lunes, 6 de febrero de 2012

Sin rencores.

Yo preferiría quedarme con los buenos recuerdos y despojarme de esos ropajes tan absurdos y tan incómodos.
Pesan mucho más al sumergirte con ellos en las pozas del odio.
Son grises y no nos favorecen a ninguno de los dos; tu estás preciosa de verde y a mi me sienta mejor el azul, o el negro, que aunque es algo fúnebre por lo menos estiliza.
Me quedo con los paseos en la vespa, con las playas de Grecia y con las cenas mirándonos a los ojos.
Lo demás intentaré borrarlo.
No hace mucho escribí que ni perdono, ni olvido.
Sí perdono y el olvido lo estoy trabajando.
Algo bueno te quedará de mi, agárrate a ello. Aunque ahora abrase como un hierro incandescente es mejor dejarse las palmas de las manos que tantos años de amor.
Los dos sabemos que hubo muchas noches de comunión y muchas mañanas de felicidad, quizás es tarde para sacarle brillo al pasado, que se ha ensuciado tanto, pero la vida es así y en ocasiones es mucho más sencillo todo cuando odias.
No tiene por que ser de esta manera, siempre es mejor el destierro que el odio.
Destiérrame, yo alquilaré una cabaña allí en el ostracismo, con vistas a lo perdido y me sentaré a fumar en pipa con el vecino de al lado.
Quien sabe, igual un día nos encontramos paseando por los acantilados.
También te destierro, por mi bien, por el bien de los dos.
Resucita en tu vida que a mi me han aplicado un hermoso desfibrilador.
Suerte.
Adiós.






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