sábado, 11 de febrero de 2012

Salta la rana

desde un nenúfar próximo y al zambullirse en las aguas del estanque crea infinidad de ondas concéntricas.
Cada onda es un anillo, cada anillo una historia, cada historia un deseo.
Llega a la orilla de juncos donde los renacuajos la esperan sentaditos, con las ancas cruzadas y los ojos muy abiertos.
La ranita de voz serena comienza por el "había una vez", que es la mejor de las formas para comenzar con lo que sea.
Y es que -había una vez, hace mucho, mucho tiempo, tanto que al echar la cuenta apenas me alcanzan los siglos, una hermosa princesa enamorada de un bufón.
La princesa necesitaba reír, el bufón vivía tan solo de sus besos.-
Hace una pausa la ranita y deja que los renacuajos sitúen la acción en un castillo de altas torres adornadas con cientos de pendones y estandartes.
Imaginan rubia a la princesa, con los ojos muy azules, luciendo un hermoso vestido blanco.
Al bufón unos lo piensan pequeñito y desgarbado, otros lo tienen más claro y saben que debajo de los cascabeles y las borlas, se halla un joven muy especial.
Retoma el hilo : -Una mañana, al despuntar las primeras luces del día, la princesa y el bufón ensillaron el corcel más brioso y aprovechando el cambio de guardia, huyeron al galope en busca de un lugar donde ser felices para siempre.-
La renacuaja más chiquitita repite ese "para siempre" muy despacio. Para siempre es una unidad de tiempo que solo manejan los poetas y los enamorados, el resto, medimos las historias de amor en días, meses años y finales.
Un renacuajo cojito, que se sienta siempre apartado del resto, detrás, donde nadie pueda verlo, decide que cuando sea mayor también contará cuentos.
En los cuentos no hay taras ni segundones, tan solo esforzados caballeros, bufones tristes y princesas de larga melena.
-Pero he aquí que el rey, al descubrir la marcha de su única hija, montó en cólera y ordenó a sus mejores hombres que salieran en su busca, y que cuando encontraran a los amantes, los condujeran de vuelta al castillo.
Durante muchos días y muchas noches los soldados cabalgaron por todo el reino, siguiendo las huellas de la princesa y el bufón, que confiados y poco prudentes, iban dejando un rastro de besos y pétalos de amor por dondequiera que pasaban.
Al final, el capitán de la guardia apresó a la pareja y cargados de cadenas los llevó ante el rey.
"¿Cómo osaste desafiarme, hija mía, huyendo con este insignificante bufón?" Preguntó encolerizado el Rey.
"Porque lo que para ti es insignificante, para mi es un universo donde todo cabe, donde los planetas nacen y crecen y se atraen entre si, donde la aurora se funde con la noche y la noche con la aurora. Porque es al bufón a quien he amado desde mucho antes de saber que era el amor."
Pero las palabras de la princesa no apiadaron a su padre y este ordenó que el verdugo cortara la cabeza del bufón y la expusiera clavada en lo alto de una lanza, donde todos los habitantes del reino pudieran contemplarla.
Antes de que el siniestro encapuchado descargara el golpe de hacha, el bufón miro a su amada y con los ojos llenos de esperanza dijo: "allá donde voy, tendré un palacio para ti".
Entonces la princesa se desplomó al tiempo que rodó la cabeza por las piedras del patio, porque el verdugo de un solo golpe cercenó una cabeza y un corazón-
A este punto la ranita hace otra pausa, porque sabe que los renacuajos deben asimilar con prudencia el concepto de muerte, casi con tanta prudencia como el concepto de amor.
A veces se crean confusiones y alguien puede morir de amor, o vivir sin él, que es peor que estar muerto.
Y sin querer también se mata el amor.
Aprended niños, que la vida son suspiros.
Antes de volver al agua, la ranita de los cuentos decide darle un poco de paz al final de su historia.
-La princesa y el bufón despertaron en otro lugar, lejos de cualquier impedimento. Aún siguen amándose como el primer día y aún, cuando cae la noche, se sostienen las miradas junto al fuego de la chimenea.-
Y diciendo esto saltó ágilmente sobre una caña seca y desde allí, se lanzó al agua.
Los renacuajos se levantaron, se pusieron sus abriguitos verdes y aplaudieron.


Este, Diana, es mi "beso de espinilla"

2 comentarios:

isabel dijo...

Oh, Juan, muchas gracias... Ahora queremos un abrazo, de carne y hueso.

lacantudo dijo...

Eso está hecho.
Un abrazo es una transfusión de buenos deseos.
Me declaro donante universal.