jueves, 4 de mayo de 2017

De oferta



Tras haberlo pensado durante casi cinco minutos apurando un cigarrillo frente a la puerta del comercio, por fin se decidió a entrar.

Una pizpireta pelirroja le recibió con la sonrisa más deliciosa que había visto en su vida.

-¿Para llevar o para tomar aquí?- le preguntó.

-Para tomar aquí, gracias- respondió él sonriendo también, -Sinceramente, no sé cómo resistiría el trayecto hasta mi casa. Es la primera vez que compro algo así. La dependienta de ojos vivos y adorable sonrisa, le pidió que esperase un minuto en lo que preparaba el artículo.

Frank Sinatra cantaba My Way a través del hilo musical de la tienda. Sin duda aquella, era la canción más bonita del mundo.

Al abandonar el mostrado y situarse frente a él guiñándole un ojo, la dependienta le dijo con firme dulzura, - cuando quiera-

Él abrió los brazos y se dispuso a recibir su pedido.

La oferta del cartel que atrajo su atención al escaparate de aquella tienda, no mentía en absoluto. El abrazo más cálido e intenso del mundo, le había costado cinco euros, IVA incluido. Al estar tan necesitado de aquel artículo de lujo que milagrosa y casualmente había encontrado de oferta, hizo un rápido cálculo mental y suspiró de placer al haberse dado cuenta de que con el importe de la baja que cobraba mensualmente de la mutua de su empresa tras aquél accidente, teniendo en cuenta los gastos fijos y reduciendo el consumo de tabaco, podría permitirse dos abrazos diarios de lunes a viernes.

-Perdona- Le dijo a la dependienta. - ¿Abrís los sábados?

Ella no se sorprendió con la pregunta, más bien la estaba esperando.

-Claro que sí caballero. Solo por la mañana, de diez a dos y media. Algo me dice que le ha gustado nuestro producto en oferta. –

-Me ha encantado y no creo que pase nada si le confieso que soy adicto a este tipo de artículos desde hace unos pocos años, después de haber pasado una serie de catastróficas desdichas. -

-En efecto no pasa nada. Sois muchos los adictos al abrazo y por eso me decidí a abrir este negocio y a servir abrazos de calidad, a un precio asequible. –

Con el espíritu renovado y el alma henchida, el torturado y melancólico escritor abandonó el local sonriendo y con una expresión en los ojos que había perdido hacía ya tres años, cuando comenzó la época más difícil de su vida.








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