Nunca he sido futbolero.
Jamás he entendido a esas personas que viven su día a día escudriñando el Marca o repasando alineaciones pegadas a una radio.
No entiendo ni patata de este noble deporte, solo se que mueve cientos de millones de euros y que ha sustituido al circo, para tener contento y entretenido al pueblo.
Ahora bien, descubrí la emoción de sentir unos colores en la pasada eurocopa, cuando nuestra selección hizo un formidable torneo, consiguiendo el título de campeones.
Y me llenó de orgullo.
Me entregué como el que más a los cánticos y a los gritos. Sudé hasta el último segundo de la final y me eché a la calle a celebrar el triunfo con decenas de miles de vallisoletanos.
Solo por esa noche de alegría, la selección merece mi mas absoluto respeto.
No voy a entrar en el tema de las españolidades, me da igual, que aquellos que queman nuestra bandera, se pongan la camiseta de la selección española y gocen gritando "a por ellos"; es más, me hace mucha gracia.
Lo que si que quiero es partir una lanza por esos chavales, de quienes estoy convencido de que están dando lo mejor de cada uno de ellos.
Quizás han empezado con mal pie, pero no pienso reprochárselo, ni hablar.
Y si pierden el próximo partido, y vuelven a casa, me gustaría recibirlos con un fuerte aplauso, porque han tenido los cojones de salir a un campo y representar a toda España, con orgullo e ilusión, aunque sea pegándole patadas a un balón.
No es cierto que todo español lleve un seleccionador nacional dentro, yo lo que tengo dentro, suelen ser gases.
No voy a decirle a un profesional como tiene que hacer las cosas, ni voy a gritarle a un chaval sometido a una presión de esa magnitud, si es un hijo puta o no, por haber fallado un penalty.
Ojalá ganen algún partido más, para que sigan llenando de banderas los coches y los balcones, para que sigan igualando ante una pantalla, a obreros y patrones, para que sigan consiguiendo que un madridista y un cule, se abracen al celebrar un gol.
Es de cabrones y de poco hombres, hacer escarnio del caído, en vez de tender una mano para que vuelva a levantarse.
A por ellos ¿o qué?.