En la década de los 80 el ser humano ya había aprendido a temer a la IA y una buena prueba de este temor es la película de James Cameron The Terminator , cinta en la que por primera vez se nos habla de Skynet, la peligrosa Inteligencia Artificial creada por el hombre pero que al evolucionar y desarrollarse decide prescindir de su creador y orquesta el fin de la humanidad optimizando los recursos de destrucción del planeta a través de una devastación nuclear sin precedentes.
Acojona. Y mucho.
Hace unos días tuve una interesante conversación virtual con una ex alumna de mi curso de dramaturgia en Simancas, en la que me razonó su postura con un argumento en el que no había caído, y que no es otro que si el ser humano utiliza la IA para garantizarse su supervivencia tendremos a nuestro lado al más poderoso aliado. Que debemos trabajar en nutrir a la IA de cuantos sueños, ilusiones y esperanzas podamos para que nos ayude a alcanzar nuestros objetivos.
Así no solo es que ya no acojona, sino que ilusiona.
Hace ya tiempo que aprendí a reconocer mis equivocaciones, a decir que estaba equivocado y a poner toda mi energía en aprender de los errores, y mucho me temo que me he obcecado en ver tan solo las sombras que acompañan a la inteligencia artificial renunciando al resplandor de su luz, y en efecto, el futuro puede ser increíblemente luminoso.
Tan solo debemos procurar que los objetivos de la humanidad caminen en la misma dirección y que realmente esos valores de igualdad, fraternidad y libertad queramos hacerlos verdaderamente universales y no pretendamos que como sucede en la actualidad, el 20% de la humanidad controle el 80% de la riqueza del planeta.
Si no nos despojamos de ambición y de egoísmo, da igual el nombre que le pongamos a la forma de terminar con todo, Skynet, IA, Enola Guy...
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