miércoles, 4 de septiembre de 2019

Colores

No hace demasiado tiempo, un amigo me dijo que a la gente no le gustan los grises, le gustan los colores. Sé que todo será mucho más fácil si abandono esa melancolía con la que me visto desde hace unos años y recupero un poco el humor que antes me caracterizaba, y que me hizo merecedor de la amistad de muchos. 
Vale que el negro estiliza, pero además de que el tipazo que persigo lo conseguiré dejándome la vida (o la poca juventud que me queda) en la piscina y en el gimnasio (tratando además de que parezca que me machaco por aquello del men sana in corpore sana, y no por abandonar este tipín de pastelero holandés o de estrella de la lucha libre retirada)y al mirar hacia otro lado, cuando los camareros de mis garitos preferidos, coloquen en la vitrina esas delicias de la gastronomía en miniatura conocidas como Tapas. Pero es que lo de mirar hacia otro lado en lugar de enfrentar de cara los desafíos ya he descubierto que no es la solución. Habrá que ser water my friend y contar hasta siete millones antes de pedir una delicia para maridar el Ribera de Duero. O el Rueda. O el Cigales. O el caldo que se tercie de cualquiera de las cinco diferentes D.O. que tenemos en pucela. Que manda cojones..ya podia haber nacido en Wiichita, porque entre el vino y el tapeo de mi tierra, la operación trikini se me ha puesto muy difícil.
Ir de negro y resultar simpático a los demás solo les pasa a los Blues Brothers. Lo normal es que la gente se piense que eres de alguna tribu urbana, inspector de hacienda o asesino a sueldo. Y nada más lejos. Yo jamás perseguiría a un honrado trabajador por escaquear el IVA de las facturas.
Lo de ser una persona gris es peligrosísimo. Cuando era adolescente conocí a una chica tan gris, que su madre llegó a hacerle la cama con ella dentro.
Reírse y hacer reír es algo realmente chulo. Acostumbro a proclamar a los cuatro vientos que me encanta hacer reír a una mujer, sin necesidad de desnudarme para ello (aunque si la veo muy de bajuna, lo de quitarme la camisa bailando a lo Full Monty no falla). Las carcajadas de tirar tabiques llegan cuando me quito los famosos "gayumbos rollito" (llamo así al boxer elástico cuyo ídem se repliega sobre si mismo ante la fuerza del reverso tenebroso de la lorza).
No hace mucho tenía bastante buen tipo. Estaba hasta un poco cachas y todo, pero una cosa llevó a la otra y ahora he aprendido a elegir con esmero la ropa y los complementos para disimular y/o ocultar al mundo los resultados de obedecer a tu madre y a tu médico cuando te dicen que estás muy débil y que debes comer más.
Nunca fui Brad Pitt, pero siempre tuve mi público. Y gracias a Dios lo sigo teniendo. Supongo que trabajé el arte de la seducción, acompañandola de recursos tan valiosos como el humor y el ingenio. Y me convertí en un maestro de las palabras bonitas. No quiero decir con ello que sea  zalamero o un lisonjero y adulador por costumbre, sino que he aprendido a identificar y a decir o poner por escrito, lo que cada una de las mujeres que me rodean y con las que me cruzo tiene de hermoso. Y creed, aún no he conocido a ninguna mujer que no tenga algo bonito ya sea en el físico o en el interior del pecho. Incluso las más pérfidas, crueles y traidoras con las que me he cruzado y he tenido una relación, me enamoraron por algo. Igual por dejarme llevar por ese pequeño cerebro auxiliar que tenemos los varones por debajo de la cintura.
El caso es que hacer reír a una mujer es algo realmente enriquecedor y me encanta. Desde que era chiquitín(por favor, absteneos de comentarios jocosos) me gustaba hacer reír a mi madre, me chifla que mis amigas se lo pasen bien conmigo y disfruto cuando un colega escupe la cerveza al no poder evitar las risas. Hombre...disfruto menos cuando estamos hablando uno frente a otro y no soy capaz de contener esa coñita que provocará el geiser. Para que voy a mentir. pero aún así y todo me sigue pareciendo un momento cojonudo.
Pues eso...que voy a intentar recuperar un poco de aquella chispa que me caracterizaba. Pero vamos a ver; eso no quiere decir que vaya a estar todo el día de coña. La vida es algo serio y hay veces en que las bromas sobran. Tan solo procuraré abandonar el aire nostálgico, la carita de político pillado en un renuncio y los ojitos de gatito que ha perdido a su madre.
Toca vestirse de colores. Y si me veis de negro, será que me apetece cantar blues.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me has hecho reír!
:-))
Abrazo
Zeroide