Ahora necesito más que nada ese duro de amor. Ahora necesito más que nunca que un compañero del alma me diga "tranquilo, que nunca pasa nada". Porque si que pasa y a veces te das cuenta de que ya está bien de pasar noches enteras contando goteras y hablando a un farol.
Carezco de aval y de avalistas y eso lo complica todo. Al parecer muchos bancos de amor que yo consideraba de confianza ya no dan crédito. Y es normal. Están a sus operaciones, centrados en el rendimiento de sus inversiones y pendientes del resultado de los balances anuales.
No van a desprenderse de un duro de amor para prestármelo porque el amor ha sufrido una impresionante caída en la bolsa y las cotizaciones de los sentimientos están por los suelos a fecha de hoy, justo cuando más los necesito.
Y no estoy haciendo reproches, eso no va conmigo. Simplemente he entendido las cosas y por eso mismo quiero descargar a la banca de toda culpa. La culpa es solo mía.
Voy a abandonar por un momento la metáfora resultante del tema que acompaña este texto, para decirte que estés tranquila y que no te preocupes por mi. Sé que tienes tu vida, tus circunstancias, tus amores, tus éxitos y tus fracasos y que ahora tu solvencia emocional está tan limitada que no debes invertir en otra cosa que no sea garantizarte tu felicidad.
La felicidad es un artículo de lujo que cotiza en un mercado a parte. Durante mucho tiempo me creí poseedor de una buena reserva de este bien tan cotizado, pero con la caridad llegó la peste y no solo la dilapidé en mil celebraciones absurdas, sino que la derroché compartiéndola con quien no la merecía y regalándola a todo aquel que me bailaba el agua y a toda aquella que me decía "ojos azules tienes". Pues como dice San Mateo en el capítulo 5, versículo 29: "si te escandaliza tu ojo, arráncatelo".
Y se acabó. Se acabó tratar de volver a ser ese que cometía un error tras otro.Ahora aspiro a ser una versión mejorada de mi mismo. Se acabó pedir crédito indiscriminadamente en cuanto alguien me despierta algo en el pecho y creo que puede formar parte de mi vida. Se acabó mendigar. Se acabó insistir. Se terminó eso de estar siempre disponible para quien se aleja de mi a conciencia y se oculta tras el burladero de las más absurdas circunstancias.
Y no es egoísmo, es supervivencia. Si quiero volar he de soltar lastre. ícaro voló solo y si bien aspiró a llegar demasiado alto y eso lo llevó a la muerte por ambicioso, al menos mientras ascendía, debió sentirse un Dios. Pero no es ese mi deseo. Mi deseo es ser un tipo normal, con el que poder compartir momentos cuando juguemos en igualdad de condiciones y dispongamos de un patrimonio emocional en común, en el que ninguno tendrá que invitar al otro ni prestarle duros de amor para gastárselos en tonterías. Mi deseo es que seamos amigos porque así lo sentimos los dos, porque ambos lo necesitamos y lo valoramos en igual medida y porque ambos comprendemos de la misma manera el verdadero significado de la palabra amistad.
No te asustes ni te enfades si dejas de recibir llamadas y mensajes desde mi número. Te quiero, pero no te pienso perseguir. Esto es algo bidireccional y para que dos personas se encuentren en un camino, ambas deben caminar en la misma dirección. Si tu no avanzas hacia mi, no nos cruzaremos nunca. Es fácil cuando alguien da el primer paso y marca la ruta a seguir. Pónmelo fácil. Ahora necesito que me traces el rumbo. Me he perdido. O me estás perdiendo tú. No lo sé. Lo que si que sé es que cuando volvamos a encontrarnos será todo igual de bonito que lo ha sido siempre, porque hay cosas que no debemos permitir que se agosten ni se engangrenen.
Tu tienes tus historias, pero yo también tengo las mías.
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