Mientras limpia los restos de sangre de sus manos, Marina piensa en que no puede excusar el trato recibido durante estos dos últimos años por el legado generacional que heredó su difunto esposo. Si bien es cierto que a sus 46 años, su esposo había crecido escuchando lindezas musicales como "pero no podía jugar porque tenía que planchar", "tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas si", "los chicos no lloran tienen que pelear" o "eres mía, mía, mía, solo mía", eso no justificaba los golpes y los desprecios.
En cuanto a la publicidad de su época, entre aquella que buscaba a Jacks exhibiendo escote, el coñac que era cosa de hombres o absolutamente todos los anuncios de artículos de limpieza o productos de alimentación en el que parecía que únicamente una mujer podía asumir las tareas de la casa y la cocina, lo cierto es que sin darse cuenta adquirió una educación social en la diferencia entre sexos, nunca en la igualdad.
En el equipo de música del salón, ironías del destino, suena ahora "La mataré"de Loquillo, uno de los temas preferidos del finado. Se conoce que en el USB que su marido había puesto a reproducir en el estéreo mientras se servia una copa, este tema, como no podía ser de otra forma, ocupaba un lugar especial entre los favoritos que almacena.
Esta noche las cosas se habían vuelto a ir de madre. Carlos se había tomado un par de gintonics de más al volver del curro y a raíz de un absurda discusión sobre un chiste que se había vuelto viral en redes sociales, la escasa paciencia del hombre al que prometió querer en la salud y en la enfermedad y en las alegrías y en las tristezas hasta que la muerte los separase, volvió a colmarse y Carlos zanjó la discusión con un directo en la boca que hizo un corte en el labio superior de Marina. Que bien...pensó Marina mientras trataba de cortar la hemorragia, una nueva cicatriz, otra para la colección.
Si todo hubiera terminado ahí, Marina habría sumado este golpe a la larga colección de recuerdos para olvidar en cuanto desapareciera la marca, pero al parecer Carlos encontró algo terriblemente sexy en la forma en que su mujer se pasaba el algodón por la boca y armado de una poderosa erección, decidió hacer uso de sus derechos conyugales. En un ataque feroz de romanticismo, le arrancó la camisa hizo que se arrodillara frente a él ejerciendo una fuerte presión sobre sus hombros, y le dijo que lo mejor para la herida era meterse en la boca su "áloe vera".
Aquello fue la gota que colmó el vaso. Marina fingió acceder a sus deseos y cuando el miembro de su marido penetró en su boca, decidió morderlo con todas sus ganas.
Carlos gritó de dolor y a fuerza de puñetazos y rodillazos pudo extraer su sanguinolento y dañado pene de la boca de su mujer. Marina estuvo a punto de perder el conocimiento por un fuerte puñetazo en la sien, pero se repuso y a cuatro patas alcanzó a entrar en la cocina, al final del pasillo. Allí se armó con un enorme cuchillo de trinchar y enajenada por el dolor, por la rabia y por la tristeza de vivir en una condena que ni ella ni ninguna mujer merecía, regresó al salón donde Carlos se encontraba agachado sujetándose el miembro entre las manos y alternando sollozos con lamentos, insultos y salvajes amenazas. No le dio opción.
Marina hundió la hoja primero en el pecho de Carlos y después en el abdomen, en el costado, en el hombro y en cuanto lugar pudo acceder antes de que Carlos se desplomase abatido.
Ella misma llamó a la policía y denunció lo sucedido. Las marcas y cicatrices que decoraban buena parte de su cuerpo le serían de mucha utilidad a la hora de demostrar los malos tratos continuados y cuando le preguntasen porqué no había denunciado nunca a su marido, únicamente diría que Carlos había amenazado con matarla si se le ocurría llamar al 016.
Ahora a esperar a que la justicia ratificará todo lo que el gobierno pretende hacernos creer sobre los derechos de las mujer.
En lo que llegaba la patrulla de la policía nacional destacada al domicilio, Marina se preparó un gintonic. Carlos tenía muy buen gusto con las ginebras de importación.