Creo que la mía sigue en plena adolescencia. Etimológicamente, adolescencia viene del latín adoleccere, que significa "carecer de". Aun adolezco de mucho. De demasiadas cosas. Y eso me lleva a seguir perdiendo, a cometer errores de los que me arrepentiré el resto de mis vidas y a sufrir hasta lo indecible. Pero trato de aprender y de adquirir los conocimientos que me faltan para vivir sin excusas. Hace unos días, alguien a quien quise muchísimo y a quien sin duda sigo queriendo, porque a diferencia de muchos, no sé dejar de querer de un día para otro, me dijo que mi conducta era dramática, impulsiva, irreflexiva, indiscreta, inmadura y sobre todo incoherente. Y no voy a mentir, me hizo mucho daño, pero no le falta razón. La sabiduría popular dice que quien bien te quiere te hará llorar. Pero ya estoy cansado de que me quieran así de bien. Ya estoy cansado de agachar la cabecita, de ponerme en el lugar de los demás, de transigir, de aceptar, de comprender y de empatizar. Trato de apoyar a la gente que quiero, de compartir lo que tengo y de pelear por lo que se me niega, pero de un tiempo a esta parte he gastado demasiada energía en recomponerme y enfrentar la prueba más dura que me puso el destino y ahora tengo el equilibrio justo para caminar sobre la peligrosa cuerda floja de la justificación. Y no pienso seguir justificándome. Ha llegado el momento de que los demás también se pongan en mi piel, de que traten de entenderme y de que no se empeñen en juzgarme a cada paso. Y si se niegan a hacerlo (obviamente están en su derecho, no es en absoluto obligatorio) pueden retirarse de mi camino y dejarme avanzar hacía ese yo que quisiera alcanzar, esa persona que me gustaría llegar a ser. Me toca quererme un poco, me toca apostar por mi, luchar por mi y perdonarme y olvidar. Me toca pasar página, esforzarme en aprender de mis errores y crecer como persona. Y eso es algo que debo intentar sin que nadie me diga cómo ni cuando. Agradezco de corazón el apoyo de quienes han querido ayudarme, de quienes no han dudado en sostenerme y de quienes se han empeñado en que saliera del pozo. Y nunca lo olvidaré. Es de bien nacidos ser agradecidos y además de agradecerlo, trato de corresponder. Se avecina un nuevo año y creo que si lo enfrento como quiero hacerlo, puede que este al fin, sea el mio. Tengo proyectos muy personales en curso y si no me rindo, se harán realidad dentro de poco. He hecho limpieza interior. Y exterior. He creado un pequeño círculo de amigos de verdad a los que ofrecer todo lo bueno que puede haber en mi. He encontrado una mujer que me aporta tanto, que por fin he entendido lo que llevan escribiendo generaciones de poetas. Y eso es algo que va mucho más allá del amor construido con metáforas y otros recursos literarios. Voy a dejar que mi alma crezca, porque parece que aún le sobra espacio en el interior de mi pecho y le queda grande. Vamos a ver si un día puedo conseguir que sentir tanto y tan fuerte no me duela. Ni le haga daño a nadie. Vamos a por ello. A por la vida. A por todo.Pase lo que pase y le pese a quien le pese. Y de verdad, aquellos que no queráis verlo, podéis iros. No voy a pediros que os quedéis si no queréis hacerlo, ni voy a echaros de menos cuando decidáis abandonarme. Sed muy felices, eso sí.
Es cierto. No hay mayor dolor que el que te causan al golpearte con el látigo de la indiferencia. Al contrario que los látigos de cuero tradicionales este no te arranca la piel a tiras, pero si te desolla el alma. Duele mucho más y aunque trates de aguantar, y aprietes entre los dientes excusas y reproches, no puedes evitar que se te escape un grito con cada golpe. Y un montón de lágrimas que procuras disimular mirando hacia otra parte. También es cierto que no hiere quien quiere, sino quien puede. Por eso cuando ataste mis manos con tu última sonrisa, me pusiste de rodillas y me despojaste de los ropajes de orgullo que cubrían mi pecho, supe que iba a ser un correctivo espantoso. Estúpido de mi, creí que en el último momento conmutarías mi pena y simplemente me confinarías a un ostracismo doloroso también, pero más misericorde. Craso error. Al verte blandir el arma y restallarla contra el suelo haciendo un ruido espantoso que llegó a sobreponerse por encima del viento metal, me temblaron las piernas y yo, que nunca he sido un cobarde, solo quise que todo terminase cuanto antes. Duró lo que tenía que durar y gracias a Dios, la música de la sala amortiguo mis lamentos, una mano amiga me acarició el cabello, limpió mis mejillas y me sostuvo en pie para no darte el gusto de ver como me desplomaba. Poco después, al caer la noche con su manto de pesadillas y de oscuros presentimientos, pude refugiarme junto a quien presenció impotente la tortura. Y abrazado a ella conseguí dormir. Al despertar noté como al perder litros de cariño, mi corazón había estado a punto de desangrarse. En sueños vi como severa, dictabas sentencia haciendo caer sobre mi conciencia todo el peso de tu ley, tras ignorar mi alegato suplicatorio de clemencia. Sabes que no puedo declarar en mi contra, que me ampara una peculiar enmienda y que había hecho verdadero propósito de ídem acogiéndome a ella. Pero eso te importó lo justo. Rodeada de los miembros de un jurado que ni siquiera se dignó a deliberar, me guiñaste un ojo antes de anunciar tu veredicto. Una vez más maldije no haber terminado mis estudios de Derecho. De haberlo hecho puede que hubiese tenido más éxito al representarme a mi mismo. Pero esto es una máxima de la vida, acción-reacción, causa-efecto. Y no sé cuando terminaré de pagar las consecuencias de mis errores pasados. En cualquier caso hoy, dolorido, afligido y maltrecho, solo puedo proclamar que te quise más que a nadie, que me arrepiento de todos y cada uno de esos delitos por los que me juzgaste, que me declaro culpable de ser tu amigo y que aunque me duela renunciar a ello, lo haré por imperativo legal. Siempre tuyo, Culpable.
Hacer las maletas para salir de la rutina y escapar de la angustia no es fácil. Tienes que tener muy claro qué es lo que quieres llevarte , pero mucho más claro aún lo que no piensas llevar ni por equivocación. En el momento en que bajas las maletas vacías que guardas sobre el armario, estás escribiendo una puta declaración de intenciones. Ser feliz. Eso de ser feliz que parece tan jodidamente difícil, comienza por decidir quererte y por ponerte las pilas para hacerlo. Escapar de los miedos, de las personas tóxicas y de las responsabilidades que no te corresponden, generadas por aquellos que encontraron una tabla de salvación en tu falta de asertividad, es algo que solo conseguirás si aprendes a escribirte una carta de amor en la que te enamore cada palabra. Y te la envíes con franqueo urgente. Una vez, la coach que junto a psicólogos y psiquiatras,me ayudó a superar una mala racha, me pidió que pusiese por escrito como me trataría si yo fuese mi pareja. Qué me diría, que me regalaría, dónde me llevaría, qué me perdonaría. Y me encantó hacerlo. De hecho me lo pasé muy bien haciéndolo. Casi me convencí de inmediato con la primera carta. Lo cierto es que tengo una labia.... Me seduje con facilidad, pero al ser consciente de que era una técnica de autoayuda, un necesario tratamiento para mis males, asocié el flirteo a lo aséptico del diagnóstico y lo relegué al olvido. Al poco de hacerlo me abandone por un amor más real, más compresible y menos terapéutico. Encontré a la persona que llevaba muchos años buscando y decidí comenzar el viaje amándola. Y la quiero abrochándome el cinturón y poniendo recto el respaldo de mi asiento, tragando saliva y apretando los dientes,porque al acariciar su cuerpo desnudo este avión inicia la maniobra de despegue y abandona esa pista del aeropuerto que es la rutina de los días grises y vacíos de ella. Nada me ata a lo que ya he vivido. Nada me puede impedir dar la vuelta al mundo. Me quiero, la quiero y, ella, mi realidad más espiritual y yo hacemos el trio perfecto. Somos la tripulación perfecta para realizar este viaje. Supongo que cuando el Argos inició su singladura, Jasón sintió algo muy parecido a lo que siento yo al besarla. Que los dioses nos protejan. Que el camino nos sea propicio. Que el trayecto solo nos lleve hasta mundo soñados, marcos incomparables y demás destinos nacidos de la belleza, el cariño y la necesidad de compartir el mejor y más feliz de los finales. Puede que haya pagado un peaje demasiado caro en la autovía de la vida, pero volvería a hacerlo. Puede que los bandidos que en diferentes ocasiones asaltaron mi diligencia me robasen demasiadas porciones de alma, pero aún me queda suficiente para ponerla a sus pies. Puede que el verdadero viaje lo haya realizado a través de mi yo inconsciente. Y sellasen mis credenciales de peregrino en todos y cada uno de los controles donde el destino más duro y exigente quiso que me detuviese y al hacerlo certificase el fin de cada etapa. Quizá nací para ser el eterno mochilero. Quizá. Pero dame la mano y vámonos a dar la vuelta al mundo.
Ayer experimenté algo nuevo. Tras disfrutar del vermú con unos buenos amigos ydormir una necesaria siesta, mi chica y yo vimos También la lluvia, una película que Iciar Bollaín rodó en el 2010 y donde Luis Tosar, Karra Elejalde, Gael García Bernal, Raúl Arévalo y un estupendo elenco de actores, consiguen hacerte pensar además de ragalarte un trabajo excelente. Yo ya la había visto el año que se estrenó, pero no sé bien porqué, algo me hizo seleccionar este título para compartir los 168 minutos de metraje con mi pareja. Y desde que arrancó la acción en Bolivia, noté como comenzaban a desmoronarse los baluartes levantados sobre los sentimientos de supremacía inculcados por factores sociológicos y geográficos. Siempre he estado muy orgulloso de las proezas de mis antepasados y me habría vuelto insoportable si en un retrato de Fracisco Pizarro, o del hermano que lo acompañó a las Américas y del que parece que proviene la rama de la familia que me ha legado su apellido, el artista hubiese reflejado un bigote bicolor y unos ojos azules de niño curioso y melancólico. Nunca reparé en lo que esa colonización había supuesto a los indígenas. Para mi, Quechuas, Yanomamis, Mapuches y demás pueblos siempre han formado parte de esos tipos en taparrabos que aprendieron a leer con los padres misioneros. Me considero una persona bastante leída y desde luego conozco la importancia de las culturas precolombinas y de las civilizaciones mayas y aztecas. Pero deberían estarnos agradecidos porque les llevamos la ciencia, el progreso y la palabra del Dios verdadero, salvando sus inmortales almas. ¿Necesitaban de nuestros servicios? Nunca hubo una colonización incruenta en ninguna época de la historia ni en ningún lugar del mundo. Desde que los neardentales pusieron en su sitio a los cromañones, toda colonización ha llegado a base de sangre, dolor y lágrimas. Y de violaciones, transmisión de venéreas y de todo tipo de enfermedades. El periodista Manu Leguineche escribió un libro estupendo titulado Deux Volunt en el que con su natural ironía, nos habla del verdadero significado de las cruzadas y de todas las salvajadas cometidas en el nombre de Dios. De mi Dios, de un Dios que es todo amor y bindad. En También la lluvia se hace referencia a la salvación de las almas indígenas a cambio del oro pertinente y de la desesperación de Bartolomé De las Casas y de Montesinos, verdaderos cristianos y adelantados a su tiempo que lucharon por los derechos humanos en las tierras conquistadas. En absoluto reniego del arrojo y el coraje de Pizarro, Cortés, Magallanes y tantos y tantos valientes que en el nombre de su rey y de su Dios que es el mio, mataron y murieron a miles de kilómetros de casa. Quizá me avergüenzo un poco de esos reyes y esos representantes de Dios en la tierra, que fueron capaces de poner en la balanza almas, vidas y piezas de oro. No lo sé, pero ayer algo cambio en mi y como si me hubiesen limpiado el objetivo con el que veo la vida, que sigue estando un poco sucio, vi todo mucho más claro y me emociones y empaticé con el honor de los indios que se resistieron al yugo de los conquistadores. Lo más triste y lo que más me tocó la fibra, es la historia paralela a la conquista de las Américas que retrata Bollaín y en la que el pueblo boliviano se rebela y se echa a la calle para enfrentarse a quienes pretenden cobrarles un impuesto por el agua de lluvia. Y en realidad, eso tan solo me demuestra que la avaricia humana, la codicia de los poderosos y el abuso y la opresión, tan solo han mudado de ropajes y de armas. El mercado y el capital,que todo lo conquistan,siguen machacando a los que no pueden defenderse. No voy a cometer la estupidez que han cometido algunos en su ignorancia y no pienso disculparme porque los españoles de hace quinientos años llegasen al nuevo continente y ampliasen sus posesiones al hacerlo. Señores, esto es la historia del mundo. Si hay que disculparse por ello, exijo que toda la humanidad se disculpe entre sí por haber existido. Pero lo que si que voy a hacer es tratar a todos los seres humanos por igual, sin importarme su origen, credo o condición. He tenido la suerte de nacer en la España del siglo XX, en una familia acomodada, de contar con una educación y unas oportunidades que cientos de millones de personas no han tenido y lejos de sentirme culpable por ello, trataré de aportar en lo que pueda y de compartir lo cosechado. Y no voy a ser tan estúpido de juzgar a las generaciones del pasado con los valores, los medios, la información y las circunstancias del presente. Ahora se trata de aprender de lo que ya no tiene vuelta atrás y de no repetir errores para poder caminar hacía adelante.
Porque en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno. Anoche volviendo de Zamora, mi chica y mis amigos me preguntaron si me pasaba algo. Volvía muy callado disfrutando del sonido del silencio, cosa a la que no los tengo acostumbrados. He encontrado una belleza especial en ese silencio. Silencio que antes me aterraba y que he llenado con todo tipo de sonidos. Con lamentos, con quejas, con adorables maullidos, con deliciosos gemidos, con himnos y con soflamas, con estruendosos te quiero e insoportables adióses, con canciones de borracho. Ruido. Mucho ruido. Pero ayer y sin apenas darme cuenta, algo se rompió dentro de mi. Algo cambió en mi alma y sé que para siempre. Ayer evolucioné y comprendí muchas cosas. Me debo esta nueva mutación, os debo esta evolución. He sido muy pesado. Me he fustigado con tanto drama y le he dado un especial protagonismo a lo doloroso. Al hacerlo, os he empachado con mi estofado de miserias maridado con las más amargas lágrimas. He llorado lo mucho que he perdido sin detenerme a celebrar lo ganado, que también ha sido mucho. Hace relativamente poco, al reencontrarme con mi amiga Vero a quien hacía años que no veía y, al desplegar mi arsenal de lamentos culpando de todo al destino y a la mala suerte, al insistir en mi deterioro físico, emocional y espiritual, Vero, clavando su pupila en mi pupila azul me dijo:" Juan, ¿sabes que no eres especial?. Vero es una mujer formidable y un alma noble, por lo que medité mucho sobre esa pregunta que no encerraba otra cosa que su afán por ayudarme a despertar. Ayer comprendí que no lo soy. Me he empeñado en hacer un mundo de un vulgar accidente de moto, una condena de la muerte de mis seres queridos y una tortura del adiós del gato que compartió su tiempo con el mio. Escribí hasta lo insoportable sobre los amigos que me la jugaron, sobre las mujeres traidoras que me rompieron el corazón. y sobre las crueles que abusaron de mi y me fustigaron con sus malos tratos. Me dejé los dedos en el teclado del ordenador escribiendo un relato tras otros en los que vomitaba mis frustraciones y mis miedos. He pasado noches enteras creando alter egos para intentar convenceros de que Peter Pan y Laertes son los únicos culpables cuando realmente son yo, hablan por mi diciendo lo que yo no me atrevo a a decir y aplicando una supuesta justicia sin consecuencias en la temida realidad. Pero la realidad es un mono con una cuchilla de afeitar dando saltos de una lado a otro de forma incontrolable. He querido dibujar con palabras a la mujer ideal que me haría feliz. He soñado poemas y relatos confundiendo a Campanillas y a andaluzas pelirrojas para no aceptar que realmente la que me iba a hacer feliz no era ni un hada ni una princesa. Ha sido una mujer con todas las letras. Un ser de carne y hueso. Una montañesa friolera y adorable con una voz preciosa que se preocupa por mi cojera y que no quiere príncipes azules, super héroes, ni niños cabezotas e irresponsables que se niegan a crecer. Lo único que esta mujer quiere y necesita de mi, es a mi. Ya está. Como nos explicó ayer Estíbaliz, Zamora no se ganó en una hora. Fueron más de siete meses de asedio. Mi fortaleza ha caído tras un asedio de más de cinco años y esta mañana me he despertado con la sensación de que rendir mi pecho a las tropas acampadas fuera,en los campos de Marte, era la mejor de las opciones. porque no son el enemigo, porque han venido a liberar a los sentimientos reprimidos y confusos, a las emociones silenciadas y a ese grito que luchaba por abandonar la mazmorra rompiendo los barrotes de mis cuerdas vocales para que todos escuchaseis que pese a todo, pase lo que pase y le pese a quien le pese, incluso al miedo disfrazado de mi mismo, soy feliz. Gracias. Gracias a todos los que habéis llegado para enriquecer mi vida, para corregir mis muchos fallos con amor y dedicación editorial, para ponerle BSO a mi día a día y para regalarme versos en arte mayor, a los que habéis permanecido a mi lado pese a todo, y a quienes sé que jamás me abandonaréis. Quienes habéis dado un paso al lado y habéis decidido hacer mutis por el foro, adiós. Sed muy felices, pero lejos de mi. Prometo no ir a buscaros. Esta tercera temporada de mi serie promete.
No soy padre. Nunca dejé mi semillita y nunca llegué a procrear. Ni en aquel breve periodo de mi vida en el que estuve casado con una mujer que podría haberme dado un hijo. Os aseguro que sé cómo se hace, lo he visto en películas. Sin embargo, en uno de los momentos más tristes de mi vida, al poco de firmar el documento que me liberaba del sufrimiento de un matrimonio ficticio donde contra mis desos y destrozándome el alma pasé a ocupar el puesto de cornudo consentido, apareció él. Era muy pequeñito, apenas tenía tres meses. Llegó como regalo de cumpleaños dentro de una caja de vino de la Ribera del Duero, una de las denominaciones de origen que más me gustan. No podía salir nada malo de ahí. Nos quisimos desde el minuto uno. Lo instalé en mi casa y comencé a trabajar eso de la educación, el cariño y el refuerzo positivo. Fue muy fácil sentirme un buen padre con Gatete. Fue leal, inteligente, obediente y muy cariñoso. Tan solo me falló en algunas cosas que pertenecían a su condición de felino y cada vez que lo hacía no podía evitar recordar las veces que yo fallé a mi padre y entonces entendí como debía sentirse con cada decepción. Y me arrepentí hasta la medula de no haber sabido estar a la altura de su amor y sus consejos. Una de esas veces que me desobedeció desapareciendo toda una noche cual eterno adolescente, le costó la vida. Volvió a casa destrozado y al verle sufrir, comprendí también lo muchísimo que mi padre debió de sufrir al verme comatoso en la UCI por no haber hecho caso de lo que me enseñó desde chaval, que todo acto tiene consecuencias y que debemos conducirnos con prudencia, acierto y responsabilidad. Al igual que hizo mi padre por mi, no reparé en gastos ni en esfuerzos para que la medicina y el amor de los suyos le devolviese el futuro que pretendía arrebatarle la pálida señora. Pero no fui capaz de conservarlo a mi lado. Tras muchos intentos de ofrecerle una vida digna y feliz, no me quedó más remedio que rendirme a las evidencias y al dolor que le provocaban las secuelas de sus graves lesiones. No merecía una vida postrado en un sillón. No merecía orinar sangre, sufrir continuas infecciones internas, ni maullar de dolor a diario. No merecía permanecer a mi lado solo para que le pudiese acariciar una y otra vez, intentando compensar su sufrimiento. Y accedí a que un especialista le ayudase a dejarme sin pasar un mal rato. Y le enterré en el jardín de mi casa, construyéndole el lecho eterno más hermoso que pude construirle. Y cada día, me acerco a darle un beso y a decirle que le quiero. Muchas noches, como esta misma noche, viene hasta mi a través de los sueños y vuelve a jugar conmigo, a vacilarme y a enseñarme que más allá de la especie, el amor define a los individuos. Te quiero mucho, mi niño. Y te echo mucho de menos. Siento no haber sabido protegerte mejor, Gatete. Siento no haber estado a la altura. Siento seguir decepcionando a aquellos que quiero.