Hace mucho,
bueno, no demasiado tiempo y en un país mucho más cercano de lo que se piensa,
vivía en el bosque una hermosa campesina que cuidaba de su huerto y de sus
animales y gustaba de dormir todo lo que le permitía su trabajo y de danzar en
cuanto tenía ocasión.
Un día, un
pequeño habitante de la comarca cercana, se cruzó con ella paseando y sintió
como algo le aguijoneaba el pecho.
Ella también
sintió que aquel tipejo despeinado y con carita de pena, le había tocado algo
en el interior y siendo una muchacha decidida y valiente como era, se acercó a
hablar con él.
Una cosa
llevó a la otra y quedaron en varias ocasiones, terminando por dar rienda
suelta a su pasión y entregándose a las cosas del cariño.
La joven
Salomé enseguida se dio cuenta de sus diferencias, ya que él era un tipo algo
timorato, más preocupado de no volver a sufrir que de disfrutar de la vida.
El joven
Ícaro le contó su historia apesadumbrado, ya que en los últimos meses se había
enfrentado a unas cuantas experiencias bastante duras, pero eso no era motivo
suficiente para frenar la vitalidad de Salomé, para la que su vida ya era
bastante complicada como para tener que hacerse cargo de los miedos y las
preocupaciones de alguien que para ella, no tenía mayor problema que la
incapacidad de dar el paso necesario para salir del bache en el que se había
metido.
Ícaro era
consciente de que aquellos temores suyos al sufrimiento le podían llevar a
sufrir una vez más al perder la oportunidad que se le presentaba con aquella
campesina, pero lejos de enfrentarse a sus miedos, se escondía de ellos aún
alimentándolos con una imaginación
desbordante y más que peligrosa.
Cuando ícaro
se sentía seguro con aquella muchachita, desparecían los nubarrones negros que
le oscurecían el corazón, pero como si el mismo invocara a la tormenta, no
podía disfrutar en exceso de aquella sensación tan agradable que compartía con
la joven campesina.
Ella que era
una chica inteligente, auguró un final difícil para aquella relación que
acababa de comenzar y no puso freno a su carácter a la hora de enfrentarse a
los titubeos de Ícaro, quien sufría aún más al ver que Salomé esgrimía
argumentos irrebatibles.
Al tiempo
que andaban buscando la forma de solucionar su problema, él continuó con su
vida y su trabajo, algo más cohibido ante el día a día quizá que unos cuantos
meses antes y culpó de ello a sus desafortunadas circunstancias recientes.
Salomé
obviamente decidió no cambiar ni un ápice sus rutinas ni su forma de vida, ya
que gustaba de dejar la granja siempre que tenía ocasión, para bailar y
disfrutar con sus amigos, cosa que a Ícaro le generaba una absurda inseguridad,
puesto que sabía a ciencia cierta que si quería que Salomé fuese feliz, no
debería tratar de hacerla cambiar lo más mínimo, eso sería completamente
contraproducente.
Una noche
que ambos se encontraban amándose en el pajar, un terrible ogro fue a dar con
ellos y Salomé al verlo venir, se
preparó para enfrentarlo con la horca con la que colocaba la paja en el silo.
Ícaro viendo
el peligro al que se iba a enfrentar Salomé, recuperó súbitamente el valor y
aún sabiendo que aquella muchacha sabía defenderse perfectamente sola, se lanzó
de un salto y con las manos desnudas contra el horrible ogro quien comenzó a
golpearle con ambos puños, enormes y sólidos
como mazas, derribando al pequeño muchacho en el acto.
En el
momento en el que el ogro iba a arrancarle los miembros a ícaro, Salomé le
atravesó el pecho con un poderoso ataque con aquella horca de puntiagudos
extremos de madera.
El ogro cayó
muerto en el acto y Salomé se arrodilló junto a aquel muchacho que la
sorprendió al enfrentarse desarmado a aquella terrible criatura.
Ícaro abrió
los ojos y aunque lo intentó, no pudo corresponder a las caricias de la
preciosa campesina, estaba demasiado malherido por los golpes del ogro, que le
había destrozado el cráneo.
-Me muero
(dijo Ícaro con voz débil) pero me voy orgulloso de ti y contento por saber que
ya no corres peligro.
Salomé,
enfadada con lo acontecido, permitió fluir su rabia y aunque le dolía perder
a aquel muchacho, por otro lado no pudo contener su enfado ante la imprudente y
torpe reacción de Ícaro
-Si te
mueres es por tu estúpida idea de que las mujeres necesitamos que alguien nos
salve de todos los peligros y eso es una estupidez, como habrás podido
comprobar, tan prudente que creías ser y tus erróneas ideas te han llevado a
esto.
-Solo quise
que no te pasará nada, pero me ha salido un poquito mal, sabes que soy torpe
aunque no es el primer ogro al que me he enfrentado, te lo juro y ya te he
dicho que yo nunca miento.
-Pues debían
de ser unos ogros muy ridículos aquellos, y no se te ocurra echarle la culpa a
que estabas convaleciente o débil, simplemente no has sabido como tenías que
combatir a este ogro, que tampoco es que fuera el más terrible de su especie-
En ese
momento el pobre muchacho de cabellos desordenados comenzó a vomitar sangre y
sintió como el corazón se le rompía, cosa que le hizo llorar al saber que su
historia terminaba allí.
Encontró el
aliento suficiente para despedirse de Salomé y algo avergonzado la dijo con
cariño:
-Se que me
debes de considerar un poco absurdito, pero este ogro al que me he enfrentado
era ni más ni menos que la vida. Tienes razón, no he sabido como derrotarlo,
pero te aviso de que si terminas así con la vida, la muerte querrá que formes
parte de su equipo y eres demasiado vital para pasarte al lado oscuro, cuídate
mucho amor, sé que no he estado a tu altura, pero eso no quiere decir más que
me ha encontrado mi destino, del que llevo escondiéndome mucho tiempo.
Te echaré de
menos, trata de ser feliz y huye de los problemas, no aguantes lo que no tienes
que aguantar, nadie debe amargarte la vida ni borrar esa sonrisa tan tuya.-
-No ha
nacido quien (dijo Salomé sollozando conmovida por aquello) ni siquiera tú con
tu adiós me harás renunciar a mis sueños.
Te quiero-
Tras estas
últimas palabras lo abrazó y le depositó un cálido e intenso beso en los
labios, notando al besarle como se escapaba a vida a través de sus labios en un
último estertor.
Depositó con
cariño el cadáver de Ícaro junto a lo más florido del jardín, enjugó sus
lágrimas y se encerró a dormir junto a su gato, quien la aguardaba en el lecho.
Colorín
colorado este cuento se ha acabado, no fueron felices ni comieron perdices,
simplemente fueron ellos mismos hasta el final y aunque el joven Ícaro falleció
aquella noche, se fue contento por haber
reunido el valor necesario para enfrentarse a su final. Salomé sigue
bailando aún en las fiestas de la aldea e incluso la reclaman de palacio, dado
lo hermoso y lo espectacular de su danza.
La vida
sigue creando ogros y de vez en cuando los envía a por aquellos que se esconden
de sus designios.
Puede que
algún día esta horrorosa especie de monstruos desaparezca, aunque hoy por hoy
nacen cada vez más fuertes y temibles.
Fin
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