Preocupado por el trato que le estamos dando al planeta tierra, ni corto ni perezoso compaginó las soluciones a la salvaje destrucción del mundo, con su amor por los niños y su habilidad con los títeres y, se embarcó en un proyecto en el que mediante un espectáculo con títeres fabricados por él mismo, concienciaba a los más pequeños de la importancia de reciclar y no contaminar ni destruir el entorno.
Trabajando a diario con colectivos infantiles, fue descubriendo poco a poco que por mucho que la vida lo golpease, nunca podría derribarlo y se enfrentó a todas las pruebas a las que le sometieron los hados y salió victorioso. De alguna manera, Marco se resistía a perder la inocencia del niño que seguía viviendo en su corazón y en su espíritu curioso y aventurero. Entonces se descubrió como un payaso muy especial, que reia y hacia reir haciendo malabares con los problemas y estampando tartas en el rostro de las penas.
Y entonces la conoció a ella. Yolanda se animó a integrar la troupe de jóvenes faranduleros que habían hecho de la sonrisa de los más pequeños, la moneda de cambio en su mundo de ilusión. La rubia y tierna jovencita andaluza, se embarcó en los proyectos de Marco, aportando su empuje, su vitalidad y la belleza de sus ojos y de su corazón. Belleza esta que no tardó en conquistar a nuestro noble titiritero y poco a poco, como en las películas de Sandra Bullock, el amor llamó a sus puertas.
Si antes de que comenzase este romance, todos y cada uno de los proyectos de "El andén mágico" iban cargaditos de amor y de buen rollo, ahora que ambos respiraban el uno por el otro, el público salía de sus funciones y espectáculos con algo renovado dentro del pecho. El amor, llama al amor y engendra amor. Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Y ellos han dado tanto bueno, que les auguro un futuro espectacular, como pareja y como profesionales. Aunque me cueste reconocerlo, creo que los envidio. A fecha de hoy están viviendo el mismo sueño que viví yo hace apenas diez años pero estoy convencido de que el suyo no se tornará una pesadilla y el día en el que despierten, lo harán para abrazarse en el romántico lecho de globos y confeti, besarse y volver a dormir, con la satisfacción del deber cumplido.
Amigos, como se dice en el mundo del teatro: ¡Mucha mierda!