Tarareando una muy apropiada canción de la banda que de jovencito le descubrió lo que esconden las guitarras eléctricas, los pantalones de cuero,las letras soberbías y la pose de artista maldito, caminó con las manos en los bolsillos, el afilado cuchillo en el interior de la bota izquierda y la sonrisa en los labios.
Su vida se ha convertido en una farsa tan grande, que fantasea con sufrir un repentino, misericordioso e indoloro ataque al corazón, o con que desde un tejado samaritano, caiga una teja salvadora que destroce su cráneo y le produzca una muerte instantánea. Cualquiera de esas cosas que suceden a diario a lo largo del planeta y que todos consideran como producto de la mala suerte pero él ve como la solución a todos sus problemas. Benditas cáscaras de plátano sobre el asfalto que conceden a unos pocos elegidos el alivio del descanso eterno.
Hasta hace poco consideraba la vida como un jardín privado, en el que tumbarse a disfrutar del canto de los pájaros y el olor de las rosas pero hoy, ni siquiera encuentra agradable la imagen de una flor de loto; algo tan exótico y relajante, tan simbólico y enigmático que en muchas culturas representa el no va más de la conexión con la energía que todo lo mueve. Por descontado ha aprendido a repudiar el graznido de las aves que lo sobrevuelan picotenado las migajas que le caen de la boca, deseosas de que tropiece y deje de respirar y moverse para darse un festín con sus entrañas y sus globos oculares.
Ha pasado de vivir en un mundo mágico y lleno de color a deambular por una existencia tenebrosa y en blanco y negro.
Y él nunca ha sido así. Siempre se lo veía sonriente, rodeado de gente, adorado por todos. Siempre dispuesto a repartir abrazos, besos y caricias, sazonado todo ello con la mejor de sus sonrisas y con las palabras adecuadas y oportunas, elegidas con esmero. Pero por fin ha madurado y ha descubierto el secreto de todo y las respuestas a los grandes enigmas que componen eso a lo que llamamos vida. Puede que el conocer las respuestas sea lo que lo ha llevado a perder la fe. Puede que conocer la verdadera naturaleza del ser humano le haya hecho desesperar y renunciar a sentimientos que creía inmortales, como el amor, la amistad y la gratitud. Ahora conoce las reglas del juego. Al fin ha reunido el valor suficiente para leer la letra pequeña y saber que pase lo que pase y le pese a quien le pese, él no aceptará el código establecido y abandonará la partida si con cada tirada, los dados se llevarán por delante todo lo que encuentre sobre el tablero de su alma. Pase lo que pase y le pese a quien le pese, incluso a él mismo, está dispuesto a perder una y otra vez. Tantas como juegue. Y ya no quiere jugar más. Por eso lleva un cuchillo. Sabe que alguien vendrá a reclamar su puesto en la casilla de salida y esta listo para canjearlo por el comodín de la sangre, que todo lo puede.
Matar o morir son caras de la misma moneda y él sabe que la suya nunca caerá de canto.
Nació supuestamente puro y conservó la candidez y la inocencia hasta bien avanzado el juego, pero como todo en esta vida, lo que tiene que suceder terminará sucediendo y si, esa es una gran verdad,todo termina llegando, hasta lo bueno. Pero en su caso lo bueno llegó y pasó de largo y tuvo que contentarse con lo menos malo hasta que comprendió también que lo menos malo se transformó en el paradigma de una falsa felicidad.
Y saberse falsamente feliz le hace desgraciado. Y saber que nadie entiende su desgracia le lleva a recluirse cada vez más en la carcasa que lo identifica como varón caucásico de mediana edad. Y está realmente harto de que además se lo considere afortunado entre los de su especie, por haber caído en la casilla de la vida extra y haberse convertido en un privilegiado sin merecerlo ni haberlo pedido. Aquello no fue más que una buena tirada en la que los dados se dieron la vuelta en el último momento al rebotar con la ficha de un jugador que merecía mucho más que él caer en aquella casilla y sin embargo, fue eliminado.
Nada es justo. Nada.
"¿Querrás tu rectificar, las lineas de mis manos?
Aún a punto de conseguir dejar el tablero, algo dentro de su pecho le obliga a agarrarse al juego con uñas y dientes. Algo que siempre ha disfrazado de cuerpo de mujer y no es más que el deseo de hallar un alma gemela que sepa comprenderlo, que comparta sus inquietudes y sus miedos y que seque sus lágrimas cada noche abrazado a su imperiosa necesidad de descifrar el dibujo de los posos del café.
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