Pues no. Vivir no es fácil ni con los ojos cerrados y es mucho mejor que alguien se atreva a prevenirte de lo difícil que será todo, y trate de avisarte de que toda decisión conlleva una consecuencia, de que cada acción lleva aparejada una reacción y de que construirás el futuro a base de decisiones y es mejor que frenes, que te detengas a pensar, que sopeses bien el resultado de tus actos y que abras bien los ojos.
Como canta Rayden en este hermosísimo tema que encabeza el texto, los cerramos cuando besamos, lloramos y soñamos, y le pone música a esa gran verdad de que si hablamos de mirar los ojos son de quien te los hace brillar. Quizás es por eso que yo no cierro los ojos cuando beso, ni cuando lloro. La estupidez y la arrogancia me los cerraron para siempre durante unos minutos hasta que la perseverancia de un médico agarrado a su desfibrilador consiguió que tuviera la oportunidad de volver a abrirlos una semana después de que sus compañeros alimentaran mis pulmones mediante tubos y mantuvieran los latidos de este corazón reventado y lleno de parches conectado a una máquina que nadie quiso ni se atrevió a apagar. Y no dejo de agradecerlo.
Para mi los ojos han sido siempre la antesala de la verdad y el lugar donde deleitarme con lo que habría de llegar. He encontrado muchos ojos traidores y embusteros y muchos ojos llenos de ganas y de vida. El destino quiso que descubriera unos increíbles ojos del color del sol que me devolvieron la fe y la esperanza, pero que tras haber iluminado mi camino se ciñeron a las circunstancias de la tormenta más dura y decidieron mirar hacia otro lado, y de nuevo mi horizonte se lleno de grandes nubarrones. Y cuando pensé que volvería a perderme en medio de la más triste tormenta, de repente me rescató una muy sonriente mirada y me cubrió con su manto y secó mis cabellos. Y de nuevo la vida pareció un lugar amable y cálido.
He recuperado la ilusión y la fuerza, he vuelto a creer en mi y he decidido que el pago de mi deuda con los hados lo realizaré previniendo a los más jóvenes de las tretas del Fatum, de las zancadillas del porvenir y de los socavones en ese peligroso asfalto por el que circulamos todos con mayor o menor fortuna y acierto en la conducción. Y una vez más encuentro en los ojos y en las miradas el sentido de todo. Cuando un estudiante me escucha clavando en mi sus ojos para no perder detalle, cuando una alumna de las que se sientan en las últimas filas empatiza con mi dolor a través de sus pupilas, parece que por fin he encontrado aquello que buscaba y que se me ha aceptado la forma de pago. Y podré saldar mi deuda porque siempre pago mis deudas y siempre cumplo mis promesas.
Y soy yo el que previene, el que avisa y el que suplica que por favor vivan con los ojos bien abiertos y traten de sostener la mirada al futuro, que el pestañeo no les aparte del camino elegido y de que besen, amen, lloren, sueñen y vivan con los ojos bien abiertos.