lunes, 14 de septiembre de 2020

Adquirido


 Mientras limpia los restos de sangre de sus manos, Marina piensa en que no puede excusar el trato recibido durante estos dos últimos años por el legado generacional que heredó su difunto esposo. Si bien es cierto que a sus 46 años, su esposo había crecido escuchando lindezas  musicales como "pero no podía jugar porque tenía que planchar", "tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas si", "los chicos no lloran tienen que pelear" o "eres mía, mía, mía, solo mía", eso no justificaba los golpes y los desprecios.

En cuanto a la publicidad de su época, entre aquella que buscaba a Jacks exhibiendo escote, el coñac que era cosa de hombres o absolutamente todos los anuncios de artículos de limpieza o productos de alimentación en el que parecía que únicamente una mujer podía asumir las tareas de la casa y la cocina, lo cierto es que sin darse cuenta adquirió una educación social en la diferencia entre sexos, nunca en la igualdad.

En el equipo de música del salón, ironías del destino, suena ahora "La mataré"de Loquillo, uno de los temas preferidos del finado. Se conoce que en el USB que su marido había puesto a reproducir en el estéreo mientras se servia una copa, este tema, como no podía ser de otra forma, ocupaba un lugar especial entre los favoritos que almacena.

Esta noche las cosas se habían vuelto a ir de madre. Carlos se había tomado un par de gintonics de más al volver del curro y a raíz de un absurda discusión sobre un chiste que se había vuelto viral en redes sociales, la escasa paciencia del hombre al que prometió querer en la salud y en la enfermedad y en las alegrías y en las tristezas hasta que la muerte los separase, volvió a colmarse y Carlos zanjó la discusión con un directo en la boca que hizo un corte en el labio superior de Marina. Que bien...pensó Marina mientras trataba de cortar la hemorragia, una nueva cicatriz, otra para la colección.

Si todo hubiera terminado ahí, Marina habría sumado este golpe a la larga colección de recuerdos para olvidar en cuanto desapareciera la marca, pero al parecer Carlos encontró algo terriblemente sexy en la forma en que su mujer se pasaba el algodón por la boca y armado de una poderosa erección, decidió hacer uso de sus derechos conyugales. En un ataque feroz de romanticismo, le arrancó la camisa hizo que se arrodillara frente a él ejerciendo una fuerte presión sobre sus hombros, y le dijo que lo mejor para la herida era meterse en la boca su "áloe vera".

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Marina fingió acceder a sus deseos y cuando el miembro de su marido penetró en su boca, decidió morderlo con todas sus ganas.

Carlos gritó de dolor y a fuerza de puñetazos y rodillazos pudo extraer su sanguinolento y dañado pene de la boca de su mujer. Marina estuvo a punto de perder el conocimiento por un fuerte puñetazo en la sien, pero se repuso y a cuatro patas alcanzó a entrar en la cocina, al final del pasillo. Allí se armó con un enorme cuchillo de trinchar y enajenada por el dolor, por la rabia y por la tristeza de vivir en una condena que ni ella ni ninguna mujer merecía, regresó al salón donde Carlos se encontraba agachado sujetándose el miembro entre las manos y  alternando sollozos con lamentos, insultos y salvajes amenazas. No le dio opción.

Marina hundió la hoja primero en el pecho de Carlos y después en el abdomen, en el costado, en el hombro y en cuanto lugar pudo acceder antes de que Carlos se desplomase abatido.

Ella misma llamó a la policía y denunció lo sucedido. Las marcas y cicatrices  que decoraban buena parte de su cuerpo le serían de mucha utilidad a la hora de demostrar los malos tratos continuados y cuando le preguntasen porqué no había denunciado nunca a su marido, únicamente diría que Carlos había amenazado con matarla si se le ocurría llamar al 016.

Ahora a esperar a que la justicia ratificará todo lo que el gobierno pretende hacernos creer sobre los derechos de las mujer. 

En lo que llegaba la patrulla de la policía nacional destacada al domicilio, Marina se preparó un gintonic. Carlos tenía muy buen gusto con las ginebras de importación.



martes, 8 de septiembre de 2020

Me muero


 

Hoy me he dado cuenta de una gran realidad, me estoy muriendo.

Todos nos estamos muriendo pero no os asustéis, no se avecina un holocausto nuclear, un Armagedón o el tan temido apocalipsis.

Desde el primer segundo de nuestras vidas nos comenzamos a morir y aunque suene algo contradictorio o incluso paradójico, cuanto antes aceptemos esa realidad antes podremos empezar a disfrutar realmente de nuestras vidas.

Llevo más de cuarenta años muriéndome y aunque está siendo una dulce agonía, el final que me aguarda es el mismo que os aguarda a todos vosotros: Un día cerraré los ojos y jamás volveré a abrirlos.

Durante este tiempo he asistido a la muerte de muchos seres queridos, he llorado, me he enfadado con el universo y he maldecido a quien decidió llevárselos pero la pálida señora tan solo hace su trabajo y por cierto, lo hace muy bien.

No sé en qué condiciones estaba cuando se decidió a firmar un contrato abusivo que la obliga a trabajar veinticuatro horas al día los siete días de la semana y los doce meses del año, sin vacaciones ni festivos y con una disponibilidad total para ejercer en cualquier parte del mundo.

Y nosotros nos quejamos de nuestras condiciones laborales y presumimos de los logros conseguidos en cuanto a los derechos de los trabajadores. La hemos abandonado y no hay gobierno progresista,enlace sindical ni político alguno que abogue por la lucha de sus derechos.

Cuando nace un niño es normal escuchar a las personas que van a visitarlo al hospital donde su madre decidió dar a luz lo bonito que es, lo mucho que se parece a su padre o a su madre, lo bonitos que tiene los ojos o lo lleno de vida que está.

Pues si…está lleno de vida pero cada parto es una vuelta a la clepsidra y en el momento en el que la criatura sale al exterior comienza a vaciarse la arena de su reloj y a caer en el lado donde se irá amontonando hasta que caiga el último grano y se termine todo.

Los familiares se empeñan en abrigar al recién nacido, alimentarlo y protegerlo de cualquier peligro pero lo siento mucho, nacemos condenados y tan solo varia el plazo para la ejecución de la condena.

Creo que en estos tiempos que corren, la esperanza de vida humana ronda una media de ochenta y tantos años, eso si no participan factores como conflictos bélicos, pandemias, desastres naturales y demás estrategias de la pálida señora para aligerar trabajo y cumplir cupos y plazos de entrega.

Es curioso porque cuando alguien sobrevive “milagrosamente” a un accidente o una enfermedad la típico es que alguien le diga al superviviente: “Aún no era tu momento”. Claro que no lo era pero no nos entreguemos a conceptos absurdos como la suerte o el destino, ya lo dijo Peter O¨toole en Laurence de Arabia: “Nada está escrito”.

Seguramente a la muerte no le cuadraba llevarse a esa persona en ese momento porque estaría de trabajo hasta arriba y aunque tenga un poder prácticamente ilimitado, en ese “prácticamente” van cosas como esta.

Hagámonos a la idea, nos estamos muriendo.

Es muy normal y muy humano el fantasear con cómo será todo el día que muramos.

Alguna vez me he sorprendido pensando en quien acudirá a mi funeral, si tal persona o tal otra llorará al verme en un ataúd y si acudirá mucha o poca gente a mi entierro.

Soy cristiano y mi muerte llevará aparejados ciertos ritos funerarios entre los que habrá una misa funeral, un entierro del ataúd con mis restos o de la urna con mis cenizas y esperemos que un responso amable en el que se cite alguna particularidad reseñable de mi persona o de mi vida.

Me gustaría que se me enterrase junto a los míos que ya se han ido marchando por delate, supongo que a poner la sombrilla pues la otra vida debe de estar como Benidorm en agosto.

Soy cristiano más por egoísmo que por otra cosa, pues espero la vida en un mundo futuro y si mi representante legal en el denominado “Juicio final” está acertado en su alegato, igual me gano una plaza en el paraíso, aunque sea tan solo de unos metros cuadrados, que no quiero ni imaginar cómo estará el metro útil allí.

Puede que se me asigne un abogado del turno de oficio y que por exceso de casos no pueda preparar el mío correctamente y al final se me meta en una “grillera” celestial que me lleve esposado directamente al infierno.

Cómo siempre he sido muy cocinillas lo de pasarme el día con un tridente junto a las calderas donde se ponen al “baño María” las amas de millones de pecadores, no se me antoja tan horrible. Será como participar en un “reálity” del estilo “Top Chef” o “Pánico en la cocina”.

En otras religiones dependiendo de cómo mueras se te garantiza un paraíso con docenas de vírgenes a tu disposición y cosas por el estilo pero si en este valle de lágrimas ya he tenido un divorcio no me quiero ni imaginar lo que sería pasar la eternidad con tantas mujeres a las que tratar de hacer felices, conociendo mis limitaciones.

Espero que no se me entierre con un sudario blanco, eso de cara a aparecerse por las noches y dar sustitos está fenomenal pero estilizar, lo que se dice estilizar, estiliza más bien poco y soy un poco esclavo de la moda y de la estética.

Si lo recuerdo el día que escriba mis últimas voluntades dejaré bien claro que quiero que se me entierre con unos pantalones pitillo y una camiseta negra ajustadita, que aunque tiene cierto toque de pandillero americano, lo cierto es que favorece bastante.

Que no me pongan monedas en los ojos ni me los cierren. Creo que el monopolio de Caronte pertenece a otra cultura y estaré exento de abonar las tasas de ese viaje.

Además y para qué negarlo, lo único que me gusta de mis rasgos físicos son mis ojos, de un azul intenso y sería una lástima que me los cerrasen pues aunque tenga la mirada fija y vacía tan característica de los cadáveres, al menos no me molestará la luz directa y no tendré que utilizar gafas de sol, así que podré lucir ojazos ante aquellos que se acerquen a darme su último adiós.

¡¡¡Qué no es un adiós, que es un hasta luego!!!

No sé cómo ni donde pero fijo que volveremos a vernos.

Solo hay que esperar tranquilamente, por eso estoy intentando decidir si quiero un ataúd cómodo y con ventilación o si me decanto por una incineración completa que me permita ocupar poco espacio durante la transición.

Luego no habrá problema porque se supone que es nuestra alma la que tiene que acudir ante el divino tribunal, no nuestro cuerpo decadente y de segunda mano.

Quiero donar mis órganos a ver si eso me sirve de atenuante ante la justicia celestial y me computa como arrepentimiento y buena conducta.

Yo por si acaso en vida voy a tratar de hacerme un buen expediente por lo que me paso el día ayudando a viejecitas a cruzar la calle y bajando gatítos de los árboles. Todo suma.

Ante todo amigas y amigos (esto de la paridad me está matando, valga la redundancia) no es preocupéis que esto de la vida debe de ser realmente un valle de lágrimas o dependiendo de vuestra suerte una especie de alojamiento en Marina Dor, ciudad de vacaciones.

Tratad de disfrutar a tope, pero con juicio (disfrutad con moderación, es vuestra responsabilidad) de estos añitos aquí y cuanto antes asumáis que está “todo el pescado vendido” de antemano, antes alcanzareis lo más parecido a la felicidad o al menos la tranquilidad de saber que no os va a hacer falta gastaros un dineral en clionizaros como Walt Disney.

Si Marujita, Sara o Liza se hubiesen concienciado a tiempo de estas cosas se habrían ahorrado una fortuna en retoques.

Nos vemos, con un poco de suerte “a la derecha del padre”.

 

 

 

 

lunes, 7 de septiembre de 2020

Sabotaje


 Sócrates apuró de un largo tragó el tinto que le había servido Natividad, la dueña de La parra  y extendió sobre la mesa de la tasca el plano del fuselaje del Heinkel 111 que "retocarían" en el aeródromo Virgen del Camino. Sus compañeros de faena y de ideales, los obreros ferroviarios movilizados y reconvertidos en mecánicos de aviación, José y  Rafael estudiaron con atención las piezas que habrían de manipular para que los tripulantes del aparato no se percatasen del sabotaje hasta que fuera demasiado tarde.

El bombardero de la Legión Condor había sembrado de muerte la cornisa del cantábrico y desde hacía unos días se estaba recreando con los pueblos de la montaña oriental leonesa, donde los maquis se habían hecho fuertes frente a las tropas sublevadas. Las unidades de regulares que Franco había enviado para acabar con los guerrilleros acusaban en exceso el frío invierno de la montaña y lo duro del terreno. La derrota de Peña Corada había dolido de verdad en el cuartel general de León y, el caudillo de España por la gracia de Dios, ordenó a la aviación que arrasara la zona para demostrar a los maquis que no toleraría revueltas ni insurrecciones de ningún tipo. Pero menudo son los montañeses. Ocultos en los bosques, compartiendo las noches con osos, lobos, jabalíes, corzos y rebecos, fumaban ocultando la lumbre del pitillo entre las manos y bromeaban entre ellos apostando quien cazaría más "moritos" cuando cesaran los bombardeos y los oficiales de las tropas de África ordenasen el avance de las tropas.

De vuelta en el aeródromo los saboteadores republicanos se aplicaron al trabajo de destornilladores y alicates y perfeccionaron la jugada de tal forma que al colocar la escalerilla para que el capitán Von Runier subiera a la cabina a comprobar los controles, todo estaba ya listo para que el avión alemán no regresara jamas a la base.

Antes de mediodía los seis tripulantes teutones ocuparon sus puestos en las carlingas y el avión conocido como "lobo con piel de oveja" que nació supuestamente como avión de transporte para burlar el Tratado de Versalles, inició el despegue para llevar a cabo otra misión de castigo en la zona de Cistierna.

La hábil manipulación de pistones y correas comenzó a dar su fruto cuando el bombardero sobrevoló Argobejo y aunque el capitán Von Runier, condecorado con la Cruz de Hierro por su pericia en combate , no cejó en su empeño de remontar el vuelo, el Heinkel 111 se estrelló en el desfiladero de Ocejo de la peña, estallando al explosionar su mortífera carga contra la tierra leonesa.

Los maquis de la zona aplaudieron entre vítores y se pasaron las botas de vino con festiva algarabía. 

El operador de radio del aparato había tenido tiempo de transmitir un S.O.S a la base y de explicar la inusual avería, lo que llevó a la policía militar de la base a iniciar una rápida investigación y tras identificar a los hombres que se habían ocupado de la puesta a punto del aparato,detener a todos los mecánicos acusándolos de sabotaje.

Semanas después, apoyado contra la tapia del cuartel de infantería de León, con los ojos al descubierto tras haber rechazado que se los vendaran, Sócrates sonrió sabedor de que había salvado muchas vidas entre los montañeses y la fauna de la zona. Lo que no habían conseguido las incursiones musulmanas hace mil años, no lo habrían de conseguir los legionarios y regulares venidos también desde África para derrocar la república.

El teniente al mando del pelotón ordenó a sus hombres ejecutar la sentencia.




lunes, 24 de agosto de 2020

Chispas

 Es cierto. Todo arde si se aplica la chispa adecuada. Y tú has prendido fuego en el interior de mi pecho. Y las llamas de ese fuego lo están quemando todo. Están devorando recuerdos de relaciones pasadas y arrasando los traumas, las traiciones y toda la maleza, los hierbajos y la madera seca de falsos amores que almacenaba en el alma.

¿Quien me lo iba a decir? Al final llegó ese arco iris infinito a través de tu mirada.

Nunca supe distinguir entre besos y raíces, lo complicado de los simple, ni la mera atracción física del amor. Ya soy más viejo y sincero y puede que precisamente por eso ya no incluya promesas a olvidar en ninguna lista. Ahora procuro cumplirlas todas. Sobre todo las que te hago a ti.

Las miserias arden como la yesca y no hay mejor combustible que los sueños sin cumplir. El fuego que tu has provocado lo purifica todo y las cenizas a sus paso serán abono de vida, tierra fértil de futuro y cómodo lecho para el descanso. Porque ya estoy muy cansado de darme cabezazos contra las paredes de corazones de piedra y me ha dolido tanto el amor que opté por la vacuna de abundantes dosis de placer en vena que adormecían mis ansias y anestesiaban mi instinto natural.

No hará falta que te asalte rodilla en tierra amenazándote con un anillo. No hará falta que te prometa la luna, las estrellas ni nada brillante. Únicamente te entregaré todo lo que soy, todo lo que he sido y todo lo que me gustaría llegar a ser. Tan solo trataré de alimentar las llamas con el oxígeno de mis besos, con la pasión de mis caricias y con el ritmo de mis caderas,

Hay esperanza en la danza de las pavesas. Y aunque no acostumbro a hacerlo, me gustaría sacarte a bailar en esta pista llena de humo en la que tú y yo solo necesitamos mascarillas mediante las que respiramos verdades de la bombona de sinceridad que permitirá que continuemos bailando sin desplomarnos asfixiados.

Quiero mojar mi pluma en la tinta de tu lava y escribir con ella las páginas más hermosas de toda mi trayectoria literaria.


miércoles, 12 de agosto de 2020

Por fin

 

Como acostumbro a escribir muy a menudo al haberlo aprendido de la experiencia personal, todo termina llegando, incluso lo bueno.

Este libro es un proyecto solidario con los animales. Mi forma de decirles que los respeto y quiero ayudarlos.

La editorial Cuatro y el gato se sumó desde el primer momento a la publicación de este libro de relatos, cuyos beneficios íntegros irían destinados a la asociación Entre huellas y bigotes. Ni la editorial, ni los prologuistas (Ivana La piana y Javier Seoane), la epiloguista (ángela Hernandez beito), la ilustradora y maquetadora (Eva Melgár) ni yo mismo (servidor de ustedes), veremos un euro por nuestro trabajo y nuestro tiempo. Todos hemos querido aportar nuestro saber hacer a este proyecto y hemos querido también reflejar en él  nuestro cariño por el mundo animal.

La impresión de ejemplares se ha financiado con aportaciones particulares a cambio de ejemplares impresos y esta primera tirada ha podido ver la luz gracias a la generosidad y a la confianza de familiares y amigos.

Y precisamente con familiares y amigos comparten ( o por desgracia, algunos  compartían)vida los animales que aparecen en este libro.

Perros, gatos, loros, cobayas y burros zamoranos son las especies animales que conforman este volumen de relatos. Muchos están escritos en primera persona, pues creo haber comprendido lo que transmite la mirada de los animales que me han permitido compartir vida con ellos.

Desgraciadamente el proyecto se ha retrasado mucho pues Raquel, la ilustradora que se unió a esta iniciativa desde que se le propuso formar parte de ella, cayó enferma. Esperamos a que se recuperase con ilusión y paciencia, pero hay dolencias que llevan mucho, mucho tiempo y al final ella misma decidió pasar el testigo a alguien que pudiese afrontar el trabajo y no retrasara más algo que debería servir para ayudar a los voluntarios de una asociación de valientes y generosos ciudadanos, que sin apenas medios, ayudan a gatos y perros abandonados. Y Eva (quien ya estuvo a mi lado con Temporada de setas) se ató al timón de la nave dispuesta a hundirse con ella si hiciera falta. Pero no la ha hecho y tras un azaroso trayecto, el hermoso velero ha llegado a buen puerto. Esta semana los ejemplares estarán en Valladolid y la próxima semana se presentarán en televisión.

Algunos de los lectores de este blog podrán disfrutar de las andanzas en negro sobre blanco de los animales con los que  comparten vida.

Este libro son relatos; bien basados en hechos reales, bien ficticios, pero inspirados en la realidad de sus protagonistas, o bien dictados al oído (como hizo mi querido y difunto Gatete, quien también tiene su espacio entre estas páginas).

Espero que os guste y que os ayude a permanecer fuertes en la lucha contra la injusticia que padecen muchos animales. Yo no pienso rendirme.

Rendirse nunca es una opción.

lunes, 10 de agosto de 2020

Me enfado y no respiro

 

 Se estaba acercando el momento y el pequeño Hugo aún no tenía claro si quería salir de allí y abandonar el confort de la placenta, aunque fuese de alquiler.

Hace tan solo unas semanas comenzó a descifrar los sonidos que le llegaban desde el exterior y aprendió a interpretar la voz de la mujer que lo alojaba en el interior de sus entrañas y lo alimentaba a través del cordón umbilical.

Al principio le encantó escuchar la voz de su madre,pero todo cambió al oírla explicar a un tal “mi abogado” las condiciones de cesión del fruto de su vientre de alquiler. Hugo aún no había nacido y ya aprendió lo triste que puede ser la condición humana y lo desesperado de algunas situaciones.

Al parecer su madre estaba arruinada o algo así (no entendía muy bien esa palabra) y había alquilado su vientre a un matrimonio que no podía concebir de forma natural a sus propios hijos y necesitaban instalar los óvulos fecundados en el vientre de una mujer para que los gestase. Aquel descubrimiento lo llevó a patear con fuerza la placenta en señal de protesta tratando de que su madre se lo pensase mejor y cambiase de decisión, pero no debió de servir para nada pues escuchó a su madre gritar de alegría cuando comprobó que se había efectuado un ingreso en su cuenta corriente. Hugo buscó la forma de que su enfado llegase hasta esa desnaturalizada e interesada mujer y a fuerza de provocarle antojos de lo más absurdos consiguió que sufriese de un exceso de acidez que la hacía gritar de dolor y encogerse con las manos sobre el abultado vientre.

Y llegó el día.

Llevaron a su madre hasta el paritorio de un centro de salud donde la atendió el personal especializado que se esforzó para que aquel parto que en un principio parecía normal y luego se fue complicando, no se les fuese de las manos.

Hugo no quería salir, estaba muy bien allí y no le apetecía lo más mínimo que lo entregasen a unos desconocidos. Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer y aunque aquella señora que le había gestado lo hubiese hecho únicamente por interés económico lo cierto es que le gustaba la calidez de su voz y esas noches en las que se tumbaba junto a la chimenea del salón y ponía un disco de jazz tras otro. La música amansa a las fieras y Hugo se relajaba escuchando aquellos discos y abandonaba su fijación por castigar a la madre a base de patadas.

El ginecólogo que atendía el parto no podía explicarse porqué costaba tanto que aquel niño terminase de nacer. Hugo tenía ya la cabeza fuera, pero se agarraba fuertemente al interior de su madre con las manitas y hacía palanca con los pies apoyándolos en las paredes de la placenta. Cuando la enfermera le aproximó el fórceps al doctor Hugo se asustó.

La joven madre no paró de resoplar y jadear durante las horas que duró el parto y no pudo evitar gritar de dolor en más de una ocasión.

Cuando el doctor acercó aquel aparato quirúrgico al pequeño Hugo, este decidió dejar de oponer resistencia y entregarse a su destino.

En pocos minutos una enfermera limpió el cuerpecito del recién nacido y ya libre del cordón umbilical, cortado con precisión por el ginecólogo que lo trajo al mundo, fue depositado en brazos de la llorosa y extenuada madre.

Al tener a su hijo junto a ella algo cambió en su interior. No quería desembarazarse de aquel hermoso chiquitín que la miraba con gesto contrariado, como si conociese sus intenciones.

Ese niño era especial y algo la llevó a pensar en llamar a su abogado para que comenzase a realizar los trámites pertinentes, para que no la separasen de su hijo.

Clavo su mirada en los azules ojos del pequeño y sabiendo en su corazón que ese niño la entendería le dijo: te quiero.

Hugo sonrió y para sorpresa y asombro de los presentes, le guiño un ojo a su madre.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Ensayo sobre su ceguera


De una forma o de otra este blog está lleno de relatos y textos sobre ratas, aunque casi siempre bípedas, de atractivas caderas y generosos labios, o de traicioneros abrazos y bocas embusteras.
Hoy os dejo un relato que escribí al leer una noticia publicada en un periódico norteamericano. Espero que os guste. Como pone a veces en las películas de sobremesa de A3, "BASADO EN HECHOS REALES"


Aquella mañana Diana Casperson redactora del informativo nacional del canal Fox, abandonó la oficina del director de informativos dando un portazo. Diana odiaba los reportajes sensacionalistas en los que la obligaban a jugarse el tipo o a pasar por situaciones extremadamente desagradables y la última ocurrencia de los jefes del canal era que realizase un repor sobre la proliferación de ratas en el subsuelo de la ciudad y los peligros aparejados por el crecimiento de la colonia de roedores. Debería bajar al subsuelo con Michael, su cámara y con John, el técnico de iluminación y sonido. Hubiera preferido bajar con un escuadrón de Marines pero los medios del canal aunque impresionantes, siguen siendo limitados.

Los tres periodistas descendieron por la escalerilla que terminaba a ras del hueco para la tapadera de la alcantarilla que retiró amablemente el agente de la unidad de subsuelo de la Policía Metropolitana que les facilitó el acceso tras presentarle los correspondientes permisos.

El sistema de cloacas de Nueva York era una inmensa red de galerías y túneles que se extendía por casi medio centenar de kilómetros bajo la ciudad y que estaba sometido al mantenimiento y las esporádicas revisiones del personal del servicio de limpieza municipal. La Unidad de Subsuelo de la Policía              Metropolitana realizaba tareas de reconocimiento y seguridad en aquel desagradable lugar y se cuidaba de que aquellos túneles y pasadizos no fuesen utilizados por delincuentes comunes, narcotraficantes o incluso por terroristas para moverse con libertad de cara a cometer sus fechorías. La iluminación era bastante pobre. Unas bombillas en los techos y repartidas estratégicamente para evitar la oscuridad total ahorrando la mayor cantidad posible de dinero al presupuesto municipal alumbraban tenuemente aquel entramado de estrechos pasillos junto al caudaloso rio de aguas fecales.

No tardaron mucho en descubrir un gran número de ratas que entre grititos nerviosos por su presencia se acercaron a curiosear. Eran roedores de gran tamaño, larga cola y poderosos incisivos. El mordisco de una de aquellas ratas podía transmitir docenas de enfermedades al Ser humano.

Diana tragó saliva y se colocó entre los cientos de ratas y el objetivo de la cámara dispuesta a terminar lo antes posible el trabajo y salir de allí. En el momento en el que John encendió los focos las ratas salieron corriendo con gran algarabía. El equipo de periodistas siguió a los roedores y cuando encontraron la ocasión de grabar con un buen ángulo y con planos decentes Diana comenzó de nuevo. Las ratas volvieron a salir corriendo cuando a Michael se le cayó una batería al suelo, revotando sobre el cemento con algo de estrépito.

En aquel momento Diana observó con curiosidad que una enorme rata gris se había quedado allí sin moverse del sitio mientras el resto del grupo escapaba enloquecido. Aquella rata permaneció frente a ellos con la boca abierta y olisqueando con intensidad el aire. Diana le pidió a Michael que la hiciese un buen primer plano por si no volvían a arrinconar al grupo y tenían que tirar de aquellas imágenes para montar el reportaje. Obedeciendo  a Diana , Michael comenzó a grabar cuando sucedió algo que le sorprendió sobremanera. Otra gran rata gris se acercó prudentemente hasta la que se había quedado allí. Esta rata portaba un palo en la boca asomando entre los dientes y cuando llegó junto a la rata que estaba grabando el cámara de la Fox, esta mordió también un extremo del palo que le acercó aquel miembro de su manada y sorprendentemente ambas comenzaron a caminar abandonando el lugar.Aquella rata que se había quedado allí debía de ser ciega y siguiendo algún tipo de costumbre en casos como aquel, se quedó en el mismo sitio hasta que acudieron en su busca y la ayudaron a volver con el grupo.

Aquellas imágenes sin duda pasarían a la historia de la televisión y puede que llegaran a optar al premio de periodismo de la National Geografic.

Diana, Michael y John regresaron al exterior con la sensación de que algo había cambiado en su interior. Incluso los animales más odiados por el hombre se rigen por nobles normas de comportamiento.Cuando se emitió e reportaje con la crónica de Diana sobre el subsuelo de la ciudad, numerosos investigadores de la fauna newyorkina, coparon la centralita del canal solicitando hablar con algún miembro del equipo que lo había realizado.

Desde aquel día incluso yo mismo miro a las ratas de otra manera.


miércoles, 29 de julio de 2020

Gracias a ti

La vida nos mantuvo separados más tiempo del que me hubiera gustado, pero ahora has vuelto y eso es lo único que importa.
En ese viaje que has recorrido por el interior de tu alma, enfrentándote a tus demonios y conquistando las fortalezas más duras e inexpugnables donde el destino se empeñaba en oponer una feroz resistencia, has recuperado la sonrisa, la magia de tu mirada y el calor de los abrazos.
Este ha sido un camino que debías recorrer en solitario y mi único mérito es haberte esperado. Tan solo pude reservar la sombra de un enorme pino junto a las aguas cristalinas de un río para que al llegar descansases, te refrescases y recuperases fuerzas.
Aunque siempre he sido un tipo con tendencia a confundirme y a convertir el cariño sincero en edulcoradas historias de amor, entre tus brazos aprendí a interpretar el mensaje que la rosa le dio al principito: amar es querer sin posesión y sin ataduras. Y en efecto, me enseñaste que te amo porque te quiero libre, te quiero feliz y te quiero dueña de tu destino, sin otra pretensión que poder ser tu amigo el resto de mis vidas. Y todavía me quedan seis.
Eres uno de esos seres humanos que más allá de pertenecer a una especie animal que se considera la superior por derecho, se te puede clasificar como humana en el sentido más hermoso de la palabra, el que hacer referencia a la humanidad como valor y no como especie.
Con cada paso, con cada palabra y con cada guiño de ojos te colocas en pie con el puño en alto desafiando todo lo que quieran enviarte y plantando cara a una vida dura y complicada, pero ¿quien dijo que iba a ser fácil?
Ya estás aquí. Yo sigo aquí. Y ahora que has vuelto no pienso irme a ningún lado. Mi corazón ha terminado de llenarse. Si bien aquella que supo ver lo bueno que habita en mi, que quiso aceptar mi más sincero y romántico ofrecimiento, me colma de amor y de felicidad, el poder compartir nuestro camino y nuestro futuro con amigos de tu calibre hace que el sendero se convierta en una alfombra segura y mullida donde por muchas veces que tropiece y caiga, sé que no volveré a dañarme.
Y me hace muy feliz formar parte de tu tribu y compartir pinturas de guerra y danzas alrededor de la hoguera. Juntos no habrá ni rostros pálidos ni guerreros de la pradera que puedan con nosotros.
Pero no me des las gracias por sentarme junto a ti a escuchar el son de los tambores y a compartir la sangre del tatanka. Si estoy es porque es lo que me hace feliz y porque siento que debo estar. Y porque me enseñaste que amar, no implica por fuerza rodilla en tierra y necesidad de labios. Es un verbo tan hermoso y tan amplio que abarca mucho más. 


domingo, 12 de julio de 2020

Lehaim

Hoy es tu cumpleaños, pero no estás aquí para soplar las velas querida Blancanieves.
No despertaste de aquel sueño y no hubo beso capaz de rescatarte y devolverte a este valle de lágrimas, que desborda lágrimas desde que una voz amiga me llamó para decir que al final te habías ido.
"Ya nunca más volverás a sentarte a mirar el color de los días, ni la vida". Desde luego Robe imprime una belleza a sus letras que hasta tiene una preciosa canción para recordarte.
"He llorado tanto. He llorado tan adentro. He llorado tanto tanto que he apagado hasta el infierno". No me digas que no es precioso.
Sé que allí donde estés me seguirás leyendo. Eras una ferviente lectora de este blog, de mis libros y de todo lo que escribía. Por eso cuando los wasaps que te mandaba y que siempre leías y contestabas de inmediato comenzaron a quedarse perdidos por la red, me asaltó la duda y me invadió el miedo más profundo. Y en efecto, cuando me puse en contacto con tu familia me dijeron que habías mordido la manzana y que dormías en una cama de hospital.
Los animales del bosque, los enanitos y los aspirantes a príncipe azul no podíamos entender que hubieras sucumbido a los ardides de la malvada bruja. No supiste decir que no a la manzana envenenada y diste el bocado que te quitó la vida y que llenó de tristeza las de todos los que te queríamos.
Sabes que te quise mucho, sé que me quisiste mucho. Lo nuestro no fue una maravillosa historia de amor. En alguna ocasión probamos a darle forma física a lo que sentíamos el uno por el otro, pero no tardamos en comprender que era algo tan bonito y tan puro, que si nos confundíamos podríamos arruinarlo y decidimos ser simplemente buenos amigos y compartir alegrías y dolores sin ponerle nombre ni regalarnos anillos.
Te echo mucho de menos. Echo mucho de menos tu voz y tu sonrisa, tu belleza de hada diminuta y grácil que revoloteaba junto a mi cuando me obcequé en creer que era un niño perdido y no era más que un hombre que se negaba a crecer. Y tu me ayudaste a hacerlo y con tu último acto me regalaste algo que ya forma parte de mi código: rendirse nunca será una opción.
No supe apreciar cuan desgraciada eras. No supe aportarte la fuerza necesaria tal y como tu habías hecho por mi en mi momento más duro y no supe estar a la altura de tu cariño y tu limpia amistad. 
Siento muchísimo haberte fallado y agradezco tu enseñanza. Desde tu partida me prometí que nunca permitiría a un amigo comprar billetes para el tren que cogiste el día que decidiste viajar muy lejos.
Te debo muchas cosas. El oxígeno que me daban tus besos cuando necesitaba respirar en relaciones clasutrofóbicas que me ahogaban. Tu imparable energía esos días en que el cerebro decidía que podías con todo y los ratos de peli/pizza que compartimos cuando el mejor de los planes era quemar el tiempo juntos.
Te debo que me explicaras el porqué de la reacción de la gente ante mi desgracia con una canción de Drexler que desde que me la pusiste pasó de inmediato a formar parte de la BSO de mis vidas. Y es verdad, todo se transforma. Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da. Pero no supe darte lo que necesitabas. No supe darte ese beso que te rescatará del oscuro sueño y después de varios meses de letargo te fuiste al paraíso. 
Imagino que hoy estarás celebrando allí tu día. No puedo verte, no puedo oirte, pero sé que a veces te acercas a darte una vuelta por aquí y a seguir cuidándome. Hoy brindaré por ti y levantaré mi copa al cielo diciendo "Lehaim", a la vida, por la vida.
Vivirás en mi y en todos los que te queremos y te echamos de menos.
Un beso muy grande, Blancanieves.

lunes, 6 de julio de 2020

Memorias

Este mes cumpliré los cuarenta y seis años oficiales de la serie de mi vida. Poco más de seis de esta segunda temporada que milagrosamente aprobaron los productores cuando parecía que todo quedaría en una mini serie.
Es pronto para hacer un repaso de mi vida, de mis vidas, pero al escuchar la canción de Residente, a quien considero el mejor letrista de latinoamerica, una cosa ha llevado a la otra y sin quererlo me he dado un paseo por la historia de mi vida.
Y no ha estado tan mal, pese a todo.
El hacedor quiso nacerme en Valladolid, Castilla la vieja. Ciudad donde todo funciona por apellidos y donde si un día te equivocas, al día siguiente los mentideros públicos le han dado una dimensión sobrenatural y te has convertido en personaje de leyenda. Pero aún así y todo, amo mi ciudad y estoy orgulloso de mis orígenes.
Pertenezco a  una familia de apellidos ilustres y compromiso con la sangre, a la que no debo defraudar ni dejar en mal lugar. Y estoy orgulloso de ello.
Mi padre fue ante todo un hombre bueno. Un profesional de reconocido prestigio y una persona cabal, comedida, justa, trabajadora y muy honrada. Mi madre es una mujer maravillosa que llora desde hace ya seis años  la ausencia de su único y verdadero amor, compañero de viaje, padre de sus hijos y abuelo de sus nietos.
Mis hermanos me acompañan a cada momento, muy presentes aún en la historia de mi vida. Solo tengo un hermano varón, el mayor de la prole. No nos parecemos en nada y a veces discrepamos, pero lo quiero y en ocasiones me he sentido muy orgulloso de su talento, pues es un poeta laureado y el primero de los hermanos que ganó un premio literario y publicó un libro.
Después de él nació una hermana  a la que siempre describo como cincuenta por ciento de corazón, treinta por ciento de buena voluntad y veinte por ciento de cabra loca. Ella también ganó premios literarios y también ha publicado libros. Y siempre hemos estados muy unidos y hemos luchado juntos.
Después voy yo, pero luego os cuento alguna cosa de mi historia.
Tras de mi nació otra hermana a quien considero la viva imagen de mi padre, pues además de haber seguido sus pasos profesionalmente, es una mujer cabal, comedida, justa, trabajadora y muy honrada.
Siempre he estado muy unida a ella y es a quien acudo cuando las cosas se tuercen.
En último lugar nació ese angelito de alitas de plumón blanco del que ya os he hablado y a quienes los médicos al nacer disagnosticaron el síndrome de Down, pues no encontraron otra justificación para un espíritu tan puro. Es la eterna niña feliz y sirvió de argamasa para mantener unida siempre a esta familia.
Yo fui un niño muy bueno y muy cariñoso, formal, alegre, estudioso y correcto hasta los catorce años, en los que al pasar a B.U.P me encontré de repente con que en mi colegio para chicos, de curas, de los de toda la vida, admitieron chicas en clase. Y eso me trastocó. Muté. Mis hormonas ganaron la batalla al sentido común y me convertí en un Peter Pan confundido y terriblemente enamoradizo.
No supe gestionarlo.
Comencé a suspender, a faltar a clase, a portarme mal en casa. A salir de juerga, a pelearme con otros chicos, a meterme en líos y a probar las mieles de los labios de una mujer.
Desde los cuatro años me convertí en un lector insaciable, con seis comencé a escribir para expresar mis emociones, mis miedos y mis anhelos y, la literatura y la música, fomentadas por mis padres quienes siempre pusieron a nuestra disposición libros, discos e instrumentos musicales, ocuparon un lugar fundamental en mi vida.
Pero rechacé todas las oportunidades que mis padres me dieron y me empeñé en arruinar mi vida, para sufrimiento de quienes más me han querido.
Por motivos profesionales de mi padre, la familia se traslado a vivir en Madrid y allí, a  trancas y barrancas, conseguí llegar a la universidad, comenzando los estudios de Derecho para intentar seguir la estela familiar, pero no supe centrarme y Peter seguía muy presente en mi.
Volví a defraudar a mis padres, quienes pese a todo y fruto de su generosidad desmedida, seguían consintiendo mis errores y regalándome vacaciones en la playa, ropa de marca y dinero de bolsillo,Como punto de inflexión  anulé la prorroga por estudios y solicité incorporación inmediata en el ejército español. Con mi escaso metro sesenta serví en la Policía Militar, donde el resto de soldados no bajaba del metro ochenta. Y conseguí sobrevivir.
Al termino de la aventura castrense, decidí irme a trabajar a Inglaterra para aprender el idioma. Pero allí encontré también mujeres, españolas. Y me enamoré hasta las trancas de una chavala vasca muy jovencita y regresé a España para intentar mantener aquel amor en el ostracismo. No pudo ser. y volví a poner tiritas en el músculo de la desgracia.
Me matriculé en Educación Musical y pasé unos años maravillosos tocando y cantando con los compañeros de clase. A veces incluso estudiaba. Sazoné estos años con diferentes historias de amor, de esas que para mi siempre eran la mujer de mi vida y el único amor verdadero. Y seguí escribiendo.
Muy jovencito comencé a ganar premios literarios y la escritura fue siempre la única adicción de la que no pude ni quise desengancharme.
Me independicé con una gran mujer y con ella me trasladé a vivir a Granada, donde compartí estudios, trabajo y conciertos en las calles de una ciudad culturalmente viva y disfruté de muchas noches de blanco satén.
Con esta mujer, tan importante en mi vida, me marche a terminar la carrera con una beca Erasmus a Italia, donde pasé casi un año disfrutando de su cultura, de sus vinos y de sus tradiciones. Mi pareja aprobó todo con unas notas excelentes. Yo volví a España creyendo haber traído conmigo el título universitario, pero como de costumbre, Peter se resistió a crecer y fruto de su insensatez, no pude convalidar una asignatura. 
Una vez instalado en Valladolid, donde habían regresado ya los míos, comencé a trabajar como intermediario en operaciones inmobiliarias, aprovechando mi experiencia y mis dotes teatrales, muy útiles para vender pisos.
El veneno del teatro había infectado la sangre de mis venas muchos años atrás y en Valladolid aposté por las tablas y tas montar una pequeña compañía salí a escena. Me enamoré hasta las cejas de la primera actriz del elenco y estúpido de mi,abandoné a la mujer con la que nací a la madurez, y me casé con la traidora farandulera. Al poco me demostró que lo suyo era en verdad puro teatro y me adjudicó el papel de eterno secundario cómico, mancillando nuestros votos con un bufón al que yo consideraba buen amigo, pero que me demostró su falta de moral y de escrúpulos acostándose son mi mujer y exigiendo mi aprobación. El divorcio no se hizo esperar y con él llegaron mis mejores y más dolorosos textos. Publiqué mi primer libro y comencé una cadena de relaciones fallidas en las que traté de curar la herida, pero tan solo me hice más daño.
Me reinventé de nuevo y conseguí un trabajo perfecto, escribiendo, viajando, asistiendo a eventos de todo tipo y promocionando las excelencias culturales, turísticas, gastronómicas y enológicas de mi ciudad. Me volví a enamorar, y compartí lecho y sueños con una mujer muy especial de irresistible caída de ojos y pasión por la moda. Fue la única vez que hubiera querido se padre, pero tuve que conformarme con el amor incondicional que me profesaba un adorable gato que me eligió como su humano de compañía. Un buen día a mi pareja y a mi se nos rompió el amor de tanto usarlo. Y yo me quería morir. A la semana me concedieron el deseo y me morí. Peter se puso al volante de mi Vespa y condujo bajo los efectos del grog del capitán Garfio, estrellándome contra el asfalto y enviándome una semana al país de nunca jamás, al que los médicos denominaron primero muerte clínica y después estado de coma.
Desperté de aquel viaje maltrecho y dolorido y con diversas secuelas físicas, cerebrales y emocionales. Pero en aquella vuelta a la vida real descubrí al fin la verdadera importancia de las cosas que nos hacen especiales. Palabras como familia y amigo cobraron su verdadero significado y me ayudaron a volver al combate.
Tras más de mes y medio de ingreso pude volver a casa en una silla de ruedas y con la ayuda de diversos especialistas, entre los que destaco a mi queridísima Teresa Arteche, volví a caminar, a sonreír y a plantarle cara al destino. Pero el destino es un adversario cruel y al verme desafiarlo, me arrebató a mi padre, llevándoselo de pronto sin haber podido reunir las fuerzas aún para decirle lo mucho que lo quería.
Volví a caer y confundido, sin su luz y sin su guía, recobré la vieja costumbre de cometer un error tras otro. Me volví a independizar, volví a compartir lecho con unas adorables caderas que resultaron ser  aguijones venenosos y traté de ser el Juan profesional, capaz y activo que fui antes del incidente vespero. Un fracaso absoluto. En esta etapa seguí ganado premios literarios y publicando libros. A nivel cognitivo estaba bien, pero a nivel emocional y psicológico no era ni la sombra del que fui.
Regrese junto a mi madre y junto a ella poco a poco fui cogiendo fuerza. Aprendí a vivir de nuevo, a tomar las decisiones correctas a ignorar a Peter y al resto de los niños perdidos y a construir los cimientos del Juan que quiero llegar a ser. En el trascurso de mi lucha por superar la adversidad, perdí a una gran amiga que durmió para siempre y no pude despertar con un beso de amor. Y perdí también al animal que más me ha querido y que me demostró que el amor no entiende de especies.
Conocí a la única mujer de mi vida que lo único que quiere de mi es a mi. Y conseguí ganarme sus labios y su pecho, sus caricias y su apoyo, su risa y su respeto.
Introduje en mis oraciones nocturnas la plegaria en la que cada noche pido que se me ayude a ayudar como a mi se me ha ayudado. Y trato de ser feliz, cultivando la paciencia y trabajando el acierto.
Sigo leyendo, escribiendo y buscando las respuestas en las páginas de un libro, bien ajeno o propio.
Y ya no me cuesta decir que quiero a la gente que quiero. Y ya no me cuesta diferenciar el amor de todas sus copias baratas y tóxicas.
Soy un poco el que fui, pero soy mucho más el que me han permitido ser  y poco a poco conseguiré ser quien quiero llegar a ser por derecho y convicción.
No obstante disto mucho de ser perfecto y todavía cometo errores, como todo hijo de vecino, pero al menos estos errores no nacen de la falta de sensatez ni de juicio, sino de la falta de acierto.
Y eso es todo, amigos.
No olviden mineralizarse y vitaminarse.