Y no es solo el que no hayas sabido quererme ni el que me hayas querido así de mal. Es culpa mía porque no he sido capaz de arrancarte de mi cabeza y de mi corazón y además te resistes a irte y, de vez en cuando te manifiestas como un espíritu burlón, para que no consiga conciliar el sueño o me despierte sobresaltado al tenerte revolviéndolo todo en el interior de mi mente. Fui tan gilipollas de enamorarme de ti. De enamorarme de lo que habilmente dejaste que entreviera y de las pequeñas dosis de amor de escasa pureza cortado con cualquier cosa, con las que me enganchaste gratuitamente al principio pero que con el tiempo y al saberme ya un adicto, comenzaste a cobrarme a un precio desorbitado. Hubiera matado por quitarme el mono, habría hecho cualquier cosa por saciarme de ti una vez más. Que lista fuiste, que bien lo hiciste. Que cruel y que ambiciosa. Ya me he quitado, ya he conseguido desengancharme y limpiarme de tu recuerdo, el recuerdo que corría por mis venas al ser bombeado constantemente por ese músculo absurdo y problemático que es el corazón. Con cada chute que me inyectaba con tu lengua y tus caderas, viajaba por un universo paralelo donde tu y yo éramos felices y nos queríamos. Pero aquello era solo el producto de un alma envenenada por la droga más salvaje: tu cuerpo. Es una verdadera putada esto de ser un politoxicómano con propensión a sucumbir a cualquier adicción con una sonrisa como la tuya, unos pechos tan bonitos y una boca tan hábil. Soy carne de polígono. Soy un caso típico de asalto a las farmacias y puntos de venta de amor por prescripción facultativa y puede que carne de terminar muerto por una sobredosis inesperada, el día que por fin consiga inyectarme amor de gran pureza, amor sin adulterar. Me convertiste en un yonki de ti. Me hiciste renunciar a todo lo que fui y lo que es peor, renegué de todo lo que quería ser. Pero ahora, cuando estaba apunto de ir a buscarte a la zona donde acostumbras a menudear, me han podido detener a tiempo. Me deslumbró una luz y pensé que eran los maderos en una de sus redadas preventivas en busca de quien los lleve hasta el origen de esta melancólica epidemia.Pero no eran ellos, Era un alma afín y anónima que habiendo conseguido salir de una adicción similar, se apiadó de mi estado y se ofreció a ayudarme a dejar esta mierda que me ha envenenado el espíritu. Y muy poco a poco, me está sacando. Lo que más me duele es que no volveré a gozar de uno de esos viajes tan increíbles, que como han descrito algunos heroinómanos, son como besar a Dios en los labios. Ahora sé que si volviera a besar tu boca, seguramente estaría disfrutando del placer del estertor final y vendiendo mi alma al peor de los demonios. Ya no quiero tu querer.
Ilustración de Estela Labajo Duque para el relato Bancos de piedra de Historias para según qué días. Pensó que jamás volvería a pasar por allí porque se le rompería el alma al recordar aquella despedida pero de un tiempo a esta parte, al encontrar la luz del faro que alumbraba el camino correcto, había decidido eliminar "jamás" de su vocabulario y sustituirlo por "cuando quiera". Y hoy quiso. Al llegar al banco donde la vio por última vez, sentada y mirándolo con los ojos empapados en lágrimas, se sentó en él y encendió un cigarrillo. Pese a que desde aquella tarde había temido pasear por ese parque al pensar que al hacerlo sentiría una pena horrorosa, no sintió otra cosa que felicidad plena al darse cuenta de todo lo que había ganado con aquella pérdida. Y es que en la vida hay perdidas necesarias que aunque en el momento parezca que van a dejar un enorme vacío, con el tiempo descubres que lo que han hecho ha sido dejar espacio en el corazón para que lo llenes con lo que quieras. Hoy brilla el sol que se refleja en las otoñales hojas que alfombran el suelo, tal y como recuerda que lo hicieron otras hojas de otro otoño en aquella ocasión. Esta vez la piedra del banco se le antojó acogedora y durante un buen rato fumó un cigarrillo tras otro con la sonrisa en la boca y la esperanza en el corazón. Qué de cosas han pasado desde entonces. Cuanto ha vivido en estos últimos seis años. Mucho más de lo que creía ser capaz de soportar. pero lo soportó y descubrió que todo lo vivido lejos de robarle vitalidad y ganas de avanzar, lo ha enriquecido en experiencias y ha contribuido a que nunca más vuelva a sentirse pequeñito y sobre todo a no permitir que nadie vuelva a convencerlo de que hay que tragar la hiel y el vinagre que determinadas personas regalan con sus palabras y con sus actos. Gracias a haber encontrado la luz que le ilumina el camino, supo que no volvería a permitir que se le restase. Lo que no le aporte, lejos. Hay una máxima del teatro que dice: en escena lo que no suma, resta. Ahora ha descubierto que esa máxima se puede aplicar perfectamente a muchas personas de las que se rodeó en el pasado y que lejos de sumar, restaron. Y ya no está para que se le reste. Desde luego sabe que no todo van a ser victorias y que volverá a perder las veces que haga falta pero lo que desde luego no va a hacer, es agachar la cabeza y permitir que le abran otro agujero en el pecho como el que ella le hizo en aquella ocasión para robarle todo lo bueno que tuvo y que fue un día. Al fin lo ha recuperado todo a fuerza de pelear, sufrir, caer y volver a levantarse. Esto es vivir y la vida puede ser tan maravillosa como el quiera, si aprende a agradecer cada mañana que ha vuelto a despertarse. Se subió los cuellos del gabán, como hizo aquella vez pero hoy el frío que le lleva a realizar ese gesto, viene del gélido viento que sopla en su ciudad y no del que nace con el adiós, congelando el alma. Sacó su teléfono móvil al recibir la notificación de que alguien lo había enviado un enlace y al comprobar lo que le habían enviado, picado por la curiosidad y sabedor de que de aquella remitente solo podían llegar cosas buenas, se encontró con la muy acertada canción de Rozalen y Estopa "Vivir". Al escuchar la letra de la canción, se reafirmó en su deseo de vivir y hacer de su vida algo realmente bueno. Al llegar a su casa acaricio al gato, se sentó frente al ordenador, puso música en el equipo del salón, encendió un cigarrillo y comenzó a escribir en el blog.
"Porque tu y yo somos un mástil y una vela. la vida es el viento que nos lleva." El moderno equipo de la cabina de mando, que se regaló como capricho para hacer más llevaderas las solitarias jornadas en alta mar, hizo sonar a todo volumen la lista de reproducción con canciones que de alguna manera, configuraban la B.S.O de su vida. El barcelonés Macaco, participaba muy activamente en la selección y aportaba su particular voz y su estilo deliciosamente inclasificable a los temas con los que más identificado se sentía. Había estado muy perdido, mucho. La tormenta que hacía demasiado poco tiempo sacudió su nave como si fuese un barquito de papel, desenarbolando el velero y destrozando el timón, había estado a punto de enviarlo a pique y, durante unos minutos, nadie hubiese dado un euro por su vida pues se vio a merced de unos elementos que no tuvieron la más mínima consideración con sus ansías de vivir. Tan solo lo salvó algo que está mucho más allá de lo que los marinos pueden entender. Desde los principios de la historia, se trató de ponerle nombre a quien decidía entre la vida y la muerte en el océano. Poseidón, Neptuno, Proteo..,el ser humano necesitaba alguien a quien culpar de sus desgracias y a quien agradecer sus logros.Pero él, como verdadero marino, como uno de esos hombres que hacían del mar su hogar, sabía que lo que realmente podría llevar su nave a puerto con total seguridad, lo que haría que quisiera volver a salir a navegar sintiendo que hay posibilidad de regresar a casa, no era otra cosa que la oportuna y siempre ansiada luz del faro. Esa luz le guiaría en medio de la peor de las tempestades y más allá de radar, sonar, gps y geolocalizadores, él descubrió que la verdadera oportunidad de triunfo radicaba en saber encontrar el haz luminoso entre los negros nubarrones y las olas de más diez metros que engullían vidas sin el menor sentimiento de culpa. Después de la tempestad, llegó la calma y fue esa calma lo que más le preocupó. Desde que volvió del fondo marino, contra todo pronóstico, salía a la mar asustado, nervioso y excesivamente cauto.En esta última salida, en la que el pequeño velero se resintió de las secuelas de averías mal reparadas, aún no había conseguido localizar el faro de las costas hacía las que dirigir el rumbo y, sabía que sino daba con el faro lo antes posible, volvería a adentrarse en una de esas tormentas que no permiten la huida. Ya había tenido la inmensa fortuna de escapar de la peor de todas pero no era imbécil y sabía que los dados no suelen repetir las jugadas en tiradas consecutivas. Entonces, cuando más preocupado y asustado estaba, cuando había decidido resignarse y no ofrecer resistencia, encontró la luz. Aquel faro destacó en lontananza cuando menos lo esperaba sorprendiéndolo por la fuerza de su brillo y por lo increíblemente oportuno de su aparición y ofreciendo la posibilidad de llegar sano y salvo a una vida que sería como él fuera capaz de diseñarla, pese a todo. Dejó que la corriente lo arrastrase hacia la costa y guiado por el faro salvador pero con mucho esfuerzo, pericia y habilidad marinera que creía perdida, consiguió dirigir la nave hacia la luz, salvando los escollos. Cuando ya se supo a salvo de los peligros que hasta que identificó el faro no quiso enfrentar, cerró los ojos y respiró profundamente, prometiéndose a si mismo que siempre le estaría agradecido a aquella necesaria garantía de los hombres del mar. Y desde entonces, cada día que pasa, da gracias a los hados por haber cruzado su torpe y errático camino, con la hermosa y necesitada luz de aquel faro.
Mi padre me enseñó la importancia de la palabra empeñada y ayer te prometí que te escribiría esto. Los dos únicos tesoros que tenemos los pobres, son la madre y la palabra y tanto mi madre como mi palabra, son sagradas para mi. Espero que te guste. Amo la poesía pero para mi desgracia, no se me bendijo con ese don. Naci para la prosa, para perseguir sueños inalcanzables y para plasmarlos en un relato o en una novela. Viniste hasta mi con amor luminoso, encontré mi camino a los pies de tu faro, rompí con aquello viví temeroso, oquedad en mi pecho que por fin has sanado. Navegaré como Ulises sorteando peligros, instantes de vida que son remolinos, compartire nuevas sendas que marcan los siglos, aliviado bendigo lo que ya comprendimos. A tu lado el camino parece seguro, consciente de la suerte que tuve al conocerte, impides que me rinda, que choque contra el muro, no hay muro que me impida escapar de la muerte. Olas, mareas, corrientes y vientos, restos de algas que ensucian mi nave, el camino es difícil pero en estos momentos, viviré agradeciendo que tu fuerza me ampare.
No hace mucho, mucho tiempo y en un país nada lejano, nació una niña que serviría de instrumento al destino y fue marcada con el estigma de la comprensión . Eso la convirtió en una princesa entre las de su especie. Creció, vivió mil experiencias y la preciosa mujer que llegó a ser habitó entre nosotros. Parecía no ser plenamente consciente de la misión que le encomendaron los hados pero todo fue tomando forma y comenzó a darse cuenta de que eran muchos los que de alguna manera, identificaban su luz y se acercaban a ella escapando de las sombras y de los peligros de este inmenso y profundo océano que es vivir. Al principio no entendía el efecto que causaban sus palabras pero todo cobró sentido cuando descubrió su vocación y se instaló en el hermoso faro en que convirtió su cuerpo. Desde él y con el potente haz luminoso de sus sentencias siempre oportunas, ayudaba a los marineros perdidos a salvar los escollos y a escapar de un naufragio seguro, guiándolos hacia tierra firme. Un día, se encontró con un capitán de navío que desolado y atemorizado, reparó en su luz y tras atarse al timón decidido a hundirse con su barco, se acercó hasta ella. Con extrema delicadeza pero con la firmeza que le confería el ser una garantía de seguridad, lo recibió con cariño y no dudó en indicarle el camino a seguir para esquivar los arrecifes y sortear los inmensos remolinos que podrían engullir su nave. El camino que trazó, debería recorrerlo el solo, pues aunque el en otro tiempo audaz marino, le pidió que le acompañase en su viaje, el cometido que le habían encomendado quienes deciden el destino de los hombres, no era más que iluminar la ruta más segura. y guiar así a los corazones perdidos hasta la tierra firme de una existencia feliz. El angustiado marino, apretó los puños, sonrió a la farera emocional y se decidió a emprender el camino que ella le había marcado, sabedor de que no solo sería un buen camino, sino el mejor camino. El único y el necesario desde la posición a donde había llevado la goleta, al haber confundido la latitud en sus cartas de navegación y haber perdido la brújula como consecuencia de un golpe de mar. Al comenzar a seguir la luz que emanaba de la brillante comprensión y complicidad de la princesa farera vio sorprendido como se abrían los cielos en las horas más oscuras de su vida y como una inmensa sonrisa descendió de las alturas de unos labios celestiales y se posó en el mascarón de proa. Aquello solo podía ser un buen augurio. Bendijo la causalidad por haberle llevado hasta ella y se prometió a si mismo, ser capaz de volver a tomar el rumbo adecuado que lo condujese a la felicidad que aquella radiante luz llena de verdad, sinceridad y conocimiento, le había descubierto. La princesa supo al ver la decisión en los ojos y en los gestos de aquel hombre perdido que estuvo tan cerca del naufragio, que siempre compartiría su luz y cada una de las almas que hubiese ayudado a escapar de los innumerables peligros que entraña una navegación confusa y errática le reportaría la mayor de las satisfacciones. Y como no podía ser de otra forma, fue muy feliz y se pego un festín de perdices, maridado con un delicioso gintonic cortesía de aquel marino que siempre haría sonar la campana cuando navegara frente a su faro en señal de reconocimeinto, eterno agradecimiento y auténtica adoración.
Se encendieron los pitillos con una metáfora necesaria, en la que ella prendió el pitillo de él y él prendió el de ella. -Si tu no enciendes el mio-dijo ella -yo no podré fumar pero tranquilo. Yo encenderé el tuyo. Si solo te miras el ombligo y te preocupas de vigilar que la llama de mi mechero alcance tu cigarrillo en lugar de que la del tuyo de fuego a mi cigarro, no vivirás el abrazo y el mutuo cuidado que esconde este gesto- Él había pasado tanto tiempo perdido, buscándose en una nueva realidad que no alcanzó a comprender que por dos ocasiones, solo se preocupó de poder aspirar el humo de su cigarrillo encendido pero a la tercera, entendió y asimiló el término real y el irreal de la hermosa metáfora y se preocupó de que ambos pudiesen fumar, sabedor de que ella no dejaría que diese una calada vacía de humo de tabaco. Y así fue como sin saberlo, acababa de pedirle, de rogarle, de implorarle que pasase al interior de su pecho, se hiciera un hueco y se pusiera cómoda. Porque la quería siempre junto a él, aunque fuese en la distancia. Desde que la vio entre el grupo de personas que habían acudido a aquella fiesta, notó sobre ella un aura especial, algo que no alcanzaba a comprender pero que lo atraía con la fuerza de un tornado. Él había hecho un esfuerzo acudiendo a la fiesta. De un tiempo a esta parte, solía declinar todas las invitaciones y solo aceptaba las que consideraba que no podrían generarle ningún tipo de problema (o de momento incómodo) y dada la naturaleza de aquel evento(la celebración de cumpleaños de un ser querido) sacó del armario una de las sonrisas apolilladas, la lustró y se la puso con cuidado de no romperla. Cuando la encontró entre un pequeño grupo en el jardín del chalet de la homenajeada, la sonrisa que aún le quedaba excesivamente justa y le tiraba un poco de las comisuras de los labios creció y se adaptó sin esfuerzo a su melancólico semblante. Al principio y como le acostumbraba a suceder desde ciertas catastróficas desdichas sufridas tres años antes; tuvo que hacer un verdadero esfuerzo mental para asociar su rostro y su nombre y ubicarla entre los desordenados recuerdos del pasado pero en cuanto intercambiaron los dos besos de rigor y comenzaron a hablar, todo fue recolocándose por si mismo y afloraron algunas vivencias comunes, algunos momentos alegres y sobre todo y por encima de todo, una conexión tan salvaje que sintió incluso un pequeño mareo cuando leyó en sus ojos que aquello era real y estaba sucediendo. A lo largo de la noche, entre artesanales gintonics maridados con cariño, canciones oportunas al ritmo de buenos deseos y conversaciones intensas, profundas y necesarias, él fue capaz de rescatar del armario de su alma, la completa colección de sonrisas que pasaron de las más cálidas (por lo sentidas) de la temporada otoño-invierno a las más amplias y frescas (por lo espontáneo) de las de la temporada primavera-verano. Intercambiaron mucha sinceridad, mucha información existencial y un par de abrazos tan agradables como reconfortantes. Al despedirse de ella, supo que volverían a verse antes de que se borrasen las ondas que la piedra que lanzó con su conversación,crearon en el profundo estanque de su alma. Y supo también que pensaría mucho en su mirada, en la fuerza de sus palabras, en la sinceridad de sus sentencias y en el calor de su contacto. Decidió entonces que ya que iba a dedicarle mucho de su tiempo y muchas de sus emociones, lo haría en el entorno adecuado con la disposición adecuada y con el objetivo adecuado. Se organizaría para volver a caminar con dirección a Santiago de Compostela como hizo una vez en el pasado pero en esta ocasión, no llevaría otra compañía que la del recuerdo de su voz, del olor de su cabello y de la perfección de sus caderas. Esta vez caminaría consigo mismo y con lo que esperaba de la vida, con lo hermoso de algunos reencuentros y, con la necesidad de conocer la respuesta a las preguntas que desde hacía tres años no le dejaban dormir. Sabía que gracias a ella, viviría un buen camino.
Descorrió por completo la cortina que ocultaba el enorme ventanal junto a la mesa, subió la persiana y la luz de la mañana entró en la sala iluminándolo todo, incluso su corazón, tan confuso aquel día. Mecánicamente encendió un cigarrillo, se sentó frente a los folios en blanco, bebió un sorbo del café con leche que se había preparado como único dopaje para la dura prueba emocional a la que iba a enfrentarse, comprobó la carga de la estilográfica y comenzó a escribir. "Buenos días, princesa". El director italiano, Roberto Benigni, había monopolizado el saludo que eligió para el inicio de la carta al convertirlo en el leit motiv más reconocible de su película "La vida es bella" pero aún a pesar de que su amada lo tachase de poco original, no quiso renunciar a comenzar así la misiva. Una vez rompió el hielo y escribió las primeras palabras, llegó lo verdaderamente difícil, es decir, darle forma a todo lo demás. ¿Cómo decirle que sentía una necesidad imperiosa de comunicarse con ella? ¿Cómo explicarle que prefería hacerlo así, mediante una carta escrita de su puño y letra y no de forma más ágil, como a través de un whats app o de un correo electrónico? Una vez, leyó que el difunto escritor portugués, José Saramago, había escrito que las lágrimas nunca podrían borrar la tinta de un email. En cualquier caso, cuando media hora antes de comenzar a escribir se había levantado de la cama, Laertes supo que no reuniría el valor suficiente para descolgar el smartphone y llamarla. No sabría que decirle. Él, que siempre se preciaba de tener la garganta cargada con palabras oportunas y del calibre adecuado. Desde luego, se descubría ante ella por ser la única mujer que le había conseguido hacer enmudecer. Y no era la única mujer que le amedrentaba, ni mucho menos. Laertes es un tipo valiente y se enfrentó sin miedo a todas las situaciones que se le presentaron a lo largo de una vida excesívamente compleja y difusa pero a lo único que temía enfrentarse, era a una mujer a la que concediese una mayor claridad de pensamientos y emociones de la que él pudiese llegar a conseguir. Si a eso le sumaba todo lo que lo atraia de ella, su indiscutible atractivo físico, la seguridad de su tono de voz y la rotundidad de sus palabras; la comunicación epistolar, era la forma más viable de contacto. "Sé que es posible que no quieras saber nada de mi, e incluso que no llegues a leer esta carta pero me veo moralmente obligado a escribirte porque he sido tan estúpido para permitir que abandonases mi vida y que me condenases al olvido, que para mi ha sido el más duro de los destierros. Prefiero que rompas la carta sin llegar a abrirla a no franquearla por cobardía." Repasó una y otra vez aquel pequeño párrafo que le salió de forma inconsciente y veloz, como si se tratase de la escritura sintomática de un médium en una sesión espiritista o de un poseído de Albacete escribiendo en arameo. Sonrió al hacer esa mental analogía porque en efecto, estaba poseído. Poseído por completo por un sentimiento de tal magnitud, que sus actos y sus pensamientos ya no le pertenecían solo a él. ¿Cómo abrir la espita de su pecho para que manase el caudal de emociones y llegase hasta ella en forma de torrente cristalino? Prefería hacerlo por escrito. El cenicero se iba llenando de colillas a medida que la pluma estilográfica recorría un folio tras otro y ates de que se diese cuenta, ya había emborronadodo media docena de ellos con la declaración de amor más sincera y más honesta que se hubiese escrito nunca. Pero al darse cuenta de que nunca había apuntado sus señas, casi se desmayó de rabia. Y había llegado a dormir con ella, allí, en su casa, aunque como el no condujo aquella noche al delegar la responsabilidad en un taxista al que ella indicó el camino de forma escueta y precisa, no reparó en interiorizar la dirección. O quizás no. Quizás no había llegado a dormir con ella más allá de su imaginación y aquella noche de pasión y placer había sido solo producto de sus sueños y por eso no conseguía recordar lo que escribir en el anverso del sobre. Sabía que su casa estaba en una pequeña población de su provincia pero para su desgracia, disponía de muy pocos datos para realizar el envío. Solo su nombre. Lo escribió con caligrafía de concienzudo y artístico amanuense y tras terminar de hacerlo, se sirvió una salvadora medida de whisky en la ya vacía taza del café. Mientras bebió aquel néctar de malta escocesa, pensó en su sonrisa y en sus increibles curvas y se sintió renacer. Había encontrado la solución: encontraría sus señas en internet a través de las redes sociales. Bendito progreso. Benditos modernos mentideros públicos y púlpitos virtuales donde la gente sube a lanzar sus soflamas y proclamas desde la supuesta impunidad de la pantalla del ordenador . Antes de ducharse y vestirse para salir a la calle a sellar su destino, Laertes encendió un último cigarro y disfrutó como nunca de la dosis de muerte, americana y baja en nicotina.
"Tanto vagar para no conservar, nunca nada" Tarareando una muy apropiada canción de la banda que de jovencito le descubrió lo que esconden las guitarras eléctricas, los pantalones de cuero,las letras soberbías y la pose de artista maldito, caminó con las manos en los bolsillos, el afilado cuchillo en el interior de la bota izquierda y la sonrisa en los labios. Su vida se ha convertido en una farsa tan grande, que fantasea con sufrir un repentino, misericordioso e indoloro ataque al corazón, o con que desde un tejado samaritano, caiga una teja salvadora que destroce su cráneo y le produzca una muerte instantánea. Cualquiera de esas cosas que suceden a diario a lo largo del planeta y que todos consideran como producto de la mala suerte pero él ve como la solución a todos sus problemas. Benditas cáscaras de plátano sobre el asfalto que conceden a unos pocos elegidos el alivio del descanso eterno. Hasta hace poco consideraba la vida como un jardín privado, en el que tumbarse a disfrutar del canto de los pájaros y el olor de las rosas pero hoy, ni siquiera encuentra agradable la imagen de una flor de loto; algo tan exótico y relajante, tan simbólico y enigmático que en muchas culturas representa el no va más de la conexión con la energía que todo lo mueve. Por descontado ha aprendido a repudiar el graznido de las aves que lo sobrevuelan picotenado las migajas que le caen de la boca, deseosas de que tropiece y deje de respirar y moverse para darse un festín con sus entrañas y sus globos oculares. Ha pasado de vivir en un mundo mágico y lleno de color a deambular por una existencia tenebrosa y en blanco y negro. Y él nunca ha sido así. Siempre se lo veía sonriente, rodeado de gente, adorado por todos. Siempre dispuesto a repartir abrazos, besos y caricias, sazonado todo ello con la mejor de sus sonrisas y con las palabras adecuadas y oportunas, elegidas con esmero. Pero por fin ha madurado y ha descubierto el secreto de todo y las respuestas a los grandes enigmas que componen eso a lo que llamamos vida. Puede que el conocer las respuestas sea lo que lo ha llevado a perder la fe. Puede que conocer la verdadera naturaleza del ser humano le haya hecho desesperar y renunciar a sentimientos que creía inmortales, como el amor, la amistad y la gratitud. Ahora conoce las reglas del juego. Al fin ha reunido el valor suficiente para leer la letra pequeña y saber que pase lo que pase y le pese a quien le pese, él no aceptará el código establecido y abandonará la partida si con cada tirada, los dados se llevarán por delante todo lo que encuentre sobre el tablero de su alma. Pase lo que pase y le pese a quien le pese, incluso a él mismo, está dispuesto a perder una y otra vez. Tantas como juegue. Y ya no quiere jugar más. Por eso lleva un cuchillo. Sabe que alguien vendrá a reclamar su puesto en la casilla de salida y esta listo para canjearlo por el comodín de la sangre, que todo lo puede. Matar o morir son caras de la misma moneda y él sabe que la suya nunca caerá de canto. Nació supuestamente puro y conservó la candidez y la inocencia hasta bien avanzado el juego, pero como todo en esta vida, lo que tiene que suceder terminará sucediendo y si, esa es una gran verdad,todo termina llegando, hasta lo bueno. Pero en su caso lo bueno llegó y pasó de largo y tuvo que contentarse con lo menos malo hasta que comprendió también que lo menos malo se transformó en el paradigma de una falsa felicidad. Y saberse falsamente feliz le hace desgraciado. Y saber que nadie entiende su desgracia le lleva a recluirse cada vez más en la carcasa que lo identifica como varón caucásico de mediana edad. Y está realmente harto de que además se lo considere afortunado entre los de su especie, por haber caído en la casilla de la vida extra y haberse convertido en un privilegiado sin merecerlo ni haberlo pedido. Aquello no fue más que una buena tirada en la que los dados se dieron la vuelta en el último momento al rebotar con la ficha de un jugador que merecía mucho más que él caer en aquella casilla y sin embargo, fue eliminado. Nada es justo. Nada. "¿Querrás tu rectificar, las lineas de mis manos? Aún a punto de conseguir dejar el tablero, algo dentro de su pecho le obliga a agarrarse al juego con uñas y dientes. Algo que siempre ha disfrazado de cuerpo de mujer y no es más que el deseo de hallar un alma gemela que sepa comprenderlo, que comparta sus inquietudes y sus miedos y que seque sus lágrimas cada noche abrazado a su imperiosa necesidad de descifrar el dibujo de los posos del café.
Al haber nacido tan tarde y ser el alumno más pequeño de su clase, la tutora le encomendó la misión de ir poniendo palitos en la pizarra, junto al nombre de cada candidato a delegado de Primero D. Lo hacía según Antolín, el compañero que había repetido dos veces octavo y era el mayor de todos, iba leyendo los papelitos con los votos de los alumnos. En el patio de los mayores durante el recreo, los nuevos compañeros que habían pasado a formar parte de su clase tras la unificación al cambiar a B.U.P. , los reunieron a todos y les dijeron que ellos celebrarían una votación a parte. Que siempre habían sido de "E" y que si llevaban desde primero de E.G.B juntos y con sus cosas, sus propios delegados, equipos y hasta sus propios empollones, que no tenían porque ponerse a las órdenes de nadie de "D". Personalmente Pinzón (el copista amanuense del encerado) estaba convencido de que lo que realmente les escocia a los de "E" era que siempre perdían los campeonantos del cole y que el orgullo y la envidia les impedía asumir que al haber cambiado las antiguas normas de la E.G.B y, pasado a primero de B.U.P. menos alumnos, ahora tenían que aceptar el ordenamiento les gustase o no. Antolín leyó uno a uno los nombres de los papeles y él se esforzó en ir poniendo los palitos junto a los nombres de Antunez, Morata y Polisono. Cuando Antolín leyó "Pajaroto",a todos les dio la risa. Era la tercera vez que salía ese personaje de "Pocoyó" y la tutora aprovechó para explicarles lo que era la democracia, lo que eran los votos útiles y la importancia que tenían los votos. Les habló de Grecia y de como entonces los políticos eran servidores del pueblo y a los que no lo hacían bien, en vez de hacerles encargados de los recursos al finalizar su mandato, los echaban de la Polis o les obligaban a beber un veneno llamado Cicuta. El nombre del veneno dio lugar a la inmediata rima de Gastón el poeta de la clase, cosa que le costó la expulsión. Eso si, tras haber votado. Morata solo llevaba dos palitos y eso era algo previsible. El año pasado fue delegado de octavo "D" y siempre se quedaba con lo que sobraba de las fotoccopias en vez de devolverlas a la clase. Vale que como mucho se quedaba con cinco duros o con treinta o treinta y cinco pesetas pero se lo gastaba en chicles y gominolas y eso no era justo, porque podía haber juntado lo que sobraba de todas las fotocopias del curso y haber comprado un balón reglamentario para la clase o haber colaborado con la fiesta de fin de curso. Pero no, él se lo gastaba siempre en lo que le apetecía y además no daba explicaciones porque lo consideraba suyo, ya que era quien iba a hacer las copias. Antunez iba ganando. Es un buen chaval que cae bien a todos y ha sabido congeniar con los de "E" a base de reírles las gracias. Pero su preferido y a quien había votado, era Polisono. Polisono es el que más corre de clase y quien en más de una ocasión, había saltado la tapia para coger el balón, aún a costa de de poder caerse o de romperse los pantalones. Es un chaval muy majo y que se sacrifica por el grupo. Finalizó la votación y quitando los tres votos de "Pajaroto", solo había treinta votos válidos. Antolín reunió quince votos en blanco, tantos como alumnos de octavo "E" se habían incorporado a la clase. Tras felicitar a Antunez y nombrarlo delegado, la tutora nombró a Polisono subdelegado. Antunez habló y dijo que podrían confiar en él, que daría las vueltas de todos los encargos y que se ocuparía de apuntar a los abusones del patio de mayores para denunciarlos al consejo escolar. Polisono tomó la palabra y explicó que él se ocuparía de todo cuando Antunez faltase y que su primera misión sería la de tratar que funcionásemos como una clase unida. A la salida y mientras los repetidores, ayudados por Morata distraían a Polisono y a Antunez, los de "E" hicieron su propia votación en la pared del patio, apuntando con una tiza robada a la tutora los palitos de sus dos candidatos, ganando Roncedo como delegado y Rosario como subdelegado. Aunque no era una votación legítima ni oficial y, la tutora no lo habría consentido por ser una minoría dentro de la clase y por haberse aprovechado de su descuido para robar la tiza, todos supimos enseguida los resultados porque otros chavales del patio aplaudieron y corearon los nombres. Para estos chavales, aquello era un ejercicio de democracia y de libertad de expresión pero eso era porque no sabían que se hacia de espaldas a la tutora y al coordinador de B.U.P, a las normas el colegio y a sus propios compañeros de clase,que eran mayoría y que querían contar con ellos para todo. A veces incluso ejercer el derecho al voto, podía generar problemas y diferencias entre los amigos.
Con fuerza, con ansiedad y sin clemencia, frotó una mano contra la otra debajo del chorro del agua caliente que salía a presión del grifo abierto a tope. Prescindió del elegante jabón de tocador que había dejado allí el agente que gestionaba el material necesario y, optó por utilizar una pastilla de jabón anónima, de esas que se encuentran en la mayoría de los acuartelamientos y bases militares a lo largo de los cinco continentes. De todos los complejos incógnitos y terriblemente asépticos donde habían sido reclamados sus servicios, esta base secreta camuflada bajo la inocente envoltura de una franquicia de cosméticos parisinos era el que más le estomagó. Quizás vestir con elegancia el peor de los horrores a los que podía llegar el ser humano, le resultaba excesivamente irónico y desagradable. Mientras realizaba el curso de especialista en interrogatorios que le impartió el jefe de la unidad calabresa, supo que aquello terminaría pasándole una excesiva factura emocional y que terminaría con los restos de ingenuidad que aun no había sacrificado a los intereses de la patria. Al recibir el mensaje de texto codificado, donde se le pedía en clave que acudiese allí, para "conversar" con una "ingeniera" palestina, algo le hizo pensar en poner tierra de por medio y escapar de todo aquello. pero no reunió el valor suficiente para escuchar a su conciencia y tras extraer el material necesario de su maletín de cirujano plástico, acudió a la dirección indicada y marcó el código en el portero automático. Una voz con fuerte acento del sur de Francia, le pregunto quien era y respondió lo indicado en su teléfono móvil. Una vez hubo accedido al interior del local, fue recibido por el agente encubierto que lo acompaño hasta la sala donde procedería al interrogatorio y, le presentó a la mujer que sedada y atada de pies y manos, esperaba un tiro de gracia que le concediese el alivio de una muerte digna y rápida.Comprobó las constantes vitales de la terrorista palestina y estudió por medio de unas pruebas básicas de respuesta a los estímulos externos, la capacidad de resistencia a las técnicas más expeditivas. Tras prescindir de la escopolamina y otros clásicos de la profesión, pasó a inyectarle la droga adecuada para que pudiese recobrar la consciencia plena y la sensibilidad absoluta pero permaneciendo con todas las funciones motrices en letargo. Tras más de una hora de precisos cortes con el bisturí y la extracción de cuatro piezas dentales y un globo ocular, el trabajo había concluido. Le impresionó ver como aquella fanática de la causa palestina había resistido el interrogatorio extremo y supo que para él, habría un antes y un después de aquel trabajo. Resistió. En un momento de plena lucidez y sabedora de lo inmediato de su final, la joven que había detonado un potente artefacto al paso de un autobus escolar israelí, acabando con la vida de más de cuarenta niños y de tres adultos, le escupió una a una cinco palabras que se le quedaron grabadas a conciencia durante el resto de sus días: rendirse no es una opción. Por mucho que se frotase la sangre de las manos, la que le teñía de rojo el alma le acompañaría hasta que el destino decidiese hacer justicia poética en una carretera holandesa y, carbonizar por completo su cadáver, con las llamas del vehículo accidentado que conducía mientras recordaba la triste mirada de su última víctima.