Tras disfrutar del vermú con unos buenos amigos ydormir una necesaria siesta, mi chica y yo vimos También la lluvia, una película que Iciar Bollaín rodó en el 2010 y donde Luis Tosar, Karra Elejalde, Gael García Bernal, Raúl Arévalo y un estupendo elenco de actores, consiguen hacerte pensar además de ragalarte un trabajo excelente.
Yo ya la había visto el año que se estrenó, pero no sé bien porqué, algo me hizo seleccionar este título para compartir los 168 minutos de metraje con mi pareja.
Y desde que arrancó la acción en Bolivia, noté como comenzaban a desmoronarse los baluartes levantados sobre los sentimientos de supremacía inculcados por factores sociológicos y geográficos.
Siempre he estado muy orgulloso de las proezas de mis antepasados y me habría vuelto insoportable si en un retrato de Fracisco Pizarro, o del hermano que lo acompañó a las Américas y del que parece que proviene la rama de la familia que me ha legado su apellido, el artista hubiese reflejado un bigote bicolor y unos ojos azules de niño curioso y melancólico.
Nunca reparé en lo que esa colonización había supuesto a los indígenas. Para mi, Quechuas, Yanomamis, Mapuches y demás pueblos siempre han formado parte de esos tipos en taparrabos que aprendieron a leer con los padres misioneros. Me considero una persona bastante leída y desde luego conozco la importancia de las culturas precolombinas y de las civilizaciones mayas y aztecas. Pero deberían estarnos agradecidos porque les llevamos la ciencia, el progreso y la palabra del Dios verdadero, salvando sus inmortales almas.
¿Necesitaban de nuestros servicios?
Nunca hubo una colonización incruenta en ninguna época de la historia ni en ningún lugar del mundo.
Desde que los neardentales pusieron en su sitio a los cromañones, toda colonización ha llegado a base de sangre, dolor y lágrimas. Y de violaciones, transmisión de venéreas y de todo tipo de enfermedades.
El periodista Manu Leguineche escribió un libro estupendo titulado Deux Volunt en el que con su natural ironía, nos habla del verdadero significado de las cruzadas y de todas las salvajadas cometidas en el nombre de Dios. De mi Dios, de un Dios que es todo amor y bindad. En También la lluvia se hace referencia a la salvación de las almas indígenas a cambio del oro pertinente y de la desesperación de Bartolomé De las Casas y de Montesinos, verdaderos cristianos y adelantados a su tiempo que lucharon por los derechos humanos en las tierras conquistadas.
En absoluto reniego del arrojo y el coraje de Pizarro, Cortés, Magallanes y tantos y tantos valientes que en el nombre de su rey y de su Dios que es el mio, mataron y murieron a miles de kilómetros de casa. Quizá me avergüenzo un poco de esos reyes y esos representantes de Dios en la tierra, que fueron capaces de poner en la balanza almas, vidas y piezas de oro.
No lo sé, pero ayer algo cambio en mi y como si me hubiesen limpiado el objetivo con el que veo la vida, que sigue estando un poco sucio, vi todo mucho más claro y me emociones y empaticé con el honor de los indios que se resistieron al yugo de los conquistadores.
Lo más triste y lo que más me tocó la fibra, es la historia paralela a la conquista de las Américas que retrata Bollaín y en la que el pueblo boliviano se rebela y se echa a la calle para enfrentarse a quienes pretenden cobrarles un impuesto por el agua de lluvia. Y en realidad, eso tan solo me demuestra que la avaricia humana, la codicia de los poderosos y el abuso y la opresión, tan solo han mudado de ropajes y de armas. El mercado y el capital,que todo lo conquistan,siguen machacando a los que no pueden defenderse.
No voy a cometer la estupidez que han cometido algunos en su ignorancia y no pienso disculparme porque los españoles de hace quinientos años llegasen al nuevo continente y ampliasen sus posesiones al hacerlo. Señores, esto es la historia del mundo. Si hay que disculparse por ello, exijo que toda la humanidad se disculpe entre sí por haber existido. Pero lo que si que voy a hacer es tratar a todos los seres humanos por igual, sin importarme su origen, credo o condición.
He tenido la suerte de nacer en la España del siglo XX, en una familia acomodada, de contar con una educación y unas oportunidades que cientos de millones de personas no han tenido y lejos de sentirme culpable por ello, trataré de aportar en lo que pueda y de compartir lo cosechado. Y no voy a ser tan estúpido de juzgar a las generaciones del pasado con los valores, los medios, la información y las circunstancias del presente.
Ahora se trata de aprender de lo que ya no tiene vuelta atrás y de no repetir errores para poder caminar hacía adelante.
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