Era mejor para ellos ir poniéndose en paz con el animal que alimentaría a la tribu durante unos cuantos días y además cedería su piel para realizar chalecos y mocasines.
Salvajes los llaman algunos, pero que equivocados están, realmente son un pueblo muy civilizado y en comunión con la naturaleza.
Peter pensó que en el mundo real, se han perdido ciertas costumbres que dignifican al ser humano como la de agradecer los bienes naturales necesarios para la supervivencia y respetarlos.
La hoguera se fue apagando y Lia comenzó a tiritar, habiendo estado malita días antes no era bueno que volviera a enfriare por lo que Peter la propuso acompañarla de vuelta a su casa, cosa a la que el hada accedió de inmediato.
El muchacho se levantó y tras ser espolvoreado con esos mágicos polvos que las hadas le regalan para que pueda volar, despegó tomando a Lia de la mano caballerosamente, de tal manera que ella pudiera reservar fuerzas y no se agotará en el vuelo a casa.
Puede que fuera la luz de la luna, pero Peter se fijó en los ojos azules de Lia y aunque la tonalidad no era la misma,por el tamaño y la expresión gentil y amorosa le recordaron mucho a los de su querida Campanilla.
No pudo evitar recordar durante un buen rato todo lo vivido con aquella hada de la que se había despedido pocas jornadas antes y si algo tenía muy claro, era que siempre la había querido y siempre la querría, pasara lo que pasara.
Campanilla personificaba todas sus aspiraciones y deseos, la pena es que su historia no hubiera funcionado como ambos habrían querido, simplemente se dieron cuenta de que aunque se adoraban, no estaban hechos el uno para el otro y eso es algo que condiciona la vida, tanto en la Tierra como en Nunca jamás.
El niño que es Peter echa de menos la calidez y la seguridad que siempre encontró en Campanilla y el hombre que comienza a aflorar en el muchachito de vida aventurera, añora el contacto de sus labios y de su piel.
No hubo discusión alguna entre ellos dos, simplemente decidieron que se estaban privando el uno al otro de una de las partes más hermosas de la vida y se concedieron la libertad para vivir en el concepto más amplio de la palabra.
Puede que fuera una pavesa que se le metió en un ojo al sobrevolar el poblado o puede que su alma necesitara expresarse, pero una lágrima le resbaló por la mejilla y trató de disimular.
Lia es un hada muy inteligente y habiendo mediado en la separación de ambos y siendo buena amiga de Campanilla, al percatarse de las lágrimas de Peter enseguida comprendió y en un acto lleno de cariño y comprensión, optó por mirar hacia otro lado y le apretó con fuerza la mano, transmitiendo apoyo y dulzura.
Peter se sintió muy afortunado porque sabía que si era posible volver a disfrutar de un amor pleno y generoso, lo haría junto a aquella hada de carácter afable y expresión cordial.
Mientras tanto una desagradable sorpresa esperaba a Peter en su casa del árbol, ya que mientras él estaba gozando de la compañía de Lia, Garfio y sus secuaces atacaron el refugio de los niños perdidos y raptaron a tres de ellos, que por desgracia no eran tan rápidos como el resto de sus amiguitos y no pudieron ponerse a salvo.
Los piratas los cargaron de cadenas y los arrastraron hasta el navío anclado en la costa más cercana y tras encerraros en la bodega, comenzaron a discutir con su capitán las condiciones del rescate que debería pagar Peter Pan como persona al cargo de este grupo de niños perdidos.
Tras un buen rato de trifulcas y discusiones llegaron al acuerdo de que pedirían por cada uno de ellos tres barrriles de ron y cuantas piedras preciosas pudiera almacenar Peter en el interior de su gorro.
Lo que estos malencarados marinos desconocían era que con el señor Pan no se podía jugar de forma tan vil y al día siguiente los acontecimientos darían un giro inesperado.
No todo va a ser amor en el corazón de Peter y tengamos en cuenta que de su cinturón pende una daga tan afilada como los dientes de un cocodrilo, pero eso es otra historia.