Hace unos días, alguien a quien quise muchísimo y a quien sin duda sigo queriendo, porque a diferencia de muchos, no sé dejar de querer de un día para otro, me dijo que mi conducta era dramática, impulsiva, irreflexiva, indiscreta, inmadura y sobre todo incoherente. Y no voy a mentir, me hizo mucho daño, pero no le falta razón. La sabiduría popular dice que quien bien te quiere te hará llorar. Pero ya estoy cansado de que me quieran así de bien. Ya estoy cansado de agachar la cabecita, de ponerme en el lugar de los demás, de transigir, de aceptar, de comprender y de empatizar.
Trato de apoyar a la gente que quiero, de compartir lo que tengo y de pelear por lo que se me niega, pero de un tiempo a esta parte he gastado demasiada energía en recomponerme y enfrentar la prueba más dura que me puso el destino y ahora tengo el equilibrio justo para caminar sobre la peligrosa cuerda floja de la justificación. Y no pienso seguir justificándome. Ha llegado el momento de que los demás también se pongan en mi piel, de que traten de entenderme y de que no se empeñen en juzgarme a cada paso. Y si se niegan a hacerlo (obviamente están en su derecho, no es en absoluto obligatorio) pueden retirarse de mi camino y dejarme avanzar hacía ese yo que quisiera alcanzar, esa persona que me gustaría llegar a ser.
Me toca quererme un poco, me toca apostar por mi, luchar por mi y perdonarme y olvidar. Me toca pasar página, esforzarme en aprender de mis errores y crecer como persona. Y eso es algo que debo intentar sin que nadie me diga cómo ni cuando.
Agradezco de corazón el apoyo de quienes han querido ayudarme, de quienes no han dudado en sostenerme y de quienes se han empeñado en que saliera del pozo. Y nunca lo olvidaré.
Es de bien nacidos ser agradecidos y además de agradecerlo, trato de corresponder.
Se avecina un nuevo año y creo que si lo enfrento como quiero hacerlo, puede que este al fin, sea el mio.
Tengo proyectos muy personales en curso y si no me rindo, se harán realidad dentro de poco.
He hecho limpieza interior. Y exterior. He creado un pequeño círculo de amigos de verdad a los que ofrecer todo lo bueno que puede haber en mi. He encontrado una mujer que me aporta tanto, que por fin he entendido lo que llevan escribiendo generaciones de poetas. Y eso es algo que va mucho más allá del amor construido con metáforas y otros recursos literarios.
Voy a dejar que mi alma crezca, porque parece que aún le sobra espacio en el interior de mi pecho y le queda grande.
Vamos a ver si un día puedo conseguir que sentir tanto y tan fuerte no me duela. Ni le haga daño a nadie.
Vamos a por ello. A por la vida. A por todo.Pase lo que pase y le pese a quien le pese.
Y de verdad, aquellos que no queráis verlo, podéis iros. No voy a pediros que os quedéis si no queréis hacerlo, ni voy a echaros de menos cuando decidáis abandonarme.
Sed muy felices, eso sí.
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