jueves, 29 de octubre de 2020

Fuerza y honor



Vas sobrada de ambas cosas, tesoro. Ahora toca demostrarlo, y ser fuerte.

A veces la vida puede ser jodidamente dura y golpear con puño de hierro cuando menos lo esperamos y donde más nos duele. Y en nosotros está mantenernos en pie, no tirar la toalla y resistir sus golpes esperando encontrar el hueco para devolverlos. Hasta que no suene la campana no terminará el combate y tus seguidores aplaudimos tu valor desde las primeras filas junto al ring. Tu madre y tu padre están en el rincón, aguardando el final de cada asalto para refrescarte el rostro, masajearte los hombros, colocarte el protector, limpiarte las heridas y decirte que eres una campeona y que te quieren. No podemos subir todos a tu esquina, pero sabes que somos muchos los que estamos orgullosos de ver como mantienes el cinturón y como estás siendo capaz de hacerle frente a los adversarios más fuertes, más marrulleros y más astutos.

Llevas toda la vida trabajando el juego de piernas y la guardia inglesa, para esquivar esos golpes traidores y despiadados con los que los aspirantes que envía el destino para tratar de arrebatarte el título intentan que muerdas la lona. Pero no lo han conseguido. Y no lo van a conseguir.

Eres la gran esperanza blanca. El futuro de la familia y la sensación en el pabellón. Estamos muy orgullosos de ti, Ale. 

Fuerza y honor. Ese lema acompañó a tu abuelo hasta el mismo día en que se retiró de los combates, y con la victoria que supuso mantenerse en pie durante más de 15 años después de que el doctor de la federación recomendase tirar la toalla, dio un ejemplo de verdadera fuerza, y de honor a raudales.

Después me tocó a mi subir al ring y enfrentarme a un boxeador implacable que me tuvo contra las cuerdas,  pero con mucho esfuerzo, mucha ayuda y el deseo firme de seguir peleando, aquí estoy, cuando la mayoría del público ya había abandonado el pabellón y daban por concluida la pelea y a mi por perdedor .

Poco tiempo después de aquella épica victoria fue tu prima Belén la que se calzó los guantes y se enfrentó a un descomunal oponente, al que tumbó en dos ocasiones hasta que el árbitro la levantó el brazo en señal de victoria, tras finalizar la cuenta junto al boxeador tendido en la lona.

Te toca, cielo. Y lo estás haciendo muy bien. Eres rápida, inteligente y muy buena encajadora. No tengas miedo. El enemigo es grande y asusta, pero tu eres una gladiadora que sigue la estirpe de su familia de guerreros, y vencerás. He apostado hasta el último céntimo por ti y sé que no me equivoco al hacerlo.

Los caminos del señor son inescrutables, pero es cierto que Dios escribe las obras más hermosas con renglones torcidos. Te toca hacer una lectura en profundidad de todo esto y quedarte con el mensaje. Te aseguro que se aprende, que la letra con sangre entra y que no se olvida jamás lo que han querido enseñarte.

Hay una oración que dice, "creo en ti, confío en ti, espero en ti y clamo a ti pidiendo ayuda para los míos y para mi". Esa es mi oración más repetida, solo que le he añadido un "ayúdame a ayudar, dame las herramientas y el acierto". Estoy aquí para ayudarte en lo que pueda, cielo. Y estaré siempre,

Ahora han anunciado ya el siguiente asalto. Ponte en pie, abandona tu rincón y demuestra de que pasta estás hecha.

FUERZA Y HONOR,


 

jueves, 22 de octubre de 2020

El otoño es solo una temporada


 Aquellos que me leéis con regularidad, habréis notado que estos últimos meses he reducido la intensidad de las publicaciones en el blog. Esto no solo se debe a que estoy enfrascado en Los crímenes del archivo y a que vuelco en la novela tanto caudal creativo como puedo volcar, reservando a las musas para un libro que aún sin estar acabado, ya me hace sentir muy orgulloso.

Ayer mismo compartí un texto a mi estilo, en el que desde la sinceridad de un alma tan agradecida como atormentada, hablaba de mi experiencia en el amor, pero como también sabéis, para mi escribir es mucho más que un ejercicio intelectual, es una catarsis emocional y al ver esta fotografía de Pilar Pizarro Pizarro (si...somos parientes, pero no de primer grado), el paisaje retratado me inspiró súbitamente un aluvión de emociones muy relacionadas con el texto con el que unas horas antes había sacado del interior del pecho retales de mi vida.

Y es que si ya de por sí ,el otoño invita a la nostalgia, un rio inmóvil flanqueado en sus orillas por árboles vestidos de otoñal belleza, me lleva a poner un disco de Erik Satie, hacer café, encender un pitillo y preguntarme qué es lo que hice tan mal antes para fracasar con ellas, y qué coño es lo que he hecho tan bien ahora para triunfar con ELLA. Así que voy a hacer trampas, echaré un chorrito de guisqui escoces en la taza para mezclarlo con el café, pondré a Extremoduro en el equipo de música y escribiré este texto en el que lejos de llevarme por la nostalgia, os contaré lo inmensamente feliz que me hace el haber llegado hasta una mujer que lo único que quiere de mi, es a mi. Es cierto que ha sido un triste recorrido con multitud de canciones para las noches en vela, pero al mismo tiempo hubo otras muchas noches en las que no dormí, al emplear su horas en un arte que combina el ejercicio físico con el intelectual, el emocional y el sicológico: hacer el amor hasta perder el conocimiento. Esas placenteras noches pasaron con su cortejo de estrellas y sus inoportunos amaneceres, pero al alejarse en el tiempo han servido para orientar mi camino y llevarme hasta la montañesa adecuada. Ahora ha comenzado otra etapa y el otoño y sus colores me hacen sentir vivo, porque a ella le gustan y le evocan sus montañas, unas impresionantes montañas de exuberante vegetación en las que da gusto perderse y aprovechar que solo nos miran los osos y los jabalíes y que son animales discretos que no saldrán corriendo a contarle al resto del mundo que han visto a dos humanos apareándose. El  otoño es solo una temporada, y quiero pasarlas todas junto a ella.



 

miércoles, 21 de octubre de 2020

Partir es morir un poco...y renacer.

Llevo toda la vida despidiéndome y cada vez que lo hago me dejo un trocito de corazón al decir adiós.

Muchas veces me encontré con una despedida repentina y sorprendente cuando todo decía que jamás nos separaríamos (soy así de crédulo y de estúpido). Esas son las que más dolieron. 

En ocasiones fue la crónica de una marcha anunciada y no por esperado dejó de doler, pero si es cierto que dolió un poco menos. Me apliqué el tratamiento prescrito por el doctor tiempo y aunque abusé de la morfina en caricias ajenas y sin futuro, conseguí reponerme pronto y volver al camino.

Hubo también partidas que fueron una invitación a abandonar por la puerta de emergencia mi día a día. y cuando las vi marchar respiré tranquilo pues con ellas se iba el tumor que me estaba devorando el alma y  si no lo extirpaba acabaría conmigo.

Nunca he sido Brad Pitt, pero siempre he tenido mi público, y gracias a Dios (o a Supergato) el destino me ha permitido conocer a muchas mujeres, enamorarme de la mayoría, renegar de alguna y aprender de todas ellas. La vida es un continuo aprendizaje y llevo más de treinta años formándome en el amor y sus derivados.

A veces y solo a veces, buceo en los recuerdos que por fortuna ya voy recuperando con facilidad y me encuentro reviviendo los besos más cálidos, los abrazos más sinceros, las noches más placenteras y las puñaladas más dolorosas.

Creo que realmente he querido a todas las mujeres que han pasado por mi historia para tatuarme lecciones en el pecho. Obviamente he querido muchísimo más a unas que a otras y no voy a mentir, en alguna ocasión  también me equivoqué a la hora de hacer las cosas y no estuve a la altura de algunas de ellas.

En mi estupidez llegué incluso a casarme y a jurar amor eterno a una mujer de la que, confundido y cegado por una luz artificial, me enamoré a los cinco minutos de conocerla y a quien aquél que controla el universo pedirá que le explique muchas cosas el día que reclame su presencia ante la corte suprema. Por suerte el ser humano ideó la forma legal y moral de desatar ciertos nudos que te oprimen aurículas y ventrículos antes de morir estrangulado y ya he adquirido mi localidad para estar presente cuando el jurado celestial lea su veredicto y sea condenada al suplicio eterno. Y como me han hecho un dos por uno por pronto pago en litros de sudor y lágrimas, he conseguido una butaca de primera fila frente al cadalso donde otra de las peores personas con las que he compartido vida y cama pasará los próximos millones de años preguntándose cómo eligió ser tan cruel, tan embustera y tan dañina, para terminar siendo ejecutada cada día y renaciendo al siguiente para sufrir igual suerte. 

También construí un inmenso complejo de castillos en el aire junto a una morenita de ojos tristes, a quien le entregué mi ser en el mismo instante en el que decidió que era el momento de probar mis labios, y con ella fue con la única mujer con la que realmente deseaba perpetuar mis apellidos en la forma de un ser que mirase con la misma mirada que su madre y sintiese identica necesidad de ser el blanco de esos ojos, como su padre . Creía que ambos seríamos felices en aquel resort construido con planes de un futuro en común, pero un día se nos rompió el amor de tanto usarlo, el tsunami de la ruptura arrambló con todo y la mujer a quien más quise batió el récord del mundo en rapidez haciendo maletas y destrozando mis sueños. Pero a ella no tengo nada que reprocharle, el amor funciona así. Un día dejas de amar y no hacen falta ni terceras personas ni grandes diferencias de opiniones. Simplemente se vacía la clepsidra y todo se acaba.

Solo siento no haber tenido un hijo con ella. Pero bueno...alimentamos y mimamos a un hermoso gatete y a una adorable perrita.

Cuando ella se fue yo solo me quería morir y después de poco más de una semana llorando coda segundo sin ella me estrellé contra el asfalto y algo cambió en mi interior: mientras los efectivos del SAMUR  me desfibrilaban una y otra vez sin tirar la toalla,solo quería vivir. Y se me concedió devolviéndome  la vida cuando todo estaba perdido, cuando una máquina controlaba mis inducidos latidos y mi comatoso sueño, que era como nadar en su ausencia sin alcanzar la orilla de los labios que me demostrarían que las islas más bellas se encuentran en lo alto de algunas montañas.

Entonces apareció ella y le dio la vuelta al reloj para regalarme infinitos granos de arena con forma de noches diseñadas para agradecer a Dios el haberla encontrado.

Puede que un día también nos despidamos, puede que no. Ojala nunca lo hagamos.Lo único de lo que estoy seguro es de que si llega el momento de agitar el pañuelo en el anden corriendo junto al vagón que la separe de mi, le agradeceré todos y cada uno de los minutos que me regaló y en los que aprendí que el amor se hace, no se dice.

Y eso. Que aunque a veces solo sepa demostrarlo delante de un folio en blanco, cuando quiero, quiero de verdad.


 

martes, 13 de octubre de 2020

Cada día


 Tengo la suerte de poder compartir mis alegrías, mis temores, mis pasiones, mis desdichas y mis vicisitudes cotidianas en relatos, novelas, poemas y cuentos. Saber darles forma en negro sobre blanco es al tiempo una maldición y un regalo del cielo.

He aprendido que somos lo que leemos, pero también lo que escribimos y a fuerza de leer, he descubierto que al profundizar en las biografías de mis escritores favoritos, muchos de ellos y yo compartimos esta necesidad de escribir cada día.

Ayer mismo viví un día intenso, completo y placentero y de todo lo que aconteció en esas 24 horas, necesitaba escribir las sensaciones.

Desde asistir con mascarilla y gel desinfectante a un concierto al aire libre de mis colegas los Shower singers con mi chica y una de mis mejores amigas, a repasar y preparar las entrevistas de mi programa de radio de hoy martes, en el que participarían  José Sacristán y a Belén Sola, pasando por disfrutar de un par de cientos de páginas de Línea de Fuego, la novela de Pérez Reverte que narra magistralmente los combates entre republicanos y nacionales en la batalla del Ebro, nadar unos cuantos largos como todas las mañanas y jugar una partida de cartas con mi familia. Todas las emociones derivadas de ello hervían dentro de mi y pugnaban por salir en forma de algo interesante que ofrecer a mis lectores.

El texto que podréis leer a continuación no es otra cosa que  una demostración de lo que pasa cuando abro la espita del pecho y el caudal de  las emociones vividas.

Un paso al frente

Apenas quedan unas gotas de whisky en la petaca que me regaló mi novia y las apuro con ansia antes de que el oficial del C.N. I. al mando nos ordene asaltar por fin el laboratorio.

Desde que me asignaron a operaciones especiales mi vida a cambiado por completo. Aquel romántico deseo de dar la vida por mis compatriotas en el caso de que España así lo pidiera, se ha convertido en hastío al eliminar los blancos que me llegan a través del correo electrónico cifrado que leo desde el teléfono de última generación que me asignó la organización. Es sencillo, rápido y aséptico. Al menos para mi. Supongo que los empleados del servicio de limpieza que tengan que arrancar sexos de los azulejos y limpiar la sangre de los científicos que nos señalaron en el mail con el nombre común de "objetivo" lo encontrarán mucho menos aséptico.

Los compañeros de la unidad acostumbran a adjudicar cartas de Póker a los blancos, según sus rangos e importancia para el éxito de la misión. Suelo ganas las manos con póker de ases o con full de reyes damas. Para algo soy el tirador de élite de mi unidad.

Cuando regreso a la base y me despojo del uniforme, me siento sucio. Más allá de la ducha a presión con  gel desinfectante, lo único que me relaja y me hace sentir de nuevo una persona sana y lustrosa es nadar desnudo en la piscina cubierta de mi casa. Al salir del agua mi chica me espera con una toalla  y ella misma me seca con esmero y dulzura en idéntica proporción. Que una teniente de los cazadores de alta montaña, con dos distinciones al valor por su coraje y su arrojo en la misión de paz de naciones unidas en la guerra de la antigua Yugoslavia, se preste a servir de descanso del guerrero es cuando menos irónico, pero igual es que nos queremos por lo mucho que hemos combatido ambos, por lo que hemos perdido por el camino y por ser capaces de encontrarnos sin habernos buscado durante nuestras frecuentes noches cuajadas de pesadillas en las que gritamos los nombres de aquellos que ya no volverán a disfrutar de un buen vino, de una obra de teatro, de un concierto en la terraza de un hotel ni de un paseo por la montaña.

Beso a mi chica y la conduzco a la cama mientras tarareo aquella vieja canción de los Temptations que tan bien suena en boca de Pablo Acebál con Marola Varela y Rafa Chail haciéndole los coros. Creo que ella tampoco tiene sueño ahora mismo. Bien... tengo mucho amor que dar.


sábado, 3 de octubre de 2020

No te vayas


 No quiero tener buscarte en otras bocas, ya te busqué durante demasiado tiempo y el haberte encontrado debería ser una recompensa vitalicia.

Si...puede que escudarme en vivencias pasadas no sea acertado, porque antes de ti no hubo vida de verdad y después de ti la vida no volverá a interesarme.

Es curioso que en las cuatro líneas anteriores he escrito varias veces la palabra vida y derivados. Eso me lleva a pensar que lo que me das es vida, lo que me has enseñado es a vivir y lo que has conseguido es que me guste hacerlo en un momento en el que para mi, la vida era un bosque tenebroso, oscuro y lleno de peligros, donde comenzaban a acumularse las tumbas en las que descansarán para siempre trocitos de mi corazón y de mi alma que se vieron obligados a abandonar sus formas humanas y que dejaron en mi tanta tristeza como hermosos recuerdos.

Uno de esos pedazos de mi corazón que recibió ya cristiana sepultura me enseñó a expresarme a través de un bolígrafo y una cuartilla. Me regaló la capacidad de bucear por el interior de mi pecho, el inmenso poder de exorcizar mis demonios escribiendo y la habilidad de juntar sílabas para decirte que te quiero sin tener que abrir la boca. Siempre le estaré agradecido.

Desde que llegaste, el sol se ha abierto camino entre las ramas de los tétricos árboles que el camino bordea y comencé a ver la luz y a sentir de nuevo el sol en el rostro. El sinuoso y peligroso sendero por el que caminaba apoyado en un bastón fue transformándose poco a poco en una calzada romana que, como todos los caminos que he decidido seguir, conduce hasta ti. Porque todos mis caminos ahora conducen a Roma y al recrearme en tu mirada no tengo más que leer Roma al revés para saber que he llegado.

Así que no te vayas. Concédeme la oportunidad de enmendar viejos errores y de ser capaz de demostrar los sentimientos como nunca supe hacerlo. Con el beso oportuno, el abrazo cálido y la caricia correcta.

Sé que cuando relaje mi espíritu y me permita que lo escrito cobre forma física y se pueda conjugar en gerundio, también te colmaré y estaremos a la par.

En lo que llega ese momento de saltar al vacío sin más red que saber que este amor es correspondido en igual medida, por favor, quédate a mi lado y se paciente.

Estoy en el camino. En tu camino. He comenzado a romper las frases y a transformarlas en versos, a resumir en estrofas lo que solo sabía gritar en capítulos y a darle rima a los momentos más intensos de las tramas.

Estoy aprendiendo a añadir poesía en la proporción adecuada para crear la receta perfecta en la que las letras quieran salir a bailar y galantemente te ofrezcan la mano para invitarte a la pista.

Mi poeta escondido está perdiendo el miedo a la luz y ha decidido subir sus angustias a Wallapop para deshacerse de ellas si recibe una oferta justa. Sabe que tendrá que compartir cuerpo, pero lo hemos hablado y algo me dice que seremos los perfectos compañeros de psique. Al unirnos delante de un teclado, conseguiremos ser el escritor que siempre he querido ser.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Crece


 No para de crecer dentro de mi. Se hace cada día más grande y pugna por salir al exterior y acomodarse en negro sobre blanco.

Comencé a gestarlo el mismo día que el gobierno confinó a toda la población en sus casas y al principio fue tan solo una forma de evasión, una necesaria abstracción de la realidad, un extenso territorio donde caminar respirando aire puro y exento de peligro. Pero respiré una bocanada de inspiración y el germen de la creación se expandió rápido por el interior de mis venas instalándose junto a los glóbulos blancos y compartiendo con ellos el oxígeno que me alimenta.

El protagonista, que no es más que un alter ego que necesita vivir en la ficción lo que sé que nunca viviré en la realidad, demandaba tiempo y espacio y me susurraba al oído una trama que cada minuto era más y más compleja. No se privó de nada. No quise privarlo de nada, y rápidamente envió invitaciones a la fiesta para que multitud de personajes secundarios, principales e imprescindibles, se sumaran al aquelarre de metáforas, de violentas situaciones, de curiosas coincidencias y de complejas soluciones que a cada segundo mutan y dan lugar a engendros incorpóreos que reclaman su lugar.

Esto ya lo había experimentado y de aquella posesión nació Temporada de setas. Recurrí a mi amiga la editora y escritora Eva Melgar para que me ayudase a exorcizar la criatura que se había adueñado de mi alma y tras un largo y complejo ritual conseguimos sacarla de mi y acomodarla en una cuidada publicación al amparo de Suseya ediciones. Ahora el espíritu de mi alter ego ha vuelto a transmutarse y a adueñarse de lo que no le corresponde y cada día se va haciendo más y más fuerte.

Levantaron el confinamiento y la población se echó a la calle, pero a mi me sujetaban desde dentro y permanecí atrapado en ese lugar donde la ciencia no rige, la realidad es secundaria y tan solo un arduo trabajo de documentación te permite conservar la lucidez.

A fecha de hoy el embrión continua en desarrollo y cada vez está más cerca de asomarse al mundo que intuye más allá de su crisálida.

Se alimenta a través de ese invisible cordón umbilical que lo ata a mi y noto como se revuelve incómodo e impaciente y como trata de obtener el visado que lo haga libre para viajar a otros cuerpos y alimentarse de ellos.

Intenta imponerme sus reglas y su ritmo y la pelea es continua si quiero mantener el control. Por eso a veces necesito ausentarme de él e ignorarlo tanto tiempo como pueda soportar. Pero siempre vuelvo y con cada palabra que escribo en el archivo placenta, lo apaciguo y reconforto. Recibe las correcciones como paternales gestos y caricias. Y sé que de alguna manera se siente querido.

Aunque suene contradictorio, cuanto más cerca está el final más cerca esta el comienzo, precedido por un prólogo que lo apadrinará. 

Y volveré a presumir de retoños en esta familia que ya es numerosa y que nunca dejará de crecer. Al menos mientras tenga fuerzas en los dedos y la literatura siga condicionando mi existencia.


martes, 22 de septiembre de 2020

El eterno buscador


 Mi libertad ha llorado conmigo al empeñarse en buscar el mayor y más asombroso de los tesoros  en las aguas equivocadas e infestadas de escualos deseosos de devorar la poca dignidad que me quedaba.

Me junté con quien no debía y de tanto frecuentar las tabernas portuarias terminé por ser uno más de la caterva de borrachos y delincuentes tatuados que asaltaban a los turistas perdidos y  los despojaban de carteras, relojes, cámaras de fotos y sonrisas

No supe interpretar el mapa que arrebaté de las manos muertas de aquel fiero y alcoholizado pirata que arrastró su pata de palo por mi casa rayando el parqué del salón y haciendo un ruidito de lo más denteroso. Tuve que matarlo cuando el loro de cien colores, que siempre lo acompañaba posado en su hombro, comenzó a faltarme al respeto llamándome grumetito advenedizo. Puede que muchos penséis que aquello no era motivo suficiente para rajarle el cuello de lado a lado al Capitán Tormenta, pero os aseguro que el tono de  voz de aquel pajarraco era de lo más desagradable. Además tenía muchas ganas de quitarme del medio al Capitán desde que una noche al apurar su tercera botella de ron, me mostró un mapa donde con un rudimentario e infantil dibujo de un corazón, se señalaba el punto exacto donde se cruzaban la latitud y la longitud, y donde habría que buscar. El mismísimo Morgan, según me contó el viejo lobo de mar entre hipos y toses y demás estertores de la borrachera, lo trazó con sangre sobre un arrugado pergamino antes de morir. Según me dijo el Capitán entre nuevas arcadas y escupitajos derivados de la ingesta de litros de ron de caña, aquel era el único y verdadero mapa donde se reflejaba el lugar en el que Morgan había enterrado el cofre que contenía el "Ojo de jade", la misteriosa joya mágica robada en un templo sagrado de la India que hacía que su propietario encontrase la felicidad en el corazón de una mujer.

Seguramente si se lo hubiese pedido, el Capitán me lo hubiese regalado, o simplemente me habría invitado a buscar la fantástica y poderosa joya con él, pero para que nos vamos a engañar, por un lado ya estaba harto de sus resacas, de su loro  y del olor de su único pie, y por otro, estaba convencido de que si la joya nos pertenecía a ambos, sería muy difícil que los dos encontrásemos la felicidad en el corazón de la misma mujer. No creo en los tríos, nunca llevan a nada bueno. Además me moría de ganas de estrenar el juego de cuchillos de cocina  que me tocó en el sorteo del supermercado donde llevo comprando desde que me vine a vivir a Tortuga. Y todo sea dicho, son cojonudos. Están verdaderamente afilados. ¡Que pulcritud en el corte!

He decidido romper con el pasado, he vendido mis pertenencias y he comprado todo lo necesario para mi misión en un bazar chino del paseo marítimo. Ahora que tengo pala y cubo, barca hinchable, aletas, gafas, tubo y tizas de colores para marcar en el fondo del mar  el punto de extracción que indica el mapa de Morgan, ya puedo ir en busca de lo único que hará que encuentre el amor verdadero.

Por fin encontraré la felicidad en el corazón de una mujer. Allá voy, tesoro hundido.



lunes, 14 de septiembre de 2020

Adquirido


 Mientras limpia los restos de sangre de sus manos, Marina piensa en que no puede excusar el trato recibido durante estos dos últimos años por el legado generacional que heredó su difunto esposo. Si bien es cierto que a sus 46 años, su esposo había crecido escuchando lindezas  musicales como "pero no podía jugar porque tenía que planchar", "tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas si", "los chicos no lloran tienen que pelear" o "eres mía, mía, mía, solo mía", eso no justificaba los golpes y los desprecios.

En cuanto a la publicidad de su época, entre aquella que buscaba a Jacks exhibiendo escote, el coñac que era cosa de hombres o absolutamente todos los anuncios de artículos de limpieza o productos de alimentación en el que parecía que únicamente una mujer podía asumir las tareas de la casa y la cocina, lo cierto es que sin darse cuenta adquirió una educación social en la diferencia entre sexos, nunca en la igualdad.

En el equipo de música del salón, ironías del destino, suena ahora "La mataré"de Loquillo, uno de los temas preferidos del finado. Se conoce que en el USB que su marido había puesto a reproducir en el estéreo mientras se servia una copa, este tema, como no podía ser de otra forma, ocupaba un lugar especial entre los favoritos que almacena.

Esta noche las cosas se habían vuelto a ir de madre. Carlos se había tomado un par de gintonics de más al volver del curro y a raíz de un absurda discusión sobre un chiste que se había vuelto viral en redes sociales, la escasa paciencia del hombre al que prometió querer en la salud y en la enfermedad y en las alegrías y en las tristezas hasta que la muerte los separase, volvió a colmarse y Carlos zanjó la discusión con un directo en la boca que hizo un corte en el labio superior de Marina. Que bien...pensó Marina mientras trataba de cortar la hemorragia, una nueva cicatriz, otra para la colección.

Si todo hubiera terminado ahí, Marina habría sumado este golpe a la larga colección de recuerdos para olvidar en cuanto desapareciera la marca, pero al parecer Carlos encontró algo terriblemente sexy en la forma en que su mujer se pasaba el algodón por la boca y armado de una poderosa erección, decidió hacer uso de sus derechos conyugales. En un ataque feroz de romanticismo, le arrancó la camisa hizo que se arrodillara frente a él ejerciendo una fuerte presión sobre sus hombros, y le dijo que lo mejor para la herida era meterse en la boca su "áloe vera".

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Marina fingió acceder a sus deseos y cuando el miembro de su marido penetró en su boca, decidió morderlo con todas sus ganas.

Carlos gritó de dolor y a fuerza de puñetazos y rodillazos pudo extraer su sanguinolento y dañado pene de la boca de su mujer. Marina estuvo a punto de perder el conocimiento por un fuerte puñetazo en la sien, pero se repuso y a cuatro patas alcanzó a entrar en la cocina, al final del pasillo. Allí se armó con un enorme cuchillo de trinchar y enajenada por el dolor, por la rabia y por la tristeza de vivir en una condena que ni ella ni ninguna mujer merecía, regresó al salón donde Carlos se encontraba agachado sujetándose el miembro entre las manos y  alternando sollozos con lamentos, insultos y salvajes amenazas. No le dio opción.

Marina hundió la hoja primero en el pecho de Carlos y después en el abdomen, en el costado, en el hombro y en cuanto lugar pudo acceder antes de que Carlos se desplomase abatido.

Ella misma llamó a la policía y denunció lo sucedido. Las marcas y cicatrices  que decoraban buena parte de su cuerpo le serían de mucha utilidad a la hora de demostrar los malos tratos continuados y cuando le preguntasen porqué no había denunciado nunca a su marido, únicamente diría que Carlos había amenazado con matarla si se le ocurría llamar al 016.

Ahora a esperar a que la justicia ratificará todo lo que el gobierno pretende hacernos creer sobre los derechos de las mujer. 

En lo que llegaba la patrulla de la policía nacional destacada al domicilio, Marina se preparó un gintonic. Carlos tenía muy buen gusto con las ginebras de importación.



martes, 8 de septiembre de 2020

Me muero


 

Hoy me he dado cuenta de una gran realidad, me estoy muriendo.

Todos nos estamos muriendo pero no os asustéis, no se avecina un holocausto nuclear, un Armagedón o el tan temido apocalipsis.

Desde el primer segundo de nuestras vidas nos comenzamos a morir y aunque suene algo contradictorio o incluso paradójico, cuanto antes aceptemos esa realidad antes podremos empezar a disfrutar realmente de nuestras vidas.

Llevo más de cuarenta años muriéndome y aunque está siendo una dulce agonía, el final que me aguarda es el mismo que os aguarda a todos vosotros: Un día cerraré los ojos y jamás volveré a abrirlos.

Durante este tiempo he asistido a la muerte de muchos seres queridos, he llorado, me he enfadado con el universo y he maldecido a quien decidió llevárselos pero la pálida señora tan solo hace su trabajo y por cierto, lo hace muy bien.

No sé en qué condiciones estaba cuando se decidió a firmar un contrato abusivo que la obliga a trabajar veinticuatro horas al día los siete días de la semana y los doce meses del año, sin vacaciones ni festivos y con una disponibilidad total para ejercer en cualquier parte del mundo.

Y nosotros nos quejamos de nuestras condiciones laborales y presumimos de los logros conseguidos en cuanto a los derechos de los trabajadores. La hemos abandonado y no hay gobierno progresista,enlace sindical ni político alguno que abogue por la lucha de sus derechos.

Cuando nace un niño es normal escuchar a las personas que van a visitarlo al hospital donde su madre decidió dar a luz lo bonito que es, lo mucho que se parece a su padre o a su madre, lo bonitos que tiene los ojos o lo lleno de vida que está.

Pues si…está lleno de vida pero cada parto es una vuelta a la clepsidra y en el momento en el que la criatura sale al exterior comienza a vaciarse la arena de su reloj y a caer en el lado donde se irá amontonando hasta que caiga el último grano y se termine todo.

Los familiares se empeñan en abrigar al recién nacido, alimentarlo y protegerlo de cualquier peligro pero lo siento mucho, nacemos condenados y tan solo varia el plazo para la ejecución de la condena.

Creo que en estos tiempos que corren, la esperanza de vida humana ronda una media de ochenta y tantos años, eso si no participan factores como conflictos bélicos, pandemias, desastres naturales y demás estrategias de la pálida señora para aligerar trabajo y cumplir cupos y plazos de entrega.

Es curioso porque cuando alguien sobrevive “milagrosamente” a un accidente o una enfermedad la típico es que alguien le diga al superviviente: “Aún no era tu momento”. Claro que no lo era pero no nos entreguemos a conceptos absurdos como la suerte o el destino, ya lo dijo Peter O¨toole en Laurence de Arabia: “Nada está escrito”.

Seguramente a la muerte no le cuadraba llevarse a esa persona en ese momento porque estaría de trabajo hasta arriba y aunque tenga un poder prácticamente ilimitado, en ese “prácticamente” van cosas como esta.

Hagámonos a la idea, nos estamos muriendo.

Es muy normal y muy humano el fantasear con cómo será todo el día que muramos.

Alguna vez me he sorprendido pensando en quien acudirá a mi funeral, si tal persona o tal otra llorará al verme en un ataúd y si acudirá mucha o poca gente a mi entierro.

Soy cristiano y mi muerte llevará aparejados ciertos ritos funerarios entre los que habrá una misa funeral, un entierro del ataúd con mis restos o de la urna con mis cenizas y esperemos que un responso amable en el que se cite alguna particularidad reseñable de mi persona o de mi vida.

Me gustaría que se me enterrase junto a los míos que ya se han ido marchando por delate, supongo que a poner la sombrilla pues la otra vida debe de estar como Benidorm en agosto.

Soy cristiano más por egoísmo que por otra cosa, pues espero la vida en un mundo futuro y si mi representante legal en el denominado “Juicio final” está acertado en su alegato, igual me gano una plaza en el paraíso, aunque sea tan solo de unos metros cuadrados, que no quiero ni imaginar cómo estará el metro útil allí.

Puede que se me asigne un abogado del turno de oficio y que por exceso de casos no pueda preparar el mío correctamente y al final se me meta en una “grillera” celestial que me lleve esposado directamente al infierno.

Cómo siempre he sido muy cocinillas lo de pasarme el día con un tridente junto a las calderas donde se ponen al “baño María” las amas de millones de pecadores, no se me antoja tan horrible. Será como participar en un “reálity” del estilo “Top Chef” o “Pánico en la cocina”.

En otras religiones dependiendo de cómo mueras se te garantiza un paraíso con docenas de vírgenes a tu disposición y cosas por el estilo pero si en este valle de lágrimas ya he tenido un divorcio no me quiero ni imaginar lo que sería pasar la eternidad con tantas mujeres a las que tratar de hacer felices, conociendo mis limitaciones.

Espero que no se me entierre con un sudario blanco, eso de cara a aparecerse por las noches y dar sustitos está fenomenal pero estilizar, lo que se dice estilizar, estiliza más bien poco y soy un poco esclavo de la moda y de la estética.

Si lo recuerdo el día que escriba mis últimas voluntades dejaré bien claro que quiero que se me entierre con unos pantalones pitillo y una camiseta negra ajustadita, que aunque tiene cierto toque de pandillero americano, lo cierto es que favorece bastante.

Que no me pongan monedas en los ojos ni me los cierren. Creo que el monopolio de Caronte pertenece a otra cultura y estaré exento de abonar las tasas de ese viaje.

Además y para qué negarlo, lo único que me gusta de mis rasgos físicos son mis ojos, de un azul intenso y sería una lástima que me los cerrasen pues aunque tenga la mirada fija y vacía tan característica de los cadáveres, al menos no me molestará la luz directa y no tendré que utilizar gafas de sol, así que podré lucir ojazos ante aquellos que se acerquen a darme su último adiós.

¡¡¡Qué no es un adiós, que es un hasta luego!!!

No sé cómo ni donde pero fijo que volveremos a vernos.

Solo hay que esperar tranquilamente, por eso estoy intentando decidir si quiero un ataúd cómodo y con ventilación o si me decanto por una incineración completa que me permita ocupar poco espacio durante la transición.

Luego no habrá problema porque se supone que es nuestra alma la que tiene que acudir ante el divino tribunal, no nuestro cuerpo decadente y de segunda mano.

Quiero donar mis órganos a ver si eso me sirve de atenuante ante la justicia celestial y me computa como arrepentimiento y buena conducta.

Yo por si acaso en vida voy a tratar de hacerme un buen expediente por lo que me paso el día ayudando a viejecitas a cruzar la calle y bajando gatítos de los árboles. Todo suma.

Ante todo amigas y amigos (esto de la paridad me está matando, valga la redundancia) no es preocupéis que esto de la vida debe de ser realmente un valle de lágrimas o dependiendo de vuestra suerte una especie de alojamiento en Marina Dor, ciudad de vacaciones.

Tratad de disfrutar a tope, pero con juicio (disfrutad con moderación, es vuestra responsabilidad) de estos añitos aquí y cuanto antes asumáis que está “todo el pescado vendido” de antemano, antes alcanzareis lo más parecido a la felicidad o al menos la tranquilidad de saber que no os va a hacer falta gastaros un dineral en clionizaros como Walt Disney.

Si Marujita, Sara o Liza se hubiesen concienciado a tiempo de estas cosas se habrían ahorrado una fortuna en retoques.

Nos vemos, con un poco de suerte “a la derecha del padre”.

 

 

 

 

lunes, 7 de septiembre de 2020

Sabotaje


 Sócrates apuró de un largo tragó el tinto que le había servido Natividad, la dueña de La parra  y extendió sobre la mesa de la tasca el plano del fuselaje del Heinkel 111 que "retocarían" en el aeródromo Virgen del Camino. Sus compañeros de faena y de ideales, los obreros ferroviarios movilizados y reconvertidos en mecánicos de aviación, José y  Rafael estudiaron con atención las piezas que habrían de manipular para que los tripulantes del aparato no se percatasen del sabotaje hasta que fuera demasiado tarde.

El bombardero de la Legión Condor había sembrado de muerte la cornisa del cantábrico y desde hacía unos días se estaba recreando con los pueblos de la montaña oriental leonesa, donde los maquis se habían hecho fuertes frente a las tropas sublevadas. Las unidades de regulares que Franco había enviado para acabar con los guerrilleros acusaban en exceso el frío invierno de la montaña y lo duro del terreno. La derrota de Peña Corada había dolido de verdad en el cuartel general de León y, el caudillo de España por la gracia de Dios, ordenó a la aviación que arrasara la zona para demostrar a los maquis que no toleraría revueltas ni insurrecciones de ningún tipo. Pero menudo son los montañeses. Ocultos en los bosques, compartiendo las noches con osos, lobos, jabalíes, corzos y rebecos, fumaban ocultando la lumbre del pitillo entre las manos y bromeaban entre ellos apostando quien cazaría más "moritos" cuando cesaran los bombardeos y los oficiales de las tropas de África ordenasen el avance de las tropas.

De vuelta en el aeródromo los saboteadores republicanos se aplicaron al trabajo de destornilladores y alicates y perfeccionaron la jugada de tal forma que al colocar la escalerilla para que el capitán Von Runier subiera a la cabina a comprobar los controles, todo estaba ya listo para que el avión alemán no regresara jamas a la base.

Antes de mediodía los seis tripulantes teutones ocuparon sus puestos en las carlingas y el avión conocido como "lobo con piel de oveja" que nació supuestamente como avión de transporte para burlar el Tratado de Versalles, inició el despegue para llevar a cabo otra misión de castigo en la zona de Cistierna.

La hábil manipulación de pistones y correas comenzó a dar su fruto cuando el bombardero sobrevoló Argobejo y aunque el capitán Von Runier, condecorado con la Cruz de Hierro por su pericia en combate , no cejó en su empeño de remontar el vuelo, el Heinkel 111 se estrelló en el desfiladero de Ocejo de la peña, estallando al explosionar su mortífera carga contra la tierra leonesa.

Los maquis de la zona aplaudieron entre vítores y se pasaron las botas de vino con festiva algarabía. 

El operador de radio del aparato había tenido tiempo de transmitir un S.O.S a la base y de explicar la inusual avería, lo que llevó a la policía militar de la base a iniciar una rápida investigación y tras identificar a los hombres que se habían ocupado de la puesta a punto del aparato,detener a todos los mecánicos acusándolos de sabotaje.

Semanas después, apoyado contra la tapia del cuartel de infantería de León, con los ojos al descubierto tras haber rechazado que se los vendaran, Sócrates sonrió sabedor de que había salvado muchas vidas entre los montañeses y la fauna de la zona. Lo que no habían conseguido las incursiones musulmanas hace mil años, no lo habrían de conseguir los legionarios y regulares venidos también desde África para derrocar la república.

El teniente al mando del pelotón ordenó a sus hombres ejecutar la sentencia.