jueves, 27 de junio de 2024

Afortunado


 Este bellezón que posa para la foto junto a mi bigote bicolor, y con uno de sus pequeños colgado de la mochilita que la ayuda a transportarlo, se llama Teté. Bueno, en realidad se llama Teresa, pero todos cuantos la queremos la llamamos Teté de forma cariñosa.

A fecha de hoy Teté ha consolidado la familia que decidió construir junto a Jose Luis, su marido, y ya tiene tres hijos, uno de ellos llamado Juan (lo bueno abunda).

Conozco a Teté desde hace muchos años, pues forma parte de la pandilla de amigas de mi hermana Sandra y mi prima Rocío, y junto a ellas he podido disfrutar muchas veces de su compañía, de su presencia, de su sonrisa y de su inmenso cariño. Pero os preguntaréis porqué coño me ha dado hoy por escribir una entrada homenaje a una amiga, así por las buenas, y sin nada más al parecer que lo de la famosa exaltación de la amistad (pero sin haber bebido, que todos sabemos que lo de la exaltación de la amistad es la fase previa a lo de los cánticos regionales cuando te has tomado siete vinos de más) o el lucimiento de una foto en la que aunque ella sale preciosa como siempre, yo tampoco salgo especialmente desagradable.

Pero no se trata de un tema de nostalgia, de cariño, de ego o de otras banalidades, esto es un texto reivindicativo.

Podría contaros muchas cosas sobre Teté, pues ella, Teresa, es la fisio terapeuta de amplia experiencia y, consolidada buena reputación, a la que debo en gran parte haber vuelto a caminar, a coordinar mis movimientos, a escribir, y a seguir dándoos la chapa desde el blog a unos, y en vivo y en directo a otros.

Tras aquella catastrófica desdicha sufrida hace poco más de diez años y que ahora mismo no viene al caso, Teté se hizo cargo de mi recuperación y trabajó duro conmigo a diario, hasta que me recuperé de la hemiplejia y abandoné primero a silla de ruedas y posteriormente el bastón.

Pero tampoco es de eso de lo que quiero hablaros, aunque ella sabe que se lo agradeceré eternamente.

Seguramente quienes me leéis con asiduidad, estaréis hartos de leerme lo de "todo termina llegando, incluso lo bueno", y Teté es el ejemplo vivo de esa afirmación que he convertido en leitmotiv de mi vida. Y es que es una gran verdad, si haces por merecerlo y alimentas el karma.

Esta adorable mujercita de envidiable sonrisa, insuperables cualidades humanas y excepcionales habilidades como fisioterapeuta, tuvo que vivir días oscuros, noches interminables y muchas horas de lágrimas, miedo y angustia.  Y solo porque permitió que la persona equivocada ocupara un lugar en su corazón y en su vida, matando al poco el amor, la ilusión y los sueños, y convirtiéndola en lo que conocemos como "víctima de la violencia de género". 

Pero en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno, y cuando con la ayuda de familiares y amigos logró escapar de ese infierno, volvió a sonreír y su radiante sonrisa enamoró esta vez a la persona adecuada, y el hombre de gran corazón que tuvo el arrojo y el acierto de pedir su mano, le devolvió la fe en el ser humano y le regaló un proyecto de futuro en común, al que de momento ya han incorporado los tres primeros frutos de su amor.

Teté es una mujer  tan especial y buena como bonita, o más incluso, y para mi es mucho más que una amiga, es el ejemplo vivo de que tan solo hay que confiar en que un día la vida premiará tus actos y te recompensará con esa felicidad que en muchos momentos parece imposible de alcanzar.

Gracias, Tete, por tanto, por todo, pero hoy quiero agradecerte especialmente que me demuestres que en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno, y  que me hayas hecho muy afortunado al regalarme tu amistad.



miércoles, 19 de junio de 2024

Un rayo de sol


 A veces eso es lo único que necesito para afrontar el día, sin más pretensiones, sin más expectativas. Tan solo un rayo de sol, un poco de luz que me saque de las sombras. Esperanza e ilusión colándose por las rendijas de la persiana y animándome a comenzar una nueva jornada.

Hubo un tiempo en el que era capaz de identificar el sol en unos ojos, en una sonrisa, en una caricia, en una palabra bonita o en un beso. Amanecía en la persona amada  y aunque el cielo estuviese encapotado, en mi corazón lucia un sol radiante. 

Hubo un tiempo en el que mis mañanas siempre resplandecían soleadas incluso antes de subir las persianas y abrir las cortinas. He llegado a despertar dándole gracias a Dios al comprobar que Ella dormía a mi lado y me he sentido la persona más afortunada del universo conocido al poder disfrutar de la paz de su rostro entregado al sueño, del calor de su cuerpo junto al mio, del contacto de su piel. 

Me obceco en recordar aquellos tiempos en los que creí ser feliz entre unos brazos pasajeros y al forzar la memoria olvido que la felicidad es tan efímera como la fama, y que las palabras de amor suelen escribirse con una tinta especial que se desvanece con el tiempo. Pero al descubrir el verdadero significado de esa emoción que condiciona mi vida, supe que la tinta de con la que se escriben los pasajes más románticos y más hermosos no desaparece nunca, tan solo va perdiendo nitidez, pero puede recuperarse si se le aplica el calor necesario. Y la quise tanto que si no controlaba mis palabras corría el peligro de incendiar párrafos enteros , de calcinar las metáforas y de cauterizar sus besos. Y sin quererlo lo abrasé todo.

Yo no pedí conocerla. Yo no pedí enamorarme. Yo no pedí sufrir por su ausencia. Pero los dioses y el destino juegan a un juego cruel en el que no soy más que la ficha que mueven avanzando entre las casillas de los siglos, y los tahúres de las ilusiones perdidas me hacen cruzar océanos de tiempo para regresar junto a Ella, para reencontrarla con otro nombre, con otro cuerpo, aunque con el mismo corazón. Un juego en el que soy yo el que pierde aunque no quiera, aunque los dados me apoyen, porque una vez tras otra tengo que renunciar a despertar a su lado, porque  una vida tras otra se me obliga a soportar el dolor de saber que debo aceptar las reglas  y porque una lágrima tras otra tengo que llorar la amarga despedida.

Al caer en la casilla de las oportunidades desaprovechadas los hados cosieron mi alma a la suya con un hilo rojo invisible y cada vez que me besa una mujer, intento bucear en sus ojos buscando el brillo bermejo de la costura infinita. Y sueño con que es Ella. Y despierto buscando un haz de luz a través de la ventana de una mirada sincera. Y tarareo que los ojos son de quien te los hace brillar.

Por eso cada mañana busco ese sol que me rescate de la oscuridad de un futuro sin Ella.

Hubo un tiempo en el que yo también sonreía al despertar.

Hubo un tiempo.


miércoles, 12 de junio de 2024

De lo más espantoso a lo realmente bello


 Aquello que define al ser humano y ayuda a auparlo al ansiado título de especie superior es la imaginación.

Hay muchos animales inteligentes, no somos los únicos. Animales que diseñan y emplean estrategias para la caza, el cortejo, la crianza...animales que utilizan herramientas para conseguir sus objetivos. Animales que intrigan para hacerse con el liderazgo de la manada, o con la hembra de un congénere más poderoso, en fin...animales muy humanos. Pero nuestra imaginación nos define y nos distingue de ellos. Y nuestra capacidad de hacer de lo más espantoso algo realmente bello, como es el caso de la novela y gran best seller  de finales del siglo XIX, Drácula.

El tema que encabeza esta entrada y que ya he utilizado e alguna otra ocasión, porque me encanta, es la canción de Blow, Oceans of time, versión en la que  la deliciosa Roció Torío suma su portentosa voz a la de mi gran y querido amigo, Pablo Acebal, para la grabación del video clip y para el último trabajo discográfico de la talentosa banda vallisoletana.

Esta canción, habla de los "océanos de tiempo" que en el libro del irlandés Bram Stoker, el príncipe de Valaquia, Vlad Tepes, más conocido como Drácula, o Vlad Dracul, el empalador, afirma haber atravesado para reunirse con su amada. 

Este héroe transilvano del sigo XV fue un tipo realmente cruel. Su sobrenombre de "El empalador" no es algo casual. Le viene de su simpática costumbre de empalar a sus enemigos y a sus prisioneros, tras haber practicado esa salvajada con miles de soldados turcos invasores de su tierra, con comerciantes sajones a los que saqueó y asesinó, e incluso con mujeres a las que empaló según cuentan las crónicas, con sus hijos lactantes en los brazos.

El escritor Bram Stoker convirtió su historia en una de las más románticas historias de amor que he leído nunca, convirtiendo a este diabólico noble rumano en un vampiro que condenó su alma inmortal por amor y que tres siglos después de la muerte de Justina, la que fue su esposa en vida, afirma haberla reencontrado en el cuerpo de Mina, la prometida del joven pasante que debe poner en orden la compra de sus propiedad en la Inglaterra victoriana. Cuando Drácula conoce a Mina, afirma mirándola a los ojos que ha atravesado océanos de tiempo para volver junto a ella.

Hace unos días, le conté a una pizpireta y encantadora alumna a quien conocí al impartir un curso de dramaturgia en Simancas, y con quien he creado una bonita amistad nacida de la común facilidad para desnudar el alma, que lo dicho por el conde Drácula lo he sentido yo también al mirar a los ojos de una mujer a la que al no comprender como podía haber amado tanto sin apenas conocerla, supe que sencillamente aquello se debía a que ya la había amado antes, en otro tiempo, con otro nombre, en otro cuerpo. Y que había atravesado océanos de tiempo para volver a su lado.

Mi amiga de Simancas es una persona romántica y tierna, de las que  a pesar de haber sufrido injusta e innecesariamente en nombre de un amor mal entendido, sigue creyendo que ese sentimiento es el que mueve el mundo, el que construye la felicidad y el que da sentido a nuestras vidas. Quizás por eso mismo nos caímos bien desde el primer momento. Ella leyó en mis ojos y en mis palabras que compartíamos la misma manera de entender el amor, y yo identifiqué en su sonrisa, en sus movimientos y en su aura, restos de esos polvos mágicos que ayudan a volar a las hadas. Porque las hadas existen, aunque tú no puedas verlas.

Y como no podía ser de otra forma ayer mismo le pasé el enlace al video que rodó Fran (bajista de Blow, técnico de sonido, realizador de video, enfermero de cuidados intensivos en activo, humanista del siglo XXI y gran persona) a orillas del Pisuerga, y que hoy encabeza esta entrada. Y como tampoco podía ser de otra forma. le encantó.

La crueldad de Vlad Tepes de Valaquia inspiró a Bram Stoker para escribir una novela soberbia, a Pablo Acebal y a Francisco Fernández para grabar un tema espectacular y a mi para identificar en negro sobre blanco algunas verdades que rigen mi forma de afrontar la vida.

La imaginación nos hace libres, el amor nos atrapa y encadena, y la literatura y la música nos liberan de esas prisiones donde insistimos en acomodarnos para cumplir allí penas que van desde los cinco segundos de un beso robado al destino, a toda la eternidad al descubrir que la encontraste a Ella y la amarás una vida tras otra, pase lo que pese y le pese a quien le pese. 

Igual no somos la especie superior, pero podremos imaginar que lo somos y soñar con serlo.




jueves, 6 de junio de 2024

Vuelta a lo oscuro

 

Hoy escribo utilizando el dictado de Word.

La verdad es que la herramienta es muy útil, pero tengo un hándicap considerable puesto que no sé pronunciar la r, y muchas de las palabras se convierten en términos sin sentido,

En cualquier caso, ya me conocéis y sabéis que necesito escribir para sentirme vivo. Escribir no es una afición ni un hobby es una necesidad vital.

El pasado sábado me rompí el brazo derecho por dos sitios y estoy escayolado, y aunque fumo, como, bebo y juegos al ping pong con la mano izquierda, escribo con la derecha y a fecha de hoy, escayolado hasta el codo escribir me resulta más que difícil.

Duele, pero la química es maravillosa y entre antiinflamatorios y analgésicos la vida es más llevadera.

Más allá de lo aparatoso del golpe y de lo humillante de la caída, sufrí una salvaje bofetada en la dignidad, cuando la doctora que redactó el parte de urgencias escribió en él y cito literalmente, “varón de 49 años que cae desde su propia altura”. Comienza a escocer que digan mi edad, pero podía haber explicado que a veces caer desde 1 m 65 centímetros puede ser mortal de necesidad, porque con mi tamaño suena jocoso. Y yo que creía que todos los gatos caen de pie, puede que por silogismo no sea un gato, y mira que me jode.

La verdad es que he salido de cosas mucho peores y esto, más allá de la humillación, de los dolores, y lo ridículo de la caída, no es más que un incordio y es cuestión de paciencia, pero ya estoy un poquito harto.

Vuelta al luto, back to Black. Vuelta a las radiografías, a las exploraciones, a las anestesias, a los calmantes, a las salas de espera, y a lo tedioso de pasar meses convaleciente.

Y yo me pregunto, ¿encima tengo que estar agradecido? Y lo cojonudo es que sí, por qué no me di en la cabeza, y con la lesión cerebral que me produjo el accidente de ahora hace diez años, un golpe en la cabeza puede ser mortal o cuando menos muy grave.

Así que nada, a ejercer de ambidiestro, a practicar cuanto pueda, a no desesperarme  escribiendo con  el dictado y a no venirme a bajo. Y a darle gracias a Dios, a supergato, a los hados o a quien sea que corta el bacalao, por no haber sufrido un daño mayor.

Paso de caer en victimismos, en derrotismos o en depresiones innecesarias, hoy al fin le encuentro sentido al progreso y puedo hacer de él un compañero de viaje. Por si acaso me pondré el cinturón y trataré de que no sea un viaje peligroso.

 


sábado, 1 de junio de 2024

Resquebrajado


 Pero no roto.

Muchas veces he sentido el más intenso de los dolores en el interior del pecho al asumir que aquel te quiero que escuché de su boca, no era más que una frase oportuna para distraer mi atención de la verdad, conseguir un fin, ocultar una infamia, justificar un medio o pagar una deuda.

Quizás es por eso que nunca digo "te quiero" a no ser que sea incapaz de contenerlo en el interior de mi pecho, que no pueda ponerle freno, o que si no permito que brote, se corrompa, se pudra y termine enquistándose en mi alma envenenándolo todo.

Me han hecho mucho daño, sí, pero no me han roto el corazón. Sigue latiendo, sigue funcionando, sigue sintiendo y condicionando mi vida. Si bien es cierto que lo han maltratado y lo han atravesado varias veces con la daga de la traición y la mentira, no lo han conseguido romper. Aún rige mi destino, aún define mi condición y aún alimenta mis textos. Resquebrajado sí, pero no roto.

Es por ello por lo que de un tiempo a esta parte, desde que descubrí lo que realmente significaba hacer el amor, tan solo pido que no lo maltraten, que me quieran bien que no me destrocen el alma. No hace falta que me quieran mucho ni más que a nadie, pero eso sí, por favor, que me quieran bien. 

Y sé que en realidad esto es mucho pedir, pues yo mismo tengo que aprender a querer sin perjuicio, sin fisuras, sin dobleces, sin egoísmo y sin pérdidas. En ocasiones quiero tanto que me asusta querer, y querer nunca debería dar miedo. Quiero mucho, sí, pero a veces, la intensidad y la extrema sensibilidad que condicionan mi naturaleza y mis emociones, me llevan a no querer de la forma adecuada, exigiendo y exigiéndome que el amor que comparta con la mujer que se adueñe del sentido de mi existencia, sea el más increíble y más pleno,  y que como un caballo salvaje y libre, galope sin bocado, sin estribos y sin necesaria contención.

Hay días en los que al detenerme a pensar y a cuestionarme los te quiero que disfruté de los labios ansiados, me doy cuenta de que tengo el corazón lleno de heridas, pero que gracias a los hados, Ella supo suturarlas cerrando cada corte con un resistente hilo rojo que me permite avanzar sin desangrarme, aunque en ocasiones deba frenar un poco y coger aire, saborear el calmante en sus caricias, aguantar el dolor, aceptar el miedo y seguir el rastro de las ilusiones perdidas. 

Puede que como quiero creer, todo termine llegando, incluso lo bueno. Puede que Incluso lo bueno sea mucho más que el nombre de esa novela en la que pude ser feliz a su lado antes de escribir FIN.

Puede que en próximas novelas, mi corazón ya se haya recuperado por completo.

Puede.