Hoy es el "día de la madre". Muchos pensaréis que sí, que ya, que esto es un invento comercial para que la gente se deje "la panoja" en regalitos y flores. O incluso de profes y padres, para tener a los peques entretenidos haciendo dibujos mega cursis o regalitos artesanos con macarrones crudos y abalorios varios. Pero no.
Hoy se dedica el día a la personas que han traído al mundo a todos y también a aquellos que vomitarán su falta de comprensión y mala leche sobre el autor de este texto: las madres.
En unos meses cumpliré cuarenta y tres años y aunque por el tamaño pueda confundir a alguien con la vista deteriorada, ya no soy un niño. Tengo muchísima más habilidad cocinando los macarrones que haciendo regalitos con ellos (a la vista está) y aunque he participado en el regalo que hemos comprado los hermanos para mi madre, hoy quería escribir algo para ella, para ellas, para las madres.
Más allá de la calidad literaria de este texto(no es precisamente Hamlet) el verdadero regalo está en haber reunido el valor para escribir públicamente, que quiero mucho a mi madre; que respeto a todas las madres (incluso a las de aquellos a los que por norma, se les suele insultar a través de ellas; como árbitros, políticos corruptos, pederastas, delincuentes de todo tipo, banqueros e imitadores baratos de Torrente y de Chiquito) y no contento con colgarlo en este blog, que roza ya las cien mil visitas, compartirlo luego en mis redes sociales.
He tenido la inmensa fortuna de conocer a las madres de algunas de las mujeres que he amado con locura y amaré siempre (con la mayor de las corduras) y al hacerlo, me he ratificado en la idea de que sus progenitores tenían gran parte de culpa de que ellas fuesen personas maravillosas. Es muy bonito jugar a reconocer rasgos de las hijas en sus madres y además de marcados acentos, sonrisas o color de ojos, impresiona descubrir que hay algo que va mucho más allá de adn, genética, guisantes y leyes de Mendel.
También estoy en una edad en la que muchos de mis amigos, han convertido en madres a sus parejas pero ellos solo han hecho la parte fácil y divertida (yo también podría hacerlo, lo he visto en películas) lo demás, la verdadera maternidad , ha nacido del vínculo que se crea entre la madre y su pequeño (o pequeña, maldita paridad)que es algo que los hombres, por buenos padres que lleguemos a ser (ojalá un día llegue a ser un diez por ciento de lo buen padre que fue el mio) nunca podremos entender.
Yo lo he visto en mis propias hermanas. En como han ido evolucionando y cambiando a raíz de haber tenido a sus hijos y de como esas dos divertidas compañeras de correrías, se han convertido en dos divertidas protectoras, educadoras, cocineras, psicólogas y mil cosas más, para sus pequeñas obras de arte.
En mis momentos más duros, en los más difíciles, mi madre ha estado junto a mi, junto a mi cama o simplemente bombeando esperanza y ánimo a través de su corazón y de sus lágrimas.
Conozco a una mujer increible a la que diagnosticaron hace unos años la más cruel e imprevisible de las enfermedades y al ser madre, ha encontrado en la maternidad el caudal de energía suficiente para no rendirse al dolor y a la angustia y. luchar cada día para que su hija, no tenga porqué sufrir su dolencia ni modificar su vida.
Otra de las mujeres más importantes de mi historia, a la que siempre he admirado por su fuerza y su dedicación a su hija, a la que sacó adelante sola convirtiéndola en una adorable mujercita, me sorprendió hace pocos meses al verla derrumbarse de pánico y dolor, cuando ingresaron al fruto de su amor para extirparle un tumor cerebral. Tan solo se rindió al miedo un instante y enseguida recobró su fuerza y su valentía para seguir luchando junto a la niña. Y han ganado la batalla, juntas.
Podría escribir muchas historias de las madres de mi entorno pero aunque generalizar es peligroso y habitualmente mediocre, hoy me lo voy a permitir. Las madres son seres especiales. Cuando las distintas culturas y religiones hablan de los ángeles, creo que se refieren a las madres.
Yo tengo la suerte de conservar aún a la mía y entre otras cosas, aplaudo su entereza y su valentía por haber decidido quedarse con nosotros en vez de haber seguido a mi padre, el hombre que amó, ama y amará y con el que pasó cincuenta años de su vida. Ella sabe que la necesitamos y que aunque comprendemos el dolor de su pérdida, por amor y puro egoísmo, no vamos a renunciar a ella. No le permitiremos irse. Aún no. Todos (y todas, claro) tendremos que irnos algún día, eso es inevitable, pero sabremos colaborar a que consiga volver a disfrutar el tiempo que aún le queda aquí (ojalá sea muchísimo).
Hoy es el día de la madre. Para mi todos y cada uno de los días de mi vida, le pertenecen.
Ahora el que quiera, que me llame ñoño o imbecil o lo que le apetezca. Pero ojo, que mi madre tiene más brazo que Swarzenegger y no os recomiendo meteros con "su niño".