Nunca fue un tipo duro, ni siquiera intentó serlo. Era feliz con su personalidad afable. Pero hubo quienes confundieron cordialidad y amabilidad con debilidad y tantos fueron los confusos que, a fuerza de tratar de aprovecharse de él, de hacerlo tropezar y cebarse en su desgracia, consiguieron crear un monstruo. Eso si, un monstruo de aspecto encantador, inocente mirada y exquisita corrección en las formas. Excepto cuando tomaba la decisión de solucionar las confusiones y explicar algunas cosas. Su modus operandi dejaba clara su postura ante cada crimen. Antes de ajusticiar a sus víctimas, las sometía a un completo proceso judicial en el que él era juez, jurado y verdugo. Pero siempre les daba la oportunidad de acceder al indulto si admitían la falta, confesaban y mostraban arrepentimiento, Una vez dictaba sentencia, ya no había nada que hacer. Era eso si, un tipo tremendamente paritario y jamás hizo distinción entre hombres y mujeres a la hora de aplicar la ley. Su estricto código moral y existencial, perseguía una serie de delitos que consideraba de extrema gravedad y él mismo trataba de conducirse por una máxima universal que debería ser la norma básica de conducta en esta sociedad podrida: vive y deja vivir. Pero por desgracia se vio obligado a hacer una interpretación de la norma y comenzó a aplicar la muerte selectiva. Incansable lector de todo tipo de géneros y autores, con cada libro que añadía a su extensa biblioteca ratificaba la necesidad de erradicar a ciertos tipos de individuos, por el bien de la humanidad. Vive y deja morir, se convirtió en su adaptación de la norma y consiguió convertirla en consuetudinaria, ya que hizo de ella una necesaria costumbre. Sentía gran simpatía y admiración por el antiguo Código de Amurabi y en muchas ocasiones se conducía por aquella arcaica normativa. La sociedad había avanzado, el progreso se había instalado en los hogares y el desarrollo lo había cambiado todo, menos la mezquindad y la infamia y, el ser humano seguía cometiendo los mismos atropeyos. Muchas eran las religiones que habían tipificado estos excesos convirtiéndolos en pecados veniales y mortales a ojos de dioses y hombres. Pero en este momento de la historia, matar, violar, mancillar o destrozar una vida salia excesivamente barato. Y tenía muy claro que era hora de empezar a pagar. Con sangre. Él mismo había sufrido en sus propias carnes y en su maltrecho y dolorido corazón una gran cantidad de afrentas que le habían llevado a maldecir el momento en el que llegó a convencerse de que aún estábamos a tiempo de cambiar. El cambio, la transformación definitiva, solo se logra a través de la muerte. Y transformaría definitivamente a cuantos malvados (y malvadas, por supuesto) trataran de arrebatarle lo único que aún no habían podido llevarse: su dignidad. Preparaba con esmero el lugar y el momento del ajusticiamiento para aquellos que en su soberbia habían renunciado a cualquier tipo de defensa. En muchas ocasiones retrasó las vistas para asegurarse de que los procesados tan solo habían cometido errores puntuales bajo eximentes como el alcohol, la juventud, la ignorancia o el arrebato, pero la gran mayoría reincidían y ya no valía eso de que in dubio pro reo, porque dando una oportunidad tras otra,despejaba cuanta duda se le presentase. Una vez que el reo ( o la rea) era conducida al patíbulo, trataba de que sufriese lo menos posible, de que no sintiese miedo o angustia y de que fuese el final menos cruel posible. Mientras les explicaba lo que iba a suceder con un discurso amable, facilmente comprensible y casi jocoso, extraía su afilado cuchillo del interior de la bota izquierda y antes de atravesarles el corazón de una certera y eficaz puñalada, les guiñaba un ojo sonriendo. Trató de que la mayoría no sufriese, pero así entre nosotros, se deleitó ensañándose con más de uno y con mas de una (como manda la paridad). Desde que se convirtió en el ejecutor que la sociedad pedía a gritos, nunca dejó de dormir del tirón y con la conciencia tranquila. Era una desagradable labor la suya, pero alguien tenía que desempeñar esta función y aunque hubiera preferido no verse obligado a ello, al final le termino cogiendo gusto. Tratad de comportaros correctamente con vuestros prójimos. Nunca le hagáis a nadie lo que no quisierais que os hicieran a vosotros. Y sino...ateneos a las consecuencias.
El agente de la brigada Zaguate de la inteligencia costarricense Zeus Moreno, más conocido como Clifford, ha decidido entregar su placa y su arma y renunciar a la vida de agente secreto que le ha mantenido ocupado al servicio de su país desde que vino al mundo en un centro de rescate para animales. Su madre fue una labradora a la que su pareja abandonó poco antes de dar a luz y tuvo que ser acogida pro los voluntarios del Centro Asís. Uno de estos voluntarios, en realidad era un agente doble de la inteligencia nacional que detectó en aquel cachorro mezcla de labrador y Chow Chow una cualidad innata para el espionaje. Además de ladrar varios idiomas, Cliffrod desarrolló una inteligencia muy superior a la media y a ello se le sumó su peluda indumentaria natural, de un color oscuro de lo más discreto para el oficio. Desde que fue reclutado hace ahora cuatro años, el agente Clifford ha desempeñado con éxito las más arriesgadas misiones jugándose la vida por Costa Rica. En una de esas misiones consiguió desactivar en el último segundo un potente artefacto explosivo oculto entre las antenas parabólicas del tejado del ministerio de justicia y, aquello le supuso desarrollar un pánico feroz a las alturas y a las explosiones que poco a poco han ido minando su seguridad a la hora de afrontar el trabajo diario. Ya no puede volar y siempre dispara con silenciador al no soportar el estruendo de las detonaciones. Lo que lo ayudó a tomar la definitiva decisión del abandono de la brigada Zaguate, fue conocer a una atractiva inmigrante española que seducida por las excelencias de su tierra y la oportunidad de un trabajo mejor, llegó hasta Heredia y se instaló en una vivienda cercana a la suya. El condecorado agente secreto confundió el sentimiento que aquella española le despertó al cruzar sus miradas, con otra de las secuelas psicológicas producidas por el dichoso extrés post traumático resultante de la operación "Antena de la muerte" y, aunque pasó unos días evitando verla para no sufrir uno de esos intensos mareos como el que sintió al clavar sus pupilas en las de Eva, la española; terminó fingiendo un encontronazo para volver a olerla y a sentir sus caricias. La española también debió sentir lo mismo que él, porque a la semana del primer encuentro lo invito a cenar y claro, una cosa llevó a la otra y mientras se acariciaban y se besaban, decidieron pasar del comedor al dormitorio y desde entonces Clifford supo que no se separaría de ella. Costa rica ha perdido al que sin duda fue su mejor agente secreto, pero Clifford ha ganado algo que jamás pensó que encontraría, una humana con la que compartir su futuro y de la que sentirse eternamente enamorado. Tras entregar sus credenciales y su arma, viajar con ella hasta la playa más cercana y ladrar a las olas, Zeus Moreno, supo lo que era la felicidad.
Como cada domingo, Kiara se atusó un poco el pelo, se lamió las patas hasta dejarlas bien limpitas y fue a despertar a Raquel, que remoloneaba en la cama junto a Oscar, el humano con el que convivian ambas. Raquel es profesora y aunque Kiara es una perra muy bien educada, no puede llevarla con ella al colegio donde imparte clases de literatura, así que como Oscar también trabaja, Kiara aprovecha los ratos a solas para curiosear los libros de su humana y poner algún disco de su humano en el toca discos vintage donde los vinilos suenan tan bien. No hace mucho descubrió un libro de García Marquez y se sorprendió al reconocer la historia que contaba. Entonces ató cabos y respiró tranquila, conocía perfectamente a ese autor, pero en el mundo animal, todos lo conocen como Gabo. A su humana también le gusta el autor de Cien años de soledad y le hace gracia que denominen la verdad de los textos de Gabo como realismo mágico. Lame con delicadeza el dorso de la mano de Raquel y cuando consigue que por fin se levante, Kiara salta juguetona sobre las piernas de Oscar, despertándolo también y consiguiendo su objetivo: pronto los sacará de vermut. Lo cierto es que le apetece un buen Ribera de Duero en alguno de esos establecimientos con la denominación de Dog friendly. Sus humanos se toman un café al ritmo del último trabajo de los Vetusta Morla. Oscar hace tostadas y en lo que Raquel se pega una ducha rápida, aprovecha para consentirla dándole trocitos de pan con mermelada. Kiara comienza con la fase dos de su plan y se sienta junto a la correa gimiendo lastimosamente. Raquel se calza las zapatillas de deporte y se pone una camiseta que resalta sus bellos ojos azules, Oscar toma el relevo en la ducha y en menos de quince minutos, los humanos de su manada están listos para bajar a la calle. Hoy el día no es del todo desagradable y antes de ir a por el primer vino, pasean un rato por la plaza de la circular, en cuyos jardines, Kiara relaja los esfínteres y saluda a algunos conocidos que también necesitaban usar el excusado. A lo lejos se acerca un Carlino con el que coincide de vez en cuando y que le cae fatal. No le apetece lo más mínimo saludarlo y permitir que la olisqué sus partes, por lo que ladra airadamente enseñando los colmillos, señal que Raquel comprende de forma inmediata y después de apagar el cigarrillo en el suelo pisándolo bien, convence a Oscar para acercarse al Colmao de San Andrés a por un vino y una tapita. Oscar es muy fácil de convencer tratándose de estos menesteres y en menos de diez minutos, ya están saboreando caldos de una buena añada. En algunos sitios donde admiten perros, los camareros suelen poner un recipiente con agua para los animales, pero Juan, el dueño del Colmao, conoce sus gustos y le pone un cuenco con tinto de la ribera y unas patatas fritas para empaparlo y que no le siente mal. El tiempo pasa muy rápido cuando todo es tan agradable y recuerda algo que leyó en un libro de Raquel, sobre la teoría de la relatividad o algo así. El tal Einstein no era muy buen escritor , pero un rato listo si que era. Dio en el clavo con esa teoría, aunque el libro era una turra espantosa. De hecho lo dejó a la mitad y se pasó a un ejemplar de Historias para según qué días, que había en el salón. Mucho mejor...donde va a parar. Aquel humano que lo escribió debía ser un tipo majo, a tenor de lo que cuenta en sus relatos. Muy sensiblote eso si. pero de todo tiene que haber. Se acerca la hora de comer y Oscar las sorprende anunciando su intención de invitarlas a un cocido vegano en el Circular, un local cercano donde sus propietarios también reciben con cariño a los animales y de hecho, Miguel, el miembro masculino del tándem que lo regenta, acaba de publicar un libro en el que habla de animales y del respeto que merecen. Le cae bien aquel tipo. Si es que los humanos no son tan asquerosos como parecen. Se lo tienen muy creído con lo de que son la especie superior, pero al margen de ese ego tan enorme, hay de todo, como en botica. Kiara es una hembra de Border Collie de cinco años de edad y, confirma con creces, la creencia popular de que su raza, es la más inteligente de las caninas. Un domingo más de vermut, cariño y literatura. Otro maravilloso día de vino y rosas en compañía de sus humanos. Ella lo tiene muy claro, jamás comprará un humano, siempre adoptará.
Cena solo una ligera ensalada y un yogurt desnatado. Poco a poco logrará recuperar su forma física. Ese es uno de su objetivos a corto/medio plazo. Y lo está consiguiendo, aún a costa de renunciar a algunos pequeños placeres. Enciende un pitillo en el jardín del chalé y disfruta de cada calada y del suave clima casi veraniego que le permite seguir en manga corta, pese a ser más de las diez de la noche de un sospechósamente cálido mes de abril en la estepa castellana. Está cansado. ha sido un día muy completo y duro. No quiere defraudar al amigo que recientemente le ha dado un puesto en su empresa, por lo que se esfuerza en que el trabajo diario, sea eficaz, preciso y lo más profesional posible. No quiere defraudar tampoco a la mujer que le ha abierto su corazón, pese a saber que él está pasando por un momento harto duro y complicado y, trata de optimizar recursos y aprovechar cada minuto con ella. Y por último y en su lista de personas a no defraudar, su familia y sus amigos de verdad, aquellos que hacen que quiera ser un hombre mejor, ocupan un lugar muy especial , por lo que siempre hace lo posible para que estén orgullosos de él y sacrifica cuanto es necesario para aportar lo esperado por todos. Dicen que hay que ganarse las segundas oportunidades y no va a escatimar esfuerzos en hacerlo. La vida no es fácil, tiene claro que la suya no es especial y sabe que ha vivido siempre entre algodones y ahora el destino le ha reclamado el importe de la renta de esos años de bonanza. Es justo. Y va a pagar. Siempre intenta pagar sus deudas y cumplir sus promesas, por difícil que ambas cosas puedan resultarle. Sonríe mientras piensa en lo agradable que adorna su existencia. Medita un poco los próximos giros de guión en su nueva novela. Quiere conseguir un texto diferente, innovador, sorprendente. Algo que le ratifique que esa inquietud literaria tiene un sentido y un fin acorde a sus expectativas y su ilusión. Necesita poner por escrito cada sueño, cada esperanza, cada dolor y cada angustia y transformarlo todo en horas de placer para los posibles lectores.Sabe que todavía tiene muchísimo que aprender y que los premios y publicaciones no son más que pasos adelante en un aprendizaje arduo y satisfactorio, que completa con cuantos cursos de escritura puede permitirse, para depurar el estilo, corregir los muchos fallos y encauzar correctamente esa pasión vital que lo desborda. Enciende otro pitillo con el mechero de gasolina que siempre le acompaña. El tabaco terminará matándolo, pero de algo hay que morir y para un vicio que le queda, no piensa renunciar a él. Aunque dejar de fumar será el reto que siga a recuperar la figura y que precederá a aprender a decir que no, a seguir la luz de su faro y a elegir con criterio. Ha convertido la vida en una serie de objetivos a conseguir y orgulloso, observa que empieza a ser un tipo disciplinado y que se aleja poco a poco de aquel vividor caprichoso, irresponsable e inconsciente, que fue hasta no hace demasiado. Antes tenía la costumbre de desviar la mirada cuando se acercaba un problema o cuando se le exigía un esfuerzo. Y se dejaba querer, ayudar y mimar hasta la saciedad, consiguiendo con su encantadora sonrisa, su mirada de pillo bonachón y sus acertadas palabras, que se lo solucionasen todo. Pero al fin ha comenzado a entender lo que significa madurar. Y ya no permite que otros libren sus batallas, ni aparta la vista cuando lo que se aproxima asusta. Antes de acostarse se lava los dientes y realiza el curioso ritual de oraciones y recuerdos a los ausentes, que le ayuda a sentirse en paz consigo mismo y con quien quiera que sea el que maneja el cotarro. Echa mucho de menos a algunas personas que se adelantaron a explorar el terreno que le aguarda. Siente hasta lo indecible su ausencia y en ocasiones, la nostalgia lo anula y lo desespera. Pero también ha aprendido a vivir con ello. Y sabe que los que se fueron, firmarían por saberlo feliz. Abre el libro que le espera junto a la almohada y, se dispone a conciliar el sueño a través de lo legado por un afamado escritor. Nota como el gato con el que comparte vida y aventuras sube a la cama de un salto y se acurruca a junto a él para acunarlo con su ronroneo continuo. Cierra las ojos y duerme. -Parece que se ha movido- se escucha en la habitación. -En efecto, enfermera. Hay una oscilación en la lectura de las constantes. Creo que puede despertar de un momento a otro. Vaya a avisar a sus familiares- El Doctor Sorolla lamenta haber pedido a la madre del paciente que abandonase la habitación apenas diez minutos antes, para realizar las comprobaciones de rutina. Pero con los comatosos nunca se sabe. La enfermera hace pasar a los padres y a una hermana del paciente que angustiados, esperaban novedades como cada día, en la sala contigua. -Parece que puede despertar en cualquier momento-anuncia esperanzador el Galeno-Ha habido cambios en los registros y he observado movimientos en sus párpados. -Dios le escuche- dice la madre del accidentado con esperanza y prudente alegría en la voz. Lleva casi una semana intentando acostumbrarse al dolor de la incertidumbre y a los informes médicos, que siempre se curan en salud poniéndose en lo peor y vaticinando la más que probable muerte de su hijo. Entonces él paciente abre los ojos desorientado y confuso. El electro refleja con estridentes pitidos la aceleración de las pulsaciones y la felicidad entra por la ventana y se acomoda entre los presentes. -Mamá, papá. he tenido un sueño muy raro. Soñaba que había aprendido a vivir. Y que ya no era fácil.-
Berenice entregó la entrada comprada con más de un mes de antelación y accedió especialmente contenta al interior del recinto. Mientras caminaba por los jardines de la ciudadela palatina andalusí, comenzó a experimentar una sensación extraña y familiar de reconocimiento y vuelta al hogar. Aquella mezcla de fortaleza y palacio, la recibió con un sol esplendido y una luz que al filtrarse a través del artesonado de madera labrada y las columnas de mármol, le acarició las mejillas con su calor. Berenice se fue distanciando poco a poco del grupo de la visita guiada que escuchaba atentamente las explicaciones del experto en arte, contratado para informar a los turistas de las particularidades de las construcciones de la época Nazarí. Ella no era una turista. Berenice pertenecía a la Alhambra. Supo en el acto que muchos años atrás, había disfrutado de las vistas de Granada desde lo alto de sus torres y había refrescado su cuerpo en las fuentes de los jardines decorados con leones. Todo en aquel lugar le era terriblemente familiar. Cada azulejo, cada yesería, cada vidriera, cada celosía, le devolvían un recuerdo de tiempos de música y felicidad. Al acceder al harén, o zona privada del sultán, sintió que se le abrían unas puertas de acceso al pasado que habían estado cerradas durante demasiado tiempo en el interior de su alma. Y entonces comprendió. Ella había habitado aquel lugar. Ella había sido él y después ella. Y luego él de nuevo y, durante muchas, muchas vidas, el canto del almuecín recitando los versos del Corán y alabando al profeta, habían resonado en su corazón.No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta. La vida es una baraca, una bendición y volver a casa es un regalo con el que Dios compensa las desdichas y las miserias a las que se ha visto obligada a enfrentarse en esta reencarnación. Su cabello rizado y su piel morena, sus caderas que parecen querer moverse solas al son de la darbuka y sus ojos oscuros que han visto la gloria de la la media luna levantarse sobre los vencidos ejércitos cristianos, son el más claro ejemplo de que ella pertenece a aquella colina donde se levantó la más hermosa de las moradas. Su hogar. Y en aquellos años, él que ahora dibuja su sonrisa cuando tiene ocasión, también le sirvió fielmente en otros cuerpos, con otros fines. La vida es una eterna espiral donde todo se encuentra y a la que todos retornan.
Desde luego mi creador será un científico extraordinario, pero con la aguja y el hilo, es una auténtica vergüenza. Si no me hubiese cosido los miembros de forma tan bochornosa, no habría llamado la atención de todos los vecinos en cuanto puse un pie en la calle del pueblo. Y luego la estupidez esa de colocarme tornillos en las sienes para acoplar las dos mitades del cráneo donde introdujo el cerebro que robó del cementerio municipal. Soy un esperpento e incluso en los tiempos que corren, con tanto hípster y tanto gótico, punki y demás, no paso desapercibido en ninguna parte. Cometió el terrible error de ponerme el corazón de aquel suicida egocéntrico y vanidoso que se ahorcó por no haber sido seleccionado para entrar en Operación triunfo y claro, en cuanto me miré en un espejo, me vinieron unas espantosas ganas de machacarle la cabeza y arrancarle la espina dorsal. Como soy un monstruo bueno, procuré que no sufriera y traté de anestesiarlo con un disco de Raphael. Casi lo conseguí, pero el muy imbécil se puso a tararear uno de los temas y a llevar el ritmo con los pies. También se los arranqué. Asco de aprendices.
Un día más, se puso su disfraz de dios todopoderoso y confiado al creer que ya sabría utilizar con acierto sus recién adquiridos conocimientos que deberían perfeccionar las innatas habilidades, se dispuso a crear nuevos mundos donde todo discurriese de la mejor de las maneras, aunque los escribiese con renglones torcidos. Como cada mañana, hizo un esfuerzo por despojarse de sus miedos y de sus frustraciones y anhelos y quiso diseñar un hombre a su imagen y semejanza. Un hombre que al fin cumpliera los sueños que él no había podido cumplir y aspirase a sentarse a su derecha en un mundo futuro.Pero como cada mañana, fracasó al dar vida a la que escribió para entregarle como compañera, nacida de una de sus metáforas y, a la que convirtió en ella, en la esperada, en la anhelada. En la que siempre lo querría y jamás le rompería el corazón. Pero de nuevo se obcecó en dotar de la capacidad de amar a quien no la merece y terminó por destruir su creación. Los personajes creados aquel día para ser juzgados y condenados al caer el sol, nacieron con el estigma de un pecado original imperdonable y tampoco se ganaron su perdón. Al fin y al cabo no podía evitar crearlos a su imagen y semejanza. Trató de escribirlos en un mundo de belleza y acierto, con las mejores circunstancias. Un mundo donde poder concederles ese oscuro objeto del deseo que llamamos felicidad, pero una vez más el planeta de relatos no pudo soportar las atmósferas de presión a las que le sometió la trama argumental que cual ser vivo, evolucionó para convertirse en un ser independiente y devoró las posibilidades de un final feliz. Horrorizado vio como su idea volvió a desvirtuarse y se convirtió en algo informe y terrorífico que cayó como una plaga bíblica sobre los seres a quienes había llamado hijos y los destruyó. El diluvio de desgracias no cesó hasta que inundó el texto e hizo naufragar el arca donde trató de salvar al menos a una pareja de cada recurso literario, con la absurda creencia de que podrían reproducirse y llenar de belleza este nuevo mundo prometido. Como cada noche, se acostó sabedor de que no tenía sentido conservar la esperanza en un mundo futuro al que llamar paraíso. Como cada noche se prometió dejar de escribir y de jugar a ser dios. Pero los personajes que habrían de venir y nacían una y otra vez en el interior de su cerebro y de su alma, no dejaron de rezarle y de suplicar vida y, desde la infinita angustia que le atormentaba constante e implacablemente, se prometió concederles la oportunidad de redimirse de un pecado del que solamente él era culpable. Antes de apagar la luz, se aseguró de haber limpiado la sangre de la hoja del cuchillo con el que documentaba los textos y que hoy había bebido de otra mujer a la que reconoció como el eterno diablo que tentaría a sus hijos. Suspiró y antes de dormir, repitió su letanía diaria: podéis ir en paz.
Se levantó nervioso y un poco asustado. Y ¿por qué no? emocionado también. Su madre le dejó la ropa nueva preparada sobre la silla junto a la cama. Cuando consigue pasar de la cama a la silla, agarrándose a los asideros haciendo un considerable esfuerzo que le lleva a derramar las primeras gotas de sudor del día, decide dejar la ropa sobre el lecho y pasar al cuarto de baño. Lo han adaptado para que pueda asearse sin necesidad de ayuda. Se ducha, se afeita con cuidado y se rinde a la evidencia de que su pelo ya no cede ante ningún peine y es mejor dejarlo a su libre albedrío. Vuelve a la habitación y se viste con esmero, procurando no caerse al ponerse los pantalones. Es un esclavo de las modas y aunque ya no los lucirá como antes, le siguen gustando mucho los pantalones pitillo. Pitillo. Sabe que fumar en ayunas no es precisamente bueno para la salud pero aprovecha la intimidad de su dormitorio y se enciende el primero del día con su mechero de gasolina. Oye ruidos en la cocina y deduce que su padre le está preparando el desayuno. Apaga el cigarrillo y se acerca a darle los buenos días y a por el primer café de la mañana. Hoy es un día especial. Hoy celebra el que aquella viga que le cayó encima hace ya cuatro años no terminase de cumplir el cometido que le encargó el destino y no lo matase. Hoy además, comienza una nueva etapa. Una amigo de la infancia, le ha dado la oportunidad de trabajar para su empresa multinacional y no piensa defraudarlo. Debe estar en las oficinas en menos de una hora y aunque tiene el vehículo adaptado en la puerta de casa, no quiere renunciar al desayuno y la conversación con el hombre que le regaló la vida, las vidas. Sin la ayuda de su padre no habría superado el accidente y aún se emociona al recordar cómo se cayeron juntos un día que intentó mantener la verticalidad por si mismo y que al fallarle las piernas, se fue al suelo y, su padre en el intento de frenar la caída, cayó con él. Quiere a ese hombre, al que ve como un verdadero Dios, de infinita bondad e infinita sabiduría Mientras comparten desayuno y charla, se arma de valor y superando la vergüenza, lo mira directamente a los ojos y le dice que le quiere. Es absurdo que la sociedad se haya empeñado en intentar convencer a toda una generación de que los chicos no lloran y no demuestran sus sentimientos. El ha llorado. Y mucho. Él sabe que no quiere volver a dejarse nada en el tintero y que es de bien nacido ser agradecido, por lo que a costa de quedar como un ñoño, le dice: "te quiero mucho, papá. Gracias por todo y perdona por todo". Su padre lo abraza en un gesto de infinita ternura y dándole un cariñoso pescozón en la coronilla, le avisa de que se le está echando el tiempo encima y llegará tarde. Y de paso le dice que el también le quiere mucho y no tiene nada que perdonarle. La vida a veces viene de una forma y a veces de otra, pero juntos y en familia, podrán con todo. Aprovecha el íntimo momento con su hijo para volver a citar los atemporales y acertados consejos de Polonio a Laertes, que escribió Shackesperare y al terminar, comienza a exprimir zumos para su mujer y su hija pequeña, que a tenor del ruido en el cuarto de baño, también se han levantado para despedir al chico y desearle suerte en el primer día de trabajo. Piensa que por muchas hostias que le de la vida, mientras empuja las ruedas de la silla, el renovado muchacho, sabe la suerte que tiene por contar con una familia maravillosa y unos amigos estupendos. Y lo demás, no importa.
Esta imagen captada por el objetivo de la vallisoletana Elena Parrilla, puede que valga más que mil palabras. Pero lo que no refleja son las cerca de mil palabras, reproches y lamentos que cruzó con su madre el niño que abandona el grupo, antes de enjugarse las lágrimas y decir adiós. Khaled no quiere ir a Europa. Khaled no quiere abandonar la tierra donde está enterrado su padre y convertirse en otro refugiado del que se apiaden esos rubios y poco hospitalarios europeos del norte, que en el pasado llenaron la arena del Sahara de tanques y cañones, en un brutal intento de hacerse con el dominio del planeta. Este orgulloso y decidido niño, sabe que son muchos los que mueren en el mar al intentar alcanzar las costas de una tierra que nunca fue la prometida por nadie y donde nunca se les consideró bienvenidos. Su madre ha invertido todo lo que pudo rescatar de su tienda carbonizada por las bombas, en asegurar un hueco en la lancha para ella y sus dos hijos supervivientes, Khaled y Fátima. Pero Khaled no abandonará el sueño de su padre. No olvidará que hubo un tiempo en el que cada mañana imaginaba un futuro feliz sobre el tazón de leche que bebía antes de coger su cuaderno y caminar hasta la escuela, donde aprendió que la tierra que lo vio nacer se había convertido en parte de ese mal llamado tercer mundo. No hay mundos de tercera solo personas de tercera. Los mismos europeos que les niegan la entrada y los llaman ilegales esquilmaron sus recursos naturales, amparados por unas cuantas naciones unidas y por la fuerza de las armas y de ese poderoso demonio llamado dolar. Si tiene que morir, prefiere hacerlo bajo las estrellas que le arropaban cada noche y escuchando a los camellos que criaba en su tierra y no en medio de una tormenta en alta mar, o en las frías calles de una ciudad lejana, donde los transeúntes no se detendrán siquiera a mirarlo. Algo tiene que cambiar. Nunca se solucionarán las cosas convirtiendo un pueblo en tristes estadísticas y en lamentables reportajes, que emitirán los canales internacionales en los informativos del mediodía, para tratar de despertar las entumecidas conciencias de los telespectadores que correrán a cambiar de canal para que la visión de la desgracia ajena no arruine su comida. Pero no todos los europeos los han abandonado a su suerte. Aún hay esperanza. Khaled ha sabido de muchas personas del primer mundo que tampoco están de acuerdo con el absurdo reparto de la suerte a lo largo del planeta y que bajo las siglas de valientes organizaciones no gubernamentales, se esfuerzan por realizar los necesarios cambios, aún a costa de sus propias vidas en muchas ocasiones. Él ayudará en los cambios, pondrá su vida a disposición de la esperanza y no del abandono de la huida y la tristeza del corazón de los apátridas. No quiere peces, quiere que le enseñen a pescar. Será un gran pescador, sera un hombre libre que construirá una familia que llegará a estar tan orgulloso de él, como él lo estuvo de su padre. Tiempo al tiempo.
Poco antes de alcanzar la cima de la colina,levantó la vista del suelo y se giró para ver si ella aún le seguia. Asustado al no verla, comenzó a gritar su nombre. Entonces escuchó una risotada a su espalda y una voz que dijo cariñosa y molesta al tiempo: "hace más de media hora que te adelanté, pero ni me viste hacerlo". ¿Cómo no haberlo supuesto? Se culpó por su despiste. Ella es montañesa, es una criatura de la naturaleza acostumbrada a coronar las cumbres más duras, las más escarpadas, las más peligrosas. Su día a día es un rocódromo. Su vida es una continua ascensión sin arnés y sin casco, sin pies de gato y sin piolet. Avanza con su coraje, sus uñas de lince y su cuerpo menudo y ligero, que se amolda a las oquedades y a las fisuras. A él le faltan aún unos cuantos metros para llegar junto a la bandera de su sonrisa, plantada en otra de las metas necesarias y cuando logra alcanzarla y estrecharla entre los brazos, siente su felicidad a través de la piel. Las vistas son estupendas, el clima agradable, la luz perfecta, sus labios deliciosos. Mientras la besa, intuye que quiere decir algo e interrumpe aquel sabroso manjar para permitirla hablar. Entonces ella se yergue desafiante sobre el vació y grita. Su grito le brota del interior del pecho, de lo más hondo de su alma, de lo más profundo del corazón. Es un grito de victoria sobre una existencia feroz, sobre unas circunstancias implacables, sobre unas cadenas que al fin ha conseguido romper. Con cariño y con infinito respeto, la coge fuerte de la mano y deja salir su propio grito para que en un acto de amor, se una al de ella en una estridente y catártica polifonía. Las aves posadas en las rocas, asustadas levantan el vuelo, los ratoncillos corren despavoridos y ni el eco es capaz de devolver todo lo que aquellos gritos simbolizan. Son gritos de victoria sí, pero también de hartazgo, de enojo infinito. De venganza y desafío. Y de perdón. Con sus gritos, están perdonando al destino por todas las emboscadas y por todos los intentos de terminar con sus sueños. Durante más de un minuto, solo se escucha ese grito constante y fuerte, hasta que se apaga al unísono. Agarrados de la mano, se tumban sobre el manto de lirios que crecen hasta adornar lo más alto de aquella colina y solo tienen que mirarse un segundo a los ojos, para saber que el futuro es suyo, que la vida es suya y que nadie podrá nunca arrebatarles sus sueños, porque él sueña con ella y ella con él.