacen del desamor, los que se escriben tratando de contener las lágrimas, tratando de no agonizar entre asfixiantes sollozos y de  mantener el tipo ante a una sociedad que no termina de entender que hay personas capaces de somatizar las emociones hasta el extremo de detener su corazón inconscientemente, y de morir poco a poco envenenadas de nostalgia, atragantadas por  dolorosos recuerdos y conmocionadas por imborrables momentos que jamás han de volver.
 Y curiosamente el dolor , la pena, la angustia y la rabia por tener que despedirse antes de tiempo es lo que  ayuda a según qué escritores y a según qué escritoras, a alcanzar su momento álgido en la literatura, pues sin poder contenerlo, visten las palabras con el espantoso luto de la más horrible de las muertes, que es la que les llega sin avisar a esas historias de amor que parecían capaces de desafiar al tiempo y de convertirse en inmortales.
Amar es algo tan bello como peligroso pues podría decir sin avergonzarme por ello, que al leer ciertos versos y al entregarme a algunos textos, he sido capaz de empatizar hasta el paroxismo con quienes los escribieron, y de comprender el grado de sufrimiento con el que se desahogaron y se liberaron en negro sobre blanco, quienes rubricaron esas obras que de inmediato pasaron a formar parte de las páginas que me acompañarán siempre entre los tomos que abarrotan las estanterías de la biblioteca de mi alma.
He sufrido con cada adiós definitivo que no quiso pronunciarse, he saboreado la hiel  y el amargor de los últimos besos, esos que son los que más duelen, esos que se dan por compasión o como limosna, y he querido morirme con cada palabra escrita por la pluma que rubrica la despedida con un tiro de gracia emocional, disparando un proyectil con la forma del te quiero conjugado en pasado perfecto (he querido), pues nunca habrá perfección en la ausencia de amor y esa ausencia es por definición estéril de futuro. Y ese adiós será la bala de plata que terminará con cualquier esperanza.  
Conozco y he leído demasiadas páginas sobre el dolor. Para mi desgracia he abarrotado un buen número de cuadernos con las palabras que nacieron de mi propio sufrimiento, aunque no me atrevo a pensar que mi sufrimiento es distinto al de otras muchas personas que lloran y sufren como yo he llorado, y he sufrido en el pasado. El dolor es algo universal, a todos se nos entregan al nacer  unas cuantas acciones en el banco del dolor, Y se nos permite especular con ellas, pero no venderlas. Curiosamente es la única propiedad  que no avaricia ni envidia nadie, y curiosamente es la única propiedad de la que todos nos desprenderíamos  sin dudarlo un segundo.
Una vez me maldijeron entre lágrimas y entonces comprendí cuanto puede doler una decisión equivocada. Y me juré que jamás volvería a cometer errores que llevasen a quien sufriera las consecuencias a maldecirme con todas sus lágrimas mientras le sangra el corazón.
Porque de todo se aprende, pero no todo te enseña. Y no me enseñaron a identificar el peligro que se oculta tras unos ojos bonitos que esquivan mis pupilas, la mentira  que se esconde tras el reclamo de un amor en usufructo, y la lenta pero implacable agonía que acecha tras el título de propiedad de un incierto futuro levantado con frágiles andamios.
Aún tengo demasiado que aprender, demasiado que sufrir y demasiado que olvidar. Pero todavía no me siento capaz de hacerlo. No estoy preparado. Sigo siendo excesivamente humano, demasiado intenso  y peligrosamente inmediato a la hora de querer. Y lo peor es que aún no he aprendido a dejar de hacerlo. 
Un día seré capaz de escribir desde un lugar mucho más amable que el tenebroso bosque que se encuentra entre el valle del arrepentimiento y la cordillera de los fracasos. Y ese día, Ella volverá a creer en mi. El sol saldrá de nuevo para sacar a bailar a la luna antes de que abandone la pista, y  todo se llenará de luz.
Puede que ese día consiga sentirme feliz.


 

lunes, 30 de septiembre de 2024

Deletreando lágrimas y sonrisas


 Hay canciones que son mucho más que música, ritmo y letra. Hay canciones que son la explicación que necesito, la respuesta a muchas de mis preguntas, la solución a algunos de mis problemas.

Quizás por eso dedico mucho de mi tiempo libre a  escuchar música, a pedir explicaciones, a buscar respuestas y a solucionar problemas. Y todo ello lo hago con un bolígrafo en la mano, sentado ante un teclado o garabateando en esa libreta mental que los hados alojaron en el interior de mi cabeza. A veces me evado de la realidad y a veces gusto cuando callo porque estoy como ausente, pero  en esos momentos estoy más presente que nunca porque estoy desgranado la vida, convirtiendo el todo en letras y jugando con ellas, mezclándolas en la coctelera de mi alma, agitándolas al ritmo frenético e intenso con el que bailan mis emociones para ofrecer después el coctel destilado de alegrías, y penas, de aventuras imposibles, de gemidos y silencios, de incesante llanto y de estridentes carcajadas. Del amor más verdadero y dulce y de la hiel más traicionera y amarga.

Una muy querida y gran mujer, sabia consejera y estupenda persona, no deja de repetirme que con mi talento y mis capacidades, debería ponerme un horario y encerrarme a escribir en silencio durante ocho o nueve horas diarias. Y yo siempre trato de explicarle que eso sería mi muerte literaria, porque necesito sufrir y gozar cuanto escribo. Necesito amanecer sin Ella para poder escribir letras de olvido.  Necesito beber de su humedad, acariciar sus sonrisas con la punta de mi lengua, zurcirme el corazón cuando lo atraviesan de parte a parte con una afilada y dolorosa mentira y tratar de recuperar el aliento cuando amo cuesta arriba durante kilómetros de ascenso hasta la incertidumbre del sentimiento desde el que me precipito al vacío y vuelo con las alas de cera acolchadas de palabras y emplumadas por letras.

Soy de esos escritores que además de soñar sus historias necesitan vivirlas.

Mancho las hojas con letras sin sentido, con letras de lastima y pena y letras de olvido, pero también con las que al juntarse describen la felicidad absoluta, los momentos gloriosos, los ansiados reencuentros y los besos sinceros.

Vivo, luego escribo.


domingo, 22 de septiembre de 2024

Rizar el rizo


 Puede que lo más bonito de trabajar junto a mis compañeras en Pequeño asteroide, no sea el aplauso del público, las sonrisas de los niños y las felicitaciones de sus padres o de los adultos que los acompañan a las representaciones, ni la satisfacción de quienes contratan nuestros espectáculos, sino la certeza de saber que de alguna manera, hemos aportado al público asistente algo más allá de ocio y entretenimiento.

Lo que distingue a nuestra compañía, es la habilidad para llevar a escena espectáculos propios, escritos y diseñados a medida para quien los solicita, y atendiendo de forma prioritaria a los valores que tanto se necesitan hoy en día, valores como respeto, generosidad, igualdad...

Es por ello que escribo obras para que mis compañeras y los títeres que salen a escena interactúen entre sí y con las personas que asisten a la función, y todos juntos construyamos esos momentos mágicos en los que la fantasía y la realidad se solapan y al romper la cuarta pared que separa al elenco que actúa durante  la representación con quienes disfrutan de ella, todos nos sintamos parte del show y de alguna manera lo hagamos algo común.

Por ello si acertamos a trasladar los mensajes acertados, estaremos aportando nuestro granito de arena para conseguir que los niños y niñas que se divierten a nuestro lado durante poco más de 45 minutos, reconozcan la importancia y la necesidad de hacerle la vida un poco más llevadera a quienes en su círculo más cercano, ya sea familiar, escolar, deportivo o simplemente entre su pandilla de amigos, sufren violencia de género, acoso escolar, rechazo a una discapacidad o cualquiera de esas lacras que están dinamitando la buena convivencia y la armonía que debería reinar en una sociedad moderna, donde supuestamente identificamos, afrontamos y superamos cuantos males asediaron el  feliz desarrollo de generaciones anteriores.

La nuestra es una buena herramienta para colaborar en la búsqueda de esa luz que poco a poco se ha ido cubriendo de sombras.

Hoy en día se ha sustituido la empatía por la competitividad, el respeto a los demás  por el desprecio de quienes se erigen en superiores y, la igualdad entre los géneros por peligrosos y absurdos  discursos machistas anacrónicos u otros malentendidos y revanchistas dogmas supuestamente feministas, en los que ambos extremos en lugar de reivindicar la igualdad entre géneros, intentan evidenciar la supremacía de uno sobre otro, culpando al distinto al propio de todos los males y problemas que pueda sufrir el suyo. No es una cuestión de hombres y mujeres enfrentadas, sino de personas que deberían apostar por lo que las une y no por lo que las separa.

Mis dos compañeras en este proyecto le aportan su arte y su indiscutible talento en escena y yo trato de aportarle mis habilidades con las palabras para escribir historias que al ser representadas dejen un poso de educación y de necesaria información sobre la indiscutible verdad de que un mundo mejor es posible.

Ayer conseguí rizar el rizo al escribir un espectáculo para Pequeño asteroide en los que de manera lúdica y amena abordaremos la igualdad de género, el acoso escolar y el fomento de la lectura.

Lleva por título Todo está en los libros, y sinceramente, estoy deseando manipular el títere de mi querido duende Leo Mazo y unirme al gran trabajo de mis compañeras para ver la reacción de los más jóvenes que asistan a su estreno.

Y es verdad...todo está en los libros. Todo.

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domingo, 15 de septiembre de 2024

¿El final?


 Debía haber sido el punto y final a su historia, pero por motivos que aún desconoce se convirtió solamente en un punto y seguido.

Una noche de abril, una de esas noches que simulan ser perfectas, los hados, amparándose en su insensatez, en su arrogancia y en su falta de acierto decidieron terminar con todo de una forma más que brusca.

Los facultativos del equipo de emergencias que acudieron en su ayuda, se esforzaron en devolverle a la vida, y consiguieron que tras unos minutos de muerte clínica, abandonase su viaje hacia la luz y se sumergiera en ese limbo de incertidumbre al que llamamos coma.

Vagó por el túnel durante unos cuantos días y unas cuantas noches, sin ser consciente del viaje, sin saber siquiera que él ya no era él, y que había vuelto a ser ellos, cada uno de los nombres que ha tenido a lo largo de los siglos, cada uno de los distintos proyectos de ser humano en los que los dioses  le permitieron existir, vivir, pelear, triunfar unas veces y fracasar otras. Avanzaba con cautela por el angosto subterráneo que debía conducirle al retiro definitivo, al sueño eterno, al lugar donde se almacenan las almas en desuso, pero el destino, caprichos, juguetón y antojadizo, convenció al resto de deidades de que se le concediera una nueva oportunidad, para al menos conocerla a Ella, amarla y sentirse amado. Que sufriera al descubrir como funciona todo, y gozara al saber que en ocasiones se permite romper las reglas, y jugar sin normas. Que se le devolviera a la realidad subjetiva que los mortales conciben como vida, para ver si en esta ocasión conseguiría que como acostumbraba a escribir, todo terminará llegando, incluso lo que para él es bueno.

Y dicho y hecho, para sorpresa de todos y contra todo pronóstico, volvió a abrir los ojos, a respirar, a sentir, a soñar y a escribir, a besar los labios de una mujer, a hipotecar su corazón, a tomar las más desacertadas decisiones  y a maldecir a los dioses. 

Los hados se cuidaron de que nunca recordase el camino que conduce a su presencia, que no pudiera intuir siquiera el lugar donde estuvo retenido y que no compartiera con nadie que detrás de este habilidoso y muy elaborado trampantojo, hay un sendero que conduce directo  a la verdad.

En ocasiones el inconsciente, rebelde y desobediente, le regala durante la fase REM  imágenes  incomprensibles, sensaciones que se escapan al alcance de su cerebro y escenas distorsionadas y en blanco y negro de los gritos que no escaparon de su boca y se refugiaron en su espíritu. Del dolor absoluto y de la felicidad plena. De la muerte, de la vida y de cada una de las partidas que ha jugado desde el principio de los tiempos, al colocarse su ficha en el tablero.

En ocasiones despierta asustado y no comprende porqué lo que más le aterra y le entristece es saber que ha despertado. Que debe seguir intentando ser feliz a toda costa, porque una vez lo fue y duró demasiado poco.

Vivir no es fácil, ni con los ojos cerrados. Vivir  tiene un reverso desconcertante al que llamamos muerte, aunque la muerte no es el final. Quizás es al final es a lo que llamamos vida.

 

jueves, 12 de septiembre de 2024

Más que escritura


 El año pasado arranqué en una sala que me cedió Libera Teatro en su espacio escénico, La bien pagá, de Valladolid, un taller de orientación y creación literaria, que en principio concebí como trimestral, pero que dada la implicación, el interés y el esfuerzo del grupo que se inscribió, este año aún continuamos trabajando , escribiendo y compartiendo amor por la literatura juntos, y de hecho el próximo mes de noviembre publicaremos un libro de relatos con sus textos y los de algunos de los colaboradores que han venido al taller a compartir sus conocimientos en los distintos campos de la literatura, desde el periodismo o la poesía,  a la letra de las canciones que tarareamos en la ducha.

A fuerza de ejercicios, actividades y ratos de ocio en común, nos hemos convertido en un grupo de amigos, más que en un grupo de trabajo.

La catarsis que conlleva el vaciar tu alma en los textos ha aportado al grupo un vínculo muy especial  y además de por sus innegables avances en cuanto a la escritura, estoy muy orgulloso y muy satisfecho del resultado de la propuesta.

Es por ello que abro plazo de inscripción hasta el próximo día 30 de septiembre (incluido) para formar un nuevo grupo de amantes de las letras que quieran compartir esa pasión literaria, que quieran perfeccionar sus textos o sus versos, sus canciones o sus artículos en prensa o blogs, y que quieran curarse el alma a fuerza de juntar palabras.

Decía mi padre, que en paz descanse, que hablar de dinero empobrece las conversaciones, pero obviamente esto tiene un coste, aunque os puedo garantizar que es mucho más que asequible para cualquier bolsillo. Pero tanto sobre eso, como sobre  las posibles fechas y horarios de las sesiones del nuevo grupo, estaré encantado de informaros en el correo jupizano@hotmail.com o en el tlf que aparece en el cartel.

He pensado que esta actividad es igual de válida para personas de 18, de 50 o de 96 años, por lo que a partir de los 18 (incluidos, por supuesto) cualquiera podrá disfrutar del talle. Y con menos también, pero igual aún necesitan seguir leyendo y haciéndose preguntas durante un poco más de tiempo. Yo no voy a darles muchas de las respuestas que buscan, pero todo está en los libros y si no aciertan a leerlas, con el tiempo acertaran a escribirlas.

Si os interesa, venid, pasad y poneros cómodos. Os espero.


domingo, 8 de septiembre de 2024

Renunciar


 Vas cumpliendo años, te vas haciendo mayor, y eso es una suerte, porque ya has conocido lo sencillo que es dejar de existir durante un instante, y has tenido la buena fortuna de conseguir el indulto y poder seguir llenando tus días de vida, y tu vida de días, pero no por ello aceptas de buen grado el paso del tiempo y sus consecuencias.

Llega el momento de acatar las normas que otros impusieron y de renunciar a la ilusión de poder cambiar las reglas del juego. Llega el momento de renunciar a aquello que hasta hace bien poco era el elemento diferenciador, aquello que te hacia sentir especial, eso que creías que un día marcaría la diferencia y te garantizaría el éxito, el triunfo, la conquista. 

Toca deponer las armas y firmar el armisticio.  

Toca llegar a un acuerdo digno y respetable, en el que al menos se te permita conservar alguna ilusión, pero en el que tendrás que entregar la mayoría de tus ilusiones desarmadas y maniatadas en pos de una paz duradera.

Y a todo esto la sociedad lo llama madurar, que no es otra cosa que renunciar a la esperanza. a la fantasía, a la ilusión, a la magia. 

Se me ha obligado a matar a ese niño interior que se resistía con uñas y dientes a abandonar mi conciencia, mi razón, mi corazón y mi alma. Me he visto obligado a conducirlo hasta un paredón de certezas, vendarle los ojos con un pañuelo de inocencia marchita y ordenar al pelotón de ejecución acuartelado en la fortaleza de la cordura, que disparase contra él con su munición de realidad. Y luego me acerqué a darle el tiro de gracia de la aceptada derrota.

No quise retirarle la venda para no ver que, aún valiente frente a su inevitable destino, ha dejado escapar una lágrima al escucharme dar la orden de abrir fuego, no por miedo, sino por esa profunda tristeza que le atenazó el espíritu al oír la sentencia y saberse condenado.

Igual tengo que dejar de ser quien soy, tengo que comenzar a ser el que debo ser y tengo que relegar la felicidad a la noche, a los sueños. a la irreal realidad absurda en la que habita el inconsciente.

Igual todo comenzó en el momento en el que no me quedó más remedio que autoconvencerme de que las hadas no existen y que Ella solo fue la idealización de la mujer que siempre soñé, y que se me permitió reconocer entre la multitud de súcubos errantes. Que Ella solo fue el trago de ambrosía que robé de la copa de un dios despistado, la personificación de los anhelos que ese torturado músculo fabricado exclusivamente para bombear sangre se empeñó en dibujar en el emborronado lienzo de mi mente. Que nunca conseguí que me amase como yo insistí en amarla, pasara lo que pasara y le pesara a quien le pesara, incluso a mi mismo.

Igual toca ser un tipo del montón que come, reza y fracasa entre otros millones de seres que circulan por el universo, pastando, rezando y fracasando, anestesiados con el cloroformo que mantiene unido y en calma al rebaño. Igual yo mismo soy el lobo que me acecha tras los árboles esperando a que abandone al resto de las ovejas para deleitarse con mi propia carne.

Puede que lo que tenía que llegar ya haya llegado, y que no llegó lo bueno, porque lo bueno solo existía en ese pequeño asteroide del que me exilié al ver que ya no había rosas en el jardín, que los baobabs comenzaban a marchitarse y que los volcanes iba a entrar en erupción arrasando con todo. 

Puede que mañana amanezca yo otra vez, y que vuelva a convertir en arcoíris de esperanza los textos más oscuros. Y le demos otra vuelta a esta tuerca que no termina de ajustar.

Puede.




jueves, 5 de septiembre de 2024

Donde habitan las hadas


 A su funeral acudieron ilustres personajes de la cultura del país, políticos de distintas ideologías, y cientos de personas que aguardaron en un respetuoso silencio en el exterior de la iglesia elegida para el sepelio, hasta que el féretro que contenía el cuerpo del trágicamente fallecido  escritor, fue sacado a hombros por algunos destacados compañeros de trinchera literaria, quienes lo trasladaron con paso firme hasta el vehículo funerario que lo llevaría en su último viaje hasta el vecino cementerio de la ciudad.

Según el comunicado oficial, Iván Nogueira había fallecido víctima del accidente que sufrió al realizar espeleología en las cuevas de los acantilados de una conocida y muy turística población costera asturiana. El informe policial elaborado con la colaboración de los efectivos de la unidad de montaña de la Guardia Civil y del SAMUR que realizaron el rescate del cuerpo del malogrado novelista, certifica la muerte del mismo por los politraumatismos sufridos al despeñarse desde el resbaladizo saliente de la cueva situada en una zona extremadamente peligrosa, pues las corrientes subterráneas que surcan y horadan el  interior de la montaña han creado una laguna en el interior de aquella cavidad, susceptible al crecimiento de las mareas y al aumento del caudal por las lluvias. El fatídico accidente se produjo cuando el finado escaló por una de las cornisas sin contar con las medidas de sujeción adecuadas. Dos experimentados geólogos que se encontraban en la zona realizando un estudio para el Principado de Asturias, declararon haber escuchado un repentino desprendimiento de rocas sobre el lugar en el que se encontraban tomando muestras minerales y al levantar la cabeza vieron caer a un hombre que impactó de lleno contra las piedras que la pleamar había dejado al descubierto. Al intentar auxiliar a la víctima y ver que les era imposible llegar hasta el lugar en el que se encontraba el cuerpo sin arriesgar sus propias vidas, se pusieron en contacto de inmediato con el 112 y desde la central de emergencias se coordinó el rápido rescate por medio de distintos efectivos de las fuerzas de seguridad y de cuerpos medicalizados. 

Cuando los efectivos del SAMUR lograron acceder al escarpado y peligroso macizo rocoso sobre el que agonizaba Nogueira, le aplicaron cuantas técnicas de reanimación pudieron realizar en una situación tan precaria como delicada e incluso intentaron desfibrilarlo al cerciorarse de que estaba entrando en parada cardiaca, pero no hubo forma de revertir la situación y allí mismo certificaron su muerte.

El brigada y el subteniente de la unidad de montaña de la Guardia Civil desplazados hasta allí con tres de sus más experimentados subalternos, tan solo pudieron rescatar el cadáver y trasladarlo hasta tierra firme.

Al proceder al ascenso al lugar desde sonde se produjo el accidente para investigar el desgraciado suceso y descartar cualquier otra causa de la mortal caída, el agente Martínez. quien además es un fiel seguidor de la obra del difunto, encontró junto a la laguna natural una agenda moleskine de tapas rojas en cuya portada se podía leer con la particular caligrafía de Iván Nogueira, el título del manuscrito en el que estaba trabajando en el momento de su muerte: Los acantilados. Allí donde residen las hadas.

La prestigiosa editorial internacional con la que Noguira publicó en exclusiva sus últimas obras, entre las que destaca el aplaudido premio Planeta, La leyenda del yo que fui, ha hecho pública  la última página escrita, legible pese a haber estado sumergida en las aguas subterráneas, gracias al arduo trabajo de reconstrucción y transcripción efectuado por los técnicos de restauración de originales e incunables de la Biblioteca Nacional. En las últimas frases escritas del puño y letra del siempre sorprendente y emocional escritor, puede leerse:

Te encontré, Diana. Sabía que no eras un sueño, que existías, que una vez te hiciste mujer para amarme y permitir que te amara, y que volviste a tu mundo para convencer a los dioses de que no exterminasen aún a la raza humana. Desde que vi tu sonrisa, supe que eras Ella, el ser que he amado una reencarnación tras otra. No me dejes por favor. He venido a buscarte. Llévame contigo allí donde habitan las hadas, aunque para ello deba renunciar a esta vida humana, a este cuerpo mortal, a esta razón que me pierde. 

El médico forense que examinó el cuerpo de Iván Nogueira, comentó con sus compañeros y amigos que cuando le llevaron el cadáver, lo primero que le llamó la atención fue la inmensa sonrisa que se mostraba en sus labios, y la evidente sensación de paz que transmitía su rostro, algo inusual en las víctimas de ese tipo de sucesos. Lo que el galeno desconocía, era que el enamoradizo escritor se encontraba ya donde quería estar. Y con quien quería estar.



viernes, 30 de agosto de 2024

Satisfecho


 Puede que una de las mejores sensaciones que experimenta el ser humano, es la de la satisfacción personal.

Quizás ese sentir que aquello que has intentado aportar a tu entorno ha llegado, ha servido y ha sido valorado, te reconforta hasta tal punto que llegas a pensar que en efecto, eres suficiente.

Y eso es lo que me hacen sentir lo alumnos de los dos cursos que imparto, el de dramaturgia en Simancas y el de escritura creativa en Valladolid.

Leer los comentarios y los mensajes que algunos de los asistentes escriben en grupos de wasap y en RRSS me aportan tal energía, tal satisfacción y tal deseo de seguir avanzando, que me reafirmo en mi empeño de mejorar en cada sesión y de tratar de compartir con ellos aquello que es el verdadero motor de mis vidas, la necesidad de escribir, y la inmejorable sensación de enfrentarme a la lectura adecuada para cada momento.

Trabajo con ellos la escritura desde el alma, desde la emoción y desde los sentimientos. Lo explico que escribir desde la más absoluta sinceridad y desde la cruda verdad permite que los textos, los versos y los libretos teatrales se empapen de realidad, de vida y de ilusiones.

Da igual la temática, el género y el estilo. Da igual el campo literario en el que decidan dar salida a los que les inunda el pecho. Dan igual las incorrecciones , los errores orto tipográficos y las extensiones de los trabajos. El caso es que ya van unas cuantas veces en las que algunos alumnos han roto a llorar al leer sus ejercicios y he visto como sus compañeros aplaudían el momento y se levantaban a transmitir apoyo y camaradería con abrazos. Y eso me hace muy feliz.

Y me hace feliz porque ya no son meros alumnos o integrantes de una actividad, son amigos, son miembros de mi tribu, son compañeros de trinchera literaria.

Rezo para que consiga mantenerme en el camino y recorrerlo con acierto, creando vínculos entre las personas que se sientan a escribir conmigo, colaborando en el necesario trabajo neuronal que evita o retrasa el deterioro del cerebro, y ayudándolas a hacer de sus vidas algo más llevadero. Porque como no me cansaré nunca de afirmar, la literatura salva vidas.

Y ya está. Solo quería contaros que me siento bien, para compensar todas esas entradas en las que os cuento lo mucho que me duele el alma.

domingo, 25 de agosto de 2024

¿En el nombre de qué Dios?


 En esta foto de Luisa Valares, tomada durante la conmemoración del requerimiento en el año 939 de las siete doncellas simanquinas que el rey Ramiro I entregó como parte del pago por la paz al califa musulmán Abderramán II, poso junto a las siete jóvenes que este año han adoptado el papel de aquellas valientes mujeres de la villa de nombre Bureba, hoy Simancas, que decidieron auto mutilarse para no formar parte del harén del califa, cosa que funcionó pues Abderramán contestó al Rey cristiano al devolver a las mozas, "Si mancas me las dais, mancas no las quiero".

Aquellas siete jóvenes tienen mucho que enseñarnos de valor, de compromiso, de decisión y de lo que ahora se conoce como empoderamiento, y su gesta además de librarles de ser utilizadas como juguetes sexuales, sigue despertando conciencias a fecha de hoy.

Cuando cursé mis estudios de maestro de música, opté por añadir otra especialidad a mi currículo, y como siempre he sido más de mus que de correr detrás de un balón, y ya hablo un par de idiomas a mayores del mio nativo, me especialicé en religión.

Estudié lo que se conoce como "religiones del libro", es decir, Islam, Judaísmo y cristianismo, pues las tres tienen en común el Antiguo testamento, además de religiones animistas, religiones oriéntales y filosóficas y cuantos cismas y corrientes sucedieron al cristianismo  desde que vino al mundo quien para mi fue el hijo de Dios. 

En ningún momento recuerdo que ninguno de los amanuenses que recogieron las enseñanzas de los distintos profetas y enviados de Alá, Yahvé o Jesucristo, indicaran o proclamaran que la mujer era un objeto, una moneda de cambio o un articulo para el consumo.

Aquellas siete doncellas consiguieron más al perder sus manos que decenas de miles de guerreros cristianos y musulmanes al perder sus vidas y, sinceramente, a mi entender aquellas que hoy en día se erigen en adalides del feminismo y que reivindican la dignidad de la mujer, deberían hacer oír sus voces y pelear con más fuerza que nunca, al conocer la nueva ley promulgada en Afganistán, en la que queda terminantemente prohibido que se escuche públicamente, ya sea en vivo y en directo o a través de medios de comunicación y distintos canales, la voz de las mujeres. Pero claro...esto ya son palabras mayores.

¿En nombre de qué Dios se legisla de tan absurda manera?

Tampoco me explico en el nombre de qué Dios los cristianos exterminaron a multitud de indígenas de distintas culturas para imponerles la salvación de sus almas, combatieron en las cruzadas o ajusticiaron en los autos de fe a quienes profesaban otras religiones. 

No me cuadra que en oriente próximo judíos y musulmanes se masacren a diario y nunca comprendí porqué  extraer el corazón de los cautivos aplacaría la ira de los dioses mayas y aztecas.

La diosa hindú  Kali al parecer agradece cuanta sangre se derrame en su nombre, y a lo largo y ancho del planeta descubrimos que la ambición y la intransigencia humana se disfrazan de religión y se visten de fe para cometer las mayores  atrocidades.

 Y en la inmensa mayoría de las civilizaciones que han existido y existen en el planeta, la mujer siempre ha debido agachar la cabeza, obedecer y procurar no llevar la contraria a los hombres, hombres que nacieron de un vientre materno, que amaron y engendraron mujeres y que en la mayoría de las ocasiones  recibieron amor y cuidados de quienes consideraban meros elementos decorativos.

Digamos que aunque utilice el masculino para escribir en plural, me considero feminista, porque a diferencia de muchos,  no veo en la mujer a ese ser humano imperfecto que Dios creó cuando se puso a cincelar barro y a insuflar almas. Porque adoro a mi madre y amo a cuantas mujeres me rodean, ya sean familiares o amigas (que son la familia que uno elige). Porque desde los 15 años he soñado con la mujer junto a la que ser feliz y crear el más acertado proyecto vital, y aunque no haya dejado de fracasar en ello, no creo que más allá de las que marcan las secuencias de ADN  haya diferencia alguna entre los géneros humanos.

Y ya está. 

Esta bonita foto, de mi AMIGA Luisa, no solo recoge un momento en el evento tradicional de un pueblo donde me siento como en casa cada vez que voy, sino que de alguna manera, es mi forma de reconocer que en cuanto a valor, tampoco hay diferencia alguna entre hombres y mujeres.

jueves, 22 de agosto de 2024

Otoño. Esa película que nunca dirigiré ni protagonizaré.


 La proyección arranca con la tenue reproducción de un aria de Bach que se mantiene como banda sonora durante todo el metraje.

La cámara realiza un primer plano de un hombre de mediana edad. Sobre sus largos cabellos rubios luce ladeado y con donaire un sombrero negro de fieltro, que al ocultar parte de su oído izquierdo, solo permite apreciar en él un aro de plata pendiente del lóbulo, que evidencia la nostalgia de un tiempo que se fue y no ha de volver jamás.

Al abrirse el plano descubrimos que el protagonista de la cinta se encuentra sentado en el banco de un parque o de unos amplios jardines.

Por la luz, lo gris del día y la cantidad de hojas caídas sobre el suelo y parte del banco, parece ser otoño.

El hombre lee, no, sujeta una libreta abierta en su mano izquierda. De pronto comienza  a escribir en ella con una estilográfica negra que blande en la mano derecha.

Hay un cambio de plano, y la nueva óptica nos muestra el parque en su esplendor. Robles, hayas, sauces y distintos árboles indican la cercanía de un estanque, un lago o de una considerable corriente de agua.

Un grupo de niños persiguiendo un balón entra en escena con su algarabía infantil, descuidada y molesta. Son niños y ejercen como tales sin pudor ni censura alguna. El hombre deja de escribir visiblemente molesto, y saca una pitillera del bolsillo interior de su americana. Con un plateado, viejo y fiable mechero de gasolina enciende un cigarrillo rubio con filtro, y al aspirar la primera e intensa calada, una sonrisa asoma en su rostro.

Los niños se alejan desapareciendo de plano y vuelve la tranquilidad a la escena.

El solitario fumador retoma la escritura y el objetivo hace zoom hasta la página en la que garabatea, donde se lee, "50 años son algo más que media vida. Es la medida de tiempo perfecta para matar la ilusión de encontrarla, de ser feliz junto a Ella y de morir entre sus brazos."

Un gato negro salta sobre el respaldo del banco y se contonea juguetón ronroneando y moviendo la cola muy despacio.

El hombre se detiene en la escritura, observa con cariño al animal, apura el cigarrillo y tras posar la libreta sobre sus rodillas, extrae un pequeño revolver de un bolsillo lateral del pantalón, lo apoya en su sien y se descerraja un disparo.

Funde en negro.

La música de Bach hasta entonces casi imperceptible como banda sonora del cortometraje, sube de volumen, acariciando el alma de los sobrecogidos espectadores.

La palabra Fin en grandes letras blancas indica que todo ha terminado.