Dios (o Diosa, que hay que ser paritario) me regaló un recital directo al corazón y al alma que suturó de inmediato todas mis heridas abiertas y me sucedió algo parecido a cuando me enamoro de verdad, que fue sentir un inmenso deseo de ser mejor persona para ofrecer lo mejor que pueda dar.
Era un trato justo, porque tanto mi amigo y hermano Oscar lobete, como el impresionante tenor italiano Fabio Armigliato, el talentosísimo pianista argentino Fabrizio Mocata, el guitarrista flamenco, que destila arte por todos sus poros, Juan Carmona y la elegante y maravillosa cantante flamenca Almaria me aportaron lo mejor de ellos mismos a través de sus voces y de sus dedos.
Si a todo esto le sumamos la danza del matrimonio que bailó tangos en escena y la geniál aportación al recital de nuestra paisana, la actriz May Rios, podréis comprender que la emoción vivida ayer, fuese aumentando con cada minuto de recital.
Y este blog en el que escribo no es solo un campo de pruebas para mis proyectos literarios, es el diván de psiquiatra donde suelto mis emociones, mis miedos, mis alegrías y mis anhelos y donde a través de una catarsis literaria, le saco brillo al interior de mi pecho, tan cubierto de polvo del asfalto y de los cementerios.
Y no solo tuve la suerte de asistir al recital sino que además y por trabajo, pude conocer a todos los artistas y disfrutar de los minutos de entrevistas en primer lugar y luego, de charla y vinos de la Ribera del Duero.
Al concierto me acompañaron algunas de las personas más importantes de mi vida y cuando Fabio entonó los temas que descubrí de pequeño con mi padre y que me recordaban a él, mi hadangel particular me ayudó a enjugar las lágrimas y me acarició la mejilla, reconfortándome con su cariño.
Además tuve la suerte también de compartir fila de butacas con mi profesora de escritura creativa y dos compañeros de talleres literarios y podiums en certámenes.
Además encontré entre el público a aquella mujer con la sonrisa más hermosa del mundo que un día me quiso y que me dedicó una de las más grandes y, un abrazo a la altura de sus sonrisas.
Fue una noche muy completa, me sentí feliz durante más de dos horas y aunque ya ha pasado esta noche, me emociona ver que mantengo el contacto virtual con estas grandes personas a las que respetaré y admiraré siempre.
Cada vez soy más seguidor de la teoría de la compensación, esa que hace que por una sombra, termines encontrando una luz maravillosa.