Una vez que ha pasado el temporal, llega el momento de hacer recuento de perdidas, daños y desperfectos y de ponerse una camiseta vieja, vaqueros rotos, guantes de trabajo y botas. Toca trabajar y tratar de que todo quede lo mejor posible. Todo pasa por que tiene que pasar y en vez de lamentarse por el enorme boquete en la pared del salón, habrá que sudar y tener mucha maña para convertirlo en una nueva ventana, desde donde permitir el paso de la luz del sol y disfrutar de las vistas.
Hay dos opciones: quedarte escondidito en una esquina, llorando por tu mala fortuna, o aprender del enorme desafío de las fuerzas de la naturaleza y enfrentarte a los vientos racheados, que al fin comienzan a debilitarse, sabedor de que el temporal ha comenzado a apaciguarse y yo no eres un ser minúsculo al que el huracán puede arrojar contra los acantilados, sino alguien lo suficientemente fuerte como para agarrarte con ganas a los asideros existenciales y afianzarte en tu posición y tu espacio.
Tal vez lo que te hace grande es precisamente ese conocimiento de tu poder, tus habilidades y tus posibilidades. Y no es una cuestión de ego ni de orgullo, es solo la natural rebelión ante la injusticia y ante la bota del opresor, que pretende que no te levantes del suelo y que seas siempre pequeñito, para poder exprimirte y pisotearte a su antojo.
El miedo a que te arrastre una corriente o a que el ojo del huracán te mire fijamente, siempre estará ahí pero hay que plantarle cara, crear un necesario lastre de éxitos y victorias, suficiente para que no puedan moverte y mantenerle la mirada del huracán, aunque dé miedo.
El valor es algo tan relativo como la cobardía. Dice una canción que el valiente ha sido valiente, hasta que el cobarde ha querido. En nosotros está y solo en nosotros, la posibilidad de cambiar el chip y de levantar la cabeza y devolver los golpes.
Esto comienza a parecer un jodido texto de autoayuda, de esos que se han puesto tan de moda,pero os aseguro que no es mi intención. Tan solo me siento y escribo, vaciando lo que llevo dentro y hoy, por lo que sea, esto es lo que tengo que contar. Puede que al fin haya llegado el momento de comenzar a valorarme a mi mismo, incluso creo que me gusto un poco y que me pongo ojitos y me digo cosas bonitas al oído. Ya era hora.
Una de mis frases favoritas es: No me de consejos gracias, se equivocarme solo.
No seré yo el que cometa la osadía de decirle a la gente lo que tiene que hacer, ni como hacerlo. Simplemente a aquellos que alguna vez tienen miedo y se sienten pequeñitos, les digo que en esta especie nuestra, no hay gigantes (los jugadores de basket no cuentan) y que todos, absolutamente todos, llevamos dentro una cantimplora con poción de Panoramix, que al beberla de un trago, nos convierte en irreductibles galos.
Me he pasado media vida soportando la ocupación romana pero creo que hasta aquí hemos llegado. Me voy a comer un par de jabalíes, poco hechos y con reducción de módena, entrego media docena de menhires serigrafiados con poemas en rima asonante y, me acerco por el campamento romano más cercano para que Gatetix se afile las uñas en la empalizada mientras le explico a su centurión,porqué sobra su presencia allí y porqué se les ha terminando el mamoneo.
La vida no es fácil y a veces es muy dura, pero esto es parte del trato. El que quiera eterna tranquilidad y ausencia total de problemas, que le pida un visado a Yupi para instalarse en sus mundos.