El gobernador del estado suspendió su ejecución y poco tiempo después salió libre.
Intentó ser el que fue, pero ni sus puños eran los mismos, ni conservaba su seductora sonrisa, ni su cerebro era capaz de diseñar el atraco perfecto. Estaba sonado, ya no volvería a ser el número uno.
Decidió perdonarse por haberse dejado capturar, por haber perdido la forma y por olvidar el manejo de la Thompson.
Pero no era un perdedor, ni lo sería nunca. Se reconstruiría, volvería a estar en forma aunque todos lo hubiesen repudiado. Él aun creía en sus posibilidades.
Entonces la conoció, descubrió que siempre la había amado y tras hacerse con una cuartilla y un bolígrafo, escribió:
"No me importa aquel que fui,
no necesito encontrarme porque me he encontrado en ti
y renuncio a mis victorias y a mis años de placer,
ya solo quiero morirme
y en ti volver a nacer.
No me duele lo perdido,
porque te he reconocido,
no echo de menos a nadie,
ni secuaces ni sirvientes,
ni modelos,
pues tú enriqueces mi aire,
tu alimentas mis desvelos.
Quiereme, sonríeme, perdóname,
permíteme que te ame,
que te regale mi tiempo,
que ya no es mio ahora es tuyo,
y con él mi corazón,
que también te pertenece,
al igual que mi razón.
Si me quieres, he triunfado.
para amarte fui indultado.
La existencia en otro tiempo una carrera,
ahora ha cobrado sentido,
mi amor, mi vida ,
mi compañera."
Deslizó la cuartilla sin firmar en el interior de su bolso y pidió un whisky con mucho hielo y coca cola light en copa de balón.
Se sentó a esperar a que comenzase la música y cuando comenzaron los primeros acordes del My way, la sacó a bailar. Entonces sonó un disparo y con una sonrisa en el rostro, ella le introdujo la cuartilla hecha un rebujo en el agujero que la bala del 45 le hizo en el pecho, a la altura del corazón.
Todo termina llegando. Incluso la justicia.
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