lunes, 16 de diciembre de 2019

Hacer las maletas

Hacer las maletas para salir de la rutina y escapar de la angustia no es fácil. Tienes que tener muy claro qué es lo que quieres llevarte , pero mucho más claro aún lo que no piensas llevar ni por equivocación.
En el momento en que bajas las maletas vacías que guardas sobre el armario, estás escribiendo una puta declaración de intenciones.
Ser feliz. Eso de ser feliz que parece tan jodidamente difícil, comienza por decidir quererte y por ponerte las pilas para hacerlo. Escapar de los miedos, de las personas tóxicas y de las responsabilidades que no te corresponden, generadas por aquellos que encontraron una tabla de salvación en tu falta de asertividad, es algo que solo conseguirás si aprendes a escribirte una carta de amor en la que te enamore cada palabra. Y te la envíes con franqueo urgente.
Una vez, la coach que junto a psicólogos y psiquiatras,me ayudó a superar una mala racha, me pidió que pusiese por escrito como me trataría si yo fuese mi pareja. Qué me diría, que me regalaría, dónde me llevaría, qué me perdonaría.
Y me encantó hacerlo. De hecho me lo pasé muy bien haciéndolo. Casi me convencí de inmediato con la primera carta. Lo cierto es que tengo una labia....
Me seduje con facilidad, pero al ser consciente de que era una técnica de autoayuda, un necesario tratamiento para mis males, asocié el flirteo a lo aséptico del diagnóstico y lo relegué al olvido.
Al poco de hacerlo me abandone por un amor más real, más compresible y menos terapéutico. 
Encontré a la persona que llevaba muchos años buscando y decidí comenzar el viaje amándola.
Y la quiero abrochándome el cinturón y poniendo recto el respaldo de mi asiento, tragando saliva y apretando los dientes,porque al acariciar su cuerpo desnudo este avión inicia la maniobra de despegue y abandona esa pista del aeropuerto que es la rutina de los días grises y vacíos de ella. 
Nada me ata a lo que ya he vivido. Nada me puede impedir dar la vuelta al mundo. Me quiero, la quiero y, ella, mi realidad más espiritual y yo hacemos el trio perfecto. Somos la tripulación perfecta para realizar este viaje. 
Supongo que cuando el Argos inició su singladura, Jasón sintió algo muy parecido a lo que siento yo al besarla. 
Que los dioses nos protejan. Que el camino nos sea propicio. Que el trayecto solo nos lleve hasta  mundo soñados, marcos incomparables y demás destinos nacidos de la belleza, el cariño y la necesidad de compartir el mejor y más feliz de los finales.
Puede que haya pagado un peaje demasiado caro en la autovía de la vida, pero volvería a hacerlo. Puede que los bandidos que en diferentes ocasiones asaltaron mi diligencia me robasen demasiadas porciones de alma, pero aún me queda suficiente para ponerla a sus pies.
Puede que el verdadero viaje lo haya realizado a través de mi yo inconsciente. Y sellasen mis credenciales de peregrino en todos y cada uno de los controles donde el destino más duro y exigente quiso que me detuviese y al hacerlo certificase el fin de cada etapa.
Quizá nací para ser el eterno mochilero.
Quizá. Pero dame la mano y vámonos a dar la vuelta al mundo.

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