Una vez más las letras de este impresionante poeta urbano parecen estar escritas para acompañar mi realidad, mi emoción y mis textos. Me pasa con él exactamente lo mismo que he sentido al escuchar algunos temas de Ryden y de Residente. Los escucho, los siento míos, los amoldo a lo vivido y a lo que quisiera vivir y los convierto en partes de mi historia y de mis recuerdos. Mi historia...
Ayer se cumplieron once años del que quizás fue el momento más duro de mi historia, y el verdadero punto de inflexión que me ayudó a despojarme de mucho de lo que me lastraba como persona y a correr más libre, más seguro, más completo. Ayer esta efeméride me alcanzó en Toledo y allí entre en una iglesia a darle gracias a mi Dios, a mi familia, a mis amigos y a la gente que quiero, porque como canta El Chojin yo soy yo y la gente que quiero, y sin la gente que quiero soy un ser incompleto.
Gracias. A todos. Por tanto. Por todo.
He aprendido a decir gracias, pero también aprendí a decir los siento, y a pedir perdón. Quizás este aprendizaje salvaje y realmente duro ha sido tan necesario como eficaz para ayudarme en mi empeño de convertirme en el mejor Juan que pueda llegar a ser. Y ese Juan estará construido por lo mejor de lo que me ha regalado ese verdadero ejército de personas maravillosas que se negaron a verme morir y que con sus oraciones, su energía y sus buenos deseos, consiguieron que regresara de esos minutos de muerte clínica y que despertara de esa semanita durmiendo junto a la pálida señora ese sueño difícil y complejo al que llamamos coma.
`Ya está. La vida pasa y pesa, pero gracias a Dios todo sigue girando y aún tengo mucho que vivir, que disfrutar y que sufrir. Aún tengo mucho que contar y que escribir.
Pero aprovecho este blog para dejar constancia de algo, SOY UN TIPO TAN AFORTUANDO COMO AGRADECIDO, y siempre pago mis deudas, y cumplo mis promesas.
Dumas se cansa de escuchar en bucle la canción de los Radiohead que suena como tono de llamada en el teléfono del inspector de homicidios que decidió adoptarlo y compartir espacio, vida, tiempo y cariño con él. Creep le gusta mucho, pero una vez tras otra y con la calidad de audio de un smartphone resulta demasiado cansino incluso para un gato común europeo de menos de un año. En un alarde de valor salta sobre el pecho de su humano de compañía y acomodándose junto a su rostro comienza a ronronear con tanta fuerza que el inspector Pinacho termina despertándose.
Al recuperar la conciencia, Iván acaricia al gato que ha decidido que ya es hora de arrancar la jornada y escucha la persistente llamada que anuncia el teléfono sobre la mesilla de noche, junto al paquete de Chesterifield y a su Pietro beretta de 9mm.
Al hacerse con el teléfono y con un cigarrillo y el mechero, y no por ese orden precisamente, Pinacho lee en la pantalla, Salomé, y descuelga de inmediato sorprendido pro su temprana llamada.
—Todavía no han pasado las burras de leche, Salomé—ironiza el servidor de la ley aspirando una intensa calada de la sustancia que terminará con su vida si no lo hace antes una bala, un cuchillo o un mal golpe en alguna zona vital —. Ya me dirás que tripa se te ha roto a las siete y media de la mañana.
—Buenos días también para ti, Pinacho—gruñe Salomé indignada por la respuesta del rubio agente de homicidios—. A mi no se me ha roto ninguna, pero a cierto fulano de tez extremadamente picada por la viruela, que me aguardaba con una navaja de barbero en la zurda oculto tras uno de los pocos coches que ya estaban aparcados en el parking de las oficinas de la empresa, se le ha roto un poco el cuello.
Pinacho sabía que Salomé era mucho algo más que una agente de inteligencia y cuando le comentaron que había sido una de las más eficaces agentes de campo de la organización, sabía que se refería a cosas como esa.
—Imagino que los de casa ya se habrán desecho del cadáver.
—No te quepa duda—confirma Salomé—, han tardado menos de veinte minutos en acudir con una motocicleta de gran cilindrada, una chupa de su talla y un casco integral para hacerse con él y simular un mortal accidente de tráfico en la vecina ronda VA30.
—Da gusto lo bien que se trabaja en este país—ironiza Pinacho apurando una nueva calada del pitillo—. Y al margen de lo de tu nueva muesca en la culata, ¿tienes algo más que contarme?—pregunta mientras aparta con delicadeza a Dumas y se levanta para prepararse el primer café de la mañana.
—Pues claro, majete, a ver si te crees que lo que más me gusta a estas horas del día es escuchar tu voz. El hecho de que este individuo al que los compañeros de la científica ya han podido identificar se haya acercado por SVAE con la intención de presentarme sus respetos no ha sido casual. Al registrar su cadáver y encontrar su teléfono, hemos hecho un volcado de las conversaciones de wasap y en una de ellas hemos localizado un mensaje con la lista de objetivos que le habían notificado, en la que además de mi, estabais tu y tu querida compañera.
Al escuchar esto Pinacho tuerce el gesto. Si han incluido en la misma lista de objetivos sus nombres junto al de aquella agente trabajando de incógnito como encargada de una empresa de asistencia virtual, es obvio que han descubierto su relación. Y eso no quiere decir otra cosa que hay un topo en El faro del norte, y que la nueva mafia de muy lucrativa actividad delictiva, descubierta a raíz de haber eliminado a aquel sujeto en el hall de su casa, no está dispuesta a renunciar a la impresionante fuente de información que han encontrado en las llamadas de los angustiados vecinos que solicitan un técnico, un fontanero, un persianista, un electricista, un cristalero o al profesional del gremio oportuno para solucionar los más inmediatos problemas en alguna de los cientos de comunidades de vecinos interconectadas con los asistentes virtuales que trabajan a las órdenes de Salomé.
—Ulises me ha pedido que te avise, y de paso me dado una orden que creo que no te va ha hacer ninguna ilusión.
—Dispara—dice Iván mientras bebe un primer trago del negro café costarricense recién hecho.
—Se me ha ordenado que Clara entre a trabajar con nosotros como teleoperadora del turno de tarde. Quiere que ella misma contraste llamadas conmigo y que te facilite algunas cosas.
—Joder—brama Pinacho—éramos pocos y pario la abuela.
—A mi tampoco es que me haga una ilusión loca, ricura, pero ya sabes, donde hay patrón no manda marinero. Además tras haber estudiado vuestras hojas de servicio, imagino que esto será cuestión de meses o mejor aún, de semanas como mucho.
—No creo que te haga falta que te explique la teoría de la relatividad, Salomé, ni lo mucho que vamos a disfrutar de cada segundo de los que nos toque emplear en resolver este caso, pero te aseguro que será mejor que esta calaña que pretende desvalijar a nuestros queridos conciudadanos contratase un seguro de vida lo suficientemente generoso como para dejar cubiertos a sus hijos en caso de toparse conmigo antes de haber podido saborear el segundo café de la mañana. Ahora te dejo—se despide—voy a llamar a la inspectora Nogueira y a ponerle al corriente de las novedades.
—Haz lo que consideres oportuno, Pinacho, pero no dejes de seguir los protocolos que marca la organización para que todo salga de la mejor de las maneras posibles.
—No te preocupes, reina, así lo haré.
Tras colgar el teléfono acaricia a Dumas entre las orejas y enciende otro cigarrillo. Una ducha de agua fresca que tonifique sus músculos y un poco de contorno de ojos, le devolverán un aspecto más o menos agradable. Eso y una camisa limpia a juego con sus azules ojos de niño bueno.
A veces da algo de pereza afrontar el día, y hoy le apetece más bien poco vivir, pero bueno, esto es parte del trato.
Aunque sinceramente...no estoy muy seguro de sentirlo de verdad.
No quería hacerlo, pero no me has dejado otra opción. He tenido que matarte, he tenido que hacerte mucho, mucho daño, pero como es algo irreal y literario, que tan solo sucede en negro sobre blanco, no estoy infringiendo ninguna ley, tan solo la que me conmina a perdonarte o a poner la otra mejilla. He tenido que escribirte el más cruel de los sufrimientos que he sido capaz de escribir, más cruel aún que cada uno de tus falsos te quiero, y me has obligado a disfrutar con ello. Y mucho me temo que aunque me arrepiento de haber sido capaz de conjugar tanta maldad en presentes continuos, participios y gerundios, algo me dice que volvería a hacerlo.
En el pasado te escribí las palabras mas bellas, de hecho recolecté aquellas más delicadas y más hermosas, las mejores, aunque entonces ninguna me parecía lo suficientemente buena para describir lo que me ardía dentro del pecho cada vez que cruzaba la mirada contigo, pero me enseñaste a dejar de querer, y yo que pensé que no sabía hacerlo y que nunca sería capaz de aprender a renunciar a un recuerdo bonito. te odio por haberme enseñado a odiar, y te maldigo por haber conseguido que te maldiga en todas mis lágrimas.
Al escribir la última frase Laertes, asiente con la cabeza en el universo paralelo en el que obedece a quien escribe su realidad cotidiana, arranca la cuartilla del cuaderno y sin detenerse siquiera a rubricar esta carta sin destinatario ni remitente, la clava al pecho del cadáver de la mujer que un día lo llevó a plantearse cambiar de vida, renunciar a la violencia y abandonar todas las sombras entre las que había construido su realidad, su razón de ser y su futuro.
La conoció por avatares del destino y por avatares del destino la besó por vez primera. El destino también hizo que ella amaneciera en su vida un día tras otro y el destino, que es tan juguetón como tramposo y mal perdedor, lo empujó a apretar el gatillo y a atravesarle el cráneo con una bala de 9mm cuando la suerte estaba echada, los hados se habían rendido a las evidencias y el último beso sabía a traición, a veneno y a otros labios.
El destino de Laertes es rubio y tiene los ojos azules y tristes, pero muy expresivos, escribe en cuanto tiene un minuto que robarle a sus obligaciones y sabe que es el único dios de un universo imaginario en el que su voluntad es ley.
Al fin y al cabo Laertes lleva años viviendo de una de las profesiones más antiguas de este mundo, la de asesino a sueldo, y sonríe al pensar que ha sido a un tiempo sicario, cliente y víctima, juez jurado y verdugo, y que pese ha haber desempeñado tantos oficios al tiempo, no ah cotizado por ninguno de ellos, ni malgastado un euro.
Antes de arrojar el cuerpo al interior de la pira preparada para tal fin, le echa un último vistazo. Aparentemente es una mujer de la que cualquiera podría haberse enamorado, pese al rigor mortis, pero esas adorables facciones ocultan el verdadero rostro del súcubo más feroz que jamás poseyó a una mortal.
Ya está. Alea jacta est.
Laertes enciende un cigarrillo con su viejo y fiable mechero de gasolina, aspira profundamente la primera calada y se gira abandonando aquel tétrico ritual en el que junto a ella quema los restos de un corazón que un día amó más de lo que jamás ha amado un corazón en este sistema solar. Se permite el lujo de una única, solitaria y extremadamente salada lágrima, se promete no volver a enamorarse jamás y durante un par de segundos acaricia la culata de su Pietro Beretta planteándose pegarse un tiro allí mismo y terminar con todo. Pero la vida sigue. Como escuchó una vez y escribió mil veces, la vida pasa y pesa. Pero sigue, y Laertes decide seguir respirando, pase lo que pase y le pese a quien le pese. O al menos eso es lo que decide su destino, su hacedor y su sacra némesis antes de guardar el archivo y apagar el ordenador.
El inspector del grupo de homicidios de la policía nacional de Valladolid, Iván Pinacho, comenzó a atar cabos al abrir la puerta al reparador del seguro con el que la administración de fincas que gestiona los siniestros en su comunidad de vecinos, había contratado la póliza multirriesgo de hogar. Mientras esquivó el afilado destornillador que el falso operario trató de hundirle en el pecho, Pinacho pensó que sinceramente, había riesgos que no cubría ninguna póliza. Durante el forcejeo con el violento supuesto trabajador del seguro Pinacho se vio obligado a recurrir a las técnicas de defensa aprendidas en las fuerzas especiales, y con un movimiento preciso rompió el cuello de su adversario causándole la muerte inmediata.
El cuerpo del otrora temible delincuente Milas Djuvick, ex combatiente de las milicias serbias y prófugo de la justicia al estar relacionado con distintos robos violentos en propiedades de familias acaudaladas de la provincia de Valladolid, yacía en el hall de entrada del ático que Pinacho, concediéndose un capricho que le llevó a desposarse con una entidad bancaria durante no menos de treinta años y un día había comprado en uno de los edificios más emblemáticos, pintorescos, mejor situados y lujosos de la urbe, la Casa Mantilla.
No tardó en avisar del incidente a su compañera, la recién ascendida inspectora Nogueira, para que comunicara al forense y al juez de guardia esta simpática distracción que amenizaría la mañana del domingo obligando a todos los implicados en el futuro levantamiento el cadáver a cancelar los planes de vinos y tapas que tanto gustaban a la sociedad vallisoletana durante los festivos. Adiós al vermú torero con final feliz. Pinacho envió un wasap escueto e irrebatible a la pelirroja periodista de menuda estatura y gigantesca sonrisa que le había robado el corazón desde los sucesos de aquellos famosos Crímenes de temporada que lo convirtieron en el policía mediático que debió fingir su propia muerte para desaparecer de escena durante una buena temporada. Al cambio de identidad y de domicilio, añadió un tinte que disfrazó su rubio cabello con un tono negro azabache, lentillas oscuras y el perfecto afeitado de su añorado, representativo y muy característico bigote bicolor.
Se le permitió conservar su afición por esos incomprendidos felinos que habitan entre nosotros y para darle un punto de interés a esta nueva personalidad a la que le obligó la secreta sociedad El faro del norte, se hizo con Dumas, el adorable y muy juguetón gato común europeo con el que compartiría vida y aventuras.
Al identificar el rostro de Milas y adivinar el arma bajo la chaqueta, Pinacho asoció de inmediato lo curioso de su presencia allí con la detención hace unos días del ladrón de obras de arte Pablo Lacarra, instalando el video portero de otro de los edificios nobles y blasonados de la ciudad. Demasiada coincidencia.
Mientras se servía un deliciosos tinto cultivado y elaborado en Peñafiel por su amigo Alberto (el "Rula"), Pinacho respiró profundamente, extrañando el pitillo que hasta hacía unos meses acompañaba el disfrute de los caldos de la ribera.
Indudablemente aquí había caso.
Una cosa siempre lleva a otra y el inspector Pinacho y su compañera en el grupo de homicidios de la policía nacional de Valladolid, Clara Nogueira, fueron colocando con cuidado las piezas del puzle que descubrieron cuando Pinacho tuvo que matar en defensa propia al peligroso delincuente serbio Milas Djuvick en el hall de su propia casa. En efecto y como Pinacho intuyó de inmediato, el que este delincuente balcánico y el ladrón de obras de arte, Pablo Lacarra, operasen bajo la tapadera de trabajadores de distintos gremios laborales al servicio de unas cuantas administraciones de fincas, no se trataba en absoluto de algo casual.
Desde El faro del norte , la secreta organización al servicio de los intereses de España con la que colabora, tuvieron la cortesía de suministrar a Pinacho y su fiel compañera los informes necesarios sobre las actividades delictivas de algunos de los nuevos trabajadores en nómina de los más importantes administradores de fincas del país, que bajo el paraguas de una asociación cuyas siglas inspiraban en el policía de bigote bicolor divertidos y chabacanos juegos de palabras, amparaban sin saberlo los delitos más variopintos.
Desde luego tanto Nogueira como Ulises, allá en la dirección de El faro del norte, sabían que IESA era una asociación perfectamente lícita y más que necesaria en muchos momentos, pues al unir a los grandes administradores de fincas, optimizaban recursos y acumulaban conocimientos y experiencia de cara a solventar todo tipo de problemas cotidianos que surgen en las comunidades de propietarios.
Lo que no sabían en IESA es que las mafias internacionales se frotaban las patitas al haber dado con una pantalla de semejante tamaño, que no solo les permitiría blanquear capitales al firmar contratos perfectamente legales, sino que pondría a su disposición información de primera mano para localizar a sus víctimas y para que hicieran de los listados de propietarios y bienes un perfecto catálogo en el que deleitarse eligiendo a lo Ábalos los más hermosos y codiciados bienes.
Ulises comunicó a Pinacho que habían podido colocar una agente de inteligencia que desde su tapadera como coordinadora jefe de cuantos teleoperadores tramitaban las llamadas de los vecinos a las administraciones inscritas en la asociación, iba facilitando a los agentes de campo aquellos avisos que le resultaban excesivamente sospechosos. Y como era de esperar, Pinacho y Nogueira también formarían parte de la red a la que Salomé pondría al corriente al menor indició de delito.
Dos días después del incidente con el difunto ex militar serbio, y mientras el enamoradizo inspector cambiaba el arenero de Dumas, el gato con el que compartía casa, el teléfono móvil sonó sobre la mesilla de noche, ofreciendo varios compases del tema Crep de Radio head, mostrando en la pantalla el nombre que Pinacho pronunció al descolgar.
—Salomé, espero que tengas algo realmente interesante que contarme.
—No lo dudes, Pinacho—respondió la eficaz agente de inteligencia infiltrada en la empresa de teleasistencia más potente y mejor considerada del país—te acabo de enviar un correo en copia a Ulises con los protocolos que debéis de seguir Nogueira y tu para evitar la inminente ejecución en su chalé de La alcaidesa, de la familia de uno de los capos de los cárteles de la droga más poderosos de La línea de la concepción.
—Una vez más El faro del norte nos pide que actuemos fuera de nuestra jurisdicción—ruge Pinacho viendo venir nuevos problemas a cientos de kilómetros de su comisaria.
—Y una vez más la organización pondrá a vuestra disposición todos los permisos y todos los medios, incluso los humanos que más os gustan, o al menos que más le gustan a tu compañera—ironiza Salomé haciendo referencia a Mira, el tirador de élite con el que Nogueira vive un apasionado romance desde hace ya más de un año.
—Muy bien Salomé—contesta Pinacho algo intrigado de la dimensión que parecía estar cobrando el caso si necesitaban de la cobertura de Mira—llamaré a Nogueira y esperaré a que venga para leer juntos el mail y comenzar con los preparativos. Imagino que Ulises ya habrá hablado con el comisario Estévez. No podemos marcharnos a la costa del sol cuando no sale de las gónadas así por nuestra cara bonita.
—Por supuesto, Pinacho...en esta ocasión la empresa os ha adjudicado a ambos las vacaciones pendientes casualmente a partir de pasado mañana. Disfrutadlo y traedme algo bonito—ironiza Salome antes de colgar.
Pinacho vuelve a dejar el móvil sobre la mesilla, termina de acomodar el wc del gato y elige una botella de tinto de toro, el favorito de la inspectora Nogueira. Pone "Fugitiva", el nuevo trabajo en vinilo de los vallisoletanos Blow, en el equipo del salón, y se sirve una copa para catar el caldo antes de que llegue su querida mano derecha.
Disfrutan del vino, preparan el viaje y se despiden hasta la mañana siguiente, cuando puntuales, bien armados y decididos a cumplir con su misión suben al coche en el que aprovechan para repasar las directrices durante el trayecto.
—Con estas borrascas tan seguidas por toda la península, los amigos de lo ajeno tienen una continua jornada de puertas abiertas. —ironiza la inspectora Nogueira al revisar las estadísticas de los robos en viviendas denunciados en los cuatro últimos días.
—A nuestro regreso tenemos que cruzar los datos de los robos con los partes abiertos por las compañías de seguros en nómina de las administraciones de fincas que Salomé nos ha marcado como posibles tapaderas de las mafias del norte de Europa—decide Pinacho mientras indica su próximo giro a la derecha para abandonar la autovía de la costa del sol por la salida a la urbanización La alcaidesa, donde afrontarán la misión que los encomendó El faro del norte.
—Salomé ha sido muy explícita en sus instrucciones—comparte Clara mientras revisa el documento impreso en el que figuran los protocolos específicos a seguir por los dos inspectores vallisoletanos en misión especial.
—Al parecer y según lo que me ha contado Estévez, Ulises fichó a Salomé de entre los más competentes agentes del CESID, y más allá de su certeza diseñando planes de acción fue durante un tiempo una de las más eficaces ejecutoras de los asesinatos selectivos de la organización.
—Si Ulises la ha infiltrado en SVAE ha sido por algo. Viendo la dimensión que está tomando su impoluta teleasistencia virtual y lo mucho que está creciendo, que El faro del norte tenga a alguien de su categoría controlando los avisos que llegan desde empresas de peritos informáticos a Notarias, pasando por administradores de fincas, bufetes de abogados, empresas de telecomunicaciones o alojamientos turísticos no es algo baladí.
—Bueno —ruge Pinacho—por el momento ya nos ha organizado esta escapadita para eliminar quirúrgicamente y sin dejar rastro de ningún tipo al clan rival de sus confidentes en el narcotráfico de la Línea de la concepción.
—Recuerda que nos ha dejado bien claro la importancia de este asunto. Los Suero no son solo claves en la costa de Málaga y Cádiz, también son de vital importancia para el control del paso del Estrecho y ya sabes que la droga no es la mercancía que más preocupa a Ulises.
—Cierto, Clara, las mafias que trafican con emigrantes están saturando de pateras con cientos de africanos desesperados las costas granadinas y malagueñas al encontrar cerrada la ruta Canaria, y los Suero están siendo de mucha utilidad para frenar la ambición y la falta de escrúpulos de las mafias argelinas y magrebíes, que no dudan en sacrificar a cientos de seres humanos haciendo naufragar adrede embarcaciones atestadas de mujeres y niños con tal de distraer la atención de los narco submarinos y las planeadoras cargadas hasta los topes con sus fardos de muerte, que aprovechan el caos en alta mar para alcanzar su destino.
—Salomé ha sido bien explícita con esto. Hoy dejaremos claro al resto de clanes que los Suero son intocables. Mañana regresamos a pucela y ancha es Castilla. Además Mira y dos de sus compañeros cubrirán nuestros movimientos con sus fusiles de precisión y se asegurarán de que corramos los riesgos justos.
Clara cambia la expresión de los ojos al recordar al tirador de las fuerzas especiales que le ha robado el corazón y Pinacho sonríe al percatarse de ello.
—Una lástima que no puedas pasar con él un par de días después de cumplir con la misión. Estoy seguro de que os gustaría regresar al hotel en el que os alojaron tras el tiroteo durante el torneo de esgrima de San Pedro de Alcántara en el que terminasteis con los clanes rusos de la droga que querían afincarse en España.
—Pues sinceramente, aunque sé que sería feliz con Mira todos y cada uno de los segundos que se nos concedan juntos, preferiría pasarlos en Asturias. Ya sabes, Iván...Asturias lo cura todo—dice clara parafraseando a su hasta hace unos meses rubio compañero, quien se ha declarado un enamorado de Asturias en multitud de ocasiones.
—Todo menos una bala en el cráneo, una hoja afilada entre las costillas o la rotura de la columna vertebral a manos de un sicario bien entrenado—ironiza el inspector Pinacho complacido al ver que tras más de 800km de viaje han alcanzado por fin el destino—ahora al lio. Nos toca ganarnos el pan, librar al país de unos cuantos desalmados y cumplir con nuestro cometido.
Un buen puñado de horas después y tras deshacerse de los cadáveres de los narcotraficantes que intentaron terminar con la familia Suero en el fallido asalto al chalé familiar, esta vez es la inspectora de homicidios Clara Nogueira la que se ocupa del volante del Renault Kadjar camuflado que El faro del norte puso a disposición de los dos policías de incognito en su viaje al sur de España, y enfila el vehículo en dirección Valladolid.
—Sabes que como todo en esta vida, los viajes son más llevaderos con un poquito de música—comenta Iván a Clara a modo de indirecta que la subinspectora capta al vuelo.
—Está todo pensado, compañero. En cuanto entremos en la autovía pondré en el equipo una de tus listas de Spotify, seguramente Catarsis, que es muy variadita y tienes de todo.
—Desde luego contigo da gusto, Clara. Eres igual de válida para ponerme la canción adecuada que para descubrir una pista en el caso más complejo o para romperle el cuello a un sicario de la mafia rusa.
—Bueno, gracias, Iván, viniendo de ti es todo un cumplido, pero la verdad—declara la inspectora Nogueira realmente convencida de ello—si me dan a elegir prefiero pinchar en un chiringuito en la playa que andar por ahí pegando tiros, arrastrándome por escenarios del crimen o dándome de hostias con energúmenos con más músculos que cerebro.
Tras unas cuantas horas de viaje y según lo acordado con la organización secreta que trazó el plan de acción y dispuso todo para que pareciese un ajuste de cuentas entre clanes rivales, Pinacho y Nogueira estacionan el vehículo en el parking de la plaza mayor de Valladolid y dejan la llave dentro de la guantera antes de irse.
—¿Un Tigretostón en Los Zagales?—pregunta Clara con algo de gusa tras haber conducido más de 800km.
—Sabes que me cuesta mucho decir que no a cualquiera de las propuestas de Toño o de su hermano Javi, por lo que no va a hacer falta que insistas, ya me has convencido.
—Si es que tengo una labia...—bromea Clara guiñando un ojo a su compañero y amigo. Tras caminar unos metros por la Calle de La pasión los dos policías llegan hasta el establecimiento que está hasta la bandera de vallisoletanos y visitantes que se deleitan con una copa de vino de cualquiera de las cinco diferentes D.O que atesora la provincia, mientras saborean las exquisiteces gastronómicas en miniatura que ofrece la carta de Los zagales de la abadía .
Una amable camarera, sonriente pese a la saturación de trabajo, les llena las copas de Protos 24, uno de los tintos vallisoletanos favoritos de la inspectora. —Lehaim, clara. — dice Iván levantando su copa a modo de brindis—Por la vida ——traduce del hebreo—aunque debamos quitar más de una cuando la ocasión así lo requiere.
Clara brinda con su compañero y le guiña un ojo. Un par de copas de caldos de la ribera acompañadas por su maridaje gastronómico más tarde, los dos amigos se despiden al final de la calle Santiago, junto a la Plaza del poeta que ensalzó a Don Juan Tenorio.
Al acostarse con la satisfacción del deber cumplido, ninguno era consciente de lo que los aguardaba a la mañana siguiente, cuando Salomé llamó con insistencia al teléfono del otrora rubio policía hasta conseguir sacarlo de la cama.
Gracias a Dios he encontrado una vía de escape en la literatura de ficción, y así, al descubrir esta sorprendente salida del laberinto de emociones en el que desorientado me perdí hace demasiado tiempo ya, comencé a escribir novelas.
A pesar de todo me cuesta demasiado ignorar mis circunstancias, alejarme de mi realidad y bucear en otras aguas menos turbias. Y por eso no soy capaz de terminar la única novela en la que su protagonista y yo no tenemos absolutamente nada que ver, ni física, ni mental ni emocionalmente. En su lugar me concedo prórrogas y rescato al alter ego que me ha servido para matar a cuantos quiero ver muertos, incluso a mi mismo, y para amar a quien no supe amar fuera del papel impreso. Escribo porque vivo, y vivo para escribir, aunque esta puta pescadilla no deje de morderse la cola.
Hace ya mucho, mucho tiempo, escribí que cuando quería hacerme daño, hacía introspección, y es por eso mismo por lo que huyo de profundizar en los caminos de mi interior, y prefiero sacar la cabeza y pasear por los senderos de quien no supe, no quise o no pude ser. De alguna manera escribiendo me aplico vendajes, suturo heridas, alivio el dolor y me perdono esos errores que no dejo de cometer.
Juntando letras las cosas duelen menos. Juntando letras aún creo tener al menos una posibilidad, y la esperanza y la ilusión se mantienen en alto.
Mientras sea capaz de formar palabras, la vida seguirá teniendo sentido. Y es por eso por lo que vivo, luego escribo, y escribo para sentirme vivo.
Un año le duró la alegría al caudillo Abderramán, que no dudó en trepar sobre los cadáveres de sus soldados que inundaron el foso de la bien cercada y así, a costa de miles de valientes muertos bajo el acero cristiano, hacerse con las puertas de la ciudad. Los pocos defensores de Zamora que sobrevivieron a esta batalla y pudieron ponerse a salvo junto a los ejércitos cristianos, se unieron a las tropas del Rey Ramiro y se juraron recuperar la ciudad mientras les quedase una sola gota de sangre en las venas. Poco menos de un año más tarde, muchos de los guerreros que pronunciaron aquel juramento, entre los que se hallaba la heroica doncella soldado conocida entre los caballeros y nobles zamoranos como la dama Roferre, brindaron por la victoria, por las almas de los suyos caídos en combate y por la gracia de Dios.
Roferre, hija de un bravo noble castellano que falleció pocos años antes de la invasión musulmana, no dudó en vestir la armadura de su padre y en tomar su espada y su escudo para defender a los habitantes de su querida Zamora, y destacó entre todos los caballeros cristianos al demostrar que lo importante no era si bajo la cota de mallas latía un corazón masculino o femenino, sino la bravura de sus actos, el acierto de su estrategia y el coraje de su alma.
Muchos de los considerados entre las huestes cristianas más valientes y esforzados guerreros, rindieron sus lanzas al paso del caballo de Roferre, tras haberla visto combatir al moro y expulsarlo del convento de extramuros donde se habían refugiado los hijos de los campesinos y aldeanos que al ver llegar a los jinetes sarracenos, corrieron a encerrarse allí.
Roferre tiñó de sangre árabe la armadura de su padre junto a las puertas del convento, y consiguió la victoria gracias al valor y la determinación de su brazo al servicio de su dios y sus vecinos, y en honor a la memoria de su añorado maestro y padre.
El mismo rey Ramiro, admirado por su valor y prendado de su belleza, le ofreció en recompensa por su gesta cualquier cosa que pidiera, pero ella declinó el premio y tan solo reclamó del rey, la potestad para educar y formar a cuantos de entre esos niños y niñas rescatados de una muerte segura, quisieran tomar las armas. El rey entonces la nombró paladina de los más jóvenes y algo menos de doce meses después, durante la batalla de Simancas por la que se derrotó al caudillo Abderramán y se recuperó Zamora, el regimiento de Roferre, integrado por algunas de aquellas niñas rescatadas entonces, se laureó en el combate y contribuyó de una forma clara a la victoria del rey.
La historia de mi país se cimenta también con el hierro de sus valerosas mujeres.
Con la película Memorias de África comparto la admiración de sus protagonistas por un continente que acoge las más impresionantes especies animales, y que fue la cuna de la que insiste en creerse la especie superior.
Estos microrrelatos están dedicados a África
Grandes felinos
Viajó a África para cumplir un sueño. Durante muchos años se
formó en la universidad y en centros especializados para poder trabajar con los
grandes felinos que habitan el continente africano. Consiguió una beca que supo
le cambiaria la vida. Y vaya si se la cambió.
La embajada española en Sudáfrica repatrió el cadáver del
joven e imprudente zoólogo que cometió la imprudencia de creer que los leones
de la reserva no eran otra cosa que gatos grandes.
Un diamante es para siempre
O al menos para treinta años y un día, que fue la condena
que el tribunal internacional que juzgó sus delitos decidió aplicarle tras
probarse con hechos fehacientes y testigos de cargo que aquel reo de la
justicia había asesinado a un exportador de diamantes de Namibia, y le había
arrebatado más de quince ejemplares de la mayor calidad.
No se han encontrado aún las piezas sustraídas y el preso
sabe que no las encontraran nunca. Solo tiene que esperar, pero la espera
merece la pena.
Diosa de ébano
Aquella preciosidad de El Congo que le robó el corazón llego a España apenas un año antes de que sus ojos se cruzaran con los suyos en
aquel mercadillo de artesanía, instalado en la plaza mayor del pueblo durante
las fiestas patronales.
La belleza de ébano que lo cautivó con su impresionante
sonrisa y su mirada arrogante exponía piezas talladas en hueso. Eran casi tan
bonitas como ella. Compró dos collares y una pulsera y le entregó sin dudarlo
los treinta y cinco euros que ella le reclamó. Y su corazón.
Cada mañana al despertar a su lado y verla dormir
abrazada a él, dagracias a su dios, a los dioses a los que ella adora, y a
quien quiera que sea el que maneja los hilos desde el mismo cielo que cubre
África y Europa, por haberle concedido esa bendición hecha mujer.
En la década de los 80 el ser humano ya había aprendido a temer a la IA y una buena prueba de este temor es la película de James Cameron The Terminator , cinta en la que por primera vez se nos habla de Skynet, la peligrosa Inteligencia Artificial creada por el hombre pero que al evolucionar y desarrollarse decide prescindir de su creador y orquesta el fin de la humanidad optimizando los recursos de destrucción del planeta a través de una devastación nuclear sin precedentes.
Acojona. Y mucho.
Hace unos días tuve una interesante conversación virtual con una ex alumna de mi curso de dramaturgia en Simancas, en la que me razonó su postura con un argumento en el que no había caído, y que no es otro que si el ser humano utiliza la IA para garantizarse su supervivencia tendremos a nuestro lado al más poderoso aliado. Que debemos trabajar en nutrir a la IA de cuantos sueños, ilusiones y esperanzas podamos para que nos ayude a alcanzar nuestros objetivos.
Así no solo es que ya no acojona, sino que ilusiona.
Hace ya tiempo que aprendí a reconocer mis equivocaciones, a decir que estaba equivocado y a poner toda mi energía en aprender de los errores, y mucho me temo que me he obcecado en ver tan solo las sombras que acompañan a la inteligencia artificial renunciando al resplandor de su luz, y en efecto, el futuro puede ser increíblemente luminoso.
Tan solo debemos procurar que los objetivos de la humanidad caminen en la misma dirección y que realmente esos valores de igualdad, fraternidad y libertad queramos hacerlos verdaderamente universales y no pretendamos que como sucede en la actualidad, el 20% de la humanidad controle el 80% de la riqueza del planeta.
Si no nos despojamos de ambición y de egoísmo, da igual el nombre que le pongamos a la forma de terminar con todo, Skynet, IA, Enola Guy...
Supongo que no soy el único que siente que le han acribillado a balazos con munición de embustes, y que le han atravesado de parte a parte con la bayoneta de la traición que calaron sobre la bocacha del fusil de un amor de saldo.
Sé que no soy el único al que han sabido desarmar con falsos te quiero, y por eso mismo he escrito una y mil veces que no tengo el monopolio del dolor ni la exclusiva de la angustia. Tan solo enfermo al chupar el veneno de las viejas heridas y tratar de escupirlo lejos, siguiendo el precepto de que la vida sigue, pero siempre quedan restos de recuerdos infectados en los labios y es entonces cuando me juro no volver a echar la vista atrás, y no volver a creer a quien me diga que me quiere sin mantenerme la mirada, y tras sellar con lágrimas el juramento, aprovecho para desahogarme en negro sobre blanco y me siento a escribir mojando una vez más la pluma en el tintero del alma y permitiendo que todo fluya. Y agradeciéndole a Dios que me concediera la capacidad de juntar letras y gritar en esdrújulas, sufrir en tercetos y morir en cada punto y a parte, para volver a nacer una y otra vez con cada nuevo párrafo.
Quizás por eso digo siempre que para mi escribir es una necesidad vital. Porque si no pudiera escribir preferiría estar muerto.
Puede que en futuras vidas la inteligencia artificial sea capaz de sentir y de comprender por mi, e incluso me ayudará a recuperar la fe en el amor, y la esperanza en un paraíso junto a Ella. Pero aún soy de aquellos que prefieren cometer errores evidentes, resbalar sobre las baldosas mojadas de una sonrisa de medio lado y besar los labios equivocados. Aún soy de aquellos que insisten en enamorarse aún a sabiendas de que es un deporte de riesgo.
Es curioso esto de vivir, pero aún es más curioso esto de seguir vivo, pese a todo, pase lo que pase y le pese a quien le pese.
Y es una verdad como un templo, el miedo si puede te ahoga y más cuando no te aceptas, y como dice la canción, "te vistes de otra cosa". Y ya he cumplido 50 primaveras y estoy harto de probarme modelitos para ver si consigo gustar a los demás, olvidando en el armario el único traje hecho a la medida, el que cosieron para mi en la sastrería celestial, que lleno de los remiendos que intentaron prolongar su vida útil pese a lo duro de las caídas, de los golpes, de las heridas y las traiciones, y visiblemente desgastado por el paso del tiempo, sigue siendo el que mejor me sienta, aunque haya a quien no le guste.
El problema es que por intentar ser aceptado socialmente, emocionalmente, artística y laboralmente, fui yo el que decidió abandonarlo en su percha cubierto por una funda intentando protegerlo del polvo del adiós y de las polillas de la nostalgia.
Hoy lo he sacado del armario, me he cansado de intentar ser lo que los demás quieren que sea y voy a ser yo, pase lo que pase y le pese a quien le pese. Voy a desfilar orgulloso con este modelito que nunca pasará de moda porque lleva un pespunte de verdad a lo lago de las costuras, y aunque haya quien prefiera mirar hacia otro lado, lo siento mucho, pero la pasarela es mia.
Paso de tratar de embutirme en el conjunto de moda que nada tiene que ver con los principios ni con los valores con los que tejieron mi dos piezas de diseño.
Se acerca el momento de perder el miedo, de mirarme al espejo y de sentirme orgulloso de lo que veo, y de salir a la calle con la cabeza bien alta. Y al que no le guste, sencillamente que no mire. Hay muchos desfiles por ahí y mucho/a "modelo" deseando acaparar la atención y los flases.
Lo que tengo más que claro es que paso de ser un jodido embustero con el mundo, con la vida y conmigo mismo.