Necesito respirar, descubrir el aire fresco y decir cada mañana, que soy libre como el viento. Aquel abril en el que se me permitió respirar, pude confirmar que después de nuestra voz solo se escucha el silencio. "Has vuelto a nacer" me dicen continuamente y si, ha sido un parto doloroso y largo pero he vuelto a nacer y al médico divino que me azotó el trasero sujetándome por los pies, se le fue un poco la mano hasta que me hizo llorar y aún hoy a ratos, sigo llorando. Nací después de treinta y nueve años de vivir a tope y consumir cada día como si fuese el último. Aquel Juan que se quedó en el asfalto, era un buen tipo, pero extremadamente inconsciente. Su falta de responsabilidad y de sacrificio, le llevaron a donde le llevaron y lo realmente extraño es que no hubiese caído antes, durante una de aquellas juergas brutales con excesos sin mesura o víctima de un mal golpe en una pelea, una enfermedad venérea o reventado por la fuerza centrípeta de una vida acelerada. Las cosas pasan porque tienen que pasar y si no frenas tu, te frena la vida. Y te enseña. Ahora respiro y pienso, vivo y siento, lucho y venzo. Ahora, soy un cachorrito de cuarenta y dos años que quiere jugar con todo y que mordisquea las zapatillas del destino. Ahora se me ha dado la opción de poder reinventarme y llegar a ser el que debería haber sido hace mucho tiempo. Se me ha regalado un tercer ojo en la frente o quizás con el golpe he podido abrirlo, pues debía estar cerrado a presión. Desde que volví a ver la luz, soy capaz de reconocer muchas cosas a las que hasta hora no daba la importancia necesaria. Veo el aura de amor que rodea a los miembros de mi familia, el afán por ayudarme que emana de mis amigos, el tremendo cariño que habita en el corazón de mis amigas y el amor. He aprendido a ver el amor, a reconocerlo y a no confundirlo con otras cosas mucho más vanales. Por eso se va acercando el momento de olvidar el cambio, de dejar de sumerjirme en las peligrosas aguas del recuerdo y de agradecer esta oportunidad, de la única forma eficaz y consecuente: abandonando el rol de renacido. Soy un nuevo Juan y creo que más maduro y un pelín mejorado, pero eso no me exime de cometer errores, de hacer cosas mal o de seguir equivocándome. La única diferencia es que ahora sabré cuando lo haga, cuando las cosas no sigan el camino correcto y cuando salpique a otras personas con el agua de los charcos en los que acostumbraba a meterme. Y dicho esto, pienso hacer en mi vida real lo mismo que en mi vida literaria. Publicaré un nuevo libro para dar carpetazo al pasado. Un libro trabajado, reflexionado, corregido y del que podré sentirme orgulloso. Y lo demás no importa por muy divertida que pueda ser la trama. Y puede que aprenda a abstraerme de mi realidad cotidiana y ya no necesite ponerlo todo por escrito ni desnudarme en público constantemente. Ese ojo que he conseguido abrir, me está permitiendo también reconocer lo excepcional de muchas personas y eso es genial, porque me abofetea el rostro con el guante de la certeza de que no soy nadie especial ni diferente. Hay muchos ángeles a mi alrededor, hadas preciosas y esforzados y valientes caballeros. Hay guerreras de la vida que a veces asustan al blandir sus espadas, pero que lejos de hacerlo para herirme con ellas, solo buscan defender el paso de sus puentes y asegurar la marcha en las encrucijadas del camimo polvoriento que es la existencia. Vamos a por todo. Quiero que todos mis minutos sean minutos de minuto y medio. Quiero que todos mis momentos se conviertan en inolvidables.
Lucas, haciendo gala de los buenos modales que le caracterizaban, levantó la lona de la enorme tienda de campaña para que Re pudiese entrar sin tener que agacharse. Lucas había cogido la costumbre de llamar Re a su compañera de proyecto. Re era la abreviatura perfecta de su nombre y además era la palabra italiana para Rey, y Lucas pensó desde que conoció a su compañera que era una reina. La pareja de voluntarios se encontraba en un campo de refugiados en la isla griega de Lesbos. En el último año había aumentado hasta lo indecible el número de refugiados que se enfrentaban al Mediterráneo tratando de escapar de la guerra en Siria. Muchos morían por el camino, y los que conseguían pisar tierra sin minar, eran recluidos en campos de refugiados en lo que las autoridades europeas decidían de que manera podrían rentabilizar políticamente su miedo y su desesperación. Ya eran cientos de miles las personas que habían llegado a territorio europeo suplicando la oportunidad de construirse un futuro a salvo de los bombardeos, pero la humanidad como valor era un bien a la baja en detrimento de la rentabilidad económica de las circunstancias personales de aquellos ojos llenos de lágrimas y terror. Por eso Lucas y Re se habían unido a Amnistía Internacional para tratar de aportar su granito de arena. No podían derribar las alambradas, no podían desarmar a los soldados de las fronteras, no podían diseñar caminos rectos y seguros hasta las nuevas oportunidades pero lo que si que podían hacer era compartir con aquella gente sus corazones. Y allá que se fueron sonriendo. Re tenía una sonrisa preciosa que le iluminaba el rostro y conseguía iluminar todo a su alrededor y Lucas tenía una capacidad especial para transmitir los sentimientos más hermosos y reconfortar a los que sufrían más que él, que había sufrido mucho. Quizás por eso había desarrollado la habilidad de convertir el dolor y la desesperación en cuentos con final feliz. Dentro de la tienda les esperaba otra compañera de la ONG, Ele. Ele había gestionado todos los visados y había preparado aquella actividad con la ayuda de su amiga Nika, una profesora de secundaria completamente enamorada de su trabajo y de sus alumnos, que se había propuesto llevar su alegría hasta los pequeños más necesitados. Junto a Ele, sentados en el suelo, aguardaba un centenar de pequeños sirios con los ojos llenos de curiosidad y de agradecimiento ante aquella pareja tan blanca, tan rubia y tan rara, que acababa de entrar en la tienda. Ele les había dicho que vendrían a contarles un cuento muy bonito que les haría sonreír y olvidar el sufrimiento durante un rato largo. Realmente lo necesitaban. Y lo agradecían. Lucas se instaló en una mesa de camping frente a los pequeños y sacó bolígrafo y folios para comenzar a escribir un cuento a medida de las necesidades de esas víctimas de la sinrazón humana. Según fuese llenando los folios con palabras llenas de ayuda, se los pasaría a Re, quien los iría leyendo con su voz aterciopelada, cálida y suave, como el ronroneo de un gatito. Una traductora de Amnistía internacional traduciría simultáneamente sus palabras y entre los tres crearían un clima de paz y armonía tal, que los pequeños podrían distanciarse por un tiempo de explosiones, carreras, cuerpos mutilados y naufragios en alta mar. Lucas comenzó a escribir rápidamente un cuentos sobre un ángel ingeniero que Dios había enviado desde el cielo para que tendiese puentes de esperanza entre las costas de África y Europa. La esperanza la transportaban en sacos pesados la cuadrilla de ángeles de la construcción que había acompañando al habilidoso ángel ingeniero y que, cuando se moldeaba para que tomase la forma adecuada y fuese ensamblada, desprendía un polvo de música celestial que llegaba a cubrir el estruendo de las explosiones. Re fue leyendo el cuento con el abrigadito toque de su voz y Ele contempló la imagen de la felicidad, con sus verdes y acogedores ojos de musgo. Nika sonreía emocionada desde la tercera fila con una pequeña dormida en su regazo. Horas después, Nika les contaría que aquella niña no había podido dormir desde que bajó de la embarcación que la había trasladado hasta Lesbos, pues tenía trastornos del sueño tras haber visto morir a su madre y a su hermano. Si había conciliado el sueño era porque se sentía a salvo y segura mientras escuchaba aquel cuento del ángel que tendía puentes de esperanza. La esperanza es una materia prima especialmente difícil de encontrar en el mundo por eso la habían tenido que traer desde el cielo.
Al fin llegó el día esperado y varios grupos de alumnos del instituto Nueve Valles, de Torrelavega, Cantabria , comenzaron a ocupar sus asientos en el autobús que los llevaría a conocer a los alumnos de otro instituto cántabro, con los que por medio de un acuerdo entre los profesores de ambos centros, habían comenzado una hermosa relación epistolar. Cuando todos hubieron dejado en el maletero del gran autobús sus mochilas para el fin de semana y se hubieron instalado en las filas de butacas por orden de edad, los pequeños delante y los mayores detrás, el conductor cerró las puertas y arrancó. Mónica, la profesora de humanidades que había solicitado los permisos a Educación para esta primera fase del intercambio, puso un cd del Señor Mostaza en el equipo de música del vehículo y se sentó junto a uno de sus compañeros del departamento de orientación. Muchos de los alumnos que formaban parte de la excursión, habían sido etiquetados en diferentes ocasiones pero ella sabía que en efecto, eran verdaderamente especiales, pero en el sentido más amable de la palabra y no peyorativamete. Había mucho tráfico en la autovía del cantábrico y el tiempo estaba tan revuelto, que a los pocos kilómetros, se desató una violenta tormenta con gran aparato eléctrico. Cuando el vehículo atestado de hormonas estaba atravesando uno de los túneles que unía los valles de la verde cordillera, la tierra tembló con gran estruendo y el chofer frenó con firmeza pero tratando de que la brusca maniobra no expulsara de sus sitios a los alumnos. Los turismos que precedían al autobús resultaron sepultados por el desprendimiento que obturó la salida del túnel y la furgoneta que circulaba detrás terminó chocando violentamente contra ellos y estalló en llamas. Rápidamente Mónica y el chofer se dispusieron a calmar a los jóvenes y a comprobar que no hubiese heridos entre los excursionistas. Pero la primera baja fue la de Ramón, el compañero de departamento de Mónica que en el momento del impacto se encontraba de pies en el pasillo intentando calmar a los chavales y por la inercia del frenazo, salió despedido cayendo por las escaleras de la puerta trasera con la mala fortuna que se rompió el cuello muriendo en el acto. Una de las niñas del grupo de los pequeños, se golpeó contra la cabeza de su compañero de asiento, rompiéndose los incisivos, cosa que le lleno la boca de sangre, dando a su herida un aspecto mucho más grave de lo que en realidad había sido. Jose, uno de los "mayores" que en el momento del impacto se encontraba charlando con los compañeros de los asientos inmediatamente delanteros al suyo, se dislocó un hombro al encontrarse en una postura demasiado escorzada. El caos de la situación, las llamas de la furgoneta que ya habían calcinado al conductor de la misma y que amenazaban con hacer estallar el depósito del autobús y la poca luz que entraba por los huecos entre las grandes rocas que sepultaban la salida, convirtió aquella en la más dantesca de las escenas. Mónica, con gran criterio, ordenó a los jóvenes que bajasen del autobús y el chofer rompió una de las lunas que hacia las veces de salida de emergencia, con el típico martillito que tantas veces había estado a punto de ser substraído por los viajeros que acostumbraba a llevar. Al principio los chicos no quisieron bajar por entre los cristales rotos pero cuando las llamas comenzaron a hacer presa en el destrozado parachoques trasero, los chavales fueron saltando, ignorando cortes y desgarros en la ropa y las manos. Hector, uno de los "mayores", etiquetado por parte del cuerpo docente del instituto y por muchos de sus compañeros como "alumno conflictivo" se descubrió como un joven resolutivo y eficaz y coordinándose con Mónica, ayudó a descender a los chicos con mayores problemas de movilidad y menos ágiles y tras saltar el último del autobús, aún tuvo tiempo de trepar hasta el techo del mismo, desoyendo al chofer, con la acertada intención de echar un vistazo para calcular las consecuencias de los desprendimientos y de las colisiones. A los pocos segundos de bajar y reunirse con el grupo de jóvenes contusos y asustados, el depósito del autobús estalló cuando el combustible fue alcanzado por las llamas. Mónica realizó un recuento de su grupo y confirmó que estaban los treinta alumnos. Tras escuchar las indicaciones de Hector sobre lo que había visto desde el techo del vehículo, calculó que tendrían que caminar aproximádamente medio kilómetro entre coches en llamas para alcanzar la boca opuesta del túnel y salir de aquel infierno. Dividió al grupo en tres, poniendo al frente de uno al chofer, de otro a Hector, quien estaba demostrando una madurez y una resolución formidables y capitaneando ella misma el tercero. Su grupo partió en primer lugar, a los dos minutos el grupo de Hector y a los cuatro de su partida, salió el grupo del chofer. De esta manera, espaciando un poco el recorrido de los grupos, podrían anticiparse a posibles desgracias y que el peligro que pudiese producirse de posibles explosiones o nuevos desprendimientos, no alcanzase a todos los miembros de la comunidad escolar allí reunidos. Fue verdaderamente difícil y un auténtico trabajo de grupo. Los muchachos se ayudaron unos a otros para sortear los escollos y Mónica sintió que su esfuerzo a lo argo del curso, había dado los frutos más hermosos. Los chicos se comportaron como héroes y cuando alcanzaron la salida, trepando por las rocas que la bloqueaban casi totalmente, respiró aliviada y satisfecha. Que fácil es poner etiquetas a los alumnos y que daño puede hacer el no confiar en ellos y el no darles la oportunidad de demostrar lo que realmente valen. Cuando estuvieron todos fuera y a salvo, comprobaron que ya había cobertura en los teléfonos móviles y llamaron a emergencias. Fueron rescatados y puestos completamente a salvo en cuestión de minutos y en el hospital donde se les realizaron curas de urgencia y pruebas de todo tipo, comprobaron en los informativos de una televisión de la sala de espera de traumatología, que aquel desastre natural producido en Cantabría, había dejado casi medio centenar de muertos al producirse un desprendimiento de rocas y la clausura de un túnel. Como les había dejado apuntado de su puño y letra en un trabajo realizado en clase, un afortunado escritor que había acudido a visotarlos hacía unas semanas, nada está escrito. Nosotros somos los verdaderos escritores de la novela de nuestras vida y aquel día, Mónica, el conductor de la empresa de transportes y Hector y sus compañeros, habían escrito un best seller con final feliz.
Por su origen serrano y rondeño, mi amigo Marco podría haber sido perfectamente un bandolero, de los que con la culata del trabuco apoyada sobre el muslo, cabalgan por tierras hispanas. Pero ante el feroz intrusismo de los miembros de la clase política y de los altos directivos de las compañías energéticas, prefirió no opositar para la cuadrilla nacional y decidió dedicarse a hacer felices a los niños. Preocupado por el trato que le estamos dando al planeta tierra, ni corto ni perezoso compaginó las soluciones a la salvaje destrucción del mundo, con su amor por los niños y su habilidad con los títeres y, se embarcó en un proyecto en el que mediante un espectáculo con títeres fabricados por él mismo, concienciaba a los más pequeños de la importancia de reciclar y no contaminar ni destruir el entorno. Trabajando a diario con colectivos infantiles, fue descubriendo poco a poco que por mucho que la vida lo golpease, nunca podría derribarlo y se enfrentó a todas las pruebas a las que le sometieron los hados y salió victorioso. De alguna manera, Marco se resistía a perder la inocencia del niño que seguía viviendo en su corazón y en su espíritu curioso y aventurero. Entonces se descubrió como un payaso muy especial, que reia y hacia reir haciendo malabares con los problemas y estampando tartas en el rostro de las penas. Y entonces la conoció a ella. Yolanda se animó a integrar la troupe de jóvenes faranduleros que habían hecho de la sonrisa de los más pequeños, la moneda de cambio en su mundo de ilusión. La rubia y tierna jovencita andaluza, se embarcó en los proyectos de Marco, aportando su empuje, su vitalidad y la belleza de sus ojos y de su corazón. Belleza esta que no tardó en conquistar a nuestro noble titiritero y poco a poco, como en las películas de Sandra Bullock, el amor llamó a sus puertas. Si antes de que comenzase este romance, todos y cada uno de los proyectos de "El andén mágico" iban cargaditos de amor y de buen rollo, ahora que ambos respiraban el uno por el otro, el público salía de sus funciones y espectáculos con algo renovado dentro del pecho. El amor, llama al amor y engendra amor. Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Y ellos han dado tanto bueno, que les auguro un futuro espectacular, como pareja y como profesionales. Aunque me cueste reconocerlo, creo que los envidio. A fecha de hoy están viviendo el mismo sueño que viví yo hace apenas diez años pero estoy convencido de que el suyo no se tornará una pesadilla y el día en el que despierten, lo harán para abrazarse en el romántico lecho de globos y confeti, besarse y volver a dormir, con la satisfacción del deber cumplido. Amigos, como se dice en el mundo del teatro: ¡Mucha mierda!
Corazón calcinado. Así lo certificó el médico forense, que examinó el cadáver que la policía municipal le llevó al depósito, después de que el juez hubiese ordenado su levantamiento. Ese era su dictamen para la causa de la muerte del hombre, al que el rigor mortis había petrificado en el rostro una sonrisa tan inmensa como ilógica y sorprendente, dadas las circunstancias. La combustión espontánea era algo que por lo asombroso e inexplicable, siempre había suscitado controversias y duros debates entre la comunidad científica. Tras estudiar con extremo detenimiento el cadáver al realizar la autopsía, no había ninguna otra explicación posible. Aquel hombre murió cuando su corazón combustionó de pronto y sin motivo aparente. Se habían analizado exaustivamente la piel de su pecho y la camisa que lo cubría y, las evidencias no dejaban lugar a dudas, había comenzado a arder desde dentro. Lo que aquel doctor de bata blanca y gruesas gafas de pasta no era capaz de comprender, es que a veces se llegaba a sentir un amor de tal intensidad que el fuego del sentimiento se volvía incontrolable y terminaba quemando el corazón del amante. Quema el fuego del corazón y eso es tan real como la vida misma, no solo parte de la letra de una canción de Macaco. El doctor Lovaina, se sentó en una banqueta junto al cuerpo desnudo, seco y en su mitad hendido por un bisturí, que aún permanecía sobre la mesa del laboratorio donde se había realizado la autopsía. Sabedor de que ya no quedaba nadie en las instalaciones, encendió un cigarrillo y lo apuró mirando fijamente la expresión del cadáver. ¿Cómo era posible que hubiese sonreído así durante sus últimos segundos de vida?. El aroma del tabaco rubio se mezcló con el de los desinfectantes con los que se limpiaba el mobiliario, el suelo del complejo y el material quirurjico, dotando a la atmósfera de la sala de un olor poco habitual. Lo que aquel sorprendido y desorientado galeno relacionó con la repentina defunción, es que al recibir la llamada del compañero de piso del difunto, los agentes que acudieron al domicilio encontraron sobre la mesa del comedor un hermoso centro floral, que había recibido el desafortunado escritor poco antes de fallecer. Al leer la tarjeta que acompañaba el natural y bello detalle, no le quedó duda alguna sobre lo que que había podido llevar su corazón hasta la combustión espontánea. Leer aquellas pocas palabras, cargadas de ternura y de amor, podrían haber combustionado su propio corazón, si hubiesen estado escritas para él. La romántica autora de aquellas frases, mencionaba la "lumbre de la esperanza". Al parecer las llamas se comunican y se atraen entre si. Lovaina sabía que aquel hombre había muerto de amor. Y en el fondo, envidió su poético final.
Hoy, y en un nuevo intento de imitar a George Lucas, presento este libro que he publicado con la ayuda de Ondina Ediciones. Trato de emular al señor Lucas porque este libro es a mi obra literaria, lo que "La amenaza fantasma" a la saga Stars Wars, una precuela. En "Juantierasmus" podréis apreciar el nacimiento de este blog y esa neesidad tan especial de ponerlo todo por escrito. Este libro, es una selección de las vivencias en Italia durante mi época erasmus; vivencias que convertía en relatos, cuentos y crónicas periodísticas y, que al no haber creado aún La espinilla cuando besa, mandaba por mail y en copia a mis amigos y familiares. Una de las receptoras de aquellos mails, mi amiga y concuñada, Begoña de la Torre, me sugirió abrirme un blog. Yo que soy un analfabeto funcional, no tenía ni papa de lo que era eso de los blogs pero tras investigar en esa fuente del saber universal que es Google, aquí estoy. ¡Gracias Bego! "Juantierasmus" es un libro muy especial, tanto que se han respetado las innumerables faltas ortotipográfcas de aquellos correos para no privarlo de la frescura de esos tiempos de inconsciencia y gamberrismo becado por el Ministerio de educación. A lo largo del libro, se hacen muchas referencias a alcohol, sexo y drogas; lo que viene siendo una Erasmus de principios del siglo XXI. Esta noche será muy especial. En primer lugar por presentar al mundo a este niñato adolescente en negro sobre blanco y en segundo lugar, porque será un carpetazo con el pasado. A raíz de aquel catastrófico catorce de abril de dosmil catorce, vivo demasiado apegado al pasado y con muchos miedos angustias, de entre lo que puedo destacar el volver a enfrentarme al público o a un acto de este tipo. Y sé que será complicado porque no reconoceré muchos rostros y habré olvidado demasiados nombres debido a la dichosa lesión cerebral. Pero hoy va a ser un punto de inflexión y voy a quemar en la hoguera muchos miedos y angustias, junto con el pasado que no ha de volver y los errores cometidos entonces. Gracias a los hados, esta noche me van a acompañar muchos amigos y familiares y va a ser muy emocionante para mi. Creo que va a haber más lágrimas que en un cine lleno de niños viendo Bambi, por lo que aquellos que me tildan de ñoño se estarán frotando las patitas pero francamente queridos, me importa un bledo. Estaré arropado por muchísimos familiares y muchísima gente que me quiere y estará allí toda mi tribu. No tengo miedo. Va por ustedes.
Es que el bueno y pavisoso de Luke, tenía un hermano mayor, mucho más interesante y más humano que él, pero también más bajito y menos habilidoso pilotando naves espaciales. Cuando Luke se largó con la excusa de salvar la galaxia o no sé que otra bobada, su hermano Lacan, se quedó en esa granja desértica que heredó de sus padres tras ser estos aniquilados por la represión imperial. Obviamente su idea de cultivar Cannabis Sativa de calidad, no gustó demasiado al maestro Yoda, que pese a ser una enano verde dixlésico y puritano, se enteraba de todos los cotilleos de la galaxia. Yoda se presentó en su planeta y le destrozó el cultivo hidropónico a sablazos de luz, por lo que Lacan, cogió los pocos ahorros que le había respetado el fisco sideral, una mochila con chalecos anti gravedad y a su pequeño androide felino y salió en busca de fortuna lejos de aquel planeta miserable y yermo. El reverso tenebroso de la fuerza lo tentó en tantas ocasiones, que terminó sucumbiendo y cayó en todos los pecados capitales y en muchos de provincias. De lo único que se libró fue del incestuoso romance que vivió su hermano Luke con su también hermana, la princesa Lia. El primo a la prima se arrima y si es prima hermana con más gana, pero Lacan terminó comprendiendo que hay muchos peces en el océano y que buena gana de andar metiéndose en más fregados. Lacan no era en absoluto un mal tipo pero se las apañó para fallar a todos sus amigos, uno detrás de otro y terminó llegando a un acuerdo con Boba Fet para vender a su terriblemente atractivo amigo, Han Solo, a Montoro de Hut, la babosa espacial. De esta manera, Lacan dejaría de una vez de ser el amigo simpático del grupo y de alimentar su libido con los despojos de Han. En seguida se dio cuenta de que el capitán Solo siempre se había portado fenomenal con él y que no merecía que le abandonase a su suerte en manos de aquel ser despreciable, por lo que Lacan se tragó el orgullo y media docena de vasos de anticongelante, llamó a su hermano Luke, que ya era un caballero Jedi, a Lando y a la peña de la vieja guardia y organizó el rescate. La putada fue que durante el camino a la guarida de Montoro de Hut, el anticongelante y el cansancio hicieron mella en él y al doblar un satélite y derrapar en una cuerva, se metió una hostia tremenda contra un asteroide. Su nave, que en aquel momento circulaba a velocidad absurda, quedó instantáneamente convertida en basura espacial. Los barrenderos espaciales tienen que vivir de algo. Lacan despertó una semana después en la cama de un centro médico de Naboo, con un doctor que hablaba muy raro y que consiguió en el acto ponerlo de los nervios. Se levantó como pudo, le quito la espada láser y le cortó la lengua, pero el jodio siguió dándole la turra por señas, así que le cortó también los brazos. Para alegría y solaz regocijo de Lacan, el capitán Solo vino a recogerlo al centro médico y lo bajo en brazos hasta su Halcón milenario. Parecía que Luke y la peña habían hecho bien las cosas y que el atractivo y vividor piloto contrabandista, le había pagado incluso, sus deudas con el fisco sideral por lo que aprovechó ese descenso en sus brazos, para darle besitos en los pezones. Que Lacan es muy hetero pero es que Han se había portado tan bien con él, que no le extraño nada saber que le había quitado a Leia al panolis de su hermano Luke. Cuando aterrizaron en un planeta de la rebelión y le dejaron en sus aposentos, Lacan encontró en ellos a su androide felino, "Robotete", quien lo recibió dando brincos de alegría y soldando los circuitos de una batidora estelar. Entonces Lacan, decidió que esta nueva oportunidad vital, no era gratuita y que aunque había cometido demasiados errores en el pasado, se le estaba dando la oportunidad de enmendarlos y de aprender de ellos. Lacan comenzó a trabajar par ser el Jedi que siempre había querido ser y se matriculó en una academia de pilotaje de naves y transportes. Dejó de creer que se había enamorado de todas las habitantes de diferentes sistemas que le ponían ojitos y conoció a una verdadera princesa. Pero eso...ya es otra historia.
Desde muy joven le gustó esa máxima que escuchó por primera vez en boca de Peter O´toole en la película Lawrence de Arabia. Le fascinaba el cine y todo lo que podía aprender o extraer de él. Otra de las máximas que solía utilizar a menudo, la extrajo del personaje del general romano, Quinto Máximo, interpretado por el australiano Hug Jackman en la cinta "Gladiator". El general romano que terminaba luchando por su vida como gladiador por circunstancias completamente ajenas a su voluntad, se expresaba en algunos momentos del metraje, con potentes y lacónicas frases de dos palabras y una de ellas, "Fuerza y honor", se convirtió no solo en una de las expresiones más habituales del rubio detective privado, sino en un código de conducta por el que intentaba regirse. Pero no siempre fue capaz de conseguirlo. La mañana en la que aquella morena de cabello largo y liso recogido sobre los hombros en una coleta, entró en su despacho, supo que su vida iba a cambiar por completo. Puede que fuese la caída de ojos de la joven o la expresión triste e indefensa de su mirada pero sintió que el destino más funesto le acompañaría tras aceptar su encargo. Al parecer, aquella elegante y aparentemente frágil señorita, estaba sufriendo el acoso de un ex novio que nunca aceptó un no por respuesta y que según ella, se había negado en rotundo a desaparecer de su vida. De alguna manera empatizó en el acto con el presunto acosador, pues si aquella preciosidad hubiese mantenido una historia con él y le hubiese abandonado, seguramente tampoco hubiese soportado un adiós de esos labios. Por lo que la nueva cliente le había contado mientras saboreaba el café caliente que él le sirvió en una de las tazas de porcelana con motivos felinos (uno de los pocos objetos que no había arrojado a la basura junto con su dignidad y su corazón, tras firmar el divorcio) aquel tipo no había llegado nunca a cruzar el límite de la legalidad. No hubo amenazas, gritos, llamadas o cartas que le hiciesen temer por su integridad ni mucho menos el más mínimo contacto físico. Simplemente lo encontraba a menudo en las cercanías de su residencia y de su lugar de trabajo, mirándola desde lejos con ojitos de cordero degollado y las manos en los bolsillos. Por lo que tenía entendido el enamoradizo detective, aquello no era un delito, aunque pudiese resultar desagradable por lo persistente de su conducta. Eleanor, la cliente, le había dejado muy claro que no tenía nada con lo que acudir a la policía pero quería que aquel hombre, John Blackboard,dejase de perseguirle. Había acudido a la agencia de detectives Wrigter, para que alguien se ocupase de hablar con él y lo convenciesen para que no se acercase nunca más a ella. Insinuó la posibilidad de convencerlo a la fuerza, abonando el coste de aquel tipo de servicio especial, por supuesto. Iván Wrigter decidió en el acto dos cosas: no fiarse nunca de una morenita de ojos tristes y no prostituir su conciencia en pos de aquella mujer. Al acompañar a ELeanor a la puerta y aceptar los mil quinientos dolares que le entregó en concepto de adelanto, trató de explicarle que intentaría no llegar a las manos y convencerlo únicamente aplicando la lógica y sus argumentos sobre el mal de amores, del que había sufrido en exceso en el pasado. Pero Eleanor, volvió a insistirle en que le dejase bien claro que nunca más se acercase a ella, aunque tuviese que romperle unos cuantos dientes para que aceptase la situación. Mientras apuraba un cigarrillo llenando su despacho de un humo espeso y maloliente, que se concentró junto al de la decena de pitillos que había fumado ya y sin abrir la ventana, desde que entró a las nueve en punto, al iniciar su jornada laboral, pensó en lo terriblemente jodido que eran el amor y las mujeres menuditas de rostro adorable y ojos tiernos, que no contentas con romperte el corazón, estaban dispuestas a pagar un dineral para que te rompiesen los dientes. Llovia por tercer día consecutivo en San Francisco y el tráfico se había vuelto verdaderamente insoportable. Tardó más de una hora en llegar a la calle donde vivia Eleanor y lo encontró sin apenas esforzarse en la búsqueda. Eleanor le había enviado una foto de Blackboard por washap y lo identificó a los dos minutos de haber aparcado su Mustang frente al portal de Eleanor. Se dirigió directamnte a él por su nombre apoyando una mano en su hombro mientras le habló, buscando algo de complicidad. Aquel tipo le cayó bien desde el primer momento. Tomaron juntos un café y un par de whiskys solos con hielo y en vaso ancho. Wrigther le contó punto por punto la conversación mantenida con Eleanor y en lugar de golpearlo, le ofreció la posibilidad de trabajar para él,manteniendo los ordenadores del despacho pero con la única condición de que le acompañase a un burdel de confianza el "Irelands", donde olvidaría con facilidad el daño que aquel angelito con coleta y divina caidita de ojos, le había hecho al abandonarlo. Blackboard aceptó a regañadientes y casi cuatro horas después, mucho más relajado, sonriendo y fumando el humo de la victoria, le prometió no volver a acercarse a Eleanor. No hay nada como la satisfacción del deber cumplido. Bueno, algo si, el culo perfecto de una prostituta japonesa que había comenzado a trabajar en "Irelands" el mes pasado y que había accedido a pagarle con media docena de servicios, su trabajo ayudándola a encontrar a su padre, ingeniero nipón de software que había abandonado a su madre un par de años antes, instalándose en los EEUU. En la vida y en el amor, nada está escrito.
Decidió pedir perdón a todos aquellos a los que había hecho daño alguna vez. Pero la lista era demasiado larga y no sabía por donde empezar. Las mujeres y los niños primero. En la lista gracias a Dios no había ningún menor. Mujeres sin embargo había tantas que tuvo que organizarse y comenzó a llamar por orden alfabético. La mayoría ni siquiera le contestaron, pero al menos pudo limpiar su conciencia con una docena de ellas. Lo sentía de verdad. Sentía haberles hecho daño. Nunca quiso hacerlo conscientemente pero eso ni justificaba ni disculpababa las consecuencias de sus actos.Una descolgó tan solo para gritarle su odio y su desden. Al colgar borró su número de la agenda de contactos y su recuerdo de la carpeta de la memoria donde almacenaba en el cerebro las historias de amor. Hubo dos que se compadecieron de él y lo perdonaron con la mano en el corazón. Corazón...vaya un órgano complicado.El suyo funcionaba a trompicones desde que comenzó a prestárselo a personas que no lo cuidaron y que se divirtieron jugando con él , hasta borrarle demasiadas aplicaciones. Aunque conseguía desarrollar su misión principal, que era bombear sangre, para todas las demás era algo defectuoso. Y no había guardado la garantía. Ya no podría cambiarlo o exigir que le devolviesen el dinero. Cómo no sabía muy bien que hacer con su puto corazón, pensó en subirlo a Wallapop. Conservaba la caja original, algo deteriorada pero con todos los complementos que vinieron de serie.A ver si algún tirador olímpico se le antojaba comprarlo, para usarlo como blanco; o alguna dama sin escrúpulos quería añadirlo a su colección de corazones rotos y ponerlo junto a otros muchos sobre la repisa de la chimenea, en el salón de su casa. Puso un precio especial para poetas, por si podía servir de inspiración para escribir los versos mas tristes. Pero no consiguió venderlo, ni siquiera recibió una oferta. Su anuncio apenas tenía visitas. La jodida ley de la oferta y la demanda. Había demasiados corazones en venta y mucho más baratos. Entonces, por avatares de la vida, conoció a una ingeniera cardiovascular, experta en el cuidado y la reparación de aurículas y ventrículos, que se interesó por él y se prestó a arreglárselo sin pedir nada a cambio. También le dio las pautas para una correcta conservación en óptimas condiciones y le ayudó a instalar un sistema de seguridad y protección, con bloqueo del terminal por huella lacrimal. Desde que lo puso en manos de esta ingeniera, comenzó a sentirse mejor y descubrió que no tenía porque seguir llamando a los números de su lista de disculpas. Lo hecho, hecho estaba y formaba parte del pasado, de una vida que ya no habría de volver nunca. Ni la quería ni la necesitaba, estaba comenzando a disfrutar de su nueva vida, libre de culpa, de ataduras, de remordimientos y de dolor. Entendió también que su corazón era de esos que podía sincronizarse a la perfección con otro modelo de sus mismas características y que aunque no era un modelo demasiado común, alguno podría encontrar. Pero no quiso buscar. Supo que cuando topase con uno como el suyo, ambos se conectarían en el acto por ese sistema de bluetooth emocional que enlazaba terminales,conocido como amor. Y esperó a recibir el mensaje solicitando la autorización. Se prometió también no abusar de los selfies, aunque sirven de desahogo y desarrollan la imaginación. Guardaría toda la capacidad de la memoria interna para ella. Además no quería gastar batería.
La joven institutriz durante su paseo cotidiano, se adentró en el nuevo pasaje comercial que al estilo francés se había terminado de construir hacia algunos años en su ciudad, encontrando dentro de él una escena que por lo singular y dramática, jamás olvidaría. Dos mujeres comenzaron a caminar,contando en voz alta los pasos, espalda con espalda y con pistolas en la mano. Reconoció en el acto aquel tipo de armas.Uno de sus pupilos, hijo de un acaudalado y provinciano burgués, le había enseñado orgulloso la pareja de pistolas de duelo de su padre. Eran armas artísticamente trabajadas, austriacas y de perrillos, con los cañones hermosamente labrados. Al llegar a diez, ambas se giraron con rapidez y apuntaron con precisión y extraordinaria sangre fría. Abrieron fuego casi a la vez y una de ellas, la más elegante, cayó al suelo, con una herida de bala en el vientre que agujereó su modelo de alta costura y lo echó a perder para siempre, llenándolo de sangre. La otra duelista, ya reparada la afrenta, corrió hacía a ella para tratar de contener la hemorragía con un pañuelo blanco que extrajo de la manga de su chaqueta de lana. La institutriz se desprendió del cuello de armiño que le protegía la garganta del invierno vallisoletano y se lo colocó a la herida debajo de la cabeza a modo de almohada, antes de presionar la herida con ambas manos para evitar que se desangrase. La duelista de mejor fortuna partió en busca de ayuda y a los pocos minutos regresó con dos cadetes de la cercana academia de caballería que disfrutaban de un permiso navideño. Durante el tiempo que estuvo sola con la herida esperando ayuda, esta, y pese a su insistencia en que no hablara y reservase fuerzas, le explicó lo sucedido. Las duelistas pertenecían a la sección provincial de una organización femenina que había surgido en España tras los trágicos sucesos ocurridos en estados unidos aquel funesto ocho de marzo de mil novecientos once, en el que un numeroso grupo de mujeres que reivindicaban sus derechos, fallecieron en el incendio de la fábrica textil donde trabajaban; Incendio supuestamente provocado por su dueño,con malévola y represora intención. Desde la revolución francesa las mujeres habían comenzado a reclamar sus derechos, exigiendo un trato igualitario a los hombres y por todo el mundo habían aparecido organizaciones y asociaciones femeninas,muchas veces secretas, porque los hombres no pensaban tolerar ni admitir sus demandas. Elena, la duelista herida,le contó que entre la mujer que le había disparado, Elisa, y ella, había surgido un duro debate en el que Elisa le acusó delante de todas sus compañeras de ser feminista y no hacer feminismo amparada en sus privilegios de clase. Ella, respondió también públicamente que sabía que el feminismo había venido fenomenal a la clase trabajadora y que había muchas mujeres que amparándose en la igualdad de género, únicamente perseguían, movidas por la envidia, una revolución social que terminase con las naturales diferencias entre ciudadanos. Si para ello tenían que disfrazarlo de feminismo, lo disfrazarían con todo el arte de mimetismo que las comunistas como ella (y esto lo añadió con cierto revanchismo de clase) eran capaz de desarrollar. Elisa se sintió ultrajada en su honor de hidalga de la meseta y la desafió a un duelo a primera sangre con pistola, práctica esta que al estar perseguida por la ley debería hacerse con sigilo y en un lugar poco transitado. Siendo la mañana del día de año nuevo, consideraron aquella galería comercial cuyas tiendas estarían cerradas al público, como el lugar idóneo para el enfrentamiento. A los pocos días de aquel desgraciado suceso la institutriz encontró la noticia en "El norte de castilla", el periódico local que informaba de todas las noticias de especial relevancia. El diario hablaba del fallecimiento de Doña Elena de Palazuelo,marquesa de Mucientes, víctima de lo que parecía un intento de atraco por parte de una conocida alborotadora y comunista trabajadora del metal envuelta en diversos altercados y revueltas proletarias, que se había hecho con la pistola al estar comenzando a armar a una grupo radical de mujeres que amparándose bajo supuestas demandas de igualdad de derechos con los hombres, trataban de desestabilizar a la sociedad para conseguir imponer la dictadura del proletariado. Mónica, la institutriz; asqueada por esta tan sesgada y falsa versión de los hechos, comprendió en el acto que la prensa era la manera en la que los hombres podrían manipular la verdad y los hechos, para tratar de erradicar el movimiento feminista. Aquella misma tarde, se unió a la sección provincial y comenzó a colaborar escribiendo panfletos y manifiestos. Pero esto, es otra historia.