Una vez más la genial ilustradora Estela Labajo captó a la perfección el estado en que se encontraba Peter y lo plasmó en este dibujo.
Peter está encerrado en un tintero, dada su desmesurada afición por la literatura,y su falta de contención, terminó sintiéndose encerrado en un tintero y ahora os contaré como sucedió.
Tras despedirse de Campanilla, Peter se obcecó en encontrar la manera de acercarse más a Lia, el hada que conoció unos meses antes y que le cautivó completamente.
No consiguió averiguar cuales eran los sueños de esta hadita tan especial y al preguntarla por ellos, Lia le dijo que era una chica normal, con unos gustos y sueños normales.
Lejos de leer entre lineas y darse cuenta de que al ser un chico tan diferente a la normalidad, no entraba en los gustos de Lia, Peter se esforzó aún más en descubrir como podría alegrarla el corazón.
Volando junto a ella, se percató de que Lia siempre llevaba consigo algún libro y pasaba gran parte del tiempo leyendo con avidez un tomo tras otro.
Entonces se le iluminó una bombillita en la cabeza y una tarde primaveral de esas tan especiales y agradables en Nunca Jamás, Peter la tomó de la mano y la pidió que le acompañara volando a un lugar que seguro habría de gustarla.
Lia accedió, no sin reparos, porque aunque aquel muchacho le caía bien, tampoco quería implicarse en exceso con un ser tan lleno de inseguridades y tan aferrado a sus necesidades de cariño, a su entender, aquello no era más que miedo a crecer, cosa que le hacia a un tiempo muy especial y muy preocupante.
Volaron durante horas, dieron la vuelta casi completa a Nunca Jamás y tras sobrevolar muchos lugares inexplorados por Lia, llegaron a unas grutas en los acantilados junto a la playa de las sirenas donde ella no se había aventurado nunca.
Peter la guió por dentro de una de las grutas y cuando llegaron al final, Lia no pudo creer lo que vio allí.
Ordenados por orden alfabético y protegidos de cualquier tipo de inclemencia, Peter le mostró todos los ejemplares de la famosa biblioteca de Alejandría.
Hacia cientos y cientos de años, una sirena evitó que se perdieran durante el incendio que asoló la ciudad y con mucho esfuerzo consiguió ponerlos a salvo en aquella gruta de Nunca Jamás.
Aquello era el paraíso, Lia se emocionó tanto que sin darse cuenta siquiera, comenzó a elevarse muy deprisa y a punto estuvo de golpearse contra el techo.
Peter evitó aquel golpe interponiéndose entre la rubia cabecita del hada y el techo y cuando Lia iba a golpearse, él, la puso a salvo y aprovechando la confusión del momento, depositó en sus labios un delicado beso.
Lia se enojó y tras darle las gracias por haberla revelado aquel lugar, se marchó de vuelta a su casa.
Entonces Peter se dio cuenta de que en su romántico arrebato, había roto aquel momento tan bello y maldijo su suerte y aquel formidable tesoro.
Las maldiciones son caprichosas y siempre peligrosas y de repente, el maleficio cobró forma de tintero atrapando a Peter en su interior.
A partir de ese momento Peter sintió que siempre tendría la necesidad vital de escribir su historia y desde aquel día, no podía pasar ni una jornada sin sentarse en solitario a poner sus aventuras por escrito.
A fecha de hoy las cosas no han cambiado y aunque Peter sigue disfrutando de su vida, cada atardecer medita un rato sobre lo que va a escribir y como va a hacerlo.
Con suerte quizá un día escriba una historia tan hermosa que conquiste el corazón de Lia.
Peter no ha perdido la esperanza, es un niño que nunca creció y eso le hace ser tremendamente optimista y valiente ante la adversidad.
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