lunes, 30 de mayo de 2022

Feminista


 Una vez más este artista de Talavera, este impresionante letrista y acertado prestidigitador de la palabra, ha compuesto una canción con aquello que me toca la fibra, sacudiendo mi alma con cada estrofa y evidenciando una realidad que me asquea y me descompone.

Tengo tres hermanas y mi familia es un matriarcado en el que mi madre se vio obligada a coger la batuta y a dirigir una orquesta en la que muchas veces las distintas secciones tocan a ritmos distintos y a intensidades diferentes, por lo que debe dirigir con acierto para que al interpretar esta partitura que es vivir, no se desvirtúe la línea melódica. Estoy seguro de que el día que abandone el atril y salude  despidiendo el recital recibirá una infinita ovación de un entusiasmado público puesto en pie.

Mi padre me educó en el respeto y jamás me dio a entender que yo podía ser mejor que una mujer por el mero hecho de ser hombre. Es cierto que tengo cuarenta y siete años y he crecido en una sociedad abiertamente machista, y que desde que era niño he vivido en un entorno sociológico difícil para la igualdad. Pero no me avergüenza decir que pese a todo lo heredado de mis circunstancias y de las influencias externas que contaminaban mi evolución, la mujer siempre ha sido para mi el pilar fundamental sobre el que cimentar mi vida. Y no hablo solo de factores románticos o emocionales, sino también de camaradería e increíble amistad, de apoyo y de admiración. Admiro a tantas y tantas mujeres que me han demostrado su impresionante valía y su fuerza pese a todo, que sería muy estúpido si no reconociese lo obvio. Las mujeres que han marcado mi vida y la marcan a fecha de hoy me han educado y me educan en eso que acostumbro a escribir de que rendirse no es una opción. Ellas jamás han tirado la toalla y no dejan de superar escollos, de avanzar nadando contra corriente y de ganar un asalto tras otro a ese púgil sin corazón que se calza unos guantes con pesos y afiladas cuchillas para infringir el mayor daño posible, que es el de la sinrazón y el de la injusticia. En igualdad de condiciones y si el árbitro fuera correcto ya estaría mordiendo la lona y ellas se ceñirían el cinturón de campeonas entre los aplausos y los vítores de la grada.

Todas las personas tenemos el mismo derecho a intentar ser felices, a esforzarnos para medrar y a conseguirlo atendiendo únicamente a nuestra valía y a nuestros méritos, y no a si se sangra y se  sufre  una vez al mes, o a si nos afeitamos el rostro y nos golpeamos el pecho cuando apuramos de un trago el contenido de un vaso de chupito.

Y por descontado nadie tiene el menor derecho a reclamar lo que no le pertenece por mucho que lo desee, a tomar posesión por la fuerza de lo anhelado y a destrozar la belleza con el pisotón de la egoísta y condenable barbarie. Ningún ser humano que se precie de tal puede imponer su voluntad a otro por la fuerza y someter corazones o cuerpos escudándose en derechos inexistentes auto atribuidos por la mentira y el descaro. No seré yo el que lo consienta y quien mucho menos vaya a sumarme a la desfachatez de creerme con derecho a ello.

Pues si...aunque aún cometa errores que me señalen como el hombre torpe que puedo llegar a ser, me esfuerzo en aprender a hacerlo mejor y me declaro feminista porque busco la igualdad, quiero la igualdad y sueño con ella. Porque mis amigas y las mujeres que amo valen tanto como yo (y en muchas ocasiones mucho más) y porque merecen disfrutar como mínimo de las mismas oportunidades y los mismos derechos.

Y ahora el que quiera que me critique por enarbolar una bandera que no debemos dejar que caiga al suelo en este campo de batalla. Porque pueden criticar, insultar o reírse que francamente, me importa un bledo. 

No hay comentarios: