Seguro que suena a poco problemático, pero las hadas son muy vulnerables durante los estados febriles ya que su energía disminuye mucho y son incapaces casi hasta de volar, mover las alas a la velocidad necesaria para despegar requiere de mucho esfuerzo.
Durante días Peter no supo de ella y preocupado, se acercó al refugio de Lia a interesarse por ella, pues en el trayecto de vuelta desde aquella cueva ya la encontró algo desmejorada.
Lia agradeció su visita y tras charlar un rato con ella, Peter la dejó descansar y se retiró para que el hadita pudiese dormir y recuperar fuerzas.
Esa tarde Peter se quedó muy preocupado, más que por la fiebre de Lia, por la sensación de que por mucho que quisiera hacerlo, no podría cuidar de ella como realmente quería.
Prepararla una infusión de hierbas curativas, acomodarla en el lecho, leer en voz alta junto a su lecho, lo que fuera para hacer que su convalecencia fuese más cómoda y agradable.
No tiene sentido, si se acaban de conocer como quien dice y ambos saben de las carencias de Peter.
Un tipo tan terriblemente inmaduro que apenas puede cuidar de si mismo, cuidando de aquella hada.
No obstante era eso lo que le preocupaba, no sabía como demostrar a Lia que algo en su corazón le pedía que estuviera pendiente de la joven hadita, pero Lia no era un hada cualquiera y mucho menos un hada débil o indefensa.
Aquel hermoso fragmento de magia y fantasía estaba más que curtido en la vida adulta y responsable y bien lo sabía Peter, quien entabló gran amistad con ella precisamente a raíz de haberla solicitado ayuda y consejo.
Peter no se sentía a la altura de sus pretensiones y una cosa es pelear contra piratas o guerreros indios y otra muy distinta conquistar el corazón de una mujer.
Campanilla misma se había quejado en más de una ocasión de que no se involucrara lo suficientemente en la vida de pareja y aunque lo quería muchísimo, terminó por buscar el amor en otro lado.
Peter había decidido también comenzar a pescar en otras aguas, pero aquello había surgido de repente, sin buscarlo, sin preparar siquiera la caña con el cebo adecuado.
Aquello nada tenía que ver con las artes de pesca, simplemente se presentó así por las buenas, sin avisar y agarró a Peter desprevenido.
Quizá había llegado ya la hora de comenzar a crecer, quizá era el momento de cambiar, pero Peter sabía que siempre sería un niño para muchas cosas y aunque se planteó beber unos tragos de poción de madurez, hecha con reducción de "muelas del juicio" y materia gris, abandonó la tentación ante la idea de convertirse en aquel del que llevaba muchos años escapando.
Si Lia lo amaba, sería porque podría amar todo de él, sin reservas y sin pedirle que se transformara en otro.
El amor es un sentimiento muy poderoso, más aún que los hechizos de los más antiguos nigromantes y Peter decidió relajarse, salir a volar un ratito y tratar de aprender a ser paciente.
La paciencia es algo que siempre guardaba debajo de la alfombra, como la calma, pero había llegado el momento de sacar algunas cositas de sus escondrijos y hacer uso de ellas.
Levantó el vuelo y escuchó a través de sus auriculares esta canción de Radiohead.
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